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AMLO y la Republica amorosa

Fuentes: Rebelión

Si algo nos enseña la historia es que nos permite vernos en el espejo de la memoria y rectificar, es la maestra de la experiencia de los pueblos, mide siete veces antes de cortar, decía el líder de la revolución rusa, Vladimir Lenin. Pero también decía que más vale equivocarse que vivir sin rectificarse, es […]

Si algo nos enseña la historia es que nos permite vernos en el espejo de la memoria y rectificar, es la maestra de la experiencia de los pueblos, mide siete veces antes de cortar, decía el líder de la revolución rusa, Vladimir Lenin. Pero también decía que más vale equivocarse que vivir sin rectificarse, es decir, en el del equivoco se sale con mucha dificultad, pero se sale, del engaño quizás no se salga nunca y nos lleve a la confusión de creer que se vive siempre en la verdad.

A qué viene el cuento de la historia, a las declaraciones que ha vertido AMLO a lo largo de la campaña y desde antes de ella, el líder de Morena aseguraba no odiar a sus adversarios y de ganar la presidencia no habría venganza, sino perdón o reconciliación. No sé si es mero cálculo electoral o tacticismo político para mandar un mensaje a aquellos sectores de la oligarquía trasnacional y nacional, auténticos hiladores del poder político representados por los dos partidos usieres de sus intereses, PRI y PAN para asegurarles, de llegar o dejarlo llegar, sus intereses no serán menguados por el nuevo gobierno.

AMLO ha dicho inspirarse en el ejemplo de Benito Juárez, su presidencia estará marcada no sólo desde el punto de vista personal sino político, es decir, un gobierno y un presidente de la republica con un sentido patriótico y republicano, en que la austeridad, la probidad y la entrega al servicio de los intereses de la nación serán lo que distinga su gobierno de los anteriores gobiernos neoliberales que desde mediados de los ochentas se han caracterizado por la corrupción galopante, la entrega de los recursos nacionales a los intereses extranjeros, sobre todo estadunidenses, la impunidad pero sobre todo que han hundido guiados por la ambición de dinero y poder al pueblo mexicano en la más oprobiosa pobreza y desigualdad jamás vista en el México contemporáneo.

Habría que recordar que el Juárez que salvo a la republica de la intervención francesa y de las potencias extranjeras no es un personaje de estampilla tricolor, ni de frío mármol ni bruñido bronce monopolizado por la historia oficial sino un sujeto que supo entender su momento histórico, que no dudo ni un solo milímetro en fusilar en Querétaro en el cerro de las campana al usurpador Maximiliano I de Austria, el 19 de junio de 1867.

Hubo innumerables peticiones de indulto en favor del archiduque de Austria tanto de extranjeros como de connacionales, el repudio de los gobiernos extranjeros que habían osado iniciar una aventura de tipo piratesca imponiendo a un miembro de la dinastía de los Habsburgo en franca traición y complicidad con los conservadores mexicanos. Los destinos de la nación eran puestos en manos de un príncipe aventurero que de oídas conocía a México y que solo la división interna y el antipatriotismo de la oligarquía criolla se pudo imponer mediante las bayonetas francesas.

Una vez que se conoció en el extranjero del fusilamiento de Maximiliano los reclamos e injurias no se hicieron esperar, se le clasificó de asesino y criminal y de hasta indio salvaje y ante este hecho el presidente Juárez se vio en la necesidad de escribir un manifiesto justificativo de los castigos nacionales de Querétaro que explicara las razones del fusilamiento del príncipe, de Habsburgo.

Desde el título anuncia su interpretación del hecho histórico, la sentencia del tribunal de guerra no es una vendetta sino un castigo. Lo que guía a la nación no es una irrefrenable sed de venganza sino un principio práctico de moral pública, dejar impune la usurpación de la soberanía nacional era no sólo dejar abierta una nueva asonada de la reacción, sino lavar con injusticia el sacrificio de los miles de mexicanos muertos en batalla que entregaron su vida por salvar a la patria del ejercito invasor.

