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Argentina entre un arriba que no quiere y un abajo que no puede

Fuentes: Rebelión / CLAE

La Argentina celebró unas elecciones parlamentarias en las que formalmente había poco en disputa pero simbólicamente era mucho lo que se jugaba.

El título recuerda el Cielito del 69, poema de Mario Benedetti que popularizara el dúo uruguayo Los Olimareños. Aquella letra de “un arriba nervioso y un abajo que se mueve” parece un preludio de lo que está aconteciendo a más de medio siglo de su enunciado original.

Los acontecimientos posteriores le dieron respuesta al desafío cantado por los juglares uruguayos. Los de aquél “abajo que se mueve” tomaron al pie de la letra la idea de “que empiece la justicia”. Los del “arriba nervioso” fueron ganados por la desesperación y juntaron sus fuerzas para promover aquel dolor colectivo que fueron aquellos golpes de Estado para defender sus intereses.

Los argentinos no la pasamos bien. Volvimos a creer cuando se reinstalaron las instituciones, en la década de los 80’. Pero, más allá de las libertades recuperadas, la realidad no estuvo de nuestro lado. Nuevamente quedamos en la vereda de los problemas que –aparentemente- no tienen solución

Hoy nuestros compatriotas votan y un buen porcentaje no está convencido de lo que puede esperar de los grandes partidos que expresan a las históricas corrientes políticas nacionales.

Guían a las políticas dominantes un desenfrenado unitarismo o centralismo portuario y una argentina ganada por la pobreza, que está rozando a la mitad de su población y a dos tercios de sus jóvenes. Todo ello después de casi 40 años ininterrumpidos de ejercicio de esta democracia liberal y partidocrática.

Esta situación fue generada, luego de las derrotas padecidas por el movimiento popular, por la actitud asumida por los sectores dominantes. En lugar de responder a las legítimas demandas del pueblo decidieron concentrar su poder en la represión y la búsqueda de mayores ganancias. Creyeron y siguen creyendo que ése era y es el camino para consolidar sus posiciones privilegiadas.

El protagonismo del movimiento popular fue cambiando. A la histórica y tradicional lucha de los trabajadores organizados se le fueron agregando -ocupando un lugar cada vez más protagónico- quienes eran desplazados, transformándose en los “descartables” del sistema imperante.

Todos los grandes partidos nacionales tuvieron su cuota de responsabilidad en este desarrollo, durante estos casi 40 años de vigencia “democrática”.

Hasta ahora las fuerzas sociales del interior profundo -que no forman parte de los poderes dominantes del capital concentrado- y los sectores populares esquilmados por las fuerzas del poder no han tenido la suficiente organización, unidad, ni poder para quebrar esos dominios. Al revés, da la impresión, que esos sectores están ganando más poder.

De todos modos es bueno que sepan que son los pueblos quienes terminan escribiendo la historia y éstos van aprendiendo que la pobreza presente nos está advirtiendo de lo que puede pasar si no se cambia el modelo económico actual.

El empleo público o “a falta de pan buenas son tortas”

Según algunos estudiosos la frase del título proviene de una pregunta de la reina de Francia, María Antonieta (siglo XVIII) cuando ante la falta de pan preguntó: “¿porqué no comen tortas?” Aquella “torta”, comida de los pobres, requería de una masa más simple, rústica, más aguantadora y rendidora que la del pan. El origen de la frase, sea o no ése, da cuenta de una situación donde –a falta de una respuesta adecuada- nos conformamos con algo menos apropiado pero que –al menos en parte- lo pueda sustituir.

Esta referencia puede explicar y justificar algo que está pasando respecto a un tema muy concreto. Las globales pérdidas y recuperaciones de empleo, producidas con motivo de la pandemia. Se incluyen algunos resultados según se trate de empleos públicos o privados.

De acuerdo a algunas investigaciones, desde febrero del 2020 hasta la actualidad, se perdieron unos 70 mil puestos de trabajo en el empleo privado formal. En el mismo período se agregaron 85 mil empleos públicos.

Esos son los datos crudos, ahora veamos sus significados y efectos en la situación actual. La pérdida de empleos formales privados es –fundamentalmente- el resultado de lo ocurrido durante los períodos más duros de la pandemia y la –todavía- insuficiente recuperación.

En cuanto al incremento en los empleos estatales, faltaría determinar su destino, en medio de esta pandemia. Bajo las condiciones señaladas sería legítimo y justificado si se trata de la incorporación de personal (directa o indirectamente) destinado a mejorar el sistema de salud. Si así no fuera es otra forma de encubrir la desocupación existente, en ese caso no está mal para cubrir las necesidades de quienes no tienen trabajo, pero generaría la inequidad de dejar a la intemperie a los demás sectores, quedando carentes de ese beneficio.

En ese supuesto hubiera sido mucho más sano y justo pensar en un sistema de “ingresos universales” (o alguna forma de Ingreso Familiar de Emergencia), con montos menores pero a disposición de franjas sociales mucho más extendidas.

Hidrógeno verde, nuevo protagonista de crisis energética

En Glasgow (Escocia) cerró la etapa final de la COP26. Allí se debatió la posibilidad que la humanidad haga el esfuerzo para salvar al planeta o si seguirá destruyéndose.

