En su artículo El Software Libre es Socialista, Sandra Parra escribe que «…existe actualmente, un bien social, producido y sustentado por la sociedad, que actúa a la vez como producto y como medio de producción, accesible y explotable sin que medien condiciones sociales, raciales o económicas, por la sociedad entera, no sólo por los miembros […]
En su artículo El Software Libre es Socialista, Sandra Parra escribe que «…existe actualmente, un bien social, producido y sustentado por la sociedad, que actúa a la vez como producto y como medio de producción, accesible y explotable sin que medien condiciones sociales, raciales o económicas, por la sociedad entera, no sólo por los miembros de la comunidad que lo produjo. Es un cúmulo de ideas organizadas ofrecidas de forma colaborativa e incremental, libremente reproducibles y mejorables. Su precio de venta depende del conocimiento que de él tenga el comprador, de la moral del vendedor y del conocimiento que del producto tenga la contraloría social. Es el software libre. Hasta ahora, y exceptuando algunos otros productos intelectuales licenciados de forma libre, la sociedad no ha producido un bien más socialista …»
El caso del software libre demuestra con claridad que es posible producir bienes de altísima calidad dentro de un modo de producción socialista. La magnitud del logro del movimiento de software libre se destaca cuando recordamos que tiene lugar en esta era de dominio neoliberal. ¿Qué ha permitido que este movimiento prospere en estas condiciones adversas? ¿Qué lecciones podemos aprender de esta experiencia?
Para aproximarnos a una respuesta cabe recordar, siguiendo a Gramsci, la importancia de la lucha ideológica. La coerción, física o jurídica, no es suficiente para garantizar el control de las clases dominantes. La estabilidad del control político requiere de la hegemonía que resulta de propagar en una sociedad un sistema de valores, creencias y actitudes. El programa de software libre ha sido desde sus comienzos una clara lucha ideológica, circunscrita a los intelectuales y usuarios de la computación digital. Richard Stallman, propulsor del movimiento del software libre, comenzó así su manifiesto: «El principio de reciprocidad requiere que si a mí me gusta un programa, entonces debo compartirlo con otras personas que también lo quieran. Los comerciantes de software, forzándo a los usuarios a no compartir, buscan dividirlos para conquistarlos. Me niego a quebrar de esta manera mi solidaridad con otros usuarios.»
Pero definir una arena ideológica no basta para garantizar la victoria de un movimiento. Stallman puntualiza por qué el movimiento será útil y a quien: «Una vez que el proyecto haya cristalizado, todo el mundo podrá disfrutar de un sistema operativo gratis, como el aire.» Para que un movimiento sea asumido como suyo por una comunidad, debe serle útil.
Quienes contribuyen al desarrollo del software libre participan de lo que se llama «altruismo recíproco». En un acto de altruismo recíproco A ayuda a B sin esperar que B le retribuya porque percibe que su acto, al mejorar la calidad del colectivo, aumenta a la larga su propio bienestar. Y porque espera que, en caso de que fuere necesario, B ayudaría a su vez a cualquier miembro de la comunidad. El altruismo recíproco ha sido observado en organismos, comunidades animales y culturas humanas. Al generar los beneficios colectivos que se derivan de la cooperación social, el altruismo recíproco hace más probable el éxito del organismo, de la especie, o de la sociedad.
(Al altruismo se le opone el egoísmo. Es importante acotar que un acto en beneficio propio no es necesariamente egoísta. Se actúa en forma egoísta cuando se busca el propio beneficio aún a costa de causar perjuicio a otros u otras. El crimen es una expresión extrema de egoísmo, por ejemplo.)
¿Es necesario renunciar a nuestro interés personal para transitar hacia el socialismo? No, la experiencia del software libre nos enseña que actuar en beneficio del colectivo es casi siempre actuar en nuestro propio beneficio.