Cuando el orbe tiembla de tanta hipocresía y tanta muerte, cuando el mundo civilizado mira hacia el ombligo ante miles de crímenes de los que son víctimas niños, mujeres, ancianos, aquí, allá, en Irak o Gaza, en el Congo o en Colombia, en México y medio continente más; cuando los cantautores se pierden en romances […]
Cuando el orbe tiembla de tanta hipocresía y tanta muerte, cuando el mundo civilizado mira hacia el ombligo ante miles de crímenes de los que son víctimas niños, mujeres, ancianos, aquí, allá, en Irak o Gaza, en el Congo o en Colombia, en México y medio continente más; cuando los cantautores se pierden en romances de final incierto; cuando miles de intelectuales asentados en el pesebre del neoliberalismo se niegan a aceptar un mundo sin imperios; cuando esos cerebros acomodados sustituyen a las Musas por cuentas bancarias; cuando los Bancos ordenan a los medios que eleven la mediocridad a la categoría de diosa; cuando las Naciones Desunidas juegan al escondite; cuando el consuelo de los mediocres surge ante la aparición del rostro de Obama; cuando ya nada se espera, personalmente exaltante, mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia (gracias Gabriel); cuando lo superfluo parece necesario y lo más urgente parece imposible; entonces, saltan las voces de quienes se niegan al nuevo holocausto. Son pocas, pero no tienen amarras ni cadenas, libres como sus canciones, como sus palabras, que muchos quieren acallar de tanto eco como crean.
En estos momentos, ese más que imprescindible trovador, poeta y músico que es Silvio Rodríguez, nos regala una carta que anuncia su mensaje para el 2009, repleto de versos con ojos iluminados por una luz que ya creíamos mortecina. Aquí tenéis el mensaje de Silvio. Por mi parte no sabría cómo responder ante este nuevo regalo. Tal vez decirle: Feliz Re-Evolución, hermano.
Con todo cariño, Carlos Tena.
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Hoy tuve que parar el trabajo. De nuevo hay líos con un micrófono y hasta enero no llegan los recambios (que antes de aterrizar en mi país y dar algunas vueltas de despiste). Pero no crean que estoy alicaído. He trabajado mucho últimamente. Al fin estoy grabando un disco con base de trío acústico, casi cuarteto, porque por ahí también cuelo alguna guitarrita. Al piano está Roberto Carcasés, al contrabajo Feliciano Arango y en la batería Oliver Valdés. Ocasionalmente aparecen algunos otros músicos jóvenes, invariablemente graduados o por graduar en las Escuelas de Arte. Graba la ingeniera Olimpia Calderón. Juan Mario y Enzo a mano, para lo necesario. La escuadra de Ojalá garantizando la retaguardia, como siempre.
Hay un tema que parece un cuento de Pushkin, dedicado a García Márquez. Él una vez me regaló un argumento parecido para una canción. Era sobre una novia abandonada. Nunca lo usé y años después lo vi infiltrado en una de sus novelas. La canción se llama San Petersburgo y tiene un bello contrapunto de clarinete que escribió Roberto para Niurka. Esta es una canción bastante rusa, pero en el resto del disco se asoma un poquito de rock, además de baladas, sones y danzones. Demasiado es un bolero que le dedico a César Portillo de la Luz, gran autor de todos los tiempos, a quien Odilio Urfé llamaba «el filósofo del bolero». Hay un hermoso texto de Víctor Heredia que pude musicarle, llamado Lo cierto. Hay una Carta a Violeta Parra en la que le cuento algunas impresiones y les beso a sus hijos, que han sido mis amigos.
Casi todas las canciones fueron compuestas entre el año pasado y este 2008 que se está yendo. El trabajo creo que se llamará Segunda cita, que también es una canción, en este caso sobre el ángel postizo que a veces llevamos dentro.
Aquí les van algunas letras, a modo de anticipo.
Felices fiestas y, como dice un amigo parisino, que en todo les vaya antambalé.
Siempre queriéndoles, aprendiz Silvio Rodríguez
SEA SEÑORA
Sea señora la que fue doncella.
Hágase libre lo que fue deber.
Profundícese el surco de la huella;
reverdézcanse sol, luna y estrellas
en esta tierra que me vio nacer.
A desencanto, opóngase deseo.
Superen la erre de revolución.
Restauren lo decrépito que veo,
pero déjenme el brazo de Maceo
y, para conducirlo, su razón.
Seguimos aspirantes de lo mismo
que todo niño quiere atesorar:
una mano apretada en el abismo,
la vida como único extremismo
y una pequeña luz para soñar.
Las fronteras son ansias sin coraje.
Quiero que conste de una vez aquí.
Cuando las alas se vuelven herrajes,
es hora de volver a hacer el viaje
a la semilla de José Martí.
EL GIGANTE
Un gigante,
cuando era infante,
lanzaba pedos
que daban miedo.
Y aquel bellaco
a un gran saco
fue traspuesto,
por molesto.
El gigante,
porque era infante,
gritó tan duro
que hasta el futuro
llegó su queja,
cierta y vieja
como un viento
descontento.
No se sabe si al fin la grey
supo tratar gigantes
poco elegantes,
pero de ley.
Dale a tu niño besos,
pues para eso
nos llora el rey.
