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Argentina: Vamos… ¡ánimo!

Fuentes: Rebelión [Imagen: radio del Museo Casa del Che en Alta Gracia, Córdoba]

Así iniciaba Blackie, Paloma Efron, su último programa en Radio Splendid, antes de irse de este mundo… Era el 1 de septiembre de 1977, tuvieron que internarla de urgencia a las 13.45 horas por un dolor intenso en el estómago.

A 47 años de esa radiante exclamación pocos la recuerdan, máxime en un país gobernado por la derecha que desprecia la solidaridad, lo colectivo y la cultura. “¡Ánimo!… vamos”.

Cuando en 1973 el autor de este artículo venía al mundo- originado en un cruce entre la cultura guaraní e instrumentos de albañilería (palabras más bien cantadas y ladrillos, metáfora que supo aunar el poeta anarcocristiano León Felipe) en su hogar no había televisión, sí radio. Casualidad o no, en ese mismo año la Asociación de Psicólogos de Santa Fe denunciaba que el programa “Papá Corazón está produciendo alteraciones en la salud de la población infantil», presentando como evidencias que «un creciente número de padres concurre diariamente a los consultorios de psicólogos y/o psiquiatras, debido a que encuentran a sus niños en lugares solitarios hablando con padres, madres y abuelos fallecidos o cualquier otro familiar que se encuentra alejado de su lugar de residencia (…) En una semana se presentaron tres casos de intentos de suicidios por razones similares a las que se presentaron en el programa Papá corazón (1)». Coincidencia o no -repetimos- la industria cultural mediática y publicitaria contemporánea merece un serio análisis acerca de la influencia en la producción de las «viejas y nuevas» subjetividades. De ahí que la articulación entre comunicación social, aprendizaje, salud mental y sistema productivo requiera un doble esfuerzo: acercarse críticamente al problema planteado y poder divulgarlo de modo sencillo y explicativo para que resulte leído o escuchado no sólo por unos pocos, ante la dificultad que pueda surgir con su comprensión.

La mujer y los medios de difusión

Para que los medios de comunicación de masas y las nuevas tecnologías modifiquen sus usos, funciones, aceptación y clivajes antes que nada es fundamental transformar el orden social: las relaciones sociales capitalistas son quienes determinan la realidad concreta y cómo estas son representadas por los medios masivos.

Cambiar el país para cambiar a los medios, y en nuestra principal preocupación: “Para cambiar la radio
primero hay que cambiar el país” (1).

Ricardo Horvath falleció en mayo de 2015. Fue periodista, realizador radial y ensayista. Si bien no éramos amigos teníamos una relación de encontrarnos cada vez que yo viajaba a Buenos Aires. La última vez que lo vi fue cuando me entrevistó en su reconocido “Café, Bar y Billares” que se emitía por Radio Madres AM 530. Era verano del 2013 y nos despedimos en la puerta de la emisora con un cálido abrazo.

Cuento lo antedicho porque en otro de sus libros, “Memorias y recuerdos de Blackie (2)”, hay todo una concepción y práctica del periodismo y de qué hacer con la radio, cómo entrevistar, qué experiencias retomar y replicar, más en estos días de “líderes electrónicos” y economía de mercado con rasgos neofascistas.

El 1 de septiembre de 1977 Paloma Efron, Blackie, llegó al mediodía a Radio Splendid con un intenso dolor de abdomen. Bebió un vaso con agua y paratropina. Lo que sucedió después Horvath lo describe de modo literario como resignificando un dolor ajeno y propio que asomaría a su fin: “La abracé tratando de insuflarle un optimismo que yo no tenía y que a ella le sobraba. ¿Un mal presagio?, quizás. Me miró y en sus labios apareció ese gesto de dolor, se acomodó los anteojos con ese movimiento tan suyo, tan particular; sacó fuerzas no sé de dónde y cuándo a la señal roja se abrió el micrófono lo dijo con su voz más radiante. “Vamos… ¡ánimo!” (2). No fueron sus últimas palabras lanzadas al éter pero antes que terminara el programa la llevaron de urgencia al consultorio de Norberto Stapler. Eran las 13.45 horas. “No doy más, Ricardito”, le señaló a Horvath apenas se sentó en un sillón de la clínica. Falleció el tres de septiembre de 1977, horas después de haber iniciado ese nuevo ciclo radiofónico llamado “La mujer”.

