Historiador, analista político y poeta, uno de los más reconocidos autores en temas de magonismo y Revolución Mexicana, habla en entrevista sobre el México actual y el pre revolucionario, y los nuevos pensamientos de los movimientos sociales. Los nuevos pensamientos que nutren a los movimientos sociales Hay muchos «nuevos» pensamientos que nutren a los movimientos […]
Historiador, analista político y poeta, uno de los más reconocidos autores en temas de magonismo y Revolución Mexicana, habla en entrevista sobre el México actual y el pre revolucionario, y los nuevos pensamientos de los movimientos sociales.
Los nuevos pensamientos que nutren a los movimientos sociales
Hay muchos «nuevos» pensamientos que nutren a los movimientos sociales hoy, desde las ideas de autonomía, propuestas por los pueblos indígenas, y de la igualdad de género hasta las llamadas por una nueva Asamblea Constituyente. En realidad, los magonistas abogaron precisamente por estas ideas. Muchas ideas actuales en México están basadas en los logros de la Revolución, sobre todo la Constitución de 1917 y la nacionalización del petróleo en 1938. Como dice un volante del SME, «Los triunfos de la Revolución son nuestra herencia y estos no son negociables».
A la vez los movimientos sociales proponen varias demandas transicionales que, típicamente, incluyen respeto a la Constitución, las leyes y todos los derechos humanos y laborales, incluso los de los emigrantes; respeto a la autonomía sindical y eliminación del sistema corporativista; protección constitucional del derecho universal de tener agua; incremento de los presupuestos para la educación, la ciencia y la cultura; servicio médico y seguridad social universal; solución a los afectados ambientales; no a las privatizaciones, sí a las desprivatizaciones; por la soberanía alimentaria y la erradicación de la pobreza; fin de la impunidad, la militarización y los asesinatos y torturas; libertad a los presos políticos y castigo a los violadores de los derechos humanos; participación democrática de todos los pueblos que incluye el derecho de convocar un referéndum y destituir oficiales por voto popular; renegociación o eliminación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte); democracia económica basada en solidaridad social que incluye reactivación del mercado interno, programas para un desarrollo industrial y agrario, el ejido y el derecho de tener tierras, nuevos bancos, transparencia de recursos federales; solución no militar pero social del problema del narcotráfico que podría radicalmente reducir el lucro y el crimen si incluyera la legalización de la marihuana en Estados Unidos.
Solamente un cambio profundo que abra el camino a un nuevo sistema puede lograr la justicia social que las y los mexicanos buscan. Como el sociólogo Pablo González Casanova ha dicho, «es ingenuo pensar que el capitalismo resolverá los problemas del mundo» (La Jornada, 3 mayo 2010). ¡Todo esto es la ideología magonista!
Claro que no hay soluciones fáciles ni obvias cuando tantos factores complican la situación. Los grandes medios son motores de injusticia contra los cuales los movimientos sociales y laborales tienen que luchar más cada día. La «batalla de ideas» incluye demandas por la democratización de los medios.
Es un momento oportuno de pensar en resolver problemas de justicia no dentro de un estado territorial sino al nivel internacional, como lo hacen los creadores de injusticia, los grandes banqueros e industrialistas y sus lacayos. Así, con una ayuda mutua internacional, se podría tener la oportunidad de lograr victorias sustanciales y a la vez evitar la marginalización de injusticias transfronterizas, como en los casos de los migrantes, o del tráfico en drogas, mujeres, y niños; o de las violaciones de los derechos de mujeres, pueblos originarios y otras minorías sociales.
En México y Estados Unidos la crisis económica ha tenido un impacto político negativo para la causa de la justicia social. Los impuestos regresivos, las reducciones de presupuestos para servicios públicos, los recortes salariales, los despidos, las pérdidas de casas, los costos más altos de necesidades básicas y los incrementos de las tasas de matrícula escolar y universitaria y otros honorarios están dañando las clases obreras e intermedias en ambos países. Esa es la causa material del enojo y alienación de tanta gente y la destrucción de tantas familias. Muchos políticos y conservadores, apoyados por los grandes medios de comunicación, utilizan la ira y desesperación popular para fortalecer la ofensiva derechista y neofascista.
