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La marcha en defensa de la universidad pública que sacudió a todo el país

Fuentes: Rebelión

Comenzar un comentario con la constatación de que la que pasó fue una semana de vértigo es en exceso frecuente en la política argentina. Pero pocas veces ha sido tan cierto como en la que transcurrió entre el 22 y el 28 de abril.

Sin duda el gran acontecimiento de esos días ha sido la descomunal marcha en defensa de la universidad pública que sacudió a todo el país. Se ha destacado, además de su magnitud y su despliegue en todo el territorio nacional, su composición pluriclasista y su transversalidad en cuanto a orientaciones políticas.

Asimismo el desconcierto del gobierno Milei, que no pudo prever ni mucho menos detener el tamaño que alcanzó la movida. Y quedó descolocado cuando ensayó los insultos de siempre y las apelaciones “anticasta” al tratar de descalificarla.

Expertos en economía neoliberales y periodistas conservadores dirigen advertencias progresivamente más serias al actual gobierno. Los motoriza la confirmación cotidiana de que, al menos por ahora, la presente gestión no tiene otra cosa que ofrecer que “el ajuste más grande de la historia de la humanidad” del que se jacta el presidente. Los alarma también el fervor homicida hacia el grueso del aparato estatal que se despliega desde el gobierno. La versión más reducida, ante todo represiva, del Estado-gendarme, no satisface a quienes tienen alguna noción de equilibrios sociales que vayan más allá de la promoción de las ganancias y la concentración de capital de los grandes empresarios.

El alcance de la movilización coloca en un nuevo lugar a la movilización en contra del gobierno

El grueso de las grandes empresas sigue atenta a la posibilidad de que se produzcan reformas estructurales que abran senderos para grandes negocios y demuelan de una buena vez a las conquistas de la clase trabajadora aún vigente.

El último hecho saliente de la semana lo constituyó la primera aparición pública de Cristina Fernández de Kirchner en los últimos meses. Su alocución incluyó observaciones sobre la situación de deterioro de la economía popular y alguna exhortación de muy improbable eco para que el gobierno cambie el rumbo. Con finalidad pedagógica hizo la crítica de las empresas prestadoras y de las decisiones gubenramentales tanto respecto a la energía, con sus tarifazos en marcha, como a las empresas de medicina prepaga, para las que propuso otro modo de regulación.

Otra parte de su discurso estuvo dedicada a reconvenir a sus partidarios por ventilar sus discrepancias y ocuparse de “pelotudeces”. Marcó la necesidad de abandonar la superficialidad y el internismo a favor de un mayor estudio y rigor en el tratamiento de los problemas del país.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.