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Argentina: una grieta enorme y muchas hondonadas

Fuentes: CLAE

El tema de la “grieta” está instalado en la sociedad argentina Nació como un modo de reflejar las distancias entre el kirchnerismo y su oposición. Luego se fue consolidando como las diferencias entre distintas vertientes de peronismo y del gorilismo. Pero no son pocos los temas en los cuales estos extremos tienen en la actualidad perspectivas semejantes.

Por eso, muchas veces, esa grieta de tipo político-cultural encubre otra -mucho más profunda- que revela la realidad socio-económica. Lo que se denomina pandemia, con las cuarentenas que la sucedieron, mostró una realidad social que las instituciones sociales y políticas y los medios de prensa venían tapando. 

Un símbolo de esa situación lo dieron los 11 millones de peticiones para acceder al IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), una ayuda para quienes no tuvieran ingresos fijos. Desde el gobierno habían estimado que los pedidos rondarían los cuatro millones. 

Terminaron aprobando unos nueve millones de solicitudes, es decir un 20% del total de la población. Si tenemos en cuenta que el IFE era por grupo familiar tendremos una dimensión de aquellos que no tienen ingresos, viven de changas o de actividades insostenibles. 

Ese sector, junto a la inmensa mayoría de los jubilados y una parte –con menores ingresos- de los trabajadores en blanco, está de un lado de la “grieta”. De ese lado está algo más del 80% de la totalidad de la población. Son aquellos, de un oscuro presente y negro futuro, a los cuales arrebataron la posibilidad de una vida digna. El resto corresponde a las minorías de algún modo satisfechas, que son las que gobiernan, deciden y formulan las políticas que afectan al conjunto.

Esa es la “grieta” real y profunda, el abismo que divide a nuestra sociedad. Lo otro son apenas “hondonadas” en las que se mueven los actores políticos, económicos, sociales y culturales del actual sistema.

Presidente perplejo: “Pensé que iban todos a salir a festejar”

Evidentemente estos últimos días no han ido los mejores para la corta gestión de Alberto Fernández. Habiendo cumplido apenas siete meses, de los 48 durante los cuales tiene como responsabilidad administrar al Estado, hay muchas cuestiones en las que se va virando la opinión sobre el gobierno.

Las encuestas, todavía globalmente muy favorables, que hasta ahora mostraban números prácticamente inéditos comienzan a cambiar. La economía, que cada día aparece con mayor fuerza en el escenario cotidiano, evidencia que no hay un plan definido para superar esta situación. 

El propio Ministro de Economía, el “Ministro de la Deuda”, acaba de reconocer que “Hoy el único plan es administrar la emergencia”, aunque 24 horas después salió a anunciar  –frente a empresarios- medidas sobre el despliegue del mercado interno y un plan de moratorias

Lo que está aconteciendo lo muestra como un presidente irresoluto. Toma grandes decisiones para arrepentirse cuando ellas recién debían comenzar su recorrido. Posiblemente el caso de la agroexportadora Vicentín sea el más sintomático.  

Ordenó la expropiación y ahora no sabe cómo dar marcha atrás. Es evidente que no tenía una noción clara de lo que proponía. Si no sabía los efectos de esa medida no tiene idea del país que debe gobernar, si lo sabía y por eso avanzó debía seguir adelante. 

Buena parte del movimiento popular se lo pedía. Pero no. Prefirió diluir esa idea en recurrentes retrocesos, dejando la responsabilidad en el gobernador santafesino, marginado en primera instancia. Pero actuando como actuó, transformó a un grupo económico, a una familia -los Vicentín- que estaba al borde la asociación ilícita en paladines de las libertades, defendidos por los mismos productores que ellos estafaron.

El “fuego amigo”, una moda inesperada  

Ni las más frondosa imaginación hubiera imaginado, solo 15 días atrás, las críticas, directas o indirectas al Presidente, provenientes desde sitios claves y notorios del propio espacio oficialista. Éstas eran presumidas o se venían gestando en los vericuetos del poder, en lugares donde nunca se terminaban de verificar de un modo fehaciente. 

Pero esta semana esas manifestaciones fueron públicas e indudables. El detonante fue el acto del 9 de julio. Allí el Presidente se hizo rodear, como un símbolo de la unidad nacional a la que aspira, a representantes de organizaciones empresariales (“Mesa de los 6”) y a uno de los integrantes de la conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT). 

Un par de días después vinieron, casi simultáneamente, algunas inesperadas respuestas. 

Una de ellas provino de la hoy vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner quien comentó elogiosamente un artículo de Alfredo Zaiat, periodista de Página 12, en el que advierte sobre los riesgos de una alianza con los grandes grupos empresarios. Cristina recomendó leerlo porque se trataba de “El mejor análisis que he leído en mucho tiempo”. Alberto prefirió no responder.

Al mismo tiempo, Hebe Bonafini, un polémico símbolo de las Madres de Plaza de Mayo, criticó ese mismo evento diciendo “Usted. sentó en su mesa a todos los que explotan a nuestros trabajadores y trabajadoras, y a los que saquearon el país. Lo más grave de todo: a los que secuestraron a muchos de nuestros hijos e hijas que luchaban por una Patria liberada”. 

Esta vez Alberto respondió con el mayor respeto e instándola a “fortalecer el diálogo y trabajar más juntos que nunca”.

Pero eso no es todo. A raíz de la posición argentina en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, criticando las violaciones de esos derechos en Venezuela, el periodista Víctor Hugo Morales se manifestó muy duramente sobre tal posicionamiento, en momentos que Venezuela era agredida por las políticas de los EEUU. 

Llamativamente el Presidente le respondió, en el mismo programa radial, dando explicaciones sobre la posición argentina y planteando que Argentina reconoce la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro, contra la estrategia estadounidenses.  

Estas críticas golpearon de tal manera al corazón del gobierno que el ministro de Defensa, Agustín Rossi, salió a hacer una emotiva defensa personal del gobierno. Tal declaración reafirmó la lealtad de Rossi, pero sembró aún mayores dudas sobre la vitalidad del gobierno. 

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)