Recientemente H. C. F. Mansilla publicó un libro cuyo título –Una mirada crítica sobre la obra de René Zavaleta Mercado (2015) – invitaba a la esperanza en encontrar algún aporte para mejorar la comprensión de nuestra sociedad, pues siempre he concebido a la obra de René Zavaleta como el mejor pretexto para estudiar a Bolivia. […]
Recientemente H. C. F. Mansilla publicó un libro cuyo título –Una mirada crítica sobre la obra de René Zavaleta Mercado (2015) – invitaba a la esperanza en encontrar algún aporte para mejorar la comprensión de nuestra sociedad, pues siempre he concebido a la obra de René Zavaleta como el mejor pretexto para estudiar a Bolivia. Las expectativas estaban presentes, y una vez que pude hacerme con el texto, me puse a averiguar si estas estaban justificadas o no. En lo que sigue expongo los hallazgos.
Para comenzar, Mansilla considera que la obra zavaletiana guarda una ‘notable unidad’, explicada por su «posición intermedia entre el nacionalismo izquierdista y el socialismo tercermundista» (p. 149); por lo que su obra permanecería dentro los contornos de una «ideología autoritaria de modernización acelerada, adornada con elementos socialistas y nacionalistas» (p. 151).
De acuerdo con esto, y en una afirmación cargada de ‘condescendencia’, sentencia que «[t] odos sus escritos son prima facie testimonios de un espíritu altamente racionalista» (p. 14); pero que en ultimidad, su obra correspondería parcialmente a una «posición premoderna y prerracional [sic]» (p. 246).
Ya en lo referido al contenido específico de la obra que pretende estudiar, Mansilla afirma que para Zavaleta » los objetivos nacionales de la Revolución de Abril tenían prioridad sobre los democráticos» (p. 124); olvidando que si Zavaleta le atribuía alguna importancia a la revolución del 52 era precisamente, a pesar de sus limitaciones y distorsiones, por su carácter democratizador de la sociedad. En este sentido, y en una frase que se repite en más de un texto suyo, Mansilla considera que:
Para él las libertades individuales, el Estado de derecho y el pluralismo ideológico eran fenómenos muy secundarios. Lo importante para Zavaleta era el derecho del Estado de disponer sobre todos los recursos materiales y humanos en pro de las grandes metas históricas. Estas últimas eran definidas por una pequeña élite de iluminados, que, sin consultar a las masas, definía en nombre de estas el futuro de la nación (p. 29).
También cree, en una frase altamente contradictoria, que aunque » Zavaleta no incurrió en ningún falseamiento de la historia boliviana, [..] interpretó los hechos históricos (relativamente pocos y estos en forma reiterativa) de tal manera que los amoldó a una doctrina preconcebida: el nacionalismo con elementos socialistas» (pp. 61-62). Además, aventurando conclusiones bastante más osadas y erradas, indica que «Zavaleta anticipó el relativismo postmodernista al postular la concepción, ahora inmensamente popular, de que normas, valores, ideas e instituciones tienen vigencia sólo en determinados contextos y por obra de una imposición política» (p. 132).
En otro ámbito de preocupaciones, afirma que el orureño «no tenía una opinión positiva en torno al campesinado indígena y sus cosmovisiones» (p. 135), dejando de lado la evolución de su pensamiento; ya que aunque inicialmente esto era del todo cierto, en sus últimos escritos se percibe una modificación en su percepción de esta clase social, para llegar a afirmar, al final de su vida, que «[l]as dimensiones de la concurrencia campesina en [… las elecciones de 1980] deben considerarse, por eso, como un hecho transformador en sí mismo de la sociedad boliviana en relación con sus hábitos en la construcción racional-democrática del poder» (Zavaleta, 2013b, p. 656) .
Así, pues, Mansilla está convencido de que «[a] lgunos pasajes dejan la impresión de que el interés intelectual de Zavaleta no estaba centrado en el examen de la realidad histórico-política, sino en el desarrollo autónomo-aislado de la propia teoría» (p. 83), algo que más bien podría achacársele a él, por su escasa atención a aquellos datos de la realidad que podrían controvertir su postura.
Siguiendo esta línea crítica claramente demarcada, le reprocha que se haya basado en pocos autores, y que además estos coincidieran con su punto de vista; lo cual tiene algo de cierto, pero también es del todo verdadero que existen varios textos donde discute con otras posturas no acordes a las suyas. Otro reproche que le hace, es su falta de atención a la problemática ecológica; crítica también justificada, aunque también es cierto que la incidencia de esta problemática no era hace 30 años la misma del presente. Sin embargo, Mansilla no presta atención a otro sensible vacío en su obra, constituido por la temática de género; aunque algunas personas que conocieron a Zavaleta sostienen que a pesar de nunca haber escrito sobre ello, es algo que no estaba fuera del ámbito de sus preocupaciones.
