Chihuahua, como estado fronterizo, se encuentra en una región periférica en cuanto al estado mexicano y al mismo tiempo, en una zona de dependencia (también periférica, también marginal) en cuanto al imperialismo estadounidense. Esta posición geopolítica, junto con sus diversas particularidades (Geográficas, climáticas, étnicas, históricas…), hacen que el estado de Chihuahua se vea especialmente golpeado […]
Chihuahua, como estado fronterizo, se encuentra en una región periférica en cuanto al estado mexicano y al mismo tiempo, en una zona de dependencia (también periférica, también marginal) en cuanto al imperialismo estadounidense. Esta posición geopolítica, junto con sus diversas particularidades (Geográficas, climáticas, étnicas, históricas…), hacen que el estado de Chihuahua se vea especialmente golpeado por la actual crisis capitalista. Esto se expresa en los escándalos que ha protagonizado Ciudad Juárez o la Sierra Tarahumara en fechas recientes, pero no puede ser reducido a una ciudad o a la región montañosa, porque la crisis afecta, en mayor o menor medida, a toda la entidad. En este sentido, la tragedia que ocurre en Chihuahua no es producto de alguna característica «inherente» a sus pobladores o a su posición geográfica, sino que es ocasionada por las mismas causas que generan problemas similares en toda la república. A continuación, se exponen una serie de puntos encaminados a esclarecer la situación chihuahuense, para así empezar a definir las tareas necesarias para salir de esta tragedia.
1. La sierra y el saqueo neo-colonial: La impresionante cordillera que atraviesa Chihuahua, conocida como la Sierra Tarahumara, alberga algo más que pueblos y comunidades campesinas e indígenas (Raramuris, Pimas y Tepehuanes); en su seno, existen toneladas y toneladas de metales valiosos para el capitalismo, el oro y la plata, principalmente. Estas riquezas han atraído, desde hace siglos, la codicia de oligarcas nacionales y extranjeros. Sin embargo, en la actualidad, el saqueo de las multinacionales mineras (principalmente canadienses) ha cobrado proporciones mortales: 2.7 millones de hectáreas han sido concesionadas a 109 proyectos mineros, lo que equivale al once por ciento (11%) del territorio de Chihuahua y al 10.7 por ciento del total de las concesiones en el país. Ocasionando una destrucción masiva de la sierra, las minas a cielo abierto, que envenenan los ríos, acuíferos y manantiales, que talan cientos de miles de árboles y que despojan de su tierra a comunidades y campesinos, también generan obscenas ganancias: Del 2002 al 2010, las ganancias aumentaron de 207 millones de dólares a a 3 mil 133 en 2010 (Diario de Chihuahua, 26 de julio de 2011).
Otra de las lucrativas actividades de la oligarquía ha sido históricamente la tala indiscriminada de árboles. Hace medio siglo, los talabosques, encabezados por los hombres más ricos de Chihuahua, sostenían su negocio gracias a cuerpos de para-militares que asolaron la región. Hoy la situación no ha cambiado mucho, salvo por que gracias a la lucha que levantaron los profesores, normalistas, estudiantes y campesinos en la década de los sesentas y que culminó con la formación de la primer guerrilla moderna (El Grupo Popular Guerrillero de la Sierra) y el fallido asalto al cuartel Madera, distintos latifundios madereros fueron convertidos en ejidos para los campesinos.
Sin embargo, el negocio más jugoso de la oligarquía es la producción de yerbas ilegales; la mariguana y la amapola, cuyo cultivo se ha extendido dramáticamente, demostrando lo falso que resulta el discurso de la «guerra contra las drogas»: durante el sexenio, la erradicación de estos cultivos se ha reducido en un 44 por ciento, mientras que para el 2009, se calcula que la superficie cultivada había incrementado hasta en un 200 por ciento (notas de Gustavo Castillo en La Jornada, 15 de febrero de 2009 y 12 de septiembre de 2010). Debido a esta situación, la violencia para-militar de los distintos cárteles de la narco-oligarquía azota a los poblados y comunidades, que al mismo tiempo se ven criminalizados por las fuerzas del estado.
