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Almaraz en la construcción del Estado Nacional

Fuentes: Rebelión

Prólogo a las obras completas de Sergio Almaraz Paz, de próxima circulación en Bolivia

La construcción de los Estados nacionales en las colonias y semicolonias es una tarea heroica. La consecución de este objetivo en las naciones que emergieron de sociedades feudales estuvo supeditada a la derrota de terratenientes y castas aristocráticas, casi siempre respaldados en tradiciones eclesiásticas. En los países oprimidos, en cambio, son los centros de poder mundial los que impiden el surgimiento de nuevos estados soberanos. Después de la Segunda Guerra Mundial, las corrientes anticolonialistas adquirieron renovada fuerza. Ya no era fácil justificar la ocupación y saqueo de las regiones periféricas por un puñado de países plutócratas, que exhibían el lujo y el derroche en las metrópolis y que atribuían la desnudez, la miseria, el atraso y el analfabetismo a taras de los sojuzgados. El dominio en las colonias estuvo garantizado por el uso prioritario de la fuerza. En las semicolonias, en cambio, en las que existen atributos formales de independencia: Presidencia de la República, Parlamento, Fuerzas Armadas, himno, escudo y bandera, la necesidad de garantizar la succión de los excedentes económicos obliga a los centros de poder mundial a multiplicar formas de alienación. A manera de ejemplo, los periódicos en las colonias sólo pueden difundir lo que autorizan las autoridades coloniales. En las semicolonias, en cambio, los comunicadores sociales tienen que ser persuadidos (o corrompidos) de las bondades de la dominación extranjera. En ese panorama, son pocas las mentes que consiguen desmontar los discursos ideológicos de los imperios, requisito ineludible para que la semicolonia encuentre su ruta liberadora.  

En Bolivia, fue Sergio Almaraz Paz quien explicó con mayor lucidez y coherencia, y la acertada edición de sus obras completas así lo demuestra, las causas de nuestro atraso y sometimiento, generadas por la acción conjunta de clases sociales intermediarias, consorcios internacionales e imperios mundiales. En el otro extremo, están los «condenados de la tierra» (Fanon), para quienes los sufrimientos parecerían ser castigo de los dioses y no resultado de la succión del excedente económico y de movimientos bursátiles digitados por el capital financiero. Las luchas populares no tienen destino en tanto los pueblos no toman conciencia de la dominación foránea. Este es el punto de partida de Almaraz, expuesto en El Poder y la Caída, editorial Los Amigos del Libro, 4tª edición, Oruro-Bolivia, 1980.

«Este trabajo… es una tentativa de definición de la estructura del poder en Bolivia. Mientras no sea examinada esta base de la realidad nacional, la historia y la política quedarán envueltas en una opaca niebla. Una conciencia nacional débil y evasiva, mortecina en sus expresiones, impide a los bolivianos responder ante su propia historia. No están al margen de la historia, pero frecuentemente no hacen la suya. El porvenir boliviano en el sentido de la realización exclusiva y auténtica, está subordinado al descubrimiento del ser nacional… La búsqueda de una nueva conciencia nacional cuya fuerza obstinada sea tan grande como la que alteró el cauce de la historia en María Barzola (*), no depende tan sólo de la investigación del pasado. Hay un presente ante el   cual los resultados de la praxis cuentan más que el análisis teórico. La combinación de estos factores, y exclusivamente ella, posibilitará el retorno al cauce ascendente de la historia».

El análisis de la estructura de poder permite a Sergio identificar las especificidades de la Bolivia semicolonial, las que consisten en la enajenación de sus recursos estratégicos: minería e hidrocarburos. La pérdida del control de los hidrocarburos opera mediante transnacionales. Los oligarcas de la plata eran, al mismo tiempo, gobernantes. Los barones del estaño prefirieron hacerlo a través de testaferros. De ellos decía Sergio que «no están en el poder, pero poseen el poder. Sus hombres pueden caer. Ellos no caen. Son el poder mismo». En la superestructura, se afianza una oligarquía que se siente dueña del país, pero lo desprecia. Los oligarcas simulan patriotismo, pero son como termitas: «nos comen por dentro, luego nos venden» . Pero la dependencia colonial no sólo enajena los recursos naturales de los pueblos, sino que también les roba la memoria, de ahí la necesidad de reescribir la historia con mirada propia, lo que conlleva refutar la escrita por quienes nos desprecian, como Alcides Arguedas.

Almaraz afirma que si los bolivianos no entendemos la estructura del poder «la realidad nacional, la historia y la política quedarán envueltas en opaca niebla». El desconocimiento de la estructura del poder impide identificar los intereses económicos que condicionan la conducta de los gobernantes. No resolver esta incógnita ocasiona que tengamos «una conciencia nacional débil y evasiva, mortecina en sus expresiones e incapaz de responder ante la propia historia». Nos asemeja, añadimos nosotros, a febriles gladiadores que descargan palos de ciego a sombras que pululan en noches tenebrosas, invisibles a nuestros ojos, pero que provocan resultados fatales. Hegel sostiene que los americanos estamos en la prehistoria porque no tenemos autoconciencia, razón por la que nos compara con hormigas y jabalíes. Sergio considera que no estamos al margen de la historia, pero cree que la hacemos sólo en forma ocasional. Veamos el momento en el que, a su juicio, sí hicimos historia:

«Parecía imposible que un día el país encontraría fuerzas para afirmar su existencia. Sin embargo, esas fuerzas se dieron con la nacionalización de las minas. Hasta entonces una existencia de degradación inexorable enseñó a los bolivianos que la historia hace a los hombres; el 31 de octubre, un verdadero milagro les hizo comprender que a veces los hombres pueden hacer su historia».

La nacionalización de las minas es consecuencia de la Revolución del 9 de abril de 1952, el acontecimiento más importante de la historia boliviana. Es un parte aguas que explica lo que acontece antes y después de ese suceso. Estas sus palabras en el Réquiem para una República (UMSA-1969. La Paz-Bolivia).

«La experiencia boliviana desemboca en el punto más ardiente del debate sobre la revolución en nuestro tiempo. Los bolivianos hicieron la suya y su instrumento fue el MNR. La observación de que hubiera sido posible otro tipo de revolución es pueril, porque la historia no es un escaparate. La revolución fue esa y no otra, sin márgenes de elección. La izquierda tradicional, enfrentada con los hechos, fue incapaz de superar sus insuficiencias; al rechazar la única posibilidad que le brindaba la historia para vencer su propia alienación, perdió el camino» (Los subrayados son de SAP)

Los grandes sucesos previos al 52, prepararon su advenimiento. Hasta entonces, los bolivianos tuvimos «una existencia de degradación inexorable». La dominación minero-feudal estaba blindada por la inconciencia. Su granítica estructura, heredada de la colonia, pero que adquirió tonalidad modernizante con la minería del estaño, fue debilitada, de manera progresiva, con sangre indígena y proletaria. La dispersión de las protestas aseguraba la continuidad del oprobio. Los asalariados del subsuelo apenas se enteraban de las matanzas campesinas y los campesinos ignoraban las dimensiones de las masacres mineras. La fratricida Guerra del Chaco, al mostrar que los sufrimientos populares estaban concatenados, permitió identificar a los responsables de las tragedias del país.

PAZ ESTENSSORO Y EL 4 DE NOVIEMBRE   

El final de la conflagración con el Paraguay posibilitó que los anhelos de cambio se canalizaran a través del Ejército, la única fuerza con presencia nacional, pese a sus miserias y debilidades. El general David Toro protagonizó, el 7 de junio de 1936, la primera nacionalización del petróleo en América Latina y la segunda a nivel mundial, después de la soviética de 1917, sin olvidar que la primera empresa petrolera estatal del continente se gestó en la Argentina en 1907. El Teniente Coronel Germán Busch dispuso, en junio de 1939, que las divisas de la exportación minera fueran centralizadas en el Banco Central. El coronel Gualberto Villarroel trató de modificar los «contratos inmejorables» suscritos por su predecesor, el general Enrique Peñaranda. Pero Villarroel hizo algo más atrevido aún: convocó al primer congreso «indigenal», presidido por el aymara y ex combatiente de la Guerra del Chaco, Francisco Chipana Ramos, lo que rebasó la indignación de la «rosca» (**).   A nadie podría extrañar la coalición de la Embajada de EEUU, «barones» del estaño y terratenientes para colgar a Villarroel de un farol de la plaza Murillo, de La Paz, el 21 de julio de 1946. Sin embargo, lo aberrante fue la entusiasta participación en el ágape plutocrático de la «izquierda tradicional».

El desatino se repitió el 4 de noviembre de 1964, cuando el Pentágono norteamericano impulsó el golpe del general René Barrientos Ortuño contra el claudicante Paz Estensoro, con el respaldo de la derechista Falange Socialista Boliviana (FSB), el vetusto Partido Liberal y una fracción del MNR, integrada por Hernán Siles Zuazo, Juan Lechín y Walter Guevara Arce. La «izquierda tradicional» estuvo otra vez coadyuvando en semejante entuerto, en su reiterado propósito de encontrar «Kerenskys» a diestra y siniestra, en tanto sus dirigentes se sentían los inminentes «Lenines» de procesos contrarrevolucionarios que acaban, de manera inexorable, por devolver la globalidad del poder al Imperio y sus acólitos nativos.