Horvath nos sigue detallando ese momento, ese “momento de radio” donde los afectos y las palabras se integran en un intento de reparar una pérdida: “Noté que una lágrima asomaba en su rostro lleno de arrugas, pero rápidamente la disimuló, porque no quería mostrar un momento de emoción, de debilidad. Era y quería sentirse libre, sin mostrarse en toda su inmensa humanidad de gran madre. Es que seguramente sentía que su fin estaba próximo y sufría en pensar que nos iría a dejar solos…” (2)

Sí, Blackie –por cese de transmisión generacional- estamos bastante solos aquellos que como vos nos legaste que “siempre es posible entregar cultura e información sin aburrimiento, sin solemnidad (2)”. Tal vez el padre de Paloma, Jedidio Efron, maestro y director de Escuela en Basavilbaso (Entre Ríos)- hasta que se mudaron a la ciudad de Buenos Aires- parezca “violento” pero supo dejar una huella constitutiva y de crecimiento en sus cinco hijos: “Los quiero de rodillas frente a la inteligencia. Si alguna vez los veo de rodillas frente al poder o frente al dinero, les rajo los dientes de un cachetazo (2)”.

Difundir estas historias es ayudar a cambiar la radio aunque tengamos un país de rodillas frente al poder del dinero.

Macho Galán mata a radio matter

Blackie y la radio como lenguaje materno para sentirnos acompañados… Sonidos organizados por el hombre que atraviesan regiones y países para penetrar paredes y resonar en los cuerpos de quienes aman el silencio en cópula con las palabras precisas que encuentran en la verdad la leche materna-nutriendo parlantes y audífonos.

Radio materia materna que a poco de nacer su hijo/a vino el padre y le quitó/ocultó su origen para sentirse Jefe/Patrón/Ministro o Prelado radiofónico.

Radio materna amorosa suplantada por el paternalismo vil, comercial y amarillista.

Radio participación aniquilada por las voces del mercado, por el micrófono machista y vertical de una sociedad con menos palabras, más suicidios y pantallas; más crueldad y menos ternura.

Todo lo predicho para afirmar que apenas inaugurada la radio en Argentina, desde 1922 la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires concede al señor Federico N. Del Ponte un permiso por 20 años para instalar “un sistema de estaciones fijas y portátiles, transmisores de telefonía sin hilos, destinado a la difusión gratuita de audiciones musicales, científicos e ilustrativas en general, permitiéndose intercalar anuncios de propaganda estrictamente comercial” (1). “Radio Cultura” –por ese entonces- podía tener el 30 % de los espacios como contenido publicitario según reglamentos vigentes. Es decir, Radio Cultura y publicidad: modelo privado de la comunicación de masas. Industria cultural y publicitaria que se expandirá con los años por todo el país como paradigma radiofónico.

Claude Collin en su libro Radiopoder reflexionó: “Las radios comerciales son grandes máquinas de hacer recuperar el dinero de los anunciantes por todos los medios (…) inculcar toda una manera de vivir, basada sobre el dinero, el prestigio, el consumo (3)”. Lo opuesto a Blackie que “lo único que admiro es la inteligencia; lo demás me divierte (2)”. No era que Paloma no disfrutara de su dinero bien ganado sino que no se ponía de rodillas frente a él y sus señores: había comprendido las razones del mensaje de su padre. Y sobre todo al entrevistar a grandes “estrellas” de Hollywood supo que en muchos casos esas riquezas iban de la mano de sometimientos, tristezas, depresiones y hasta suicidios. ¿Alguien se acuerda del niño (Jackie Coogan) que hizo de El Pibe en la película de Chaplin?