En cuanto al principal aporte de Zavaleta al acervo de las ciencias sociales bolivianas -el referido al abigarramiento de la sociedad boliviana-, uno se halla en el libro de Mansilla con un claroscuro que combina intuiciones certeras con distorsiones bastante evidentes. Es que este autor asevera, correctamente, que lo abigarrado no puede equipararse a una celebración de la diversidad, pues «[l]o abigarrado […] resulta ser una amplia yuxtaposición de mentalidades y modos de producción que no parecen corresponder prima facie unos a otros» (p. 264); por lo que reprocha a quienes han convertido el abigarramiento en una categoría de contenido positivo. Pero su comprensión del abigarramiento tiene derivaciones que no concuerdan con el trabajo zavaletiano, pues remite lo abigarrado al ámbito fundamentalmente agrario (p. 261), ya que cree que Zavaleta «concibe el abigarramiento como un fenómeno premoderno y precapitalista, que por ello mismo no debería perpetuarse en la historia y que debería ser superado por un desarrollo acelerado de la mano del Estado y de quienes hablan por él» (p. 265), olvidando que el orureño había afirmado que «[e]n todo caso, la eliminación darwinista de toda forma productiva previa está lejos de ser un requisito para la industrialización o capitalismo y mucho menos para el socialismo» (Zavaleta, 2008, p. 99) , desvirtuando la validez de la crítica mencionada.
En lo que se constituye en la apreciación más positiva de la obra zavaletiana, afirma que su mejor aporte es el referido al carácter señorial de las relaciones sociales en nuestro país (p. 208). Pero, lamentablemente, Mansilla tampoco comprende adecuadamente este fenómeno, ya que afirma que la casta señorial «es un estrato social – o mejor dicho: cultural- numéricamente muy reducido que posee notables cualidades organizativas y facultades logísticas, que le han permitido persistir a través del tiempo y mantenerse en un status privilegiado» (p. 211), desdeñando las afirmaciones zavaletianas que explican el carácter paradójico de la persistencia de esta casta en posiciones de poder precisamente porque no tiene ninguna de las cualidades mencionadas por Mansilla.
De este tipo de apreciaciones, se sigue que para alguien que reclama para sí el título de un punto de vista ‘racional-critico’ (p. 34), el libro estudiado presenta una gama nada despreciable de deficiencias.
En este sentido, nuestro autor llega a decir que a Zavaleta no le habría interesado la suerte de los ‘estratos inferiores’, sino la creación de una burguesía como en el Japón (p. 212); y, aunque es cierto que Zavaleta nunca se habría referido al proletariado o al campesinado como ‘estratos inferiores’, decir que su suerte no le interesaba es algo que no resiste la menor prueba.
También critica que Zavaleta nunca haya puesto en duda la necesidad de la Revolución Nacional, lo que sustenta en su creencia en la falta de necesidad de este acontecimiento histórico, porque en el fondo esta habría significado «un retroceso socio-cultural de gran envergadura en los terrenos de los derechos humanos, los procedimientos administrativo-burocráticos, la cultura política y el nivel educativo» (p. 39). Pero además considera que:
se podría llegar a la conclusión, obviamente provisional, de que la revolución boliviana fue, en el fondo, innecesaria y superflua. […] Los efectos modernizantes y de justicia social que fueron generados por este proceso hubieran tenido lugar, más tarde o más temprano, bajo gobiernos dominados por otros partidos políticos, distintos al MNR (p. 73). [1]
Dejando de lado que la oligarquía había impedido incluso la ascensión al gobierno por parte del ganador de las elecciones previas.
Por otro lado, y en reacción al supuesto carácter mítico del pensamiento nacional, sostiene que «[u]n buen método para relativizar la vigencia de las leyendas y las tradiciones sociales es la comparatística [sic] supranacional, cosa que nunca ha sido popular en Bolivia a causa de la renuencia colectiva a tomar en cuenta aspectos y valores que provienen de otras tierras» (p. 73); aunque, a decir de verdad, este país es, en más ocasiones de las deseadas, demasiado receptivo a la influencia foránea, siempre y cuando esta nazca en Estados Unidos o Europa. Pero Mansilla no es de este parecer, pues afirma que «[d]esde hace décadas – tal vez siglos – se piensa que Europa Occidental no ha representado una influencia benéfica para la evolución a largo plazo de África, Asia y América Latina» (: 279); afirmación que solamente puede ser avalada en la medida en que se acepte que la esclavización, las invasiones, los asesinatos y la usurpación de recursos naturales -algunos de los fenómenos concomitantes a la presencia europea en estas regiones- han sido aportes benéficos para estos tres continentes. En relación con esto, dice que «[e]l anti-imperialismo y la crítica de la modernidad occidental nos revelan, en el fondo, un designio conservador» (pp. 280-281), dejando entender que la única vía de transformación social vislumbrada por el autor es la proveniente de occidente, aunque esta se produzca por la vía de la imposición, y no por medio del debate democrático, tan caro a sus reivindicaciones teóricas.
