Ricardo Anaya Cortés (Santiago de Querétaro, 1979) es un joven abogado y político mexicano que actualmente disputa la carrera por la Presidencia de México. Su carrera política, como miembro del PAN, dio su gran salto a la arena nacional en el marco del llamado «Pacto por México» suscrito entre el PAN, el PRI y el […]
Ricardo Anaya Cortés (Santiago de Querétaro, 1979) es un joven abogado y político mexicano que actualmente disputa la carrera por la Presidencia de México. Su carrera política, como miembro del PAN, dio su gran salto a la arena nacional en el marco del llamado «Pacto por México» suscrito entre el PAN, el PRI y el PRD en 2012. Antes de ello, fue secretario particular del gobernador de Querétaro, Francisco Garrido Patrón (PAN) y en 2011 fue designado por Felipe Calderón como subsecretario de Turismo.
El año del Pacto, Anaya había obtenido un escaño como diputado federal plurinominal y, gracias a los acuerdos de Gustavo Madero -en aquel momento presidente del PAN- con las otras dos fuerzas políticas, fue nombrado presidente de la Cámara de Diputados. Una vez allí, devolvió con creces el favor: operó activamente para que el paquete de reformas estructurales para «modernizar» a México -acordado por PAN, PRI y PRD- fuera aprobado en el Legislativo. También dio su voto favorable a siete de las diez reformas: energética, educativa, financiera, política-electoral, en transparencia y en seguridad social[1]. Luego, y tras conseguir aplastar a Madero dentro del Partido, se alzó como presidente del PAN hasta finales de 2017, cuando comenzó con sus actividades como precandidato presidencial.
El pasado 30 de marzo, Anaya arrancó su campaña como candidato a la Presidencia por la coalición Por México al Frente, integrada por el PAN, el PRD y el Movimiento Ciudadano. Sus manifestaciones públicas han oscilado entre despegarse de los nexos históricos de su partido -y los propios- con el PRI, defenderse de las acusaciones de lavado de dinero y utilización de su fundación para hacer negocios inmobiliarios ilícitos, así como de su participación en la aprobación de las reformas estructurales, y mimetizarse con algunas propuestas de campaña de Andrés Manuel López Obrador.
Las tensiones de Anaya con el PRI comenzaron a tomar fuerza cuando el año pasado quedó claro que él sería el candidato del PAN. Desde entonces, los tiros entre las dos partes han tomado un cariz agresivo, y hasta de despecho, por la dirigencia del PRI. Ya en septiembre de 2017, representantes del partido de Gobierno acusaron a Anaya de «parricida», «canalla» y «traidor»[2]. En el último spot lo acusan poco discretamente de «extorsionador» de los legisladores de su propio partido, de mentir en su declaración patrimonial y le critican que su familia viva con grandes lujos en Atlanta, Estados Unidos[3].
Anaya, por su parte, sostiene que la agresividad desatada contra él responde a su bajo desempeño en las encuestas: «Es lo que hace el PRI para una campaña en ruinas, colgarse de mi imagen»[4]. También ha criticado duramente la corrupción del PRI[5]. Al igual que con el PRI, Anaya intenta despegarse del fracaso de las administraciones de su propio partido, particularmente a las de Felipe Calderón y Vicente Fox[6].
Desde el mismo flanco se alimentan sospechas por lavado de dinero, después de haber comprado, a través de su empresa Juniserra -perteneciente a su familia política-, un lote en 10 millones de pesos y luego venderlo como nave industrial en 54 millones de pesos a una empresa fantasma[7]. Las acusaciones reflejan la existencia de un esquema en el que se utilizan empresas fantasmas o fachada, constituidas por testaferros a través de las cuales se hacen transferencias o triangulaciones en distintas partes del mundo[8]. Anaya, por su parte, intenta alejarse de lo que considera es una campaña de descrédito en su contra, que inevitablemente ha ido deteriorando su imagen.
Otra de las razones de su desgaste es la inestabilidad de sus propuestas, en particular en lo relativo a la Reforma Educativa, un tema ampliamente instalado en el debate durante la campaña. En diferentes ocasiones, Anaya ha cambiado de parecer respecto a la misma, y ha pasado de prometer cambiarla[9] -porque según él mismo es un desastre- a defenderla[10], un cambio que ha impactado en el nivel de credibilidad que consigue en electorado.
Las variaciones de Anaya frente a temáticas tan relevantes se suman a la dificultad para encontrar una línea clara de proyecto político con impronta propia. Esto ha llevado a su formación a replicar algunas propuestas y actitudes del candidato López Obrador, en temáticas como austeridad, política social e incluso en las giras por EE. UU. para apoyar migrantes y la forma en que se defiende de los ataques del PRI.
El avance de la campaña ha posicionado a Anaya como un candidato debilitado por las enormes contradicciones entre su actual discurso, en el que intenta de forma fallida acercarse a la ciudadanía, y la imagen de político que parece haber amasado una importante fortuna en un corto período de tiempo. A día de hoy, la candidatura de Anaya refleja una incongruencia que dificulta la credibilidad de sus propuestas por parte de una ciudadanía exhausta por la corrupción y la pobreza.
Notas:
[5] http://www.eluniversal.com.mx/
[7] http://www.elfinanciero.com.
[10] http://www.multimedios.com/
Camila Vollenweider y Ava Gómez (@mcvollenweider y @Ava_GD) son investigadoras del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
Fuente: http://www.celag.org/anaya-el-candidato-hibrido/
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