La correlación de fuerzas marca la coyuntura y permite analizar el comportamiento de los diferentes componentes de la sociedad. Para realizar este proceso, se pueden utilizar diferentes herramientas conceptuales, teóricas o procedimentales. Hay quienes la explican a través de los intereses, los gustos o preferencias de los individuos. A partir de este tipo de interpretaciones […]
La correlación de fuerzas marca la coyuntura y permite analizar el comportamiento de los diferentes componentes de la sociedad. Para realizar este proceso, se pueden utilizar diferentes herramientas conceptuales, teóricas o procedimentales. Hay quienes la explican a través de los intereses, los gustos o preferencias de los individuos.
A partir de este tipo de interpretaciones se puede analizar lo que separa a las personas, las facciones y los grupos, los recuerdos, las esperanzas, las convicciones, las aspiraciones, incluso las simpatías o antipatías. En este terreno se sitúan casi todas las lecturas políticas de la coyuntura mexicana.
Así, aparentemente lo que marca el análisis de la política mexicana actual son los gustos, las simpatías, la «división» entre «conservadores» y «liberales. Aunque en la práctica este campo se obnubila, desaparece, porque los supuestos «liberales» actúan como auténticos conservadores y los supuestos «conservadores» se vuelven, según ellos más liberales que Juárez, aunque en realidad a veces se comportan como fascistas.
Sin embargo, para analizar la coyuntura desde una perspectiva diferente, podemos recurrir a un método que nos permita examinar, desde una posición en la que las diferentes clases de la sociedad se enfrentan tratando de imponer su dirección, sus intereses, sus convicciones, su visión de futuro.
Desde esta perspectiva, en el análisis del golpe de Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón Bonaparte, concentrado en el libro «El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte», Marx nos brinda herramientas teóricas y de análisis político para entender la situación del país, así como desentrañar, libre de todo tipo de patrañas ideológicas y giros supuestamente críticos, si es cierto que López Obrador ha transformado el «orden viejo» y puesto las bases del «orden nuevo».
Comienza Marx su análisis señalando que: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se le olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa». Con AMLO y la «cuarta transformación», ¿estamos ante una tragedia o una farsa?
Se podría afirmar que nuestro país vive una tragedia y una farsa, o mejor una farsa y una tragedia. La farsa consiste en el engaño acerca de la supuesta «transformación», que es sin duda, sólo una súper mejora adocenada del capitalismo mexicano, pero sin cambiar las bases de la acumulación de capital, ni, por tanto, de la explotación.
Tragedia, porque con todo el mecanismo impuesto por AMLO, la lucha de clases parece no existir como motor de la historia, dejando toda explicación «teórica» a la lucha contra la corrupción, aplicando la «austeridad republicana» a costa del trabajo y los salarios de miles de trabajadores, imponiendo, además, la conciliación de clases como la base fundamental del supuesto cambio.
Marx señala que con Napoleón se creaban las condiciones necesarias para la libre explotación de la tierra y la libre competencia, todo en función de la acumulación de capital. Las «transformaciones» realizadas por el gobierno de «La Cuarta», colocan los cimientos para que la burguesía, el capital financiero y los monopolios continúen acrecentando la desigualdad, mediante la libre acumulación de capital, sobre las espaldas de las masas trabajadoras.
Marx, asegura que el proletariado francés no se movilizó, incluso se volvió apacible porque se dejó obnubilar por el gran camino que se le mostraba hacía adelante, es decir por los engaños de «transformación» que Bonaparte realizó cuando tomó el poder.
La independencia de clase se ha perdido en esta coyuntura. No existe aún la fuerza política socialista o comunista capaz de luchar por la independencia de la clase obrera y las masas trabajadoras. En el gobierno de AMLO no sólo no hay independencia, sino que una clara y burda intromisión en la vida de los sindicatos, tratando de imponer direcciones afines a los propósitos de la conciliación, es decir, no huelgas, no movilizaciones, hasta que se logré «el crecimiento económico».