Muchos se preguntaron si no era lícito sumarse al derrocamiento de Paz Estensoro, si se tiene en cuenta que había traicionado prácticamente a todas las banderas de abril, al entregar el petróleo y ocasionar la virtual quiebra de COMIBOL, lo que facilitó la ingerencia del FMI y del Plan Triangular para la minería (EEUU, BID y Alemania Occidental), la persecución a dirigentes sindicales y la reorganización del Ejército con asesoramiento estadounidense. Nada de lo anterior, pensaba Sergio, justificaba coadyuvar a que tomara el poder un representante directo del Pentágono y de la mal llamada «minería mediana» que, en realidad, es la nueva gran minería privada. En consecuencia, derrotar al golpismo de la derecha y del imperialismo abría la posibilidad de que Paz Estensoro, con los sectores populares movilizados contra los planes del Pentágono, retomara posiciones nacionalistas. Sustituirlo por agentes directos de Washington, como efectivamente ocurrió, sólo colocaba al país en situación aún más desesperada.

Quienes desde la izquierda tradicional participaron en los golpes del 21 de julio y del 4 de noviembre no entendieron la estructura de poder. No advirtieron que la semicolonia Bolivia era (y es) un país oprimido por naciones opresoras, cuyo asfixiante yugo requiere unir a todas las fuerzas sociales interesadas en la liberación nacional. La preocupación de Sergio por dejar precisado este concepto se refleja en estas palabras:

«El 4 de noviembre (la izquierda tradicional) tuvo la última postura aberrante; pensaba estar haciendo la «verdadera» revolución; en realidad era un acoplado más en el carro de la reacción»… Al hablar de la «izquierda tradicional» nos referimos al Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR), Partido Obrero Revolucionario (POR) y a los dos partidos comunistas ( pro ruso y por chino ASR), descendientes ambos del viejo PIR. La muerte de Villarroel es el estigma de esta izquierda…» (Réquiem… .). 

La dimensión del error hace que Almaraz ni siquiera salve la conducta del Partido Comunista Boliviano (PCB), en cuya dirección tuvo un papel preponderante en 1951. En esa oportunidad, el PCB apoyó a los candidatos Paz Estensoro – Hernán Siles Zuazo, lo que marcó una diferencia cualitativa con el PIR que, en 1946, derrocó al gobierno Villarroel. Los retrocesos de la Revolución de abril no justifican, en opinión de Almaraz, acuerdos con el imperialismo, a partir de lo cual desarrolla su pedagogía antiimperialista con estas magníficas expresiones de Albert Camus:

«Lo difícil en efecto es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en la necesidad de ésta»… «Para sacar de la decadencia de las revoluciones lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas. No alegrarse de esta decadencia» (Réquiem …). 

Desde la izquierda tradicional se sostiene, a fin de encubrir su miopía, que, «finalmente», Paz Estensoro y Barrientos eran lo mismo. Almaraz refuta esa apreciación de la siguiente manera:

«La revolución no se derrumbó de un solo golpe; cayó poco a poco, pedazo a pedazo. La contrarrevolución no pasó sobre el país como una aplanadora y si sus efectos fueron demoledores,   necesitó varios años para echar abajo lo que encontraba a su paso. Porque se resistió. Se resistió mal, con debilidades y aturdimiento, pero se resistió» (Réquiem …). 

Lo anterior no implicaba silenciar los retrocesos y aun traiciones del MNR. Petróleo en Bolivia (Editorial Juventud, 1958. La Paz-Bolivia) denuncia la desnacionalización del petróleo dispuesta por Paz Estensoro, Siles Zuazo, Lechín Oquendo y Guevara Arce. El agotamiento del proceso de abril es descrito por Sergio sin concesión alguna. He aquí sus expresiones:

«El impulso constructor de la revolución estaba agotado. La revolución fue achicándose hasta encontrar las medidas señaladas por los americanos, cuyas proporciones las descubrieron a su vez   en la propia miseria del país. Se consideraba posible hacer la revolución sirviéndose de su dinero» (Réquiem…)

Sin embargo, lo dicho hasta aquí no puede llevarnos a engaño. Uno es el Paz Estensoro hasta su derrocamiento el 4 de noviembre de 1964 y otro el que llega al poder, por cuarta vez, en agosto de 1985. La nacionalización de la Gulf y la instalación de hornos de fundición, llevadas a cabo por el proceso Ovando-Torres (1969 – 1971), terminaron de convertir al líder de la revolución de abril en instrumento directo del imperialismo. No es casual que el plutócrata Gonzalo Sánchez de Lozada pagara las facturas más caras de las campañas electorales de Paz Estensoro de 1978, 1979, 1980 y 1984, como demuestra Augusto Cuadros Sánchez en su libro Ocaso de la Revolución Nacional Boliviana (Editorial Los Amigos del Libro. 2004. Cochabamba-Bolivia). Almaraz criticó a Paz Estensoro no porque no instaurara el socialismo o la dictadura del proletariado, sino por incumplir el programa nacionalista. Es innegable, sin embargo, la existencia, en esos años, de una línea nacional, aunque minoritaria, dentro del MNR. Así, por ejemplo, tres diputados, Augusto Céspedes Patzi, Mario Pando Monje y René Zavaleta Mercado lograron que la fundición de estaño sea una de las metas a cumplir en el Plan de Desarrollo del MNR de 1962. Sin embargo, ese propósito fue una voz aislada en medio de un coro de enajenadores del patrimonio nacional.

Sergio puntualizó que la Revolución del 52 fue tan profunda que atravesó al conjunto de la sociedad boliviana, es decir a civiles y militares, profesionales y vendedores callejeros, empresarios y amas de casa, trabajadores del campo y las ciudades, mineros y estudiantes. Al no comprender   esta premisa, la izquierda tradicional cometió un nuevo error. Si antes había confundido a Paz Estensoro con Barrientos, después confundirá a Ovando con Barrientos. No entenderá que Ovando representa los esfuerzos militares por rescatar   y profundizar lo mejor de la Revolución de abril. Barrientos, en cambio, es la encarnación agravada de sus desaciertos. Es la contrarrevolución en grado superlativo. El MNR quiso modernizar al país mediante créditos del erario público en favor de sus militantes, a fin de convertirlos en capitalistas nacionales. El fracaso fue rotundo y la corrupción generalizada. Ovando impulsó el capitalismo de Estado, a través del fortalecimiento de YPFB y COMIBOL, como única alternativa viable al capital extranjero. Barrientos se esforzó por borrar todo vestigio de intervención estatal en el manejo de la economía y suscribió el denominado pacto militar-campesino, con el que cercó campamentos mineros y desató matanzas de asalariados del subsuelo. Ovando postuló la unidad de la nación oprimida para retomar el camino de la revolución nacional, extraviado por el MNR.

Es verdad es que el concepto «capitalismo de Estado» está marcado por la polisemia. Fue usado por Lenin para explicar la Nueva Política Económica, luego en la Europa oriental, ante la creciente deformación estalinista de sus regímenes políticos, y en procesos de liberación en las semi colonias. Esta última caracterización es válida en tanto los países oprimidos suelen usar a su Estado nacional para disputar a las transnacionales el control y destino del excedente. Se trata, en consecuencia, de una situación transitoria, lo que no quiere decir que sea necesariamente corta, para rescatar soberanía económica, sin la cual todo intento de impulsar regímenes socialistas caen en la utopía. Por esta razón, consideramos errónea la afirmación de James Petras, en «rebelión.com, del 21-10-08, cuando dice que «no queremos intervención estatal para salvar al capitalismo». Los países periféricos, al nacionalizar sus recursos estratégicos, no están ayudando a «salvar al capitalismo», sino que están contribuyendo a debilitarlo, ya que, como dijeron los clásicos del marxismo, el imperialismo existe por que existen países coloniales y semi coloniales». En América Latina, es el fortalecimiento del «capitalismo de Estado», en mayor o menor grado, que tiene lugar en Venezuela, Ecuador y Bolivia, el que incentiva   la integración bolivariana, ya que esa tarea no puede ser encabezada ni por burguesías nacionales timoratas, ni por organizaciones de trabajadores que aún no tienen la fuerza para hacerlo. Debe enfatizarse, sin embargo, que el capitalismo de Estado es inviable sino está acompañado de eficiencia y transparencia.

Para comprender lo sucedido en el complejo panorama social y político de la época, veamos el siguiente cuadro:

ACONTECIMIENTOS HISTORICOS 1964 – 1971

1964, 4 de noviembre.- Los generales René Barrientos Ortuño, de la Fuerza Aérea, y Alfredo Ovando Candia, de Ejército, derrocan a Víctor Paz Estensoro.

1964, 5 de noviembre.- Barrientos Ortuño se posesiona como Presidente de la República (Primera Presidencia de Barrientos). Una concentración «barrientista», reunida en la Plaza Murillo, impide a Ovando jurar en el cargo de co-Presidente.

1965, 26 de mayo.- Ovando, por imposición del Ejército, se posesiona como co-Presidente (Primera Presidencia de Ovando). Barrientos jura como co-Presidente (Segunda Presidencia de Barrientos).