Es posible e imprescindible un salto adelante hacia un incipiente internacionalismo que ofrezca la posibilidad de unificar a los mexicanos con otros pueblos en lucha en el resto de América Latina y el mundo; incluso los trabajadores de Estados Unidos y Canadá, los activistas de Occupy Wall Street y Ocupons Montréal, y los mismos mexicanos viviendo en «el Norte.» Cuanto más se unan los movimientos sociales y laborales a ambos lados de la frontera y cuanto más unan fuerzas los movimientos sociales de toda América, Europa y del resto del mundo, mayor será el desafío al imperialismo estadounidense y las esperanzas de la humanidad. Así lo entendió Ricardo Flores Magón, y así lo entiende hoy un número creciente de gente en todas partes del mundo. No es por nada que los movimientos sociales del norte y del sur de las Américas están tratando de unificarse en apoyo a la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y ALBA (Alianza Bolivariano para los Pueblos de Nuestra América) en vez de la OEA (Organización de Estados Americanos) y el TLCAN, con miras a la creación de nuevas sociedades de solidaridad humana – ¡o sea muchas nuevos socialismos del siglo XXI!
Antes y después de la Revolución Mexicana
Veo muchas cosas diferentes entre la situación prerrevolucionaria y hoy. Hace más de cien años una dictadura supuestamente modernizadora, con muchos de sus ciudadanos desempleados u obligados a trabajar en Estados Unidos, entró en los últimos años de su poder. Hoy, hay otra dictadura supuestamente modernizadora que está creando circunstancias muy parecidas para las grandes masas, con casi una tercera parte de la fuerza de trabajo desempleada o trabajando en Estados Unidos, donde viven más de 41 millones de mexicanos y sus descendientes. México podría compararse a un gigantesco depósito de mano de obra barata a disposición de las élites locales, y sus amigos en la comunidad de inversionistas y acreedores extranjeros. Hoy el sistema dictatorial no tiene en su cúspide a un individuo como Porfirio Díaz -frecuentemente reeligido como presidente-, sino a pequeños grupos poderosos que comparten la presidencia sexenio tras sexenio, siempre al servicio del gran capital externo e interno.
Los resultados desastrosos de todo esto son evidentes. En el presente, México posee una sociedad militarizada y sin democracia, con una economía en caída libre. El Estado y el gran capital son más sofisticados y capaces en la implementación de las políticas de cooptación, control, manipulación de los medios de comunicación, y represión. Hay más formas de violencia paraestatal, incluso las matanzas llevadas a cabo por paramilitares, escuadrones de muerte y grupos narcotraficantes, cuyas actividades son promovidas no solamente por las políticas del presidente actual, sino por las del imperialismo. Los ingresos anuales más confiables de los grandes bancos de EEUU llegan del lavado del dinero del narcotráfico. A la vez, la creciente violencia desestabiliza México y crea condiciones para varias formas de anexión estadounidense, desde el control del petróleo y otros recursos naturales, hasta el establecimiento de bases militares y la toma directa o indirecta de regiones enteras.
Frente a esto no existen buenas condiciones para una nueva revolución armada como la que los magonistas fomentaron entre 1905 y 1911. Las circunstancias son diferentes, sobre todo la desigualdad del poder militar entre la ciudadanía y las fuerzas militares mexicanas y estadounidenses. Si los movimientos pacíficos no lograran algunas victorias a corto o mediano plazo, es muy probable que haya actos violentos por fuerzas guerrilleras urbanas o rurales. En ese caso, para lograr sus objetivos, los rebeldes tendrían que conseguir el apoyo de miembros de las fuerzas armadas o por lo menos dividirlas. Eso requiere una estrategia política y una comunicación directa con los soldados que vienen de las clases populares. Nadie quiere ver un baño de sangre, excepto los en las cúspides de la oligarquía mafiosa que ya lo fomentan.