Podríamos decir qué al explicar a través de la concepción materialista de la historia, que tanto Marx como Engels habían esbozado en escritos como La ideología alemana y otros, demuestra, en el «Dieciocho Brumario», cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron a un personaje «mediocre y grotesco representar el papel de héroe».
Las miles de movilizaciones, los asesinatos de líderes sociales, la negación de derechos para la libre asociación, la ausencia de libertades para elegir direcciones sindicales revolucionarias, la falta de una verdadera democracia que abatiera las restricciones para que surjan los partidos de izquierda, pero sobre todo el partido de la revolución socialista, es decir, la lucha de clases, es el gran telón de fondo que permitió que AMLO obtuviera el triunfo electoral del 2018.
¿Tendremos ante nuestros ojos a «un personaje mediocre y grotesco que representa el papel de héroe», pero nos negamos a verlo? López Obrador niega la lucha de clases como el motor central que le permitió ese triunfo electoral. La lucha de clases lo puso en la presidencia, y cómo Bonaparte está trabajando en beneficio del capital.
En el «Dieciocho Brumario» Marx analiza el nacimiento de la socialdemocracia como una fuerza no revolucionaria, sino de contención del movimiento proletario en beneficio del capital. Escribe que «A las reivindicaciones sociales del proletariado se les limó la punta revolucionaria y se les dio un giro democrático; a las exigencias democráticas de la pequeña burguesía se les despojó de su forma meramente política y se afiló su punta socialista. Así nació la socialdemocracia».
Sobre el papel de la socialdemocracia también escribió Marx: «El carácter peculiar de la socialdemocracia consiste en exigir instituciones democráticas republicanas, no para abolir a la par los dos extremos: capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antítesis y convertirla en armonía».
Es decir, la socialdemocracia busca solamente administrar lo mejor posible los intereses del gran capital, de la burguesía y la oligarquía financiera, contener al movimiento social, inmovilizar al movimiento obrero con promesas de mejoras laborales, de aumentos de salarios que pronto son pulverizados con los aumentos de los precios de los bienes más necesarios.
En una reciente serie de 6 artículos el historiador Enrique Semo califica al gobierno de AMLO como «un gobierno progresista». Semo, quién militó en el Partido Comunista desde la década de los sesenta del siglo XX, hasta su desaparición en 1981, es demasiado benévolo, por decir lo menos, con esta apreciación. Me parece que este gobierno está un poco más a la derecha que un gobierno socialdemócrata.
Ningún gobierno de esta corriente en la historia política mundial, quizá con excepción del partido alemán que asesinó, por cierto, a Rosa Luxemburgo, planteó políticas públicas tan alejadas de la izquierda como el de AMLO: recortes al gasto de salud, de cultura, tratar de reformar las pensiones para otorgar menores ingresos a los adultos mayores, etc.
La llamada «austeridad republicana» no tiene nada que ver con las reivindicaciones de los trabajadores mexicanos, ni de la izquierda socialista y comunista. Esta política sólo afecta a los trabajadores con menos salarios del aparato gubernamental, mientras que los salarios de los mandos medios y altos del gobierno se mantienen en niveles que ofenden a los trabajadores.
Señala Marx con agudeza que: «Bonaparte quisiera aparecer como el bienhechor patriarcal de todas las clases, pero no puede dar nada a una sin quitárselo a la otra». Cuando AMLO trata de quedar bien con todos los sectores, a los únicos que está afectando es a los explotados que son la mayoría de la población, porque en el desbalance, la desigualdad sólo favorece a quienes poseen los medios de producción.
«La revolución social no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado» (Marx). Para avanzar hacía el socialismo-comunismo es necesaria la verdadera transformación con un gobierno y un partido revolucionario. Es la única manera de remontar la farsa y la tragedia mexicanas.
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