En el Juárez da un repaso sólido y contundente desde la independencia de México hasta sus días; argumenta con hechos y datos históricos que la nación había sido presa de innumerable intervenciones por parte de potencias extranjeras aprovechándose de las guerras internas por las que atravesaba nuestra atribulada patria. De las conspiraciones de la oligarquía criolla que había quedado como remanente pernicioso desde la colonia y que junto con el grupo conservador, la iglesia católica, los terratenientes, y, los militares, pugnaba por recuperar sus antiguos privilegios y riquezas a costa de entregar la patria a potencias invasoras.

El reclamo que hace el presidente Juárez a la doble moral de las potencias europeas al calificar a México como un país bárbaro y atrasado por la pena capital aplicada por un tribunal judicial al archiduque de Austria no hace sino revelar la hipocresía y la falta de sustento moral de la Europa que se tilda así misma de ilustrada y moderna sin hacerse una auto crítica de su pasado histórico repleto de hechos sangrientos y de guerras de conquista y explotación de los países coloniales.

El hecho en sí no puede calificarse de un simple «crimen común o un delito político» dice Juárez, «sino para satisfacer en juicio nacional, la moral pública» el filibusterismo de Maximiliano como lo califica apoyado por el ejército de Francia ni siquiera tiene la justificación basada en una declaración de guerra, que implicaría el enfrentamiento de dos potencias soberanas sino la espuria ambición e imposición de un príncipe sostenida por las bocas de los fusiles y la traición.

Así, Juárez, califica la intervención francesa como un nacionicidio por atentar contra «la vida nacional de todo un pueblo». Y comparece ante el tribunal de la nación no como prisionero sino «como reo de nacionicidio hasta donde pudo consumarlo». El fusilamiento de Maximiliano no es un acto de venganza sino de defensa de la nación, la lucha entre los ejércitos de México y Francia puede pensarse que es consecuencia de una guerra civil entre hermanos, el enfrentamiento bélico fue la traición de un puñado de ambiciosos apoyados por un ejército invasor contra todo el pueblo mexicano.

Por lo tanto, termina el manifiesto justificativo, afirmando que la pena aplicada al emperador austriaco no provino del derecho de gentes, del derecho penal o del derecho político sino de la garantía de independencia de la América, como justa, necesaria, urgente e inevitable. La justicia moral que pondera el fusilamiento no como acto criminal sancionado por el derecho penal. Es la libertad y la existencia del pueblo de México, las muertes, las humillaciones y el sacrificio de miles de hombres que dieron su vida por la independencia y la autodeterminación de la nación mexicana como principio superior que justifica la muerte de Maximiliano.

En el cerro de las campanas el 19 junio de 1867 se consuma la muerte de un emperador, la de un aristócrata aventurero que fue engañado por los cantos de sirena del sector conservador y de un puñado de potencias europeas con intenciones aviesas de reconquistar el México independiente y repartírselo.

Si de algo valen los paralelismos históricos es por su ejemplaridad, no sólo el ejemplo puede sacarse de la historia, el entramado social es diferente, condiciones y circunstancias cambian, el México del siglo XIX y el México del siglo XXI presenta ciertas similitudes, el tiempo de Juárez fue el tiempo de la consolidación de la república y del Estado nacional, el México contemporáneo al igual que aquel requiere consolidarse y recuperar lo que tantos sacrificios y sangre nos ha costado; la cuarta república como lo ha dicho AMLO, necesita inevitablemente hacer justicia pública como la llamo Juárez, y eso, solo puede hacerse aplicando la ley a quien cometió delitos.

No se puede pasar página o hacer borrón y cuenta nueva frente a los agravios, injusticias, la claudicación y traición de la clase política y empresarial que han entregado los recursos de la nación, empobrecido a la gran mayoría del pueblo mexicano y han llenado de oprobio la moral pública y el espíritu nacional con su descarada impunidad y corrupción.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.