Desde hace algunos años los medios de información convencionales en México renunciaron a la diversidad de temas y a la variedad de puntos de vista. La diferencia en esos medios no se percibe actualmente y la pluralidad de pensamiento menos aún.
Su filiación partidista se vuelve una costumbre poco a poco en el mundo de la información, donde México tiene un lugar destacado. En su proyección política la oposición encuentra en esos medios los espacios sin límite que se dedican a cuestionar la administración de Andrés Manuel López Obrador.
Así, los medios convencionales, nacidos el siglo pasado en México, se convierten en un tentáculo informativo de la oposición y en parte de su estrategia política.
Uno de los factores que muestra la manipulación eminentemente política de los medios es la actual sobreexposición de la imagen de algunos políticos considerados, como posibles candidatos de Morena a la Presidencia de la República, principalmente la imagen de Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México, entre otros.
Esta estrategia fue un ejercicio cotidiano a finales del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, en ese entonces el Presidente de la República era el director general de todos los diarios de circulación nacional, quien desgastó con la sobreexposición de su imagen a Porfirio Muñoz ledo, entonces un dinámico senador por el PRD, y acababa de competir por la gubernatura de Guanajuato.
En ese panorama su figura representaba un peligro para los intereses imperantes y por órdenes muy superiores aparecía en el cintillo de los diarios, su foto en primer aplana, ocupaba la nota de ocho columnas, sus declaraciones eran comentadas, sus participaciones en tribuna eran reproducidas con puntos y comas, etc.
La sobrexposición en los medios fue un arma política en el salinato que le arrojó importantes victorias. Ahora, la historia se repite, como si esa misma persona estuviera tras de esas sobreexposiciones, que manejaba el ex Presidente de la República con gran maestría. Todavía no había redes sociales.
La sobreexposición en los medios es tan dañina como la no exposición de su imagen, probablemente peor. El exceso de comunicación, sobre todo en política, corta la comunicación. La atrofia. Las campañas para las elecciones de 2024 ya empezaron en los medios, nadie los regula en este sentido. El escenario de la política cambia de escenario y secuestra las acciones de los políticos a la prisión de los medios que no son plurales ni imparciales.
En los meses pasados hubo una especie de adiestramiento en cuanto a la sobreexposición en los medios, el encierro cerró las ventanas de la realidad y la redujeron a los medios para conocer lo que sucede en el mundo. Se amplió el espectro y la sobrexposición comenzó a ser arte en la información. A pesar de ello, la sobreexposición en política sigue siendo una herramienta efectiva de desgaste.
Se trata de ver repetitiva la imagen pública, con las mismas palabras, de ser posible con la misma ropa, con los mismos temas, con los defectos resaltados, con expresiones grotescas. Hay expertos en el daño de la sobreexposición.
Así, la sobreexposición emocional, propia de los tiempos de campaña prelectoral, se expresa con mayor insistencia en los medios convencionales, que están al servicio de los intereses del pasado, tiempos en los que se convirtieron los medios en una especie de secretarías de Estado en México.
Así, la actual administración no se enfrenta a una oposición tradicional sino a toda una estructura de intereses que confluyen en trincheras muy fuertes con la intención de desestabilizar al gobierno para recuperar privilegios, volver al pasado, incluso utilizando herramientas ilegales para lograrlo.
No existe sólo una oposición política que enfrenta, como debe suceder en toda democracia, las disposiciones gobiernos y las critica con toda libertad, sino que está aliada con los propios destructores del país que reclaman su derecho sobre las leyes, las vidas y las haciendas como lo hacían hace 100 años. En una lucha desigual más cercana al golpismo que a la democracia.
La sobreexposición es tratada en la política mexicana con el púnico objetivo de desgastar imágenes, un arma que desde hace poco más de 20 años, –tal vez sea la misma mano que mueve la cuna– hace mucho daño en México a los políticos progresistas y daña la democracia severamente.
Los medios son parte de los partidos de oposición y se prestan a toda estrategia política sin importar el profesionalismo, la ética ni la verdad.
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