1966, 2 de enero.- Ovando jura como Presidente (Segunda Presidencia de Ovando). Barrientos renuncia a la co-presidencia para habilitarse como candidato presidencial. Ovando permanece en el cargo hasta el 6 de agosto de 1966.

1966, 20 de julio.- Ovando suscribe el convenio para instalar una fundición de estaño con la Klockner, de Alemania Occidental, en Vinto, Oruro.

1966, 6 de agosto.- Barrientos jura como Presidente (Tercera Presidencia de Barrientos). Ovando se repliega al cargo clave de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

1967, 23 de marzo.- Primer combate de Ernesto «Che» Guevara en el río Ñancaguazú. Resultado: 7 militares muertos, 4 heridos y 11 prisioneros. La guerrilla del Che es noticia mundial.

1967, 20 de abril.- Almaraz concluye El Poder y la Caída .

1967, 24 de junio.- Matanza de trabajadores mineros, denominada la «masacre de San Juan».

1967, septiembre.- Sergio, junto a otros once intelectuales, publica el manifiesto: El Nacionalismo Revolucionario y la Ocupación Norteamericana , en momentos en que Barrientos está en la Presidencia.

1967, 8 de octubre.- El Che es capturado en «La Higuera», Valle Grande, Santa Cruz, y ejecutado al día siguiente.

1968, 11 de mayo.- Muere Sergio Almaraz.

1969, 21 de febrero.- La Universidad Mayor de San Andrés publica, en forma póstuma, Réquiem para una República , el tercer libro de Almaraz

1969, 27 de abril. Muere Barrientos en accidente aéreo. Asume la presidencia el vicepresidente Luís Adolfo Siles Salinas.

1969, 26 de septiembre. Ovando, en cumplimiento del Mandato Revolucionario de las Fuerzas Armadas de la Nación Boliviana , derroca a Siles Salinas (Tercera presidencia de Ovando)

1969, 17 de octubre.- Ovando nacionaliza la Gulf Oil Company, en lo cual juega papel importante su Ministro de Minas y Petróleo, Marcelo Quiroga Santa Cruz.

1970,   19 de julio.- Se inicia la guerrilla de Teoponte, departamento de La Paz, al mando de Osvaldo «Chato» Peredo.

1970, 26 de julio.- Ovando pone en vigencia La Estrategia Socio-Económica del Desarrollo Nacional, 1970-1990 , el documento de planificación económica más importante de la Historia de Bolivia, cuya elaboración corresponde a un equipo de importantes profesionales, encabezado por el economista cruceño José Ortiz Mercado.

1970, octubre 6.- El general Juan José Torres jura como presidente de la República, al fracasar un golpe del sector reaccionario de las FFAA, que obliga a Ovando a asilarse en la Embajada paraguaya.

1970, 2 de noviembre.- Osvaldo «Chato» Peredo se rinde ante las FFAA. Concluye la guerrilla de Teoponte.

1971, 9 de enero.- El Presidente Juan José Torres inaugura los hornos de fundición de Vinto, cuyo mérito principal corresponde al general Ovando.

1971, 1º de mayo.- Se inaugura la Asamblea del Pueblo.

1971, 21 de agosto. El general Hugo Bánzer Suárez derroca al general Torres. Se inicia el septenio banzerista.

 

OVANDO Y BARRIENTOS

Cuando Sergio y once intelectuales, entre quienes se destaca Zavaleta Mercado, difunden el manifiesto: El Nacionalismo Revolucionario y la Ocupación Norteamericana , en septiembre de 1967, la guerrilla del Che ya llevaba seis meses combatiendo en Bolivia. El manifiesto no menciona la insurrección armada, aunque puntualiza que el derrocamiento de Paz Estensoro, al igual que el de Juan Bosch en República Dominicana, de Carlos Julio Arosemena en Ecuador y Joao Goulart en Brasil, obedece a la decisión estadounidense de aislar a la Revolución cubana. Sergio y el Che coinciden en que Bolivia es un país ocupado por el imperialismo norteamericano, pero discrepan en la táctica liberadora. En tanto el guerrillero argentino-cubano plantea aniquilar a las FFAA, Sergio lanza despiadados ataques a Barrientos, de los que excluye a Ovando. Citemos algunos de ellos:

«El régimen de Barrientos, incoherente en cualquiera de los demás órdenes de su existencia… sabe adonde apunta con relación a la minería, pero no para defenderla sino para entregarla».

«La matanza en masa de mineros es obra concreta de la presión de la Embajada norteamericana, porque para la contrarrevolución era imprescindible destruir a esta clase peligrosa… Barrientos acabó por ceder a esta exigencia… y así se produjeron las crueles matanzas de mayo en Milluni, Kami, Atocha, Telamayu, Villa Victoria, Munaypata, El Tejar, el resto de La Paz, que se repetirán después, con ensañamiento, todavía mayor, en Catavi, en el mes de septiembre de 1965… Pero esto no bastaba: el 24 de junio de 1967, las minas son escenario de otro genocidio, bautizado por el pueblo como la Masacre de San Juan… Barrientos había dicho «reprimiremos con la violencia más brutal. La exclusión de Ovando de las críticas de Sergio, pese a tener entre sus ministros a conocidos «barrientistas», obedece a su empeño por alinear a las FFAA en el campo nacional. Sobre el particular, añade el citado manifiesto:  

«Se quiere pues ( por parte de Barrientos, ASR) liquidar el contenido nacionalista y antiimperialista del Ejército, bajo el cual murieron Busch y Villarroel y los colgados del 46, por las mismas razones por las que se destruye a balazos al sindicalismo defensor de la soberanía económica, por las mismas razones por las que se va reemplazando a la única forma específicamente nacional de capitalismo, que es el capitalismo nacional minero ( se refiere a COMIBOL, ASR), con las grandes inversiones extranjeras».

«En nombre del Ejército… se ha conspirado contra la esencia misma del Ejército, que no es otra que la defensa de la soberanía territorial y económica de la Nación, el resguardo de su doble frontera exterior e interior… Hoy, en nombre del Ejército, que al fin y al cabo no es sino la guerrilla de nuestros padres hecha institución, no hablan sino los entregadores del Ejército, que cambian a su Patria por automóviles Mercedes Benz ( Para Abrir el Diálogo. Ensayos, 1961-1967. Editorial Los Amigos del Libro, 1979. La Paz-Bolivia. 

Podría observarse que el Manifiesto … es un documento suscrito por doce personas, razón por la que no sería correcto atribuir sólo a Sergio la orientación que posee. Es obvio que su contenido mereció discusiones previas. Sin embargo, como resultado de ellas no prevaleció el criterio escéptico de Zavaleta frente a Ovando, en su afán de colocar al proletariado como vanguardia de un proceso enfrentado a los militares.   Los planteamientos de Almaraz están presentes en su Réquiem para una República,   de cuyo libro extractamos las siguientes citas:

«El uniforme de boina verde que Barrientos vistió en mayo (de 1966, en las masacres mineras) es más elocuente que la presencia de Henderson (el Embajador norteamericano) en el palacio. Este general de aviación que… ha confundido el país con un aeródromo, presenta el punto más bajo de la historia del ejército… Es evidente que los norteamericanos impusieron a Barrientos… (Lo hicieron) mediante un proceso eficaz porque hizo del Presidente un Boina Verde y de un Boina Verde un Presidente».

Almaraz llama abiertamente al sector patriótico de las FFAA a derrocar a Barrientos,   como efectivamente ocurrió el 26 de septiembre de 1969. Ese llamado consta en el Réquiem…, donde usa estas palabras:

«El monótono presidente (Barrientos) no es más que la expresión del hundimiento. NO OBSTANTE ES ADMISIBLE LA POSIBILIDAD DE UNA VARIANTE SI LOS MILITARES NACIONALISTAS DESPLAZAN A LA CAMARILLA COMPROMETIDA CON EL PENTAGONO. Desde luego, la condición previa es que tal desplazamiento sea respaldado por un movimiento popular» (las mayúsculas son de ASR). La izquierda tradicional, la guerrilla del Che y la dirección de la COB, con Lechín a la cabeza de la Asamblea del Pueblo, impidieron que el movimiento popular fortaleciera el proceso Ovando-Torres, lo que, a su vez, precipitó el triunfo banzerista del 21 de agosto de 1971.

SERGIO, NUESTRO CID CAMPEADOR

Cuando se piensa en los demoledores efectos que los libros de Sergio ocasionaron, inmediatamente después de su fallecimiento, en la dominación extranjera, es válido asociar su figura a la leyenda del Cid Campeador, el mítico guerrero español del siglo XV, cuyo resumen es el siguiente:

Muerto el Cid a causa de diversas heridas, sus hombres ponen su cadáver rígido sobre el leal Babieca, su caballo, le atan su espada cuidadosamente y lo hacen salir de la ciudad. Su sola presencia siembra el espanto entre las filas moriscas, venciendo así su última batalla después de muerto, abriendo camino entre las huestes enemigas (Publicado en el sitio web xavoypavel, 3:22).

