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Argentina en su nadir

Fuentes: Rebelión

[El texto a continuación es el epílogo del segundo volumen de Historia Inmediata]

Una tempestad amenaza al país desde los cuatro puntos cardinales. La pandemia suma 71 mil muertes y augura una tragedia aún mayor. La economía posterga su estallido sofocada apenas por la parálisis inducida y una multitud de recursos desesperados para sofrenar la inflación y el derrumbe de la moneda nacional. Tales recursos son imposibles de sostener en el tiempo. La inverosímil coalición panperonista ha desatado sus demonios internos, que traban la gestión de gobierno hasta lo grotesco y presagian una escalada. El malestar social se generaliza y agudiza hasta niveles jamás conocidos, precisamente en vísperas de elecciones.

En este paisaje, el panperonismo presidido por Alberto Fernández sufrió una herida de suma gravedad a causa de un fallo de la así llamada suprema corte de justicia en favor del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba).  

El episodio vale por sus múltiples significados. Cuatro de los cinco miembros de ese tribunal votaron el pasado 4 de mayo contra un decreto presidencial según el cual en la Caba no se deben dictar clases presenciales en jardines de infantes, primarias y secundarias. Una quinta integrante del cuerpo no votó.

Según su conducta tradicional, los jueces midieron las relaciones de fuerzas entre gobierno y oposición y tradujeron en resolución la certeza de que, pese a su ostensible división, el gran capital ya tiene posición común respecto de no sostener al Fdt al mando del gobierno, lo cual va en consonancia con pronósticos que auguran un revés electoral para el oficialismo.

Agotamiento y reacción

El gobierno panperonista fue un recurso desesperado de las clases dominantes, adoptado en 2018/19 ante la debacle de Cambiemos. En apenas año y medio de gobierno, el experimento está agotado. Fernández perdió 60 puntos en la aceptación pública desde el pico alcanzado en abril de 2020, cuando la política contra la pandemia, no obstante su irracionalidad, sumó el apoyo opositor y llevó al limbo a la desnortada sociedad argentina. El desenlace catastrófico de aquella política dejó anonadado al conjunto social, a la espera de una salida que ya no cifra en el actual gobierno, sin que ello implique el vuelco hacia la única opción hoy visible, el resquebrajado bloque de Juntos por el cambio. Dada la ebriedad electoralista de las izquierdas –sumadas o no al Fdt- es de suponer que la ciudadanía acentuará su fragmentación y acaso, si apareciese una suma suficiente de voces que lo propusiese, se abstendrá ante las urnas.

Con la misma desaprensión y ausencia de perspectiva estratégica con que obró para encontrar reemplazo a Macri, ahora el empresariado ha trazado una línea de acción –todavía invisible-para lograr que el descontrol interno del panperonismo y su traducción en desastre económico y político, tenga un punto final, en lo posible antes de que la situación desemboque en insurgencia social. Para ello recurre a dividir el voto peronista mediante la figura de Florencio Randazzo, quien ya cumplió con eficiencia esa función en 2015 y 2017. En ambos casos contribuyó con humillantes derrotas electorales para Cristina Fernández. Al parecer, dados los movimientos sigilosos de la Asociación Empresaria Argentina (Aea) y la Unión Industrial Argentina (Uia), está en marcha una operación semejante, con vista a las Paso ya formalmente confirmadas para el 12 de septiembre y los comicios de medio términos fijados para el 14 de noviembre.

Ese desplazamiento es a todas luces alentado por el voto del Stj, que incluye otro componente decisivo de la telenovela política nacional: continúan los juicios por gravísimos cargos de corrupción contra la ex presidente y actual vicepresidente Cristina Fernández.

El presidente Fernández y el elenco completo del Frente de todos (Fdt) reaccionaron con inusitada violencia y descalificaron en los peores términos al poder judicial. Llegaron a caracterizar el fallo como “golpe de Estado”. No hay antecedentes en la historia argentina de tamaña confrontación con el poder judicial. Pero la violenta reacción se explica: el oficialismo comprendió el significado real de la sentencia. El Stj se desentiende del Ejecutivo, deja al panperonismo librado a su suerte en medio de la crisis convulsiva y opta por lo que supone vendrá, inaugurando formalmente una crisis institucional irresoluble en el actual cuadro de relaciones de fuerzas.