Radio política

Para Lluis Bassets “no es casualidad que la primera época de la radio coincida casi fecha por fecha con la época de las revoluciones proletarias. La ola revolucionaria que se extiende por el centro de Europa a partir del Octubre soviético va acompañada por la utilización de lo que entonces es aún la radiotelegrafía, que si bien no está todavía comercializada en la modalidad de los radiorreceptores familiares, permite a los consejos de obreros y soldados comunicarse entre sí y hacer llegar sus proclamas a los puntos más alejados de la geografía (1)”. Así, “el primer gesto del poder, por tanto, es controlar este medio misterioso y lleno de posibilidades subversivas. Controlar la emisión y controlar, incluso, la recepción en forma de licencias para la adquisición de receptores o de porcentaje de determinadas bandas (1)», persiste Bassets. ¿Por eso don macho burgués vino a reprimir a la matter radio?

Años después (1963) y tiempo atrás Dante Fascell lo dirá claramente (acerca del poder de las ondas): “Las palabras y las ideas tienen la misma importancia que el pan y los cañones. El resultado de la lucha que tiene lugar ahora en el mundo se decidirá, en fin de cuentas, por el triunfo sobre las mentes de la gente (3)”.

El uso político de la radio en 1930 y 1940 apunta a crear consenso en el interior de los países y como instrumento para la guerra psicológica contra los países extranjeros en disputa. Casos sobran: Roosevelt y sus charlas radiofónicas al calor del hogar; Hitler y Goebbles con sus discursos encendidos frente a la población y soldadesca alemana; De Gaulle llevando la voz de Francia a la BBC , Radio Liberty y La Voz de América en plena guerra fría, Radio Moscú contestándole desde la Unión Soviética. Y desde ya Radio Rebelde que comienza a transmitir el 24 de febrero de 1958 desde Sierra Maestra (Cuba). Uno de sus fundadores, Ernesto Guevara detalla en “La Guerra de Guerrillas”: “Por radio se explicarán todos los problemas, la forma de defenderse de los ataques aéreos, por dónde están las fuerzas enemigas, citando nombres familiares (…) La radio es un elemento de extraordinaria importancia (…) explica, enseña, enardece, determina en amigos y enemigos sus posiciones futuras. Sin embargo la radio debe regirse por el principio fundamental de la propaganda popular, que es la verdad”.

Como subraya Julian Hale –en definitiva-“la radio es el único medio de comunicación masiva que resulta imposible detener. Es el único medio que llega instantáneamente a todo el planeta y que puede transmitir un mensaje de un país a otro e incluso penetrar donde no lo quiere. Estas características le confieren prioridad como el arma más poderosa de la propaganda internacional (1)”.

Con un potencial y poder de accesibilidad y “penetración” de casi el 100 % en el mundo y su inserción local la radio seduce –negando su origen materno material de escucha- y contribuye a “gobernar” las sociedades desiguales y oprimidas de hoy. La radio ha dejado de escuchar y unida a las pantallas “penetra” e implota nuestros cuerpos…

Amarcord y la radio

No hay producción radiofónica que apueste a la desalienación social, a pensar la existencia humana sin la propia voz protagonista de la comunidad cercana hecha formato radial. Decir radio es escuchar, no al emisor dominante, sino al habla del pueblo, los sentires proletarios, las necesidades de los trabajadores, el latido de los amantes…

Mario Kaplun denomina a esta actitud comunicativa como aquella que promueve la cultura de los emirecs: emisores y receptores al mismo tiempo, razón de ser del sonido plural que va, viene y se detiene a escuchar/nos. No hay una buena radio si no se aprende a entrevistar. ENTRE VISTAR, entrever, entre dos o más, entre visita, intersubjetividad, entre cambiar… E insistimos: una buena radio entrevista, conversa, no baja línea ni monologa, aunque cabe aclarar que sí es asimétrica, a veces se inclina o se muestra inclinada para escuchar mejor al entrevistado/a: porque saber escuchar es cederle el poder y el tiempo a la palabra del otro, quien tiene mucho que decir, a nosotros, de este lado del acto comunicacional.

Una buena radio no es espectáculo, es entretenimiento que no divierte: porque divertir es la estrategia de esconder o naturalizar con colores, imágenes, risas, publicidades y artimañas lo que es importante para la vida humana colectiva.