  La muerte de Barrientos aceleró la convocatoria de Ovando a sus seguidores, civiles y militares, para derrocar a Siles Salinas, y reencauzar la Revolución del 52. Siles Salinas anunció elecciones para 1970, en las que Ovando no tenía posibilidades de ganar debido al veto de la Embajada norteamericana por haber suscrito el contrato con la Klockner. Y sin Ovando en esa coyuntura se cerraba la posibilidad de reabrir el proceso nacionalista, ya que ese veto alcanzaba a todos los ovandistas.

Aquí es oportuno aclarar la esencia de la democracia en los países oprimidos. No olvidemos que Oliverio Cronwell decapitó a Carlos I, en 1649, para colocar los cimientos de la democracia inglesa. Los jacobinos hicieron lo mismo con Luís XVI, a fin de dar vida a la democracia en Francia. La democracia norteamericana sólo se consolidó después que Abraham Lincoln desatara la guerra de secesión, en 1861, lo que le permitió aplastar a los esclavistas del sur, aliados a Inglaterra, ya que advirtió la imposibilidad de derrotarlos por la vía parlamentaria. En las semicolonias, el imperialismo y las transnacionales distorsionan los procesos democráticos en provecho propio. Los centros de poder mundial predican democracia para impedir la autodeterminación de los pueblos y el rescate de sus recursos estratégicos. De ahí que Ovando, con el apoyo de intelectuales de prestigio, como Quiroga Santa Cruz, José Ortiz Mercado, Alberto Bailey Gutiérrez, Mariano Baptista Gumucio y José Luís Roca, derrocara a Siles Salinas, abogado de compañías petroleras e integrante del Partido Social Demócrata, llamado también el partido de los gerentes de consorcios mineros, a fin de recuperar la minería y el petróleo y poder construir una democracia liberadora. La necesidad de vincular los términos democracia y autodeterminación nacional está presente en toda la producción bibliográfica de Almaraz. Para Sergio, la democracia digitada por los centros de poder mundial es una seudo democracia. Céspedes y Montenegro ya habían acuñado el término «demo entreguismo». La construcción de nuestra democracia debía ir acompañada del rescate e industrialización de nuestros recursos naturales, a fin de que la democracia se alimente de las fuerzas internas de nuestra sociedad y no de recursos foráneos que la vacían de contenido, a través de propagandas dolarizadas a favor de candidatos antinacionales. Era importante avanzar en la democratización de la democracia, logrando que, en lugar de millonarias campañas políticas, exista un presupuesto fiscal para que todos los candidatos tengan igualdad de oportunidades en medios de comunicación social.

Almaraz había escrito que el país, para rescatar su dignidad, debía expulsar a la Gulf. En foro realizado en Cochabamba, el 5 de diciembre de 1967, lanzó la consigna que guió al país en esos momentos: «Lo básico: no perder el gas y ganar el mercado argentino para YPFB» (FUL-UMSS-1967.Cochabamba-Bolivia).  A fin de orientarse en la coyuntura, los convocados por Ovando para derrocar a Siles Salinas y nacionalizar el petróleo, leen (o releen) con fruición Petróleo en Bolivia (1958). Sergio, fallecido un año antes de la nacionalización de la Gulf, seguía combatiendo como el Cid Campeador. Gracias a esa lectura, toman conciencia del dominio mundial de las compañías, su responsabilidad en guerras internacionales, en invasiones de pueblos periféricos y en derrocamientos de gobiernos patrióticos. Advierten que las petroleras son parte esencial del imperialismo. Para ejemplificar lo anterior, Sergio rememora que la Standard Oil, la primera gran empresa imperialista que se asentó en el país y que fue atacada en forma implacable por Abel Iturralde, el «Centinela del Petróleo», es parte de grupos empresariales que fabrican armas atómicas. Anota que las discrepancias limítrofes no alcanzan a explicar la fratricida Guerra del Chaco, impulsada por la norteamericana Standard Oil, asentada en Bolivia, y la anglo holandesa Royal Dutch Shell, instalada en Paraguay. La Standard contrabandeó petróleo boliviano, por debajo el río Bermejo, en beneficio paraguayo. Poco después, la compañía estadounidense ayudaba a Hitler a reorganizar el ejército alemán. Si la Standard no defendía los intereses de EEUU, el país que la engendró, ¿cómo pedirle que defendiera los intereses de Bolivia? Lo anterior explica la Resolución Suprema de 7 de junio de 1936, que declara la caducidad de las concesiones petrolíferas de la compañía y su reversión al Estado.

A continuación, Sergio describe la enajenación de los hidrocarburos protagonizada por Paz Estensoro, el 26 de octubre de 1955, mediante el Código del Petróleo, redactado en EEUU por el bufete «Shuster y Davenport», por cuyo trabajo el gobierno del MNR pagó 60.000 dólares. Bolivia pagaba para que la despojaran de su petróleo. Almaraz indica que en ese texto «no hay ni una ficción de nacionalismo económico». «No establece ningún régimen de reservas». El impuesto a las utilidades desaparece al otorgarse a la Gulf el derecho a deducir sus «gastos generales, castigos por depreciación de activos tangibles, amortización del capital intangible, así como por pérdidas por pozos improductivos y productores no comerciables, daños, destrucción, extravío o pérdida de bienes». La Gulf se apropia también de los remanentes que hubieran podido quedar del mencionado impuesto, al beneficiarse con el descuento del 27,7 % a las tasas impositivas, por el denominado «factor agotamiento». O sea que la disminución de reservas por la explotación de pozos servía para penalizar al país y beneficiar a la compañía. Por esto, The New York Times dijo: «Bolivia tiene el Código más liberal del mundo» . El Código del Petróleo fue el precio que el MNR pagó a los norteamericanos por «salvar» a COMIBOL de una quiebra inminente mediante el «Plan Triangular», que no tenía interés real en salvarla. Sergio lamenta el silencio de los intelectuales en esa coyuntura, con excepción del historiador cruceño y fundador de YPFB, Humberto Vásquez Machicado. Los análisis y denuncias de Sergio fueron coadyuvados, en 1966, por el libro de Enrique Mariaca Bilbao, Mito y Realidad del Petróleo Boliviano (Los Amigos del Libro.   La Paz-Cochabamba-Bolivia, 1966).

Petróleo en Bolivia, pese a haber sido «premio nacional de ensayo», fue recibido con silencio sepulcral por los medios de comunicación social, salvo un reportaje en la Revista Guión, del 30 de septiembre de 1958, dirigida por Quiroga Santa Cruz, quien luego se convertirá en la figura civil más importante de la nacionalización de la Gulf. En ese reportaje, Sergio dice: «Dime que piensas del petróleo y te diré quien eres» (Para Abrir …). Añade que en los países sometidos no pueden coexistir por mucho tiempo una empresa petrolera estatal y consorcios internacionales. Marcelo pregunta a Sergio su opinión sobre un proyecto de ley, destinado a modificar el Código Davenport, presentado semanas antes (1958) por Juan Lechín Oquendo y Mario Torres Calleja. Sergio dice que es un reconocimiento tácito   y tardío del error que cometieron cuando aprobaron el Código, ya que tres cuartas partes de nuestras reservas ya han sido entregadas. «Es como cambiar la ropa a un difunto» , dice. Sergio y Marcelo Quiroga Santa Cruz tenían razón en desconfiar de Lechín, debido a que, el mismo Lechín, en el cuarto congreso de la COB, en mayo de 1970, dijo que «si el tiempo retrocediera volvería a firmar el Código Davenport». Paz Estensoro, por su parte, en declaraciones al corresponsal de «Expreso» y «Extra», de Lima-Perú, Edgar Jiménez, afirma desde su exilio peruano que «el Código Davenport fue aprobado y estudiado conjuntamente con Juan Lechín Oquendo» . Luego añade: ¿Dónde estaban los ‘nacionalistas’ de hoy (gobierno de Ovando) que no enjuiciaron y criticaron en su oportunidad tal Código? (Semanario Prensa , 29-06-70. La Paz-Bolivia).

En los múltiples homenajes a Quiroga Santa Cruz se recuerda, de manera casi exclusiva, el papel importante que cumplió frente a las dictaduras de los generales Barrientos, Banzer, Natusch y Garcia Meza. En esta última fue asesinado por paramilitares, el 17 de julio de 1980, razón por la que ha recibido el justiciero calificativo de «Mártir de la Democracia». Pero Marcelo no es sólo eso. Es también uno de los grandes defensores de los recursos naturales de Bolivia, junto a Almaraz, Montenegro, Céspedes y Ovando. En la nacionalización de la Gulf cumplió un papel protagónico, más allá de la democracia formal, ya que luchaba por una democracia con autodeterminación nacional. Y por este hecho merece también ser recordado y homenajeado.

El libro de Sergio señaló la línea nacional en todos los foros universitarios, debates y polémicas que se organizaron sobre el papel de la Gulf antes de la nacionalización y contribuyó a generar la indignación social que se necesitaba para recuperar, por segunda vez, los hidrocarburos. No existe un precedente tan claro en la bibliografía boliviana, en el que un libro, Petróleo en Bolivia, transforme el desaliento colectivo en instrumento de cambio decisivo, que, luego de abrogar el Código Davenport, abrió el paso a la nacionalización de 1969. El artículo primero del decreto de esa nacionalización es el mejor homenaje a Sergio. Su texto dice:

«(El gobierno de Ovando) dispone: «La reversión al Estado de todas las concesiones otorgadas a la Bolivian Gulf Oil Company y la nacionalización de todas sus instalaciones, inmuebles, medios de transporte, estudios, planos, proyectos y todo otro bien sin excepción alguna».

