Los gobiernos de Argentina y Brasil vienen coincidiendo en el diagnóstico económico, y se esfuerzan por ofrecer una respuesta común en temas cardinales de la economía, esto es, en las estrategias ante el ALCA, la Unión Europea, el FMI o el BID. Las cuentas son las que son, y los asesores económicos de Lula y […]
Los gobiernos de Argentina y Brasil vienen coincidiendo en el diagnóstico económico, y se esfuerzan por ofrecer una respuesta común en temas cardinales de la economía, esto es, en las estrategias ante el ALCA, la Unión Europea, el FMI o el BID. Las cuentas son las que son, y los asesores económicos de Lula y Kirchner han llegado a la conclusión que la simpatía mutuas en materia política era una buena base para que tuvieran también un único discurso en el contexto económico mundial, una estrategia económica común, que podría hacerlos más fuertes y traer dividendos.
Por ello, resultó más propio de las contradicciones internas, el roce entre ambos países en estas últimas semanas, fruto de la restricción de la importación de electrodomésticos brasileños, por parte de las autoridades argentinas, contestada por el equipo de Lula con restricciones a productos argentinos, en lo que fue una mini crisis, una guerra de televisores y lavarropas (estos eran los dos productos causantes del desencuentro), que ha quedado subsanada rápidamente con un encuentro al más alto nivel en Buenos Aires.
Era evidente que un tema menor no podía poner en peligro tan importante amistad gubernamental y económica. Así, en la rueda de prensa que mantuvieron al sellar la paz comercial, se dejó claro cierto acuerdo con respecto a la posición a tomar ante el ALCA (Área Libre de Comercio América, esto es, un invento impulsado por el gobierno norteamericano que impide a las economías latinoamericanas acceder con sus productos al mercado USA, pero que, obviamente, si permite lo contrario), o ante la Unión Europea (en este caso potenciando la fuerza del MERCOSUR para colocar sus productos en el mercado internacional).
El gobierno argentino pretende, también, que Brasil intermedie de alguna manera ante el Fondo Monetario Internacional, para dar salida a una situación aparentemente estancada. Argentina tiene una deuda ante el FMI de 145 mil millones de dólares (antes de bonos), y para asegurar su pago, al organismo internacional no le duelen prendas reconocer errores para con Argentina en el pasado, cuando puso en práctica a través de gobiernos títeres como el encabezado por De la Rúa, unas políticas económicas que provocaron un estrangulamiento, un colapso de la vida económica, traducido en estallidos sociales, corralitos, etc. En estos momentos, el gobierno Kirchner parece dispuesto a pagar con reservas (que han crecido en este último período) los próximos vencimientos de deuda al FMI.
Para mejor momento parece haberse dejado el análisis de lo que supone seguir hipotecado a una deuda externa, que en buena medida es sobre un capital que no recayó en beneficio alguno para el país, sino para refinanciar deudas anteriores, cuando no directamente en los bolsillos de militares y afines, en épocas no tan lejanas. Tampoco en la cuantificación de la gran deuda interna, que se tiene para con zonas del país sumergidas en una pobreza secular, y que el uso de las reservas para el pago al FMI, parece descartar que se destinen a paliar el problema. Pero, al decir de los economistas neoliberales y aspirantes a, traerá un remanso de paz y por tanto de confianza en las inversiones extranjeras, en la inflación, y en el cruce de la moneda propia con el dólar.
Sí es seguro que con este pago, el benefactor Fondo seguirá observando atento los movimientos del gobierno argentino, que parecía, cuando asumió, un recambio lógico al menemismo, pero que salió algo díscolo, y al gobierno del PT en Brasil, que asumió con los peores augurios, rodeado de banderas peligrosas con la cara del Che, pero que ha acabado en el redil de la única política económica posible, la del respeto escrupuloso al gobierno de los gobiernos, el del los organismos financieros internacionales.