Es así que este saqueo neo-colonial de las riquezas de nuestra sierra, se basa en el despojo, en la destrucción de la naturaleza, en la violencia política y en la sobre-explotación de la población serrana que vive en una miseria profunda y agobiante, donde incluso persisten todavía viejas formas de explotación semi-feudal como las tiendas de rayas, los peones acasillados y los «tributos caciquiles». La inmensa riqueza capitalista que es extraída de la Sierra Tarahumara se alimenta de una miseria igual de inmensa, donde el hambre y la carencia de servicios básicos mínimos, amenazan de forma cotidiana a decenas de miles de familias. El reciente escándalo ocasionado por un vídeo difundido en las redes sociales, donde se habla del suicidio colectivo de decenas de indígenas Raramuris expone apenas una muestra de la tragedia que sufren las clases más oprimidas y marginadas para que la oligarquía se siga enriqueciendo.
2. La maquila, la agroindustria exportadora y la dependencia imperialista. Desde su incorporación a la órbita del imperialismo y del mercado capitalista mundial, Chihuahua ha sido una región fundamentalmente exportadora. El algodón y el ganado, históricamente fueron las mercancías producidas más valiosas para la oligarquía, por las cuales fueron acaparadas millones de hectáreas, excluyendo al pueblo pobre del disfrute del producto de su trabajo. Hoy, pese a que la producción ganadera sigue siendo de vital importancia para las familias ricas de la entidad, el mercado imperialista, principalmente de los EEUUA, exige otro tipo de mercancías que satisfagan los intereses de ganancia de las clases dominantes a nivel internacional.
En este sentido, con la entrada del neoliberalismo, muchos de los viejos latifundios pasaron a las manos de las grandes corporaciones transnacionales, las cuales «modernizaron» la sobre-explotación a través de la industrialización del proceso agrícola, convirtiendo a las viejas haciendas semi-feudales en poderosos complejos productivos conocidos como «Agroindustrias de exportación». Esta nueva forma de súper-explotación ha transformado decisivamente las relaciones sociales en el campo, arruinando a los medios y pequeños campesinos y atrayendo a una gran masa de jornaleros provenientes del sur de la república para la «pizca», es decir, la cosecha de las frutas y hortalizas que tienen como destino la exportación. Las agroindustrias, pese a no responder a las necesidades alimentarias de la población local, cuentan con la mayor parte de los subsidios que entrega el gobierno y explotan la mayor cantidad de agua de los pozos de estas áridas tierras.
También, de la mano del neoliberalismo, vinieron del norte las industrias maquiladoras de exportación. La primera de estas «maquilas» fue construida en el año de 1965, como respuesta del gobierno estadounidense al finalizar el programa de «braceros», para tratar de contener el flujo migratorio. Sin embargo, la naturaleza de estas industrias se ha venido transformando desde entonces. Hoy en día, la maquila se ha convertido en una de las principales actividades económicas de la frontera, que, basada en la súper-explotación de los y las trabajadoras (principalmente mujeres jóvenes) y en la desarticulación a nivel internacional del proceso productivo, genera una gran variedad de mercancías utilizando avanzada tecnología. Con la reciente crisis económica, estas industrias sencillamente fueron desmanteladas para irse a otro lugar, ocasionando un desempleo masivo que colocaría a Chihuahua en los primeros lugares a nivel nacional.
Además de ser la razón por la cual han sido arrojadas cientos de miles de familias a la pobreza y al desempleo, la dependencia imperialista se expresa también en el éxodo de la burguesía de las ciudades a los EEUUA, en la transformación de la educación universitaria en escuelas semi-privatizadas de formación de cuadros para las maquilas y para las multinacionales (ya sea dentro o fuera del país) e incluso, en los servicios que los «call-centers» de Chihuahua ofrecen a sus clientes en los EEUUA. En suma, es esta dependencia y la sobre-explotación que trae consigo, una de las principales razones por la cual, la riqueza generada en la región significa únicamente miseria y sufrimiento para las y los de abajo.