 

ALMARAZ Y PERELMAN

Pocos conocen las razones de Sergio para dedicar a Adolfo Perelman El Poder y la Caída.   Perelman fue un político de raza. Un ser humano que hacía política las 24 horas del día, ya que cuando dormía soñaba con la política. De adolescente había sido militante de la Federación Juvenil Comunista, en su natal Rosario (Argentina). Perteneció a un núcleo de reflexión política, denominado «Frente Obrero», aglutinado por Aurelio Narvaja (otro precursor desconocido), quien convirtió a la organización en ciernes en la entidad que, desde la izquierda, apoyó con mayor claridad al general Juan Domingo Perón, aquel histórico 17 de octubre de 1943. Las demás organizaciones auto proclamadas «revolucionarias» se sumaron a Spruille Braden, el embajador norteamericano, y la oligarquía ganadera, que lo combatieron a muerte. «Frente Obrero» dio nacimiento a la Izquierda Nacional argentina, cuya figura más relevante fue Jorge Abelardo Ramos, quien después del enorme aporte ideológico de sus libros, Revolución y Contra Revolución en la Argentina e Historia de la Nación Latinoamericana, terminó sus días como embajador del neoliberal Carlos Menem, con lo que negó en los hechos lo que había predicado a lo largo de su vida (Norberto Galasso: Aportes Críticos a la Historia de la Izquierda Argentina. Editorial Nuevos Tiempos. Buenos Aires – Argentina, 2007).

Perelman llegó a Bolivia hacia 1954, atraído por la revolución latinoamericana más importante del Siglo XX, después de la mexicana de 1910 y anterior a la cubana de 1959.   Su propósito inicial de permanecer en La Paz pocas semanas se extendió por 17 años, hasta el golpe del coronel Bánzer del 21 de agosto de 1971, que lo obligó a retornar a su país. Entre tanto, contrajo matrimonio con Leticia Fajardo, destacada militante del trotskismo nativo, de cuya relación nació el periodista y luchador social Juan Perelman Fajardo. Adolfo Perelman se convirtió en asesor de la Central Obrera Boliviana. Luego trabajó como relacionador público en el Ministerio de Minas y Petróleo. Sergio y Adolfo se conocieron al trabajar juntos con   el Ministro Alfredo Franco Guachalla, en 1963. Por esa época, Sergio fundó la revista Clarín Internacional, de la que Adolfo fue el virtual jefe de redacción, ya que prefería que no apareciese su nombre. Este hombre, de baja estatura y hablar pausado, modesto y sencillo, compartió con Sergio la obsesión por instalar la fundición de estaño.

Simón I. Patiño, al comprar, en 1929, la más grande de las fundiciones inglesas, la «Williams Harvey», encadenó a ella el destino del estaño boliviano. La oposición de la Patiño Mines a la nacionalización de las minas no fue demasiado grande, debido no sólo al cobro de una indemnización sino, de modo prioritario, a que Paz Estensoro, con la aquiescencia de Lechín, se comprometió a que nuestro mineral siguiera abasteciendo a esa fundición foránea. Este compromiso explica la sistemática obstrucción del MNR a ese anhelo nacional, develada por Sergio, en El Poder y la Caída, y junto a Adolfo Perelmán, en Clarín Internacional,   mediante incesantes cuestionamientos, como los siguientes:

¿Por qué Malasia e Indonesia funden su estaño desde principios del Siglo XX? ¿Si Bolivia es uno de los principales productores del mundo, no es obvio que debería tener su propia fundición? ¿Qué pasó con la experiencia de fundir estaño inclusive en el incario? ¿Se nos borró la memoria desde que Mauricio Hoschild comenzó a comercializar nuestro estaño a principios del Siglo XX? ¿Se olvida que el estaño ya se fundía en Egipto hace 5.000 años, debido a que la tecnología que se requiere no es demasiado ccomplicada? ¿Cuál la razón para que sucesivas negociaciones con Alemania, país que funde estaño desde hace cuatro siglos, fracasen en momentos decisivos? ¿Por qué se combatió con tanta saña la fundición que instaló en Oruro Mariano Peró, durante el gobierno de Villarroel? ¿Es casual que uno de los mayores impulsores de la fundición de estaño en el país, el ingeniero ucraniano Jorge Zalesky, hubiera muerto con un balazo en la cabeza, el 24 de enero de 1962, a causa de una balacera que se produjo a varias cuadras del lugar en el que se encontraba? (En la oficina de Sergio había un graffiti que decía: «No hay nada más certero que una bala perdida» ) ¿Fue casualidad que otro técnico atormentado por la falta de fundición, el ingeniero José Núñez Rosales, muriera en un intento de derrocar al MNR, el 18 de octubre de 1961? Dos pérdidas irreparables y violentas en apenas tres meses. ¿Alguien podría negar que Bolivia, al fundir su propio estaño, disminuirá fletes, castigos por impurezas, compra de sacos metaleros y gastos de fundición erogados en el extranjero y que, de manera paralela, afectaría las utilidades de William Harvey? Hasta un ciego veía que Bolivia, al producir sólo concentrados de estaño, estaba obligada a comercializar con los pocos países que tienen fundiciones. Al tener fundición propia, en cambio, su mercado se multiplica en el mundo industrializado.  

Para impedir la fundición se recurrió a pretextos inimaginables: «Los hornos de fundición no funcionan en la altura». El estaño boliviano, para ser fundido, necesita ser mezclado con el estaño de Nigeria, mediante una tecnología «que sólo los ingleses conocen». Se hacían cálculos sólo sobre concentrados de baja ley, cuyos costos eran más caros que los de alta ley, que se exportaban de manera preferente. Los medios de comunicación internacionales, reproducidos en el país, sembraban dudas y confusiones. Cuando se supo que las negociaciones con la Klockner iban bien encaminadas, Charles Smith, del Financial Times, de Londres (el periódico «más importante del mundo» para algunos cipayos), sostuvo que Bolivia enfrentaría enormes dificultades, ya que los minerales bolivianos   «tienen fama de ser muy complejos» . La revista estadounidense Visión, decía de manera simultánea: «Círculos financieros londinenses predicen que fracasarán las negociaciones entre el gobierno de La Paz y la Klockner para construir un horno de fundición de estaño. Los ingleses tienen sus razones para preferirlo así. Tradicionalmente firmas británicas se han encargado de la fundición y refinación del mineral boliviano y la construcción de un horno con capacidad anual de 20.000 toneladas PONDRÍA VIRTUALMENTE FIN AL LUCRATIVO NEGOCIO» (Las mayúsculas son de ASR). A su vez, EEUU ofrecía desembolsar un crédito para que Bolivia pudiera realizar estudios más detallados sobre el tema (Clarín Internacional,   de octubre-noviembre de 1966).

La obstrucción se convirtió en sabotaje cuando Paz Estensoro rechazó el donativo de hornos de fundición hecho por la URSS, a principios de 1961. El Embajador en las Naciones Unidas, Federico Alvarez Plata, recibió el ofrecimiento de manera oficial del Presidente Nikita Kruschev. Luego tuvo que aclarar que se trataba efectivamente de una donación y no de una venta como había afirmado el Presidente de COMIBOL, Guillermo Bedregal, quien pretendió confundir a la ciudadanía. (Senado Nacional: Hornos de Fundición en Bolivia . La Paz-Bolivia. 1963). Paz Estensoro, luego de propiciar la «Ley Patiño», para que el magnate se divorciara en Bolivia, sin compartir su fortuna con su ex cónyuge, era partidario de publicitar el obsequio, pero sin concretarlo, a fin de obtener más ventajas de los norteamericanos. Un Ministro de Minas y Petróleo del MNR, el ingeniero Simón Cuentas, amigo de Sergio y Adolfo Perelman, incomodó a un gerente de la Williams Harvey, que se hallaba en La Paz, solicitándole visitar la fundición inglesa. El gerente, después de un súbito ataque de tos, sólo atinó a decir: «Nuestra empresa tiene que mantener el secreto industrial y usted es técnico». «Naturalmente esta respuesta traduce objetivamente, dice Sergio, la relación colonial entre Williams Harvey y la minería boliviana» (Réquiem…) 

En Réquiem …, Sergio relata su visita a Williams Harvey, en Liverpool, a fines de 1963, oportunidad en la que logró formar parte de una delegación de dirigentes sindicales, invitados por el gobierno británico. La Williams Harvey había instalado una fundición en Nigeria, en 1962. ¿Cuál la razón, preguntó Sergio, para que no se instalara en Bolivia? El momento de la visita era dramático, ya que en meses anteriores los norteamericanos habían conseguido que 5.000   de las casi 40.000 toneladas que producía el país, fueran compradas por la fundición del empresario de ascendencia china, Wa Chang, instalada en Texas, en 1942, a fin de eludir a los submarinos alemanes que amenazan el traslado a Inglaterra de los concentrados bolivianos. Bedregal y Lechín preferían el incremento de ventas a Wa Chang. Durante la visita de Sergio, el director de William Harvey, Clifford Waite, puntualizó que su empresa no descartaba la posibilidad de instalar una fundición en Bolivia, siempre que fuera propiedad del consorcio inglés. Los argumentos para oponerse a la fundición quedaban así agotados.

