«Hay países que saben defenderse [del capitalismo]. Son pocos. Por eso son ricos»(E. Galeano) La mentira tiene una larga tradición en la historia de moralejas y refranes populares.De hecho la mentira se ve, en todas las culturas del mundo, como una actitud humana reprochable, como algo que no debe hacerse.En el mundo euro-anglo-céntrico, Pinocho es […]
(E. Galeano)
La mentira tiene una larga tradición en la historia de moralejas y refranes populares.
De hecho la mentira se ve, en todas las culturas del mundo, como una actitud humana reprochable, como algo que no debe hacerse.
En el mundo euro-anglo-céntrico, Pinocho es el cuento más emblemático de este ingrato asunto, aunque su final feliz, nos confunde la mayoría de las veces, Carlos Collodi, su creador tuvo que matarlo y luego resucitarlo, todo en 1881. Aquí la mentira es algo inherente al ser humano que puede ser corregido con la educación y el buen ejemplo. La honradez y la sinceridad… es por tanto, un asunto idealista.
Para el mundo indio, campesino originario -aquel que proviene de las viejas matrices políticas-, la mentira es algo desagradable, profundamente reprochable, inaceptable por donde se lo quiera ver, por ello en la trilogía de mandamientos se halla: Ama llulla (no seas mentiroso).
Los cronistas veían en el mentiroso, al traidor, aquel que no puede ser de confianza.
Para un revolucionario, la mentira, es el camino de retorno más seguro hacia el antiguo régimen. Por eso es que, en nuestra revolución, la mentira es el camino para volver al pasado.
Toda revolución tiene que vencerle a la mentira, como tiene que vencerle a la corrupción.
Si la corrupción es capitalismo difuso, la mentira es el tubo por el cual la corrupción se dinamiza, se hace latente, se hace camino y se reproduce.
Por ello la mentira no puede ser vista desde un punto de vista ingenuo, sino desde una profunda crítica estructural al capitalismo y el colonialismo.
Solo así podremos ver, entre la arboleda, el camino socialista que emerge desde la comunidad, o lo que desde la teoría se denomina como Socialismo Comunitario.
Dicho de otra forma, la construcción revolucionaria del proceso, no pasa solo por la economía, ni solo por el desarrollo, no se acaba en medidas sociales, sino tiene que ver con una profunda reflexión sobre la construcción de la subjetividad, aquello que el Ché y con él, la revolución cubana denominaron como el Hombre Nuevo. Es decir la descolonización del Ser como lo sugiere Aníbal Quijano.
Es decir no puede haber revolución si esta no trabaja en la ideología y la conciencia, no puede haber revolución si -por el proceso-, nos mentimos a nosotros mismos.
Por ello es importante separar su moral (burguesa, oligárquica, colonial, capitalista y machista) de la nuestra (revolucionaria anticolonial, anticapitalista y antimachista).
Esta separación entre la mentira que vive y se reproduce dentro del capitalismo y la mentira en un proceso de cambio, es motivo de una reflexión ética de la revolución, nuestra revolución…
Y nuestra revolución es anticolonial, y todos sabemos que el colonialismo puso sus cimientos sobre una mentira enorme: la inferioridad del indio.
El capitalismo se erigió sobre otra mentira enorme: el capital es el núcleo del trabajo. Y hubo otra mayor, se dio luego de la caída del muro de Berlín: El socialismo ha muerto, lo dijeron todos los ideólogos del capitalismo global.
«El socialismo no ha muerto, los funerales se equivocaron de difunto», lo dijo Galeano por el mismo tiempo, cuanta verdad dijo…
Hoy, como lo reconocen los mayores profesionales de la comunicación, la mentira viene en envase de calumnia, bueno venía siempre de esa forma, pero no se mostraba como tal. Hoy la mentira es descarada y cínica a la vez.
Por ello, es deber de un revolucionario, estudiar la mentira en la estructura ideológica del capitalismo y el colonialismo. Mentira, capitalismo y colonialismo son asuntos que una revolución tiene que ver con cautela, tiene que estudiarlas en su núcleo político e ideológico, en su dinámica y reproducción social.
Separar la paja del trigo…
Valga esta introducción para analizar dos campos políticos: el mediático y el subjetivo.
Que los medios de comunicación autodenominados «independientes» (empresariales y eclesiásticos), se nutren de la mentira como los pulmones del aire, nadie lo duda. Si vemos la extensa lista de medios chilenófilos luego de Evo en la CELAC, uno puede descubrir, con pavorosa vergüenza ajena, el rol histórico de la mentira.
Que la diputada Norma Piérola, es una delirante de la mentira, no es ninguna novedad, de hecho si la diputada no mintiera el cielo se caería.
Pero no podemos explicarnos la mentira en su forma sino en su fondo capitalista,
Veamos un mensaje de Fidel:
«los imperialistas intentan ridículamente presentar a nuestro país como un régimen de fuerza. Efectivamente hay fuerza, pero la fuerza no está en las armas, ni en las leyes, ni en las instituciones del Estado; está en el pueblo, en las masas, en las convicciones revolucionarias y en la cultura política de cada ciudadano. La fuerza no está en la mentira ni en la demagogia, sino en la sinceridad, la verdad y la conciencia. Las armas además las tiene el pueblo y con ellas defiende la Revolución, sin torturas, sin crímenes, sin batallones de la muerte, sin desaparecidos, sin ilegalidades ni arbitrariedades, como ocurre a diario en los países doblegados al imperialismo para mantener regímenes reaccionarios de injusticia y opresión. Esto lo empiezan a reconocer hoy hasta nuestros más enconados enemigos. Ello se debe a las semillas de principios y ética revolucionaria que sembramos desde el mismo Moncada y que fructificaron en la guerra de liberación y en el ulterior desarrollo de la Revolución. Por encima de las montañas de calumnias imperialistas se yergue firme e invencible la realidad histórica»
Este mensaje es suficientemente claro sobre el sentido histórico de la revolución y las formas de agresión imperialistas.
