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Argentina, Uruguay y Botnia

Fuentes: Rebelión

Muchas veces hemos advertido sobre las consecuencias de una escalada en la confrontación por las pasteras. Somos duros cuestionadores del modelo forestal y sojero que ha invadido esta región del Sur. Las pasteras son consecuencia inevitable y previsible ante la forestación masiva de eucaliptos y pinos anunciada y promocionada veinte años atrás. Lo que seguramente […]


Muchas veces hemos advertido sobre las consecuencias de una escalada en la confrontación por las pasteras. Somos duros cuestionadores del modelo forestal y sojero que ha invadido esta región del Sur. Las pasteras son consecuencia inevitable y previsible ante la forestación masiva de eucaliptos y pinos anunciada y promocionada veinte años atrás. Lo que seguramente nadie calculó fue la reacción masiva y tenaz de una ciudad que regionalizó y nacionalizó el conflicto por las consecuencias que puedan sufrir ante esa instalación frente a sus costas.
 
¿Qué pasará de aquí en más? Es asombrosa la ineptitud de ambos gobiernos para llegar a un marco de acuerdo y responder casi futbolísticamente a cualquier acto que consideren un desaire.
 
¿Qué consecuencias políticas acarreará este incremento de conflictividad que ya ha dañado profundamente las relaciones entre dos ciudades anteriormente hermanas como Fray Bentos y Gualeguaychú? ¿Acaso hay intenciones de volver al Estado tapón que puede herir de muerte la unión de nuestra región? ¿Algún imperio de esos que dicen que no existen y recibimos tan afablemente estará metiendo la cuchara?
 
Esta encerrona de las pasteras ha dejado algo muy claro: no ha beneficiado a ninguno de los dos países, ni al marco regional, ni a la relación entre nuestros pueblos, ni a las comunidades de argentinos y uruguayos que viven en las dos patrias.
 
Gobierno despreocupado por la suerte que pueda correr la mayor comunidad oriental de la diáspora si se avizorara en territorio argentino un crecimiento del patrioterismo y xenofobia que no habría que descartar.
 
Más de 700 millones de dólares dejará el turismo en este 2007 que se va. La propia Botnia reconoce que en salarios y compra de materias primas dejará apenas 80 millones de dólares por año. De impuestos ni hablar. La zona franca no paga ni un peso. ¿Cual es la pérdida que acarrea el corte de los puentes, la campaña diaria sobre no veranear en Uruguay que se acrecentará sin duda alguna? Ni siquiera los números sirven de pretexto ante esa obstinación digna de mejor causa. Nadie nos menciona ya como un gobierno de izquierda en cualquier análisis político sobre los países de América Latina. Estamos en la vereda de los pragmáticos, de los que van haciendo crecer una nueva frustración en materia de frentes populares. ¿No nos damos cuenta o no nos importa el daño que generamos en todos aquellos que nos tenían como paradigma y ejemplo de la unidad de las izquierdas y hoy nos miran asombrados y doloridos? La responsabilidad histórica asumida con todo derecho por la herramienta política generada en más de tres décadas está siendo dilapidada rápidamente y sin remordimiento alguno.
 
Ciudadanos cautivos de este conflicto y a merced de la demagogia, la prensa dócil y los amanuenses de siempre. Prensa que teme perder publicidades que solventan su existencia y que responden a un bloque de poder que se encuentra muy cómodo viendo como un gobierno que se dice de izquierda, toma como una bandera irrenunciable la defensa de una pastera multinacional.
 
Un gobierno con pruritos para anular un adefesio jurídico y miserable como la ley de impunidad pero se muestra de una dureza inusual en la protección de Botnia.
 
La cooptación del poder se muestra descarnada y sin disimulo alguno. Olvidan los dirigentes que son, o deberían ser, en una visión de izquierda y superadora de esta democracia representativa, interlocutores de una voz que implica un mandato superior.
 
Desde la historia de los orientales nos llega el horizonte hacia donde dirigir nuestra mirada. «Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana.» No es solo una frase para poner en el Palacio Legislativo y mirarla como un cuadro. La presencia soberana es la del pueblo reunido y organizado y no hay dirigentes esclarecidos o tutores que puedan suplantarlo.
 
Comencemos a decir NO, bien fuerte para que lo escuchen los sordos que ocupan poltronas cómodas y que parecen atrapar de tal manera que en ellas quedan ideales y utopías.
 
Lo único que hoy puede salvar esa herramienta política construida por cada uno de nosotros durante más de 36 años y cimentada con muertes, prisiones y exilios, es la rebelión de las bases repitiendo y cumpliendo con las premisas básicas en torno a cuales hemos edificado a nuestro Frente Amplio.
 
Antioligárquico, anticapitalista y antiimperialista.