 

LAS FUNDICIONES Y «EL SISTEMA DE MAYO»

Sin embargo, la pugna interna por concretar ese anhelo fue dramática y los aportes de Sergio y Adolfo inimaginables. Ovando, si bien no formó parte del co-gobierno (1964), introdujo a sus hombres de mayor confianza en el área estatal minera. Y mientras Sergio se replegaba a Clarín Internacional, Adolfo Perelman, en el cargo de relacionador público, se convirtió en el hombre de mayor confianza del Ministro de Minas y Petróleo, coronel Eduardo   Méndez Pereira. Otro de los impulsores de la fundición, el ingeniero José Miguel Velasco, quedó a la cabeza del Banco Minero y el ingeniero Narciso Cardozo, que trabajaba en Metabol, una pequeña fundición de estaño en Oruro, se integró al equipo ovandista. A partir del 2 de enero de 1966, Ovando impulsó las tratativas con la Klockner de manera febril. Ante el temor de un robo de la documentación en el Ministerio, por parte de influyentes agentes de William Harvey, Perelman llevaba cada noche los documentos a su casa, en un enorme maletín,   y los   traía de regreso a la mañana siguiente.

Sergio dice que la firma con la Klockner fue un operativo militar, bélico-económico, con sus tácticas y estrategias, y armas desorientadoras. Se hizo correr la voz de que sólo se modernizaría la pequeña planta de Oruro. Ovando pudo firmar el contrato con la Klockner, el 20 de julio de 1966. En semanas previas había creado la Empresa Nacional de Fundiciones (ENAF). Antes de entregar el sillón presidencial a Barrientos, el 6 de agosto de 1966, creó el Comité de Defensa de las Fundiciones, presidido por su persona. Como vicepresidente designó al Ministro Méndez Pereira, además de un directorio operativo, integrado por el coronel Jesús Vía Soliz, alto personero del Ministerio de Defensa, y por el Director del Periódico Jornada, Jorge Suárez.

En el campo adversario, Barrientos, al no tener el contrapeso de Ovando, después del 4 de noviembre de 1964, avanzó en la desnacionalización de las minas y la liquidación de COMIBOL y el Banco Minero. Para llevar adelante sus propósitos, desató las matanzas mineras, a fin de vencer la resistencia proletaria. El capítulo «El Sistema de Mayo», del Réquiem …, fue titulado así por las masacres de mayo y por las medidas antinacionales de 1965. Sergio publicó allí el discurso del Presidente de COMIBOL «barrientista», el coronel Juan Lechín Suárez (medio hermano de Juan Lechín Oquendo), el 11 de marzo de 1966, ante personeros del BID, en cuya oportunidad dijo:

«Por razones sociales y psicológicas, la COMIBOL tendrá que seguir operando, pero será EL CASCO VIEJO en torno al cual se establezca la nueva industria boliviana…hay la necesidad de cambiar la estructura de las operaciones mineras y hacer que esta se acerque a la industria privada» (Réquiem …). 

La política minera de Barrientos había sido aprobada en reuniones de gabinete a las que concurrieron el embajador Henderson de EEUU, representantes del BID y, junto al vicepresidente Luís Adolfo Siles Salinas, el experto de Naciones Unidas en minería (y vocero del Chase Mantattan Bank y consorcios mineros), Roberto Arce, además de René Ballivián Calderón, de la casa Grace (heredera de la Patiño Mines) y Héctor Ormachea Peñaranda, hijo del estratega del colgamiento de Villarroel, Héctor Ormachea Zalles. Ovando, al ingresar al co-gobierno, contuvo los planes de Barrientos, pero éste, al retornar a la presidencia en 1966, frenó el contrato con la Klockner. En estas circunstancias, murió Sergio con la sensación de la derrota. Zavaleta Mercado recordó sus últimas palabras: «¿Qué nos ha pasado?». «¿Por qué somos una nación vencida?». «¿Por qué hemos fracasado siempre?». «¿Somos una raza perdida de dios?» (Para Abrir …). Sergio no imaginó en esos instantes las históricas victorias que sus libros provocarían al año siguiente, ya que gracias al pronunciamiento militar del 26 de septiembre de 1969 se aceleró la construcción de la fundición de estaño a un ritmo vertiginoso y la nacionalización de la Gulf se concretó el 17 de octubre de ese año. Por fin, el 9 de enero de 1970, el general Torres inauguró la fundición de estaño de Vinto. En esa oportunidad, se recordó que Ovando y Almaraz pensaban que la fundición de estaño debía ser el primer paso en el desarrollo de la industria pesada. Inmediatamente después debían instalarse las fundiciones de antimonio y zinc y, posteriormente, la de cobre. Perelman y yo estuvimos presentes en esa inauguración, ocasión en la que recordamos el invalorable aporte de Almaraz a la construcción del Estado nacional. El 12 de mayo de 1968, asistieron al sepelio los generales Ovando y Torres, vestidos de civil y un tanto alejados del cortejo fúnebre. Deseaban, al parecer, que el espíritu de Sergio les insuflara fortaleza para concretar sus anhelos.

Podría decirse, con razón, que Bolivia, después de nacionalizar el petróleo y tener su fundición, continuó tan atrasada y empobrecida como siempre. Lo anterior se debe a que el proceso liberador fue continuamente interrumpido. El socialismo militar de Toro y Busch, que expulsó a la Standard y controló las divisas de la exportación minera, fue aplastado por el gobierno de Quintanilla, en 1939. Después de la alborada de Villarroel, sobrevino el sexenio en el que la «rosca» recuperó sus posiciones. El proceso Ovando-Torres fue cortado en seco por el golpe banzerista que desnacionalizó el petróleo e impidió que la fundición de estaño se convirtiera en palanca de la industrialización armónica del país. El MNR claudicó primero y traicionó después a la Revolución nacional. En consecuencia, no es suficiente ocupar trincheras en la lucha liberadora, sino saber defenderlas para, desde allí, conquistar nuevas posiciones.

 

FUENTES DEL PENSAMIENTO ALMARACISTA

Almaraz abandonó el Partido Comunista en 1958, el mismo año que publicó Petróleo en Bolivia.   Este hecho está cargado de simbolismo, ya que parece imposible que hubiera podido escribir esa importante obra si, al mismo tiempo, no se liberaba del lastre estalinista. Su espíritu humanista y libertario no podía seguir cargando sobre sus espaldas las purgas de Stalin y las imposiciones de Moscú a los partidos comunistas del resto del mundo. Por esas imposiciones, el PC francés no apoyó la guerra de liberación de Argelia y el PC argelino tampoco respaldó a su pueblo en su gesta independentista. Los PC tuvieron que cambiar su política antiimperialista durante el pacto Stalin-Hitler y apoyar los frentes populares con EEUU e Inglaterra, después de la invasión hitleriana a la URSS. Este último viraje hizo que el PC cubano co-gobernara con Batista, que el PC argentino se uniera a Spruille Braden contra Perón y que el PIR colgara a Villarroel en complicidad con la «rosca» y la Embajada norteamericana. Sergio, desde su precoz militancia en las juventudes del PIR, fue un conocedor profundo de los clásicos del marxismo, lo que coadyuvó a que estuviera en los lugares de mayor preeminencia en la fundación del Partido Comunista, en 1950. Su erudición en el marxismo no le impedía cultivar la lectura de los grandes escritores franceses, como Maupassant, Zola, Víctor Hugo, Camus y Sartre. Dentro del PC se lo criticaba por leer demasiado a Camus y poco a Konstantinov, el compilador del catecismo soviético.

En lo nacional, su artículo clásico «De Profundis de una Generación» (Para Abrir…) resume inconformismo. Inconformismo con el helenismo de Tamayo y el repetitivo indigenismo melancólico de Jesús Lara. Inconformismo y rechazo a quienes desprecian nuestra raíz indígena, como Gabriel René Moreno y Alcides Arguedas. Advierte que el descubrimiento del alma nacional está flotando, pero que aún no ha sido capturada por nuestros intelectuales. Existen escritores, como Carlos Medinacelli, que preparan su advenimiento al describir la potencialidad del cholaje en su novela La Chascañawi, acompañada de su insondable amargura. Lo mismo ocurre con el rescate del heroísmo indo mestizo de Juan de la Rosa, de Nataliel Aguirre, la profundidad espiritual de Man Césped y el determinismo geográfico de Jaime Mendoza. Sergio se distinguió siempre por su exquisita cultura general, que abarcaba desde la novelística hasta la economía, lo que le permitió escribir con prosa tranquila y bella, como su alma sobre temas abruptos como la minería y el petróleo, como recordara Zavaleta Mercado.