Llegar a fines de este siglo con una temperatura que no supere 1,5° grados de aumento, respecto a la existente en los inicios del industrialismo, es una cifra que parece mágica. Respecto a los esfuerzos para salvar al planeta vale la frase del uruguayo Eduardo Galeano cuando afirmó: “Si la naturaleza fuera banco, ya la habrían salvado”

En ese marco, hubo en Glasgow un anuncio que puede ser importante. Directivos de una empresa australiana dijeron que harían una inversión de unos 8.400 millones de dólares en nuestra provincia de Río Negro. Allí se produciría hidrógeno verde, el cual -según muchas opiniones- es la fuente de energía más pura del mundo. Después de ese anuncio tan importante quedaron dos dudas que habrá que ir despejando.

Una de ellas tiene que ver con el hecho de que la producción de esa inversión solo estaría destinada a la exportación. Esa perspectiva va emparentada con otra que está referida a la voluminosa cantidad de agua que demanda el proceso de producir tal hidrógeno. En ese sentido existe la duda si se utilizará agua dulce o agua de mar. Si fuera agua dulce, tal producción sería una forma más de un salvaje extractivismo que afectaría al futuro de la mencionada región donde se instalaría. Si se trata de agua de mar, requeriría un muy costoso proceso de desalinización para hacerla utilizable. En fin… son dudas que quedan pendientes.

Del mismo modo no está aclarada la letra chica de la propuesta acerca de los beneficios que nuestro país debería conceder a la empresa que está planteando esta posibilidad.

La “nueva” CGT y las “viejas” organizaciones sociales

 Mientras el dólar paralelo quedó en la barrera psicológica de los 200 pesos, se afirman y desmienten futuros y variados aumentos que irán a sumarse a una inflación que no cesa. Hubo dos actividades vinculadas al mundo de los trabajadores que corresponde comentar. Una está referida a la reunión del Presidente con dirigentes sindicales y de organizaciones sociales y otra a la elección de una nueva conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT).

Por un lado, tenemos “la histórica” CGT. La que decretó una huelga para el 18 de octubre de 1945 pero terminó a la cola de la movilización promovida por los trabajadores de la carne de Berisso y Ensenada y también practicada por los trabajadores del azúcar (FOTIA) de Tucumán; ésa es la que aparece como la gran protagonista del nacimiento de peronismo. A través del Partido Laborista –con Perón a la cabeza- triunfó en las elecciones del 24 de febrero de 1946.

Sus principales dirigentes (Cipriano Reyes y Luis Day) tuvieron destino al ostracismo y el movimiento obrero quedó en manos de la dirigencia próxima a Perón. Bajo ese formato esa dirigencia y los trabajadores que representaban se constituyeron en la “columna vertebral” del peronismo, sus reivindicaciones, la resistencia y sus luchas. Eso fue así hasta mediados de los 60’. Cuando el Presidente Frondizi les devolvió la legalidad, poco a poco se fueron acostumbrando a los sillones y terminaron rezagados frente a la juventud que protagonizó el principal esfuerzo para el regreso de Perón, en 1972.

Las luchas internas y la muerte de Perón los encontró a la cabeza del peronismo, luego compartida con la dirigencia de su expresión electoral: El Partido Justicialista (PJ) Con mucho poder político y aún mayor poder económico, derivado de las cuotas sindicales y las Obras Sociales, se constituyeron en el centro del poder peronista. Al mismo tiempo iban perdiendo sus consignas y programas revolucionarios y la confianza de buena parte de sus propios representados.

Negociando con el Estado, ganaron poder pero a costa de perder su vocación y perfil transformador. Así los encuentra esta realidad actual.

La aplicación de políticas económicas antipopulares, a las que no supieron o no pudieron contener, hizo que los desplazados del sistema productivo aumentaran hasta conformar estos millones  que hoy engordan al mundo de los desocupados. Esa presencia les genera cierta desconfianza, estiman que ella permite a los empresarios bajar salarios y les crea una competencia, con su aspiración de incorporarse a esa entidad.

Esa CGT eligió una “nueva” conducción (Héctor Daer, de Sanidad,  Pablo Moyano –hijo- de Camioneros y Carlos Acuña, de Estaciones de Servicio); sin mujeres, ni kirchneristas, ni miembros de los sindicatos industriales. Su composición e ideas permiten pensar que van a seguir la ruta actual. Ahora le extienden la mano al Presidente Fernández, después…  verán.

La organización de los movimientos sociales, nacidos hace 20 años,  expresivos de los sectores excluidos del sistema y políticamente identificados con el gobierno, ahora consideran que llegó su momento de ejercer el poder que tienen. Sus principales dirigentes ocupan cargos en el gobierno y ahora quieren incorporarse a la CGT y sentarse en la mesa de las decisiones. Buscan su lugar bajo el sol al precio de amortiguar la presión social.

Parecen convencidos de recorrer un camino semejante al hecho por los dirigentes sindicales de la CGT. Sus métodos “vandoristas” y sus objetivos, dándole gobernabilidad a este sistema parecen ser semejantes.

Habrá que ver si estas viejas prácticas, aunque tengan nuevos integrantes y diferentes formas de organización, soportan el peso de la presión de una fuerza social que ya tiene experiencia del destino de esa modalidad de organización y lucha. La moneda está en el aire y difícilmente caiga de canto.  El arriba está nervioso, el abajo se mueve…

 Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.