SAN PETERSBURGO
A Gabriel García Márquez
Sobre algún puente del delta del Neva,
la noche blanca cautiva y revela
cada suspiro de Elena.
Canta una troika con voz de abedules
y el as de espadas se bate entre nubes
para sus ojos azules.
San Petersburgo
juega al absurdo
con falsa claridad.
Y a quien no duerme
se le disuelve
la frágil realidad.
Sobre algún puente Elena soñaba,
y en el oscuro temblor de las aguas
una cigüeña volaba.
¿Qué hacen las aves
cuando no saben
la dirección del sur?
Buscando estío
surcan el frío
en alas del albur.
Sobre algún puente bordado de historias,
abandonada, lloraba la novia
su blanca noche sin gloria.
DEMASIADO
Demasiado tiempo,
demasiada sed
para conformarnos
con un breve sorbo
la única vez.
Demasiada sombra,
demasiado sol
para encadenarnos
a una sola forma
y una sola voz.
Demasiadas bocas,
demasiada piel
para enamorarnos
de un mal gigantesco
y un ínfimo bien.
Demasiado espacio,
demasiado azul
para que lo inmenso
quepa en un destello
solo de la luz.
Demasiado polvo,
demasiada sal
para que la vida
no busque consuelo
en el más allá.
Demasiado nunca,
demasiado no
para tantas almas,
para tantos sueños,
para tanto amor.
TONADA DEL ALBEDRÍO
Dijo Guevara el hermoso,
viendo al África llorar:
que en el imperio mañoso
nunca se debe confiar.
Y dijo el Che legendario,
como sembrando una flor:
que al buen revolucionario
sólo lo mueve el amor.
Dijo Guevara el humano
que ningún intelectual
debe ser asalariado
del pensamiento oficial.
Debe dar tristeza y frío
ser un hombre artificial,
cabeza sin albedrío,
corazón condicional.
Mínimamente soy mío,
ay, pedacito mortal.
SEGUNDA CITA
Quisiera enmendar los comienzos
de todas las brumas.
Quisiera empezar cada lienzo
con mejor fortuna.
Quisiera pegarme unas alas
y en una cornisa
soplar una dulce balada
que esparza la brisa.
Quisiera viajar al pasado
de cierta muchacha
que andaba de noche El Vedado,
liviana y borracha.
Quisiera posarme en su vida
para convencerla,
para que con menos heridas
hoy pudiera verla.
El dolor que no curen los ángeles
ojalá que no pueda volver.
La canción que no canten los ángeles
sólo el viento la puede saber.
Quisiera ir al punto naciente
de aquella ofensiva
que hundió con un cuño impotente
tanta iniciativa.
Quisiera ir allí con las cruces
del tiempo perdido
y hacer un camino de luces,
sin odio ni olvido.
El dolor que no curen los ángeles
ojalá que no pueda volver.
La canción que no canten los ángeles
sólo el viento la puede saber.
Quisiera dar vuelta a la rueda
que para en lo mismo:
un simple mortal que se juega
abismo y abismo.
Y, antes de darle al perchero
mis alas de atrezo,
quisiera dejar como fuero
certeza y progreso.
El dolor que no curen los ángeles
ojalá que no pueda volver.
La canción que no canten los ángeles
sólo el viento la puede saber.
TROVADOR ANTIGUO
Sin brillantes conclusiones
ni versículos de fuego
sin palabras que hagan juego
con grandes decoraciones;
sin humos o presunciones,
más bien con talante exiguo
me declaro trovador antiguo.
Soy de donde los patriotas
daban nombres a las calles.
Soy de un río, soy de un valle
y de una familia rota.
soy de un pueblo en bancarrota,
de un San Antonio fiestero
donde hoy sólo el viento sopla entero.
El nuevo trovador antiguo
se acerca a la procesión.
Le dice adiós al mundo ambiguo
y pone pie en el caracol.
Escena sucedida tanto,
anónimo el compositor.
El horizonte es el espanto;
la miniatura, el amor.
También nací en Centrohabana,
rumba de supervivencia,
son de perdida inocencia
en clamor de pena urbana;
venerable afrocubana
de existencia fabulosa,
hembra sobrenatural y diosa.
Recorriendo sus esquinas
vuelvo a sentir la fragancia
de una calle de mi infancia
barrial y capitalina:
San Miguel, ángel en ruinas
de inmaculada bandera,
luz vitral de mi canción primera.
El nuevo trovador antiguo
se alinea con la procesión.
Le dice adiós al mundo ambiguo
y pone pie en el caracol.
Escena sucedida tanto,
anónimo el compositor.
El horizonte es el espanto;
la miniatura, el amor.
Ahora soy de la memoria,
ahora pertenezco al viento;
otro dirá en su momento
si fui más pena que gloria.
Lo que fue nuevo es historia
y lo que nace alza vuelo
con el sueño de tocar el cielo.
Partero fui de un futuro
escurridizo, inasible,
seguramente posible
si no le ponemos muros.
El amor es el más puro
néctar contra la tristeza.
Bienvenida su naturaleza.
El nuevo trovador antiguo
se alinea con la procesión.
Le dice adiós al mundo ambiguo
y pone pie en el caracol.
Escena sucedida tanto,
anónimo el compositor.
El horizonte es el espanto;
la miniatura, el amor.
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