Al menos en esta primera fase el Presidente se alineó con su vice y el sector que de ella depende. Sus conocidas acrobacias ponen en duda sin embargo la consistencia de tal posición, tanto más si se considera la proximidad de elecciones y la aceleración de la ruina económica. Rescatado de urgencia, ese bloque fue presentado con ribetes grotescos el 5 de mayo en un acto en Ensenada, escenificando una reunificación –en la que nadie cree- del Presidente con su vice y otros componentes del Fdt igualmente volubles, como es el caso de Sergio Massa (presidente de la cámara baja y firme sólo como portavoz de Washington). Si como las propias partes suponen, esa reunificación no se mantuviese, la crisis institucional subiría un escalón y pondría en cuestión la continuidad del propio Fernández.

En tal coyuntura el primer mandatario se reunió el jueves 6 con la cúpula sindical, enfrentada junto a los gobernadores provinciales con Cristina Fernández y las tendencias que le hacen coro al interior del Fdt. Allí, según trascendió, un CEO sindical conminó al primer mandatario: “¡ejerza el poder que tiene!”. Toda una síntesis de la situación. El suelo tiembla también para ese sector decisivo de la gobernabilidad en crisis. Y hay dudas sobre cuándo y cómo dar el salto. La parálisis sin precedentes de la clase trabajadora da aún a las cúpulas sindicales un margen de maniobra. Por eso en la reunión se resolvió únicamente un punto: el control de los fondos de Obras Sociales, poderoso analgésico para calmar incertidumbres. Los gobernadores, por su parte, callan mientras negocian en secreto con las cámaras empresariales.

Al margen del trapicheo electorero, continúa la descontrolada corrupción, ahora echando mano de la pandemia para desviar vacunas según el mejor postor. Fernández despidió a su ministro de Salud, próspero empresario en la industria porcina, porque un aliado viscoso denunció que en el edificio del Ministerio funcionaba un vacunatorio clandestino. Antes había estallado el caso de compras de alimentos con desmesurados sobreprecios, a cargo del ministerio de Desarrollo Social y con la excusa de luchar contra el hambre provocado por la peste y el confinamiento. Luego la prensa comercial hizo un escándalo por lo que llamó “vacunatorios vip”. Lo prolongó denunciando el vergonzoso negociado con test obligatorios y falsos a la salida del aeropuerto internacional de Ezeiza. No alcanzó a registrar, sin embargo el destino de unas dos millones de dosis de diferentes vacunas, distribuidas pero jamás asentadas como inoculadas fehacientemente. La corrupción y el manejo arbitrario del sistema de salud ha dado como resultado que tras un año de confinamiento obligatorio para adecuarlo a las exigencias de la pandemia, la segunda ola encontrara al personal sanitario exhausto, con salarios reales inferiores al año pasado, sin instalaciones suficientes y adecuadas a la exigencia previsible.

De modo tal que ante la irrupción de un nuevo pico de infecciones, sin vacunas y manejado el ministerio de salud nacional y de la provincia con desembozado criterio electoralista y probada ausencia de idoneidad, la sociedad descubre que Argentina está entre los países con peores resultados en cantidad de contagios y muertes por millón de habitantes, con un mínimo inexplicable de habitantes vacunados, con Hospitales sobrepasados en su capacidad y ante un gobierno que, acentuando rasgos autoritarios, anuncia que en la reaparecida emergencia sólo puede apelar a dictar la obligatoriedad de nuevos confinamientos.

Lejos quedaron los días en que Fernández, sin sentido de las proporciones –ni del ridículo- explicaba que Argentina tenía mejores índices que Suecia, para luego afirmar impúdicamente que el país había superado la pandemia. Por entonces las muertes eran menos de 5 mil. A la fecha, superan las 71 mil, en el punto inicial de un nuevo pico, coincidente con el comienzo de la temporada invernal.