En breve, la situación actual no es favorable para las fuerzas de la «emancipación humana» (como les llamaba Flores Magón). Se necesita una mejor coordinación de movimientos de resistencia de obreros, campesinos, maestros, estudiantes, ecologistas, mujeres, pequeños empresarios y otros, tanto a nacional como internacional. La palabra clave es «unidad». Infelizmente, hasta ahora, hay más división que unidad -pero eso podría cambiar: señales de más unidad en el futuro están comenzando aparecer. Un paso adelante es la llamada reciente del SME y otras organizaciones por una nueva central de trabajadores – independiente, democrática, y unificada- que lucharía por un nuevo sistema económico, o sea un socialismo participativo que incorpora la gran mayoría de la población.
La situación laboral de los trabajadores mexicanos antes y después de la Revolución
En ambas épocas la situación mexicana es una de las peores del mundo. En los últimos 27 años el salario mínimo mexicano es el más debilitado de toda América Latina. México tiene una distribución del ingreso que es el segundo peor en el continente después de Haití. Según la Declaración del Primero de mayo de 2012 del Tribunal Internacional de Libertad Sindical (TILS, http://www.tribunaldelibertadsindical.blogspot.ca/) «Un nuevo alud neoliberal [de las corporaciones transnacionales] destruye puestos de trabajo, derechos humanos y conquistas costosísimas. Entre sus principales víctimas está la juventud, los migrantes las mujeres [Hemos] confirmado un incremento agudo de la violación de los derechos de las y los trabajadores de México, así como de la criminalización de la protesta social, en medio de una alarmante militarización del país y una violencia que, sabemos, ha cobrado ya 60 mil vidas. El exilio al que se ve sometido el dirigente minero y los presos políticos del SME (Sindicato Mexicano de Electricistas) son el mejor ejemplo de esta criminalización.»
Claro que el contexto hoy es distinto de lo que existía durante los años antes de la Revolución, cuando la mayoría de la población eran campesinos pauperizados. Sin embargo, hay muchas semejanzas entre los dos períodos: crisis económica; una abrumadora influencia del capital extranjero e intervención militar desde Estados Unidos; límites a la libertad sindical y huelgas reprimidas militarmente; luchas internacionales por los derechos laborales; matanzas, torturas, encarcelamientos y desapariciones de indígenas, mujeres, campesinos, obreros, periodistas y miembros de grupos contra el sistema, con la más absoluta impunidad; oleadas de migración interna y externa en que se arrebatan los derechos humanos más elementales; militarización (sea lo que sea el pretexto); una disminución de la capacidad de ascenso de las clases intermedias; desesperados esfuerzos de defensa de las menguadas filas de los trabajadores organizados y una pauperización de las masas; corrupción y divisiones entre las elites; desafíos a la iglesia católica; elecciones fraudulentas; ataques guerrilleros; nuevos partidos e ideologías anticapitalistas. Hoy como ayer, los trabajadores tienen ansias de liberación y la creación de una nueva sociedad.