3. El cambio climático. Todas las actividades arriba mencionadas, necesarias para el saqueo y la dependencia, ocasionan un terrible daño ambiental: las mineras, el envenenamiento de los ríos y la deforestación; el cultivo de drogas, la quema de bosques e incendios forestales; las agroindustrias, la escasez de agua; las maquilas, la contaminación del agua, suelo y aire, etcétera, etc. Estas condiciones, junto a la proliferación del maíz transgénico en la entidad y a la sequía que afecta gravemente a la totalidad del territorio de Chihuahua (donde 37 municipios, de 67 en total, están en una situación de sequía «extrema»), hacen que la mera existencia de cientos de miles de familias se encuentre en riesgo permanente.
En el campo, la población rural, que sobrevive sin los mínimos servicios básicos (los rancheros pobres, las comunidades indígenas y las pequeñas colonias agrícolas), se ve desprovista de sus medios de subsistencia, debido a que ni siquiera a través los cultivos de auto-consumo se puede paliar el hambre que ocasiona la sequía, pues en esta tierra, donde las agroindustrias y las ciudades acaparan el agua, es difícil hacer que algo crezca. En las ciudades, por su parte, las heladas que año con año se hacen más fuertes, azotan al conjunto de la ciudadanía, provocando severas interrupciones en los servicios de distribución de agua por el congelamiento de las tuberías, y cortes en el servicio eléctrico para proveer de energía a las ciudades del sur de los EEUUA, lo que afecta con especial fuerza a las clases más oprimidas de la ciudad.
El cambio climático es ya una problemática que ha empezado a cobrar vidas en Chihuahua, ante la cual los tres niveles de gobierno no han hecho más que empeorar la situación, con políticas depredadoras y de urbanización salvaje (aunque en las ciudades haya miles de casas deshabitadas), asimismo, la indiferencia del centro de la república se manifiesta en la nefasta decisión tomada por el ejecutivo federal de negar el subsidio emergente para la sequía. Sin embargo, aunque el gobierno entregara todos los subsidios, hace falta algo más que «políticas públicas» paternalistas para empezar a solucionar este problema mundial, y nada se podrá hacer sin detener la destrucción ambiental y la contaminación generadas por el despojo y la industria capitalista.
4. El estado terrorista y la contrainsurgencia preventiva. Para sostener esta explosiva situación en un estado históricamente explosivo, la única salida de las clases dominantes y del imperialismo ha sido la imposición de una dictadura policiaco-militar abiertamente terrorista, que se sirve de distintos cuerpos represivos y de grupos para-militares para instrumentar una estrategia de contrainsurgencia preventiva, es decir, una guerra contra el pueblo disfrazada de «guerra contra el narco». En esta orgía de sangre, miles de jóvenes pobres han muerto, algunos de ellos en los combates entre los distintos cuerpos represivos, pero la mayoría, asesinados sencillamente por ser jóvenes y pobres. Así, con la ejecución extra-judicial, la desaparición forzada, la violación y la tortura, el estado garantiza la dominación política y los negocios de la oligarquía.