Mientras tanto el estancamiento económico continúa, en paralelo con inflación galopante. La nube más oscura en el horizonte económico es la obligación de pagar el 28 de mayo 2400 millones de dólares al Club de París y más de 4000 mil millones al FMI antes de fin de año. Un viaje de Fernández a Europa, donde aparte algún almuerzo protocolar, se reunió con el Papa, dejó como posibilidad la postergación de esos vencimientos y la suspensión coyuntural de otra doble cesación de pagos. En el periplo acompañó el ministro de Economía Martín Guzmán, sometido días atrás a indigno vapuleo a propósito de un hecho menor pero significativo, respecto de la ausencia de un poder central y del descontrolado conflicto entre las facciones del Fdt.

Alineados para sanear el capitalismo

Guzmán dejó un lugar en una universidad estadounidense para asumir como ministro. Tiene los padrinos más insólitos: desde un premio Nobel (obtenido por insustanciales escritos económicos) al mismísimo Papa. Ambos Fernández consideraron suficientes tales recomendaciones. No obstante, en 16 meses no hizo sino arreglar la refinanciación con acreedores privados tras medio año de negociaciones, durante los cuales fue deslizándose hasta arribar a las exigencias iniciales de estos. Tras el arreglo, industriales supuestamente representativos de una no menos supuesta burguesía nacional cerraron con aplausos un discurso ministerial luego de almorzar amigablemente. Otros padrinos, subidos al escenario en los últimos días, dan indicativos adicionales: un portavoz del FMI declaró su simpatía por el ministro y aseguró que con él pretenden seguir negociando. En el almuerzo con el Presidente, los CEOs sindicales enfatizaron su respaldo a Guzmán, cuya especialidad académica es “renegociación de deuda”. No es difícil imaginar el estro nacional y popular, la voluntad estratégica, el interés existencial, de quien elige semejante especialidad a la cual dedicar su vida. Menos fácil es explicar que haya aterrizado en el Palacio de Hacienda de un elenco gobernante presentado por la oposición –y autoproclamado de igual manera- como “de izquierda”. Queda para la historia menuda el hecho de que iglesia, empresariado, sindicatos, FMI y el jeroglífico de siglas de izquierda integrantes del Fdt, coincidan en respaldar a este oscuro personaje, quien ahora declara su voluntad de “dedicarse a la política”.

El presupuesto 2021 enviado por el ministro al Congreso, y aprobado, prevé una inflación anual del 29%. El aumento de precios en alimentos y bebidas ha alcanzado ese pronóstico en el primer cuatrimestre. Pero la CGT no levanta la voz por el derrumbe del salario real, que supera en mucho al que en 1975 provocó el “rodrigazo”. El gobierno panperonista está llevando a cabo la transferencia de ingresos más aguda de los últimos 150 años sin réplica social y con acompañamiento de sindicatos y agrupamientos supuestamente “de izquierda”. Los mismos que condenan a voces “el ajuste”, se alinean para continuar la labor de Macri y, como gustaban decir en otros tiempos, “profundizar el modelo”. En el pináculo de la crisis todas las corrientes de las clases dominantes, acompañadas por monaguillos de diferentes religiones, se aúnan para suministrar el único medicamento capaz de sacar al capitalismo de su agonía: un saneamiento salvaje.

Disputa estratégica

A la par, se desarrolla una batalla de largo alcance: conquistar ideológicamente al inmenso activo político involucrado en la lucha social -o a punto de hacerlo- empujado por la emergencia.

Ignotos candidatos a diputados de inequívoca filiación fascista, acompañados por periodistas y pseudoanalistas que desde comienzos de año ganan espacio en medios de difusión, califican al gobierno como “comunista”, basados en que los restos diseminados de lo que fuera el Partido que llevara ese nombre integran el Fdt. No pesan en nada, pero a ellos les atribuyen las habituales arbitrariedades antidemocráticas del descompuesto régimen panperonista.