Una buena radio tiene que contribuir a la reconstrucción de los vínculos y los lazos sociales, a la charla entre vecinos y pobladores, a que el amor no sea solo cuatro letras, a que los laburantes crean en las noticias y que ellos mismos sean la novedad de crecer y luchar por sus derechos y desafíos, tiene que ser sinónimo de pensar en grupos, de salud mental frente a los nuevos chalecos químicos del neoliberalismo y los algoritmos alienantes…En fin: la buena radio debe ser sonido que rompa el sincretismo malsano que tenemos con las mercancías y el consumismo para que circulen entre nosotros la solidaridad y los afectos revolucionarios de la alegría plena y compartida.

La radio debe ayudarnos a enfrentar a lo que Pichon Riviere definía como las enfermedades del miedo ¿Y si nadie escucha cómo vamos a ser libres y críticos?

Una buena radio comienza por escuchar y observarnos. Blackie era una excelente observadora y cronista tras lograr climas y una contención/dinámica de encuentro con sus entrevistados/as. Cuando tuvo la oportunidad de conversar con Federico Fellini su talento se hizo excelso y su pluma inigualable. “Venga acérquese”, le dijo Fellini mientras miraba por la ventana una especie de prado de atrás de Cinecitá. Blackie escribió: “Era una forma de barco. El barco de “Amarcord”. En el silencio profundo que invadió el despacho yo sentí cómo la nostalgia ingresaba majestuosa. Fellini se sacó los anteojos, pasó su mano por la frente y miró más profundamente la silueta inmóvil de ese barco de utilería que, de pronto, tenía la presencia de una persona. El coloso del cine, el creador obsesionado por su propia trascendencia, el mago que con un cerebro privilegiado ronda por los límites de lo sobrenatural y la fantasía, el zar de toda una industria de sueños, ese coloso, frente al barco que era su niñez…estaba solo. (…) De pronto comprendí mejor aún su película. Me quedé quieta al lado de ese hombre que solo, inmensamente solo, miraba con nostalgia la silueta del barco. No sé cuánto tiempo transcurrió…pero en la profunda mirada de Fellini el tiempo había ocupado su ineludible lugar (…) De pronto, con una voz suave y tristísima, dijo: “Así era mi pueblo…así era mi país…así era el mundo…así vivimos…así murieron algunos, así y allí murieron muchos de mis ideales…vivo ligado a mi mundo…” Me miró. Una leve sonrisa trepó por sus labios, anidó en su ceño y, apoderándose de la tristeza de su mirada, jugueteó en sus ojos, quizás un poco brillosos, y se le fue… (2)”.

Si bien esta entrevista de Blackie a Fellini no fue una conversación radiofónica: es alimento proteico e intelectual y debería ser contada por todo programa radial que se ocupe de ver y narrar como las artes y el periodismo se articulan al descubrir los límites de la condición humana: el paso del tiempo, la tristeza, las pérdidas, la alegría, la soledad, el consumismo. Y Blackie supo acompañarse y acompañarnos frente a tanta soledad en tiempos y espacios de metrópolis abarrotadas de seres anónimos y jóvenes sin proyectos de vida alguno y posible. Blackie también tuvo su “Amarcord”.

El gobernador de masas

Los libros de Ricardo Horvath son producciones periodísticas con la exactitud de fuentes y citas de autores y especialistas de la comunicación social y geopolítica mundial. Ha narrado la historia del periodismo y los medios de masas de manera sencilla para que cualquier lector pueda acercarse a comprender qué son los medios de difusión dominantes.

A continuación van muestras de esos estudiosos y sus definiciones.

Para Armand Mattelart “el campo del saber y de la comunicación tecnológica es hoy el campo donde el poder trata de reforzar su aparato de hegemonía (1)”.

En 1977 el sindicalista francés Edmond Maine sostenía que “el progreso técnico se ha convertido en una ideología que enmascara la explotación de los asalariados (1)”. Y por si quedan dudas, Zbigniev Brzezinski, desde intereses contrarios lo refuerza: “La informática es un factor de neutralización de las luchas sindicales que favorecerá el surgimiento de una clase media única (1)”. Tecnología y comunicación de clases, en síntesis.