Como prólogo a la actual barbarie, ya en las décadas de los ochentas y de los noventas, se había desatado una terrible ola de feminicidios que hasta la fecha continúa, opacada por las aparentemente «inexplicables» masacres en poblados, fiestas, bares, canchas de fútbol y centros de rehabilitación. A lado de estos métodos terroristas para el control y la intimidación social, la criminalización de las víctimas y del conjunto de las clases oprimidas, es un eje de la estrategia de contrainsurgencia, ya que, en su lógica torcida, para librarse de toda responsabilidad en la investigación y en la autoría de los asesinatos y masacres, los voceros del gobierno declaran que las y los muertos «eran criminales» y que por lo tanto, merecían morir, tal como sucedió con la familia Reyes Sálazar, acusada de tener nexos con el narcotráfico. Así, decenas de miles de ciudadanos considerados «criminales» van a parar a las cárceles bajo cualquier pretexto, donde subsisten en condiciones inhumanas y son obligados a ingresar a tal o cual cártel para seguir alimentando la barbarie.
Gracias a la censura de los medios de comunicación, que se niegan a informar acerca de los crímenes de lesa humanidad, el gobierno de Chihuahua puede darse el lujo de «desmentir» las agresiones armadas de los grupos para-militares y jactarse de que la violencia ha «disminuido» desde 2010. Lo cierto es que pese a que el número de muertos diarios descienda, la violencia contrainsurgente se ha consolidado ya como el principal instrumento del estado para reprimir y criminalizar la protesta social, así como para conseguir sus distintos fines políticos y económicos, como se demuestra en el cotidiano hostigamiento paramilitar que vive el Valle de Juárez impulsado por intereses multimillonarios.
5.Despertar de la pesadilla. La salida de esta crisis no vendrá de los poderosos ni de sus partidos ni de su gobierno, eso le queda claro a los chihuahuenses. La burguesía «local» de las ciudades ha huido en desbandada a refugiarse en los EEUUA, principalmente en El Paso, Texas (Donde vive hasta el mismo alcalde de Ciudad Juárez), mientras que sus partidos, incluso los de «izquierda», son incapaces de obtener la más mínima legitimidad entre el pueblo: en las elecciones del 2010, con más del 65 por ciento de abstencionismo, el PT fue en coalición con el PRI, mientras que el PRD fue superado por los votos nulos, siendo estos la tercera fuerza electoral. Sin embargo, a pesar de que existe un descontento generalizado en distintos sectores populares de Chihuahua, hasta ahora no se ha podido organizar la rabia para construir una alternativa desde abajo, que sea capaz de derrotar la estrategia contrainsurgente y frenar el saqueo y la dependencia.
En esto consiste uno de los principales fundamentos de la tragedia, en que Nosotras y Nosotros, los jóvenes, los campesinos, las trabajadoras, las indígenas, las amas de casa, los desempleados, no hayamos podido construir todavía una organización de lucha para hacerle frente a las tareas que impone la situación histórica. Distintas voces tratan de suplir esta carencia llamando a votar por «el menos peor» o realizando campañas de caridad para intentar paliar la miseria de los pueblos indígenas, lo cierto, es que estas salidas «fáciles» siempre han conducido al fracaso en Chihuahua y para solucionar las contradicciones actuales es necesario ir a la raíz del problema.
Conquistar la verdadera independencia, acabar con la explotación, la marginación y la destrucción ambiental, defender y reivindicar las autonomías indígenas, realizar una verdadera reforma agraria, y construir el poder del pueblo para hacerle frente a la violencia militar y paramilitar, son algunas de las tareas pendientes, no solo en Chihuahua, sino en toda la república, pues las problemáticas que vive esta entidad no son exclusivas, sino que son consecuencias comunes de causas comunes a gran parte del territorio «nacional». Actualmente, se vive en esta región norteña una situación similar a la de hace un siglo, ante la cual, los pueblos, ranchos y comunidades, decidieron alzarse en armas para hacer una revolución, misma que fue derrotada. Hoy, vemos que no hay otra salida, es nuestro deber prepararnos para retomar la obra de Pancho Villa, enfrentarnos al imperialismo y avanzar decididos, organizados y en unidad, a la destrucción del estado de la oligarquía, las condiciones nos lo exigen urgentemente.
Lucio Rivera es militante de la Liga de Unidad Socialista
Blog del autor: www.contrailusiones.blogspot.
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