Los magonistas hoy
Las ideas magonistas de anarco-comunismo mezclado con una fuerte dosis de socialismo participativo resuenan hoy y sirven bien a los trabajadores. La consigna de los nuevos zapatistas sigue siendo «Tierra y Libertad,» el lema del PLM (Partido Liberal Mexico) sugerido a Emiliano Zapata por un enviado del Magonismo, José Guerra. El rechazo zapatista a procesos electorales y la formación de los municipios autónomos de Chiapas hacen eco del magonismo. Los pronunciamientos públicos de los zapatistas a menudo utilizan las palabras exactas de Ricardo Flores Magón. Sus proclamaciones condenan el «mal gobierno,» un término favorito de los magonistas. López Obrador, el SME, y otras fuerzas de la resistencia popular actual también condenan al «mal gobierno». El periódico del movimiento liderado por Andrés Manuel López Obrador lleva el nombre del periódico de los magonistas: Regeneración. Los magonistas participaron en la creación de las organizaciones obreras principales de México: ferrocarrileros, mineros, trabajadores textiles, electricistas (hoy, el SME). La memoria histórica sigue muy presente. Entre los 1,200 mineros de Cananea y sus familias, por ejemplo, la historia oral de la gran huelga liderado por los magonistas en 1906 juega un papel constructivo en la unidad de la resistencia obrera.
Muchos puntos del Programa del PLM de los magonistas (1906) fueron más revolucionarios que el Plan de Ayala Zapatista de 1911 o la Constitución de 1917; ambos documentos bastante influidos por el Programa. Por llamar a una reforma agraria completa y no mencionar indemnización por las tierras expropiadas, el Programa del PLM fue lo más revolucionario de cualquier siglo. El Programa tuvo también una «cláusula especial», que insistían en el no pago de la deuda nacional. Los magonistas enfocaron su lucha y formaron su base social entre obreros, campesinos y pobres, no solamente en México sino también en Estados Unidos donde organizaron a miles de mineros, campesinos e inmigrantes de México y otros países. El Punto 35 del Programa del PLM era revolucionario ayer y sigue siéndolo hoy: «A los mexicanos residentes en el extranjero que lo soliciten los repatriará el gobierno pagándoles los gastos de viaje y les proporcionará tierras para su cultivo.»
En 1910, Flores Magón definió la lucha revolucionaria como un conflicto entre capital («trabajo acumulado») y trabajo cuando escribió: «Tened en cuenta, obreros, que sois los únicos productores de la riqueza[…] Mientras más producís, más pobres sois y menos libres, por la sencilla razón de que hacéis a vuestros señores más ricos y más libres, porque la libertad política sólo aprovecha a los ricos[…], la burguesía se aprovecha de vuestro trabajo, de vuestra salud y de vuestro porvenir en la fábrica, en el campo, en el taller, en la mina. [La única solución es arrancar] de las manos del rico la riqueza que nos han robado; y la expropiación de la riqueza para el beneficio de todos [que] es la condición sin la cual no puede conquistarse la emancipación humana.» Los magonistas atacaron una trilogía de poderes: «Capital, Autoridad y Clero». Se opusieron al gran capital, al autoritarismo de cualquier tipo (no solamente del Estado) y a la Iglesia Católica. Apoyaron la toma directa de los medios de producción por los productores y la distribución de los bienes a toda la gente según sus necesidades, lo que hicieron en la Comuna de Baja California, en 1911 y luego con los zapatistas en la comuna de Morelos. Fue una forma máxima de «poder popular.»
El internacionalismo de los magonistas fue ejemplar. En la historia de la humanidad fueron de los primeros en pronunciar la necesidad de una revolución mundial y comenzar a implementarlo, en parte, al nivel de sus luchas en México y Estados Unidos. Además, Ricardo Flores Magón explicó el imperialismo antes que Lenin. En la tradición de Hidalgo, Bolívar y Martí, el Punto 49 del Programa del PLM se pronunció por el establecimiento de lazos de unión con los países latinoamericanos. Los magonistas pensaron siempre más allá de México porque fueron luchadores por «la emancipación humana». En realidad, se puede aprender mucho de los magonistas en relación a la importancia de organizar a los inmigrantes, desempleados, pauperizados, y sobreexplotados y unificarlos con todas las clases oprimidas y movimientos sociales internacionalmente para lanzar una revolución anticapitalista.
Fuente: http://desinformemonos.org/2012/05/ansias-de-liberacion-y-la-creacion-de-una-nueva-sociedad/