El libro Nacionalismo y Coloniaje, de Carlos Montenegro (Editorial Juventud, 1984. La Paz-Bolivia), articula los vastos conocimientos de Almaraz con el alma nacional. En Nacionalismo y Coloniaje , Montenegro había descubierto al pueblo como el verdadero protagonista de la historia nacional, «en pugna con la anti nación, encarnada en los descendientes de los doctores de Charcas, que fundaron la República excluyente». En consecuencia, en su texto reinterpreta el proceso histórico de Bolivia, ideologizado por la historiografía oficial en beneficio de las clases dominantes. El libro es «una réplica a la concepción oligárquica de la historia y una denuncia de los efectos que esas ideas producen en la memoria y conducta colectivas. Es una impugnación a la historiografía oligárquico-liberal, definida como anti-boliviana, puesto que es un producto de la colonia, que se expresa en una sistemática negación de lo nativo y en la exaltación de lo extranjero, que termina siendo sujeto y objeto exclusivo de nuestra historia» . Montenegro estima que ninguna clase social ni «masa popular» puede sublevarse sino a nombre de algo superior a la clase social, que es la nación, a través de luchas de liberación nacional, sustentadas por la alianza de las clases oprimidas. Por esta razón, el pueblo es el sujeto histórico de las revoluciones nacionales. Para el estalinismo boliviano, Montenegro y Tamayo son seguidores de Nietzche, es decir del irracionalismo alemán, cuyo objetivo en Bolivia es combatir al racionalismo, a la democracia y al socialismo. Lo que el estalinismo no dice es que Montenegro llega a las mismas conclusiones de Lenin, cuando afirma que quien no defiende el nacionalismo de las naciones oprimidas acaba defendiendo el nacionalismo de las naciones opresoras. Sin embargo, aunque la relación de Sergio con Montenegro es indirecta, ya que Montenegro falleció en 1953, la amistad y mutua admiración que cultiva con Augusto Céspedes está tallada en piedra. Céspedes pronuncia estas palabras en el entierro de Almaraz:

«… maestro del esclarecimiento y denuncia de las trampas del Superestado». «… el más lúcido maestro de la izquierda nacional». «Desde la desaparición de Carlos Montenegro el nacionalismo no sufrió una pérdida semejante». «El mejor escritor contemporáneo de nuestro país» (Para Abrir…) . 

Sergio respondió con inusual dureza, muy rara en él, a quienes pretendieron negar a Céspedes su condición de historiador. La oligarquía nativa, al no poder negar sus dotes de prosista eximio, pretende, con el afán de hacer olvidar las gestas de Germán Busch, en su Dictador Suicida (Editorial Juventud. Tercera Edición. 1979. La Paz-Bolivia), y de Gualberto Villarroel, en El Presidente Colgado (Editorial Juventud, La Paz-Bolivia, 1971),   confinar al «Chueco» Céspedes a los limbos platónicos de la literatura, en los que se ve obligada a reconocer las excelsas virtudes de su Sangre de Mestizos. A raíz de los ataques a Céspedes por la publicación de El Presidente Colgado, Almaraz sale al frente en Clarín Internacional de febrero de 1967 con estas palabras:

«Lo más estimable en Céspedes es su intransigencia, su condición de escritor, su inconformismo ideológico, su adhesión sin reservas a la causa nacional constituyen una lección a todos los cagatintas que pretenden hacer literatura al margen del único compromiso que es verdaderamente inexcusable: el que une al escritor con su pueblo. Porque Céspedes no hunde doctoralmente el bisturí en   tejidos muertos. Se encontrará en el «Presidente Colgado» una fresca rebeldía, palpitante e incitativa. No es posible leer a Céspedes sólo «para conocer», como si la historia nacional fuese la del antiguo Egipto. Lo sabemos soldado de una causa, militante endurecido, que impone la elección de la trinchera. ¡Cuánto respeto merece la condición de boliviano cuando a uno le reconocen el derecho a la rebeldía! Toda la obra de Céspedes se mantiene sobre ese derecho» (Para Abrir …). 

Sergio había compatibilizado la meta socialista, buscada desde su adolescencia, con el rescate de lo mejor del nacionalismo revolucionario. En el número 53 de Clarín Internacional , de marzo de 1968, se publica el artículo «Las Desventuras de un Izquierdista sin Rumbo», de Jorge Abelardo Ramos, quien descalifica las críticas de Lora al libro de Céspedes. En la oportunidad, Clarín Internacional destaca la reciente publicación de Historia de la Nación Latinoamericana, que, junto a los anteriores textos de Ramos, «va elaborando una nueva estrategia de la izquierda nacional latinoamericana» . 

Perelman, al igual que Arturo Jauretche, había predicado la diferencia entre ser un seguidor del nacionalismo y un militante del campo nacional. Sostenía que la claudicación del nacionalismo era inevitable, pero que los militantes del campo nacional debían apoyarlo en tanto mantenga posiciones liberadoras y no exista una fuerza política superadora. No hacerlo implicaba alinearse con el imperialismo y sus agentes internos, como ocurrió, precisamente, el 21 de julio de 1946 y el 4 de noviembre de 1964. Lo ocurrido en estas circunstancias obsesionaba a Sergio, al punto de haber dedicado dos ediciones de Clarín Internacional a entrevistar a dirigentes políticos de diferentes tendencias, a fin de que explicaran su posición en esas coyunturas. Con tales antecedentes, la izquierda nacional elaboró la táctica del apoyo crítico al nacionalismo, ante la cual el apoyo es mayor en tanto no claudicara, pero la crítica se radicaliza a medida que se incrementan sus inconsecuencias. El objetivo final reside en construir un movimiento patriótico, insertado en el socialismo latinoamericano, el único capaz de consolidar los procesos liberadores.

La temprana muerte de Sergio frustró el proyecto de Perelman, lo que influyó para que éste me pidiera que organizáramos juntos, en 1968, el «Grupo Revolucionario Octubre» (GRO), expresión orgánica de la Izquierda Nacional boliviana. El GRO, cuyo nombre inicial fue Centro de Integración Revolucionario Sergio Almaraz Paz (mientras sólo fue un núcleo de reflexión teórica), fue la única organización de izquierda que acompañó a Ovando de manera nítida en la Nacionalización del Petróleo y en la instalación de los hornos de fundición de estaño, con excepción de algunas publicaciones del POR, sector «Posadas» y de un efímero Frente Nacional de Izquierdas (FNI), integrado por disidentes de partidos tradicionales y simpatizantes de Ovando. Tanto «Frente Obrero» de Argentina como el GRO de Bolivia encontraron en el apoyo de León Trotsky a la Nacionalización del Petróleo en México, de 1938, uno de los ejemplos importantes que orientaron sus acciones políticas.

Esa misma izquierda nacional explicó la inexistencia de antagonismos irreconciliables entre civiles y militares, basados en categorías foráneas, que resultan insuficientes para comprender la historia de Bolivia, ya que no esclarecen el por qué gente de uniforme combatió a las fuerzas retrógradas del país, como Santa Cruz y Calahumana, Belzu, Toro, Busch y Villarroel. A su vez, reiteró, de manera permanente, que el concepto de democracia se queda en la abstracción si no se vincula a la autodeterminación de los pueblos oprimidos.

No cabe duda que la construcción del pensamiento nacional es una tarea colectiva, de precisiones y rectificaciones. En este sentido, cabe mencionar la contribución de Zavaleta Mercado al desarrollo del concepto de lo nacional popular. También precisó mejor el concepto de nación boliviana (como el de nación argentina, chilena, ecuatoriana o dominicana) que no debe ser diluido ni por el insularismo estalinista ni por el latino americanismo genérico. La Patria Grande debe ser entendida, en consecuencia, como la Confederación de Naciones Unidas de América Latina y del Caribe.

 

LA INFLUENCIA DE SU PENSAMIENTO

Almaraz y Perelman coincidieron en la pertinencia de forjar el Frente Único Antiimperialista (FUA), en el   que las clases sociales de la nación oprimida, obreros, campesinos, capas medias, gremiales y sectores militares confluyen en un programa común. Lora, quien nunca ahorró epítetos contra Almaraz, planteó, en lugar del FUA, el Frente Único Proletario (FUP) que corresponde más bien a los países industrializados. La polémica entre la Izquierda Nacional y Lora concluyó cuando éste publicó su Diccionario Histórico y Cultural,   en 1988, en el que admite haberse equivocado en su planteamiento básico. Reiteró su autocrítica en reportaje al periódico Última Hora , de La Paz, de 6 de junio de 1991, en cuya oportunidad desarrolló el siguiente diálogo con el periodista David Márquez Carrillo: 

Pregunta: «Si Trotsky fue capaz de equivocarse, ¿es posible que Guillermo Lora admita una equivocación en su larga carrera política?».

Respuesta.- Cómo no, muchas veces y por escrito. Por ejemplo, cuando la Tesis de Pulacayo no hablamos del frente antiimperialista sino del Frente Unico Proletario que es una táctica equivocada.

