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AMLO el equilibrista

Fuentes: Rebelión

En sus tres días iniciales como presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), condensó con numerosas acciones contradictorias la duplicidad de la personalidad política que lo caracteriza. En las alocuciones de las ceremonias de iniciación de su gobierno del 1° de diciembre al anunciar la creación de una Guardia Nacional dependiente del ejército […]

En sus tres días iniciales como presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), condensó con numerosas acciones contradictorias la duplicidad de la personalidad política que lo caracteriza. En las alocuciones de las ceremonias de iniciación de su gobierno del 1° de diciembre al anunciar la creación de una Guardia Nacional dependiente del ejército con el objetivo de garantizar la seguridad interna, se refirió a las críticas para «disipar las dudas que estas medidas tienen un carácter autoritario» y no escatimó elogios a las Fuerzas Armadas, «a los generales y almirantes del ejército y la marina quienes no forman parte de la oligarquía», «leales y patriotas nacionalistas, ajenos a hegemonías extranjeras». Y dos días después, en el Palacio Nacional, al presentarle a los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa la comisión de la verdad que investigara a fondo su paradero al ya ser evidente la total carencia de veracidad de la supuesta incineración de los cadáveres sostenida por la «verdad histórica» del gobierno de Peña Nieto, se comprometió solemnemente ante ellos de que no habrá impunidad, que todas las instituciones gubernamentales deberán colaborar con la tal comisión para que no quede impune ese crimen, ni vuelvan a repetirse jamás tales atrocidades.

¿Cómo será posible llegar a fondo en el caso de los 43 de Ayotzinapa sin investigar la participación y complicidad de los militares de la zona militar localizada en Iguala? ¿Los altos mandos militares, responsables de crímenes de Estado como la masacre de Tlatelolco y de tantas atrocidades represivas más, casta intocable y privilegiada no es una integrante fundamental de la oligarquía gobernante? Estamos aquí ante una distorsión completa de la realidad y una contradicción flagrante.

AMLO presidente. Esta frase rescata breve pero contundentemente la situación política del país. Una situación en la que se anudan procesos políticos y sociales diversos que, precisamente en estos días del inicio de su gobierno se han expresado con meridiana claridad. Masas populares que lo arropan como no se había visto en décadas que sucedía con los presidentes del PRI y el PAN. Más de 160 mil personas se reunieron en el mitin del Zócalo para oír el discurso después de su toma de posesión en la Cámara de Diputados. Allí reiteró sus promesas: aumento de las pensiones, creación de 100 universidades, obras públicas grandiosas, recuperación de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad, un sistema de salud como el de los países nórdicos, amnistía a presos políticos víctimas de abusos caciquiles, austeridad gubernamental, no más endeudamiento público y, por supuesto, la investigación a fondo de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. Insistió en que «recibo un país en quiebra como resultado del desastre que fue el modelo neoliberal». Se sinceró ante sus multitudinarias bases de apoyo prometiéndoles «la definitiva separación del poder político y del poder económico». Finalmente insistió que «no me dejen solo; sin ustedes valgo casi nada» Pero allí también escenificó un acto teatral grotesco con un grupo impostor de indígenas que le cedieron un falaz «bastón de mando».

Estamos claramente ante una situación nueva. Y es precisamente la posición de AMLO la que con mayor fuerza proyecta esa situación dual, transitoria, hasta cierto punto equívoca, producto del terremoto electoral del 1° de julio pasado. Nada de lo que está sucediendo en estos días se explica sin los 32 millones de votos que recibió AMLO y su partido Morena. Un verdadero tsunami electoral, a su vez expresión de una muy peculiar rebelión cívica popular que impidió el fraude electoral y que nadie previó antes de ese día. Ni el mismo AMLO, para no hablar de sus opositores e incluso muchos observadores independientes.

Los resultados están frente a nosotros: el sistema tradicional de los partidos burgueses mexicanos (PRI, PAN, PRD principalmente) destruido; surgimiento de un poderoso caudillo con una organización propia; nuevos agentes del poder (los 32 delegados estatales y los 266 regionales de la Administración Pública Federal); nuevo patrón ideológico que no subordina al estado al mercado; amplio apoyo popular del nuevo gobierno.

AMLO se encuentra así sometido a dos fuerzas fundamentales que sintéticamente consideradas son: la fuerza de las estructuras estatales burguesas y el impulso masivo popular todavía mal conformado pero claramente existente, que busca solución a los profundos problemas que mantienen a las masas trabajadoras y explotadas en las duras y precarias condiciones actuales. El choque de estos dos procesos, el sistémico y el popular ha tenido profundas consecuencias que no se superaran rápida y fácilmente. AMLO, como lo demostró durante los meses en que fue presidente-electo, estará siempre buscando el equilibrio entre ambas presiones. Su gobierno hará lo mismo, sin atentar jamás contra los cimientos mismos del sistema socioeconómico imperante del cual es parte integrante en última instancia.

Será el sexenio que se inicia el escenario de los efectos de ese choque, cuya sola resolución favorable para las fuerzas populares es la puesta en práctica de un programa que supere el actual sistema capitalista imperante. Para que ello sea posible es necesaria la convocatoria a la movilización de las masas de trabajadores y sus aliados para mantener en jaque a las fuerzas burguesas derrotadas y avanzar en el seno de las contradicciones actuales lo más posible en la resolución de las reformas y metas que hoy se delinean claramente ante nosotros.

Para ello las fuerzas socialistas y populares deberemos actuar en forma coordinada y responsable. Impulsar lo más posible el empuje masivo que ya ha despertado, profundizándolo, orientándolo, en un constante ejercicio revolucionario de crítica y autocrítica, permaneciendo siempre como fuerzas independientes y democráticas, sin sectarismos, ni ultimatismos, siempre actuando en favor del movimiento en su conjunto.

Manuel Aguilar Mora es militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.