La revolución se sustenta en la verdad como ética extrema y no como corsé de adorno carnavalero.
Lo dijo Galeano:
«Octavo mandamiento: No Mentirás
Una mentira
Hasta hace un rato nomás, los grandes medios nos regalaban, cada día, cifras alegres sobre la lucha internacional contra la pobreza. La pobreza se estaba batiendo en retirada, aunque los pobres, mal informados, no se enteraban de la buena noticia. Los burócratas mejor pagados del planeta están confesando, ahora, que los mal informados eran ellos.
El Banco Mundial ha dado a conocer la actualización de su International Comparison Program. En el trabajo participaron, junto al Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y otras instituciones filantrópicas.
Ahí los expertos corrigen algunos errorcitos de los informes anteriores.
Entre otras cosas, nos enteramos ahora de que los pobres más pobres del mundo, los llamados «indigentes», suman quinientos millones más que los que aparecían en las estadísticas.
Además, nos desayunamos de que, los países pobres son bastante más pobres de lo que los numeritos decían, y que su desgracia ha empeorado mientras el Banco Mundial les vendía la píldora de la felicidad del mercado libre.
Y por si todo eso fuera poco, resulta que la desigualdad universal entre pobres y ricos había sido mal medida, y en escala planetaria el abismo es todavía más hondo que el de Brasil, país injusto si los hay.
Otra mentira
Al mismo tiempo, un ex vicepresidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, en un trabajo conjunto con Linda Bilmes, investigó los costos de la guerra de Irak.
El presidente George W. Bush había anunciado que la guerra podría costar, como mucho, 50 mil millones de dólares, lo que a primera vista no parecía demasiado caro tratándose de la conquista de un país tan rico en petróleo. Eran números redondos, o más bien cuadrados. La carnicería de Irak lleva más de cinco años, y en este período los Estados Unidos han gastado un millón de millones de dólares matando civiles inocentes. Desde las nubes, las bombas matan sin saber a quién. Bajo la mortaja de humo, los muertos mueren sin saber por qué. Aquella cifra de Bush alcanza para financiar apenas un trimestre de crímenes y discursos. La cifra mentía, al servicio de esta guerra, nacida de una mentira, que mintiendo sigue».
Sin embargo, es México, otro país americano, el que mejor ilustra sus acertados conceptos. Desde que firmó el tratado de libre comercio con Estados Unidos, México no cultiva alimentos suficientes para las necesidades de su población, es una nación expuesta a presiones internacionales y es una nación vulnerable, cuya seguridad nacional corre grave peligro:
– actualmente, México compra a los Estados Unidos 10 mil millones de dólares de alimentos que podría producir;
– los subsidios proteccionistas hacen imposible la competencia;
– al paso que vamos, de aquí a poco las tortillas mexicanas seguirán siguen siendo mexicanas por las bocas que las comen, pero no por el maíz que las hace, importado, subsidiado y transgénico;
– el tratado había prometido prosperidad comercial, pero la carne humana, campesinos arruinados que emigran, es el principal producto mexicano de exportación.
Hay países que saben defenderse. Son pocos. Por eso son ricos. Hay otros países entrenados para trabajar por su propia perdición. Son casi todos los demás».
Si vemos entonces la mentira tanto como practica mediática y como habitus subjetivo, tenemos como conclusión que la mentira no es parte de la revolución, de hecho toda revolución tiene como núcleo ideológico y político, la verdad
Si falta la verdad, la revolución está en retroceso, si la verdad es la regla de acción subjetiva la revolución está avanzando raudamente.
Por ello es que el ejemplo del presidente Evo Morales, es el modelo. Ni un milímetro de mentira, solo la verdad.
Como dedicatoria a los resentidos, una reflexión de Trostky para los pequeñoburgueses y su falsa moral:
«En épocas de reacción […], los señores demócratas, social-demócratas, anarquistas y otros […] se ponen a desprender, en doble cantidad, emanaciones de moral, del mismo modo que transpiran doblemente las gentes cuando tienen miedo. Al repetir, a su manera, los Diez Mandamientos o el Sermón de la Montaña, esos moralistas se dirigen, no tanto a la reacción […], cuanto a los revolucionarios perseguidos por ella […] y le proporcionan una justificación moral. Hay, sin embargo, un medio tan sencillo y seguro de evitar la reacción: el esfuerzo interior, la regeneración moral. En todas las redacciones interesadas se distribuyen gratuitamente muestras de perfección ética. La base de esta prédica falsa y ampulosa la constituye la pequeña burguesía intelectual».
Hoy, los medios mentirosos y los políticos y políticas que mienten, ya tienen asegurado su lugar en el banquillo de los acusados.
La mentira, es parte de la historia del capitalismo, por tanto mentir es una acción típica del capitalista, alguna vez Jean Paul Feldis lo sugirió: el ladrón es un capitalista, porque hace lo mismo que el capitalista: le roba el trabajo a la gente.
Para que esto funcione ideológicamente, la mentira tiene que ser vista como un asunto individual y de educación, así la mentira se convierte en un dulce cuento de Pinocho.
Pero si vemos este fenómeno desde la lente de la revolución anticapitalista y anticolonialista, la mentira es una acción inaceptable, reprochable e indignante. Y solo es posible su erradicación desde una acción colectiva consciente, desde la misma masa revolucionaria.
Por tanto la verdad es revolucionaria, es descolonizadora.
Lo dice nuestra Constitución Política:
Ama Llulla…
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