La Tesis de Pulacayo, publicada en noviembre de 1946, propone luchar por la inmediata dictadura del proletariado y la toma de las minas por los trabajadores. El planteamiento ultra izquierdista fue lanzado en uno de los momentos de mayor derrota del movimiento obrero y popular, ya que, cuatro meses antes, se había inmolado a Villarroel, con la cooperación de Lora. De manera simultánea, el Presidente post colgamiento, Tomás Monje Gutiérrez, permitió que Lora fuera diputado, pero proscribió a los candidatos del MNR. El Jefe del POR devolvió gentilezas y publicó el artículo: «El Mito del Villarroelismo en las Minas». La táctica del FUP impidió a Lora captar la profundidad de las transformaciones del 52 y respaldar a las tendencias antiimperialistas, civiles y militares, que surgieron de él, como hicieron Sergio y Adolfo Perelman. Céspedes recuerda en El Presidente Colgado que Lora, en conferencia pronunciada en el paraninfo de la Universidad Mayor de San Andrés, el 8 de mayo de 1965, dijo que «el 4 de noviembre de 1964,   los revolucionarios marxistas y los imperialistas norteamericanos arribaron a la misma conclusión: había que acabar con el desgobierno del MNR». Sergio y Adolfo Perelman consideran que el imperialismo y las corrientes nacionales y populares no pueden arribar a las mismas conclusiones.

  En nombre del FUP, Lora predijo que el MNR tendría una existencia efímera y que Ovando «jamás» se atrevería a nacionalizar el petróleo. Impulsó la Asamblea Popular, con la finalidad de destruir el proceso Ovando-Torres, sin advertir que esa destrucción implicaría el advenimiento del banzerismo y la derrota del movimiento obrero y popular. En nombre del FUP, Lora hizo una interpretación errónea de la historia de Bolivia, al considerar «progresistas» a los regímenes librecambistas de Linares y Frías y condenar a los gobiernos proteccionistas de Santa Cruz y Belzu. Bajo ese mismo postulado, Lora, con el beneplácito de los centros de poder mundial, se encargó sólo de mostrar las limitaciones de procesos liberadores surgidos en otras semicolonias, como los conducidos por el general Juan Velasco Alvarado en Perú, el general Omar Torrijos en Panamá o Mosadegh en Irán. Para justificar sus desvaríos, Lora sostuvo que la contradicción fundamental en los países oprimidos tiene lugar entre el imperialismo y el proletariado. Así olvidó que el atraso existente en la mayoría de los países periféricos hace que la clase obrera sea muy reducida o que, en los hechos, no exista. Demás está decir que esa elucubración negaba la contradicción fundamental enfatizada por Lenin y Trotsky entre naciones opresoras y naciones oprimidas.

Sergio, en la Revista Praxis (Nº 1- 1964), postuló el diálogo entre marxistas y cristianos. Esta posición fue mal entendida, al creerse que Almaraz estaba en una posición ecléctica entre el El Capital y la Biblia . Nada más errado. Ese diálogo está convocado dentro del Frente Unico Antiimperialista, lo cual se comprueba con estas sus palabras: «Los bolivianas, como nación oprimida, no podemos darnos el lujo de estar divididos». «Habría sido imposible llegar a abril de 1952 si el proletariado y las capas medias no soldaban un frente común» (Letras Bolivianas , Nº 4, 1969). 

La Tesis de Pulacayo, convertida en dogma, sirvió para encubrir conductas oportunistas ante el imperialismo, como ocurrió con Lechín Oquendo, quien usó la mayoría «lechinista» en el Parlamento para aprobar el Código Davenport, el Plan Triangular y la estabilización monetaria del FMI. Posteriormente, a fin   de lograr apoyo de EEUU a su candidatura presidencial, viajó a Taiwán, a invitación del presidente anticomunista Chiag Kai-shek. El GRO dijo que el líder obrero había confundido el camino de Yenán (base desde la que Mao Tse-tung expulsó a los japoneses) con el camino de Taiwán. Durante los gobiernos de Ovando, Lechín Oquendo no apoyó la instalación de la fundición de estaño ni la nacionalización de la Gulf. En esos cruciales momentos, el líder de la COB dijo que la «insurrección armada (contra Ovando) era el único camino que debía seguir el movimiento obrero». Esto no impidió al GRO (El GRO a la Clase Obrera y al Pueblo de Bolivia, manifiesto mimeografiado, enero de 1970) reconocer los aportes de Lechín Oquendo a la lucha sindical y política en el sexenio rosquero, así como a la fundación de la Federación de Mineros y la Central Obrera Boliviana (COB).

El GRO, al defender la nacionalización de la Gulf y las fundiciones, mostró el error que significó lanzar el foco guerrillero de Teoponte (1971), que fortaleció las tendencias reaccionarias del Ejército y apresuró la caída de Ovando. Este error fue reconocido por el militante del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de aquella época y hoy destacado senador del Movimiento al Socialismo (MAS), Antonio Peredo Leigue, quien, en rebelión.org, de 28-08-08, al explicar los antecedentes de la Unión Juvenil Cruceñista, escribió lo siguiente:

«Los comíteístas (se refiere al Comité pro-Santa Cruz) volvieron a indignarse en los gobiernos de Ovando y Torres… Fueron ellos quienes en 1971 apoyaron, financiaron y hasta participaron directamente en el sangriento golpe que encabezó Hugo Bánzer. Los Bleyer, Gasser y otros personajes del mundo empresarial, apoyados por la dominante dictadura militar del Brasil, no dudaron en atacar a los obreros y universitarios que defendían ese esbozo de libertad que se vivía entonces y, con la complicidad de generales comprados, sembraron el terror en todo el país y llevaron a Banzer hasta el Palacio de gobierno».   ¿Fue correcto que un foco guerrillero, de inspiración guevarista, contribuyera a liquidar ese «esbozo de libertad» que se vivía entonces? Osvaldo «Chato» Peredo, hermano menor de Antonio y comandante de la guerrilla de Teoponte, escribió en El Juguete Rabioso , de 28-04-02, un encendido homenaje al Comandante Hugo Chávez así como a militares que se enfrentaron al imperialismo, como Jacobo Arbenz en Guatemala, Lázaro Cárdenas en México y Perón en la Argentina. ¿Por qué se olvidó de Ovando? ¿Acaso Ovando, al expulsar a la Gulf e instalar la fundición de estaño, no enfrentó al imperialismo? El «foco» guerrillero de Teoponte se inició después de haber sido dictadas las citadas medidas liberadoras y en momentos que EEUU desplegaba agentes de la CIA para neutralizarlas. La guerrilla del Che, en 1967, también debilitó a la tendencia ovandista del Ejército. La derecha militar, con la finalidad de anular a la corriente progresista de las FFAA, repartió panfletos en los que se acusaba a Ovando de ser un militante encubierto del ELN. Correspondió al GRO denunciar que el PC pro Chino, de Oscar «Motete» Zamora, con el pretexto de defender la «moral maoísta», asaltaba moteles en la ciudad de La Paz y precipitaba la toma de haciendas en Santa Cruz, con lo que fortaleció la influencia de la Gulf en ese departamento.

Guillermo Bedregal, sostuvo en Presencia de 28-0I-82, cuatro días después del fallecimiento de Ovando, que se había opuesto a la fundición de Vinto porque no fue precedida de una licitación internacional y se había aceptado una tecnología que no era la mejor. Las críticas provenían de quien pretendía que Bolivia vendiera sus concentrados de estaño a Wa Chang en lugar de procesarlos en el país y de quien quiso   desmentir al Embajador Federico Álvarez Plata, cuando informó que la URSS había resuelto donar hornos de fundición a Bolivia. La tecnología de Klockner estaba plenamente probada, así como los resultados económicos de la fundición. Pero ni Ovando y su equipo son culpables de que ENAF hubiera sido saboteada desde dentro, como ocurrió a partir del gobierno de Banzer. En curiosa coincidencia, se atrincheraron contra el legado de Almaraz un ultra izquierdista como Lora, un claudicante como Lechín y un acérrimo partidario de Sánchez de Lozada, como Bedregal.

Con el transcurrir del tiempo, ese legado, que su viuda, Elena Ossio, y sus hijos, Pablo y Alejandro, preservaron con ejemplar devoción, fue mucho más allá de la nacionalización de la Gulf y las fundiciones, sirvió para calificar de impostoras a tiendas políticas como el MNR, el PRIN, el MIR y el MBL, que se autocalifican de «izquierda nacional», después de haberse convertido en sucursales de la social democracia europea. Ese legado estuvo presente en todos los combates que se dieron después contra el FMI y el consenso de Washington, pero sobre todo en la defensa de los recursos estratégicos, subastados por Banzer, Paz Estensoro, Sánchez de Lozada, Jorge Quiroga y Carlos Mesa. La memoria de Almaraz se sintió con fuerza el primero de mayo de 2006, cuando el Presidente Evo Morales promulgó el decreto de la tercera nacionalización de los hidrocarburos e hizo posible que mi firma acompañara ese documento como Ministro de Hidrocarburos y Energía. El artículo primero de esa disposición legal dice:

«En ejercicio de la soberanía nacional, obedeciendo el mandato del pueblo boliviano expresado en el Referéndum vinculante del 18 de julio de 2004 y en aplicación estricta de los preceptos constitucionales, se nacionalizan los recursos naturales hidrocarburíferos del país.

El Estado recupera la propiedad, la posesión y el control total y absoluto de estos recursos»

Ese mismo día se inició la nueva batalla por el cumplimiento pleno de ese anhelo.   

 

(*) María Barzola: mujer minera muerta en la masacre de Catavi (Potosí), del 20 de diciembre de 1942.

(**) Rosca: círculo de familias de la oligarquía.