No es un detalle sin importancia en la confusión general. En los últimos tres años se verifica una tendencia creciente a la participación de capas medias juveniles. Su ingreso al escenario político comenzó como parte de la movilización impulsada por Cambiemos sobre el final de su gobierno. La magnitud de las concentraciones presididas por Macri antes de las elecciones de 2019, donde obtuvo el 41% de los votos frente al 48% del panperonismo, tuvo nuevo impulso en los llamados “banderazos” de 2020. Decenas de miles de jóvenes se sumaron así a la turbia disputa por el poder. Con el proletariado todavía fuera de juego, el activismo de esas capas medias tiene y tendrá un papel decisivo en la resolución de un rumbo para el país.

Como punto de partida, la totalidad de ese conjunto se sumó en defensa del capitalismo. En las movilizaciones para oponerse a la expropiación de la empresa Vicentín, absurdo político cometido por el Sr Fernández a comienzos de su gestión, pudo escucharse un grito de guerra jamás oído en Argentina: “¡¡Viva la propiedad privada!!”. Más tarde, en la parodia de expropiación del casco de un campo, protagonizada por una mezcla de lúmpenes y arribistas, la consigna reapareció, esta vez en boca de jóvenes chacareros de la zona, quienes evidenciaron una fiera disposición a la lucha cuerpo a cuerpo contra los escuálidos citadinos que acaso pisaban por primera vez un campo abierto.

Esos jóvenes, hijos de chacareros, que también enarbolaban con fervor banderas argentinas, no tienen la más mínima conciencia de que es el gran capital –y sobre todo lo será en un futuro próximo- quien los expropia. Pero contra esa amenaza ya en curso por diferentes vías, están completamente desarmados. Antes de comenzar el combate, las clases dominantes tienen ganada la batalla ideológica.

Al otro lado del alambrado, el puñado de jóvenes que participó y, presumiblemente, los muchos que siguieron estos acontecimientos a distancia, alineados con el farsesco proyecto de expropiación, estaban a su vez en manos de un tentáculo fascista de la iglesia católica.

Son demasiadas las líneas convergentes que bosquejan un desarrollo fascista para la crisis argentina. El resultado en las recientes elecciones de Madrid alienta ese penoso jolgorio reaccionario. Allí la socialdemocracia tradicional –asociada con el gran capital imperialista europeo desde fines del siglo XIX- junto a una supuestamente “nueva izquierda”, pequeño-burguesa, oportunista hasta lo revulsivo y frontalmente opuesta a la teoría revolucionaria, sufrieron una rotunda derrota a manos sobre todo de las juventudes, buena parte de las cuales esgrimieron consignas alegadamente “libertarias”.

Aunque repite la brutalidad de otros ataques semejantes, la masacre que por estas horas lleva a cabo Israel contra el pueblo palestino, con descarado apoyo de la Casa Blanca, es otro signo de los tiempos que vienen: la crisis del capital puesta a la luz por la pandemia y la disputa por el saldo de una eventual reactivación en las economías imperialistas. A término, esa pugna replantea la lucha de clases con agudeza y extensión de dimensiones acaso nunca vistas, contando como única analogía posible el período de convulsiones sociales posteriores a la Primera Guerra mundial, aunque en esta oportunidad sin el faro de la Revolución Rusa.

Frente a esta escalada, no hay respuesta visible de los equipos que se consideran revolucionarios marxistas, mientras atruena el silencio de la así llamada “intelectualidad progresista”. Es imperativo sin embargo presentar combate en el terreno de las ideas. El activo militante está exigido a comprender que el próximo paso será la batalla abierta, tanto más cruenta cuanto menos se la prevea y prepare. El alistamiento de la fuerza social necesaria para afrontar la inexorable escalada de las clases dominantes, en el país y el mundo, requiere que las vanguardias se instruyan ellas mismas en la teoría científica de la revolución y difundan esa necesidad al máximo posible en las filas de las juventudes (*). No es preciso subrayar el poderoso aporte a este objetivo de educación para millones que puede significar la utilización de las redes digitales, las clases y asambleas por las diferentes vías hoy existentes en internet, todo lo cual no puede reemplazar el esfuerzo individual para tomar contacto personal y directo con esta franja decisiva de la sociedad en disputa.

