Recomiendo:
0

Ante amenazas y coordinación represiva, mayor compromiso con las luchas de nuestros pueblos

Fuentes: Rebelión

No pasó desapercibido el artículo de nuestro colega, amigo y camarada argentino Néstor Kohan: «Las amenazas, la cultura y la coordinación represiva», publicado en las páginas de Rebelión, en el que con la enjundia y la honestidad que le caracterizan, denunció la campaña de hostigamiento y amenazas que ha sufrido por parte de los organismos […]

No pasó desapercibido el artículo de nuestro colega, amigo y camarada argentino Néstor Kohan: «Las amenazas, la cultura y la coordinación represiva», publicado en las páginas de Rebelión, en el que con la enjundia y la honestidad que le caracterizan, denunció la campaña de hostigamiento y amenazas que ha sufrido por parte de los organismos de inteligencia, grupos de ultraderecha, autoridades migratorias y policiales, por sus actividades de acompañamiento de las luchas de nuestros pueblos; todas dentro de los marcos jurídicos vigentes y en el ejercicio de sus derechos políticos y de la libre manifestación de las ideas.

Estudiar, escribir, investigar, impartir clases y conferencias, publicar libros, artículos y denunciar los crímenes del terrorismo de Estado que practican Estados Unidos y sus socios subalternos latinoamericanos producen escozor en los encargados de vigilar, monitorear, controlar y castigar a esta intelectualidad comprometida que no se deja embelesar por el canto de las sirenas de las torres de marfil de la academia adocenada y bien portadita, siempre obsecuente ante el poder y convenientemente lejos de la realidad lacerante que viven sus «objetos de estudio». Kohan refiere a hechos puntuales que producen justa preocupación, más allá de las escuchas telefónicas, lectura de correos, fotografías de las asambleas y reuniones, video grabación de las movilizaciones, infiltración de organizaciones por agentes encubiertos, y ahora, con la tecnología de punta proveniente de Israel, guerra cibernética de páginas y blogs armados y trabajados desde las catacumbas de los servicios secretos.

Se trata de páginas electrónicas en la que incluyen nombre y apellidos, fotografías, tapas de libros y uso de términos que van perfilando al «enemigo interno», a quien hay que ubicar, señalar y estigmatizar -acorde, claro, a su mentalidad parafascista–, para hacer «natural» la agresión y el atentado, más allá de las palabras y los retorcidos conceptos: «Conociendo al enemigo», «Brazo político de las FARC», «Escritor guerrillero», y otras linduras de mentes generalmente obtusas, cegadas por el odio de clase y, muchas veces, situadas en las más bajas escalas de el inframundo policial.

Néstor fue detenido en el aeropuerto de México, cuando asistía a una reunión del Partido del Trabajo por agentes de la INTERPOL, quienes le retuvieron el pasaporte y lo llevaron a su oficina, para después dejarlo libre, sin explicación alguna. En el aeropuerto de Santiago de Chile, asimismo fue extensamente interrogado sobre el contenido de sus clases, acerca de los amigos que lo irían a recibir, las universidades que visitaría y otros pormenores que inquietan a los sabuesos de inteligencia. Además, de estos hechos violatorios e ilegales, incidentes de viaje que se repiten con variantes graves con académicos latinoamericanos con perfil semejante, quienes incluso han sido bajados de los aviones y prohibidos de pasar por el espacio aéreo de Estados Unidos, Néstor ha sido objeto de amenazas directas a través de páginas que manejan los servicios de la inteligencia militar colombianos, en las que se le muestra en una fotografía cuyo fondo fue retocado y cambiado, para que apareciera con un escudo de las FARC-EP, mientras impartía una conferencia sobre Marx en Europa. Aquí se le señala como uno de «los principales ideólogos de las FARC en este momento» y, obviamente (no podía faltar), lo acusan de «terrorista», por ser miembro del Movimiento Continental Bolivariano y por haber colaborado durante muchos años con el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil y las Madres de la Plaza de Mayo.

Con toda razón, Néstor se pregunta: «¿Ya no hay coordinación represiva en Nuestra América? ¿Se acabó el Plan Cóndor? ¿Se disolvieron los aparatos de inteligencia vinculados al terrorismo de Estado? ¿Los grupos de la ultraderecha son un recuerdo del pasado? ¿Vivimos en una democracia plena?» Y él mismo añade a estos interrogantes: «Cada quien responderá esas preguntas como quiera o como pueda.»

Desde nuestra experiencia mexicana, que es quizás una de las guerras sucias mejor guardadas en el imaginario de las izquierdas del continente, con su caudal, no obstante, de miles de desaparecidos, ejecuciones extrajudiciales, incluso muchos jóvenes revolucionarios lanzados por avión desde los años setenta, con sus centros de reclusión y tortura clandestinos, sus grupos paramilitares y parapoliciales, como el Batallón Olimpia, la Brigada Blanca, Los Halcones y los que se formaron en Chiapas a raíz del levantamiento zapatista, uno de los cuales perpetró la masacre de Acteal, con sus tenebrosos cuerpos represivos como el Servicio Secreto, la Policía Federal de Seguridad y ahora los formados durante los gobiernos colaboracionistas con todos los organismos de inteligencia de Estados Unidos, que operan en nuestro país, como en su verdadero «patio trasero», podemos afirmar que el Cóndor de la coordinación represiva sigue gozando de cabal salud y está más activo que nunca, sobre todo a partir de esta reconfiguración mundial del imperialismo que ha establecido el terrorismo global de Estado y que se articula con las fuerzas armadas y los cuerpos represivos y de inteligencia de gobiernos subalternos de traición nacional, como México, Colombia o Chile.

Por ello, coincidimos plenamente con Néstor y lo apoyamos solidariamente cuando en su escrito afirma dominar sus naturales miedos que no disminuyen en nada su capacidad de pensar y actuar; estamos con él plenamente cuando a partir de su congruencia ética y sus convicciones firmes, fiel al ejemplo de su padre, «que nunca dejó de ser quien era» y «no pudieron con él» los milicos, afirma: «no dejaremos de hacer lo que hacemos. Seguiremos estudiando y escribiendo, continuaremos con las clases itinerantes de formación política, no dejaremos de investigar ni de denunciar los crímenes de terrorismo de Estado.»

Desde la tierra de Zapata, va el abrazo fraterno. Si tocan a uno, nos tocan a todos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.