¿La soledad y “las vidas grises” son decisiones personales o hay un orden sociohistórico en concreto que estimula el distanciamiento y la desconfianza entre los sujetos como una nueva forma de control social?

Herbert Schiller es contundente: “Todavía parece que los medios de comunicación de masas y las actividades informativas conexas, son más efectivas cuando el individuo ha sido apartado de la protección de la relación de una comunidad. La persona atomizada y desintegrada es la más vulnerable a los medios de comunicación de masas de occidente y sus imitadores locales (1)”.

A fines de los años ochenta del siglo pasado la psicoterapeuta Lilian Bar sostenía: “Como terapeuta podría empezar con una frase de Goethe que cita Freud en El malestar de la cultura: “No hay nada más insoportable que una serie de días hermosos”. Consciente o inconscientemente, el público percibe cierta trampa que no responde a las propias necesidades de cada uno. No es posible “identificarse” con los héroes que presenta la televisión porque cuando se trata de programas con temas locales-caso los teleteatros- muestran a gente ideal, bastante lejana del trajín cotidiano de cualquier habitante. Volviendo a la frase, es como si los días hermosos existieran nada más que para los personajes que fabrica el video (1)”.

Los medios de masas y su industria fabrican objetos mediáticos y representaciones sociales: felicidad de consumo, tristeza que se medicalizan con pastillas, pantallas que nos dejan ciegos y mudos, miedos y frustraciones –que en el contexto del empobrecimiento masivo reinante y una incertidumbre invasiva- llevan a buscar soluciones en pelucones, gritones y neofascistas de mercado. Furio Colombo lo advirtió hace tiempo: “El uso perfeccionado, inteligente y avanzado de los medios de comunicación de masas se presenta como un poderoso adversario, un gran estabilizador, un hábil y casi perfecto gobernador de masas (1)”.

Frente a este cruel panorama la radio debe exclamar desde sus producciones: “Vamos… ¡ánimo!”.

Radio, familia y consumismo

Desde el punto de vista antropológico y psicosocial cabe preguntarnos qué determina o configura los usos, la recepción y apropiación de los mensajes, contenidos y productos de la industria cultural audiovisual/electrónica actual.

Resumiendo: la familia y sus condiciones concretas de existencia son la red simbólica material que reciben y contestan los mensajes radiofónicos, en este caso.

En las décadas de 1920 y 1930 una vez que los relatos orales tradicionales familiares se escucharon, se recurría a la radio como aparato central doméstico. A la música en vivo se sumó el noticiero, el radioteatro y los locutores como figuras emblemáticas de la radio. Una combinación de juglares, recursos de la dramaturgia y la sensibilidad del folletín. Con los años la radio fue música por excelencia hasta que aparecen los magazines espectáculo-informativos en los años 60. La ciudad/urbe era descrita por la radio vía novedades diarias, programaciones diversas y las canciones según público segmentado y multicultural. De acuerdo a las regiones, aparece la radio para la “ciudadanía”, los jóvenes, las minorías y la opinión pública. Se pasó de la radio para la familia a la radio para la ciudadanía.

Como destaca Rosalía Winocur “la radio ocupa un nuevo lugar en los hogares y en los automóviles a partir, precisamente, de su capacidad para diversificarse, lo cual la diferencia de la televisión que tiende cada vez más a uniformar la diversidad en una estética que la vuelve predecible (4)”.

Era la década de los 90 y todavía la digitalización radiofónica no se había extendido. En Argentina el menemato hizo estragos en el campo comunicacional al entregarlo directamente a las manos del capital privado. Con el neoliberalismo de Menem-Cavallo lo que sí se multiplicó (y más hoy con las redes sociales virtuales) fueron los programas de “consultoría psicológica y del corazón”. Llamar a la radio para sobrellevar la soledad de las grandes y medianas ciudades, tal como poetisó Armando Tejada Gómez en “Muchacha”, aunque omite esta problemática de aislamiento automático y sus montos de ansiedad.

