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Nada que celebrar

Año I de la «cuarta transformación»

Fuentes: Editorial de Unidad Socialista

O muy poco pues 2019 ya es el año más violento de la década, con el mayor número de feminicidios, con la persistencia de asesinatos de periodistas que hacen de México el país más peligroso del mundo para su quehacer, con una «Guardia Nacional» convertida en asistente de la Border Patrol de Estados Unidos en […]

O muy poco pues 2019 ya es el año más violento de la década, con el mayor número de feminicidios, con la persistencia de asesinatos de periodistas que hacen de México el país más peligroso del mundo para su quehacer, con una «Guardia Nacional» convertida en asistente de la Border Patrol de Estados Unidos en la vigilancia de las fronteras norte y sur del país, con la primera fisura de oposición militar al liderazgo de presidencial en décadas surgida con motivo de los acontecimientos de Culiacán, con una apuesta energética absoluta a la explotación de los yacimientos petrolíferos cuando en todo el mundo se preparan ya las premisas de un mundo sin hidrocarburos, con una economía estancada si no es que de crecimiento cero o negativo y un país en la incertidumbre sobre el rumbo al que lo va llevar el partido gobernante, Morena que no es un verdadero partido caracterizado por la querella de sus tribus apenas integrado débilmente con el cemento del caudillaje de AMLO.

El 1° de diciembre, con un Zócalo multitudinario debido a que la popularidad de AMLO sigue teniendo cotas muy altas, pero con el mismo discurso fue el mismo que se viene repitiendo hasta la saciedad en la propaganda del régimen y difundido diariamente en las mañaneras presidenciales. El gobierno de AMLO «heredó» una «porquería» que no será fácil limpiar y por supuesto no desapareció ni mucho menos en 2019. ¿Cuánto tiempo va a ser válida esta justificación de que las cosas no cambien y que sigamos viviendo en el infierno de una sociedad decadente e indeleblemente marcada por la precariedad de la absoluta mayoría de la población? Los acontecimientos de América del sur y del mundo entero nos dicen que esos tiempos de satisfacción y apatía están terminando y que México no estará al margen de esos aires de rebeldía y contestación.

De hecho todos los apoyadores de AMLO, tanto los de a pie como los intelectuales más sofisticados, reconocen que aunque sin expresión política coherente, hay una oposición considerable al gobierno. Lorenzo Meyer calcula que un tercio de la población está en su contra. Pero él como una gran mayoría considera a su gobierno de «izquierda» y destinado a realizar la tarea «difícil y peligrosa» según Maquiavelo de «un cambio de régimen». La lectura profunda del tsunami electoral del 1° de julio de 2018 apunta es cierto a ese deseo ampliamente mayoritario en la población del país, una población de trabajadores mal remunerados, sometidos a un tratamiento despiadado de jornadas de trabajo extenuantes, a la inseguridad prevaleciente y a un futuro sin perspectivas promisorias. Una población que anhela un cambio radical de su situación y que en este primer año de la pomposamente calificada «Cuarta Transformación» histórica de México está muy lejos de realizarse.

Cuando se alude a los acervos del obradorismo que básicamente se reducen a su política asistencialista se olvidan las experiencias catastróficas de esta política cuando no va acompañada de un proyecto económico de inversiones productivas de gran envergadura. Que el 50 por ciento de las familias reciban ayudas (8 millones de adultos mayores, un millón de estudiantes becados, entre otros) no es poca cosa, como el 16 por ciento de alza del salario mínimo. Pero estos programas están cimentados débilmente en una economía anémica como la que actualmente caracteriza a la mexicana: descenso de inversiones extranjeras, subejercicio de recursos financieros gubernamentales y total dependencia en que sean los grandes inversionistas privados nacionales (claramente favorecidos y consentidos por el Presidente) los que echen para adelante la estancada economía.

Los próximos cinco años que restan serán más contundentes pero ya el primer año de la «Cuarta Transformación» histórica ha anunciado que a pesar de sus discursos (los cuales también son cada vez más moderados, moralizantes y vagos) de AMLO su gobierno básicamente es la continuación de los gobiernos neoliberales anteriores. El cambio político de régimen queda en suspenso como un deseo masivo que determinó su victoria del 1° julio de 2018. Las mañaneras, la demagogia discursiva prevaleciente y los hechos crudos y duros que señalan que el capitalismo salvaje sigue dominando a la sociedad ahondará la desigualdad social en el país que según la CEPAL es sólo menor a Haití, Honduras y El Salvador y determinará que la verdadera razón del tsunami electoral que llevó a AMLO al poder sigue sin satisfacerse. Y que más temprano que tarde otros tsunamis ya sólo electorales se avecinan en México.

Publicación de la Liga de Unidad Socialista (LUS)