Coyuntura inmediata

En su totalidad y sin fisuras, la iniciativa política está en manos de las clases dominantes. No debería confundirse esta realidad con que tengan igualmente la iniciativa estratégica. Ésa es una colina en disputa. El hecho es que comicios y cargos reales o imaginarios todo lo dominan, excepto la preocupación de las masas, transversalmente atravesadas por la incertidumbre, cuando no por la angustia y el rechazo al accionar combinado de la crisis económica (63% de los jóvenes por debajo de la línea de pobreza), el temor a la pandemia y la estupefacción frente al accionar del gobierno, a comenzar por el Presidente. 

Un cálculo lineal de este cuadro de situación auguraría la segura derrota del oficialismo y la ingobernabilidad que le seguiría. Sin embargo la respuesta desde la Casa Rosada proyecta insuflar billones de pesos en subsidios y otras canonjías con las cuales se pretende encubrir la caída del salario real y el deslizamiento vertiginoso de los desposeídos hacia la más abyecta miseria. Si eso podrá o no cambiar el resultado electoral, es algo imposible de prever en una sociedad sin partidos, sin sindicatos, sin conceptos axiales, anestesiada por la ausencia de principios no sólo de los liderazgos burgueses.

En cambio es previsible el devenir a partir del 15 de noviembre, si es que no falla alguna válvula de seguridad y todo estalla antes: los recursos empleados para sostener el desmesurado desequilibrio macroeconómico habrán caducado. La avalancha de emisión de dinero sin respaldo alimentará el incendio de la inflación. Será necesario reducir aún más los salarios y jubilaciones, adecuar las tarifas de los servicios públicos, achicar drásticamente los planteles de empleados públicos.

En la hipótesis de una victoria oficialista, las distancias al interior del panperonismo reproducirían multiplicados los choques conocidos entre 1973 y 1976. Si en cambio ganara Juntos por el cambio, la gobernabilidad estable sería igualmente inalcanzable y los Fernández difícilmente lograrían sostener el Fdt, donde aparecerían conflictos ya imposibles de dirimir por medios políticos.

Prepararse o no para este futuro predecible. Tal es la cuestión.

@bilbaoL

(*) Un programa básico de lecturas es el siguiente:

Manifiesto Comunista, Marx y Engels; Del socialismo utópico al socialismo científico, Engels; 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx. Las luchas de clases en Francia, Marx.

Lenin: El Estado y la Revolución.

Trotsky: Clase, partido y dirección (texto inconcluso); La Revolución traicionada.

Isaac Deutscher: trilogía sobre Trotsky y la Revolución Rusa (El profeta armado; El profeta desarmado; El profeta en el exilio) recientemente reeditados.

Sobre la historia argentina: Milcíades Peña (Antes de Mayo; El paraíso terrateniente; La era de Mitre; De Mitre a Roca; Alberdi, Sarmiento y el 90; Masas, caudillos y elites; El peronismo; Burguesía industrial y liberación nacional). Ediciones El Lorraine.

Sobre historia del movimiento obrero argentino. Acerca de este tema crucial para la educación de actuales y futuros luchadores/as hay a la vez muchos textos y ninguno. Como guía para tener un panorama general puede recomendarse La clase trabajadora argentina, de Hobart Spalding; Movimiento obrero argentino 1930/1945 (Sus proyecciones en los orígenes del peronismo), de Hiroschi Matsushita; El Partido Laborista en la Argentina, por Luis Gay, entre otros numerosos títulos, ninguno de los cuales ofrece una historia abarcadora desde una perspectiva de clase y con metodología científica. Hasta que ese imperdonable vacío comience a llenarse, la persona interesada en conocer de verdad deberá esforzarse con bibliografía parcial, dispersa y distorsionada para hacerse una idea aproximada del nacimiento y evolución reales del movimiento obrero argentino.

Sea cual sea el afán por la lectura de estos textos básicos, para quien quiera comprender la mecánica objetiva de la crisis local e internacional, es obligatorio acometer el estudio de El Capital, de Carlos Marx, menos difícil de lo que el folklore sostiene y más enriquecedor de lo que pueda suponerse antes de encarar sus páginas.