Bolivia vive ya dos años de incertidumbre económica. Desde que la falta de ingresos en las arcas del Estado devino en la escasez de dólares, escasez de combustible y una inflación que no para de crecer; los precios de los productos de primera necesidad como el arroz, el aceite, el azúcar y otros que se importan del exterior fueron incrementándose hasta duplicarse. Lo curioso es que, ante ese escenario de catástrofe económica que cada día empeora, no existe reacción de la gente. ¿Estamos ante la desaparición de organizaciones sociales con capacidad de interpelación del Estado? ¿Estamos ante una sociedad resignada a padecer el agravamiento de la crisis económica de forma silenciosa? ¿Estamos viviendo un momento de eliminación del tejido organizativo que ha sostenido el proceso político de cambios de las dos últimas décadas? En este artículo intentamos esbozar algunas hipótesis del rumbo que está tomando el estado de ánimo de la sociedad boliviana en la presente coyuntura.
Los únicos sectores sociales que se manifestaron contra el gobierno por la crisis económica, fueron la Federación de Campesinos Tupak Katari (las 20 provincias de La Paz) y las 6 Federaciones del Trópico (el Chapare). Ambas iniciaron bloqueos que fueron conjugados por el gobierno con desgaste, represión y encarcelamiento de los manifestantes.
En el caso de los bloqueos realizados por las organizaciones del Trópico, se dio en el contexto posterior a la denuncia de trata y tráfico que el gobierno de Arce armó contra Evo Morales, lo que debilitó la capacidad de elaborar un discurso que permita la expansión y articulación de la movilización con otros sectores, donde el gobierno logró imponer la idea de que se bloqueaba para defender a Evo de la justicia.
Pero, este conflicto logró poner en evidencia la forma en la que se configuran las tolerancias y apoyos de algunos sectores influyentes de la sociedad y un gobierno que no desaprovechó su uso para beneficio propio.
Aunque parezca muy simple y hasta banal, al gobierno le fue efectivo culpar a Evo y los bloqueos en el Trópico por el incremento de los precios de los productos y la escasez de diésel y gasolina. Esto no se da porque sea algo demostrable (de hecho está demostrado que la escasez de combustible se debe a falta de pagos del gobierno), sino que se da porque hay una masa que quiere creer en eso. En el fondo, el discurso de criminalización de Evo y de las organizaciones que lo apoyan coincide con las aspiraciones de los sectores que desde siempre odiaron a Evo (los llamados pititas) y a sectores que están convencidos de que los factores negativos que representó el MAS son los que produjeron la degradación de la situación del país. Significantes como indio, ignorancia, corrupción, organización social, falta de meritocracia, repartija del Estado, sectores populares en ascenso (económico y social) son el negativo no tolerable de varios sectores de clases medias clásicas y nuevas, que ven en esos núcleos de sentido como aquello que debe cambiar.
Esta perspectiva -de algunos sectores sociales- que emerge, cuyo contenido está cargado de prejuicios antipopulares, es en última instancia lo que ha sostenido al gobierno en estos últimos meses. Ya que todo indica que existe un amplio sector del país que es capaz de tolerar el manoseo de la justicia (con un gobierno que eliminó a la asamblea y que gobierna en base a sentencias constitucionales), del órgano electoral (quitando su sigla a Evo de forma ilegal), la represión policial que niega los derechos humanos, hasta tolerar y aguantar la crisis económica, siempre y cuando eliminen a Evo y los sectores que representa.
Se trata de una coalición silenciosa donde confluyen los intereses de los sectores más conservadores y reaccionarios (comités cívicos, partidos de la derecha neoliberal, prensa, medios de comunicación tradicionalmente antipopulares, intereses extranjeros antinacionales), acolchonados por una base social que encuentra compatibilidad con sus objetivos políticos.
El gobierno de Arce se encontró por casualidad con esta disponibilidad social y no se ruboriza en cabalgarla.
Por eso, el gobierno no se preocupa de perder el apoyo de los sectores populares a los que llama evistas, que lo llevaron a la presidencia, a los cuales somete con la fuerza bruta de la policía y castiga con cárcel. Para ellos, como para los sectores conservadores, los sectores sociales organizados son solo una fachada que se compra y prebendaliza para dar una imagen de respaldo instrumental para garantizar la estabilidad del gobierno de turno; son peones a sueldo, no actores políticos.
El proyecto que están construyendo tiene como sujeto central a lo que llaman clase media, que se opone a los sectores populares (campesinos e indios); ese es el segmento social que quieren disputar y que quieren cautivar. Por eso se sienten seguros con cada paso antipopular que dan, ya que cada acción que ejecutan son como golpes al cuerpo desnudo de un indio alzado que quieren someter por la violencia; son pasos dirigidos a la eliminación de los sectores populares del campo político y su degradación como culpables de los males de Bolivia (solo es tolerable el linchamiento que sufre Evo con todo el aparato del Estado, en un contexto donde existe gente que socapa y apoya los discursos y el trato que le da el gobierno como indio enfermo e inferior).
Entendiendo la lógica con la que se mueve el gobierno, es fácil deducir que su apuesta más grande para proyectarse políticamente en el corto plazo es la captura y encarcelamiento de Evo. Esa es la apuesta antipopular del gobierno que busca satisfacer la sed de venganza de los sectores conservadores del país, ya que, desde su lectura, eso coincide con las aspiraciones de la mayoría de las clases medias del país. La gente del gobierno (que a estas alturas está atontada por mantenerse en el poder) ha asumido que apresando a Evo van a contar con el apoyo de todos los sectores que lo odian y que ellos han enseñado a odiar, convirtiendo el sometimiento de Evo en su gran carta de presentación para las elecciones.
La gente que logró hacerse del gobierno de forma oportunista está llevando hasta las últimas consecuencias su pragmatismo político (no es casual que justamente estén gobernando los que antes fueron los más llunkus de Evo, expertos en lamer el zapato del que les da un poco de poder; llegaron por casualidad a tener más poder del que imaginaron, que ahora no quieren soltar), lo que los ha llevado a asumir los contenidos más conservadores y coloniales de la sociedad boliviana como proyecto político, ya que su oportunismo les hace ver como el único camino posible para mantenerse en el poder (tal es el carácter mezquino y acomodaticio de la clase media jailona en Bolivia).
La pregunta para nosotros es: ¿estará la sociedad boliviana en tal proceso regresivo para seguir sosteniendo y para apoyar semejante proyecto conservador y neocolonial que lidera el gobierno de Arce?
Lo que suceda en los próximos meses nos dará la respuesta, ya que se perfila un conjunto de organizaciones que están convocando a las movilizaciones contra el gobierno de Arce, la crisis económica y la desinstitucionalización del Estado que ha provocado. En este nuevo enfrentamiento veremos si la sociedad boliviana sintoniza más con el proyecto conservador del gobierno de Arce (lo que conllevaría la derrota del proyecto nacional popular) o si todavía los sectores populares pueden seguir siendo los protagonistas del devenir político del país.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.