Pero va más allá, al indicar que «[e] n una sociedad fuertemente tradicionalista como la boliviana, la actuación adecuada de todo [2] individuo está dirigida a embaucar sistemáticamente al prójimo o, por lo menos, a intentarlo» (p. 311); entonces, ¿cómo diablos se explicaría la existencia de toda aquella gente que conozco que no se dedica a embaucar al prójimo -cuando menos no sistemáticamente- y, en muchos casos, ni siquiera a intentarlo? Resulta, pues, que Mansilla analiza la sociedad boliviana no a partir de lo objetivamente observable, sino a partir de lo que sus enraizados prejuicios le dictan que debería suceder en una sociedad a la que aborrece sinceramente. Como una constatación de lo recientemente afirmado, léase la siguiente afirmación:
Hay que examinar la posibilidad de que el Nuevo Mundo hubiera podido ser colonizado por el Imperio Chino, o por naciones del ámbito islámico, y ante esa posibilidad nuestros indianistas tendrían curiosos reparos ideológicos para detectar las proverbiales ‘maldades del enemigo’, que ahora son atribuidas exclusivamente a los españoles, porque esas maldades serían la obra de regímenes políticos más o menos aliados contra el imperialismo occidental. Aquí se constata [sic] la parcialidad, muy arbitraria e insostenible, de las doctrinas anti-imperialistas (p. 77).
¿Qué es lo que puede constatarse a partir de una afirmación con un contenido tan especulativo como esta? ¿No devela esto, más bien, su escasa capacidad argumentativa? Estas líneas se inclinan a optar por esta última posibilidad, a la luz de todo lo hasta aquí desarrollado.
Pero el libro aquí estudiado no solamente cae en la especulación, sino que acude al fácil artificio de tergiversar groseramente lo escrito por Zavaleta, para criticar -desde luego con escasa solvencia- su postura. Así, Mansilla manifiesta, ‘citando’, que «Zavaleta asevera claramente que no es ‘un interés del socialismo el desarrollo de la democracia'» (p. 128), cuando lo que en realidad dice el orureño es lo siguiente, lo que es transcrito en extenso para mayor comprensión:
Por eso se dice que el socialismo nace en el seno de la democracia burguesa, en el seno de la sociedad burguesa y no fuera de ella y por eso están muy equivocados los que creen que no es un interés del socialismo el desarrollo de la democracia, así como lo están quienes creen que se puede organizar una clase, que es al mismo tiempo parte de la sociedad burguesa y a la vez su mayor antagonista, colocándose al margen de la forma en que la política ocurre en esa sociedad, es decir, colocándose fuera de la democracia burguesa (Zavaleta, 2013a, p. 414) .
Sobran los comentarios para graficar la escasa rigurosidad con la que nuestro autor aborda el manejo de sus fuentes bibliográficas.
Por otra parte, Mansilla cree que uno de los factores de rechazo del libro podrían ser sus ‘postulados irónicos’ (p. 305). Debo confesar que me dediqué a buscar los aspectos ‘irónicos’ del texto con el mismo empeño con el que Silvio Rodríguez buscaba su unicornio azul…, y con los mismos resultados.
En síntesis, este libro se caracteriza por la explosiva combinación de: i) una conmovedora erudición; [3] ii) la irrefrenable presencia de arcanos prejuicios que impiden un análisis objetivo de la sociedad estudiada, y que podrían -solo podrían- situar al autor en una postura previa al racionalismo que cree encarnar; iii) la escasa rigurosidad en el manejo de las fuentes de información; y iv) la maniquea descripción de los argumentos ajenos para facilitar su contra-argumentación.
Finalmente, me parece bueno sugerirle a Mansilla tomar en cuenta un postulado por él mismo expuesto y que le ayudaría mucho en su trabajo, ya que cree que «[l]a exposición a la realidad cotidiana […] puede causar un choque intelectual saludable» (p. 308). Definitivamente cierto.
Notas:
[1] En esta línea de razonamiento, Mansilla recuerda con terror – con mucha justicia – los fusilamientos de Chuspipata de noviembre de 1944 (p. 120); pero olvida, y por tanto invisibiliza, todas las matanzas obreras y campesinas cometidas durante las décadas de 1940 y principios de 1950.
[2] Énfasis añadido.
[3] De hecho, él afirma que «[e]ste libro está lleno de largas citas de Zavaleta Mercado y de otros cientistas sociales. Con ello me propuse el fin, claramente visible, de exhibir mi erudición y mis dilatadas lecturas [sic]» (p. 293).
Referencias bibliográficas
Mansilla, H. C. F. (2015). Una mirada crítica sobre la obra de René Zavaleta Mercado. La Paz: Rincón Ediciones.
Zavaleta, R. (2008). Lo nacional-popular en Bolivia. La Paz: Plural.
Zavaleta, R. (2013a). El fascismo y la América Latina. In Obra completa (pp. 413-419). La Paz: Plural.
Zavaleta, R. (2013b). El problema de la participación con relación al Plan de Rehabilitación y Desarrollo. In R. Zavaleta, Obra completa (pp. 655-669). La Paz: Plural.
Originalmente publicado en: https://pensarbolivia.
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