Según Rosalía Winocur existe un “modo distraído de relacionarse con la radio, que se manifiesta en la actitud de “escuchar sin escuchar” o mantener el aparato encendido como “música o telón de fondo (4)”. Para quienes escuchan radio se puede observar que “operan varios procesos de localización de sentido que actúan seleccionando algunos contenidos y omitiendo otros” (Winocur). La radio se hace “escuchable e inteligible” en el marco cognoscitivo, cultural y afectivo que cada familia posee. Y pese a que actualmente las pantallas y celulares implotaron esos códigos familiares (cada quien se encierra a escuchar y ver lo que le dan ganas) “el grupo construye sus claves de lecturas y referentes de credibilidad en las noticias (Winocur)”.

Como fuere, consumir es la principal conexión que tenemos con los medios electrónicos y digitales de masas. No nos olvidemos que la iconoesfera cultural conforma nuestra identidad (y más de los niños y jóvenes) que pasan reels tras reels si es que toleran sus contenidos más de 4 segundos. Un mundo veloz, fluido y despiadado: la amalgama entre biología y robótica.

¿Qué significa comunicarnos en un planeta de redes y autopistas virtuales y emociones de ocasión? Tal vez implique no estar desesperados, porque si estuviésemos desesperados es posible que pudiésemos encontrarnos
con nosotros mismos de otro modo. Lo que sí es que hay profundos procesos de despersonalización, desubjetivación y narcisismo. Todos mirándose a sí mismos pero a través del consumo desenfrenado y los objetivos del amo del mercado.

Pantallas

Aunque “Los chicos y las pantallas. Las respuestas que todos buscamos (5)”, libro de Roxana Morduchowicz, tiene casi 10 años de publicado, sus apuntes son una buena guía para pensar el sujeto mediatizado de hoy.

A continuación transcribimos algunos de los párrafos más importantes de ese estudio:

-“Los chicos menores de 18 años pertenecen a la primera generación que ha conocido desde su infancia un universo mediático y tecnológico extremadamente diversificado y poblado de pantallas: televisor, dvd, celular, computadora, MP3, MP4, iPOD, iPAD, wii…”
– “Son los adultos quienes sienten las rupturas tecnológicas, los nuevos aprendizajes que deben emprender y los recientes usos sociales de los medios y las tecnologías que deben ejercer”.
– “Nuevas formas de leer y de escribir. Nuevos usos del lenguaje y nuevos modos de comunicarse. Nuevas formas de aprender y de conocer. Nuevas maneras de relacionarse con el otro y de construir su propia identidad”.
– “Se trata de partir desde el lugar donde los chicos están y no desde donde creemos que están o queremos que estén”.
– “Los padres eligen que en los momentos libres los chicos estén más acompañados de pantallas que de medios gráficos”.
– “Cuando se les reprocha a los adolescentes que no leen libros o diarios, habría que recordar que quienes eligen los bienes culturales en el hogar son los adultos. Y son ellos quienes dan prioridad a las pantallas”.
– “Hablamos, fundamentalmente, de tres pantallas: el televisor, la computadora y el celular”.
– “Los chicos de sectores medios y altos –que sí tienen conectividad a Internet en sus casas- pasan más tiempo por día con la computadora y es lo que más lamentarían perder si desapareciera”.
– “Para los adolescentes, los medios y las tecnologías son el lugar desde el cual definen su identidad. Los chicos perciben que los medios hablan de ellos y a ellos. Y con la llegada de las redes sociales, sienten, además, que es un espacio que les pertenece, un territorio propio sin adultos”.
– “Lo que sí se sabe es que estas prácticas mediáticas y tecnológicas, tan propias de las nuevas generaciones, tienen relación con la percepción en “forma de mosaicos” de los adolescentes. Los chicos de hoy tienen un comportamiento fragmentado en el que el zapping no es solo una respuesta frente al televisor, sino una actitud ante la vida (5)”.

Categórico. “El zapping, una actitud ante la vida”. ¿O será que las pantallas son el “núcleo de verdad histórica” (León Rozitchner) que genera hoy este tipo de vida? Como destaca Camilo Taufic: no es la TV quien aliena al hombre sino el sistema capitalista.

Tercer padre

El psicólogo y psicoanalista, escritor y ensayista, César Hazaki en “El cuerpo mediático (6)” define a la televisión como “el tercer padre”, “un auxiliar o un sustituto de los vínculos familiares”. Para Hazaki “el niño va reemplazando sistemáticamente la palabra de la madre o del padre, por la información o el entretenimiento televisivo. Podríamos decir que para lograr ese estatuto de tercer padre la programación televisiva se fue haciendo cada vez más creíble, es decir teniendo un inapelable criterio de verdad para las familias (6)”.

La pantalla desplazando a la sonoridad de la radio: el paternalismo burgués suprimiendo el afecto/palabra que por años –equivocados o no- constituyó al hombre con la posibilidad de cambiar las relaciones sociales si las que había les parecía injustas. Actualmente, las pantallas y sus dispositivos cambiaron al hombre para que este no pueda ni siquiera registrar que su mundo es injusto.

Sonajero vs Televisión

César Hazaki en “El cuerpo mediático” expuso: “Hace tiempo que el director de cine Ettore Scola nos mostraba esto en una escena de la película “Stiamotutti bene”. La secuencia fílmica dio la vuelta al mundo: en ella, el bebé mira fijamente la pantalla del televisor ante la cual lo ha dejado su madre. El abuelo, Marcelo Mastroiani, trata de comunicarse con el niño por medio de palabras y agitando un sonajero. El bebé permanece ajeno al intento de comunicación del viejo, es notorio que las imágenes del televisor lo atrapan. A renglón seguido el abuelo mira el aparato de televisión para tratar de extraer las razones que lo separan de su nieto. La conclusión no se deja esperar: el sonajero, con su infinita ingenuidad sonora, más los sencillos gestos del abuelo no tienen ningún atractivo comparado con la explosión de imágenes que la pantalla le ofrece al bebé (6).

Otra demostración más que dios pantalla/espectáculo venció a la radio materia materna…

Ladrillos, palabras y radio

A Ricardo Horvath lo entrevisté muchas veces: en Buenos Aires, en Venado Tuerto (vino un par de ocasiones), telefónicamente en nuestro programa radial Contrapuntos y siempre fue muy amable y atento. Fue un referente del periodismo como oficio y trabajo permanente. Una vez fuimos con él al ciclo de Laura Capella (Rosario) para que diserte sobre el Tango y su historia. Nos deslumbró y luego compartimos pizzas y cerveza negra en “El ancla” junto a Laura y un amigo, Pablo Álvarez. Este artículo es también un homenaje a Ricardo. Sin duda alguna.

Uno de mis primeros libros (que no pudimos imprimir, salió de modo digital) se titula “Mis ladrillos”. Una ironía tomada de un poema de León Felipe; ladrillo tras ladrillo para construir una torre bien alta y allí arriba arrojarle un ladrillazo a la cabeza de Dios, para saber si está el Todo o la Nada.

La palabra como ladrillo. O mejor dicho, las palabras, los ladrillos y la radio para intentar edificar otro mundo material y simbólico, más humano y menos cruel y culposo.

Y antes de despedirme -no de retirarme- deseo compartir con ustedes un tramo del prólogo que Ricardo Horvath realizó para “Mis ladrillos”: “Pero aquí estamos para presentar estos duros y certeros ladrillos que arroja semanalmente Andrés y que ahora podrán disfrutar sus seguidores y nuevos lectores para comprobar, a través del texto impreso, la justa palabra, dicha sin ambages y con verdad. La palabra, esa herramienta de lucha. La palabra. He ahí la clave. La palabra oral y escrita. La palabra dicha y escrita con claridad expositiva. Con verdades de a puño. Irrebatibles. Duras pero necesarias en la escritura y la voz de un periodista de raza. Porque los ladrillos de Sarlengo son ladrillos con ideas. Ladrillos para derribar muros o para “romper” cabezas, abrirlas a la comprensión
de los hechos que ocurren. Hechos dentro de contextos que ubiquen al lector y al oyente. Y en este caso se aúnan ambos. Porque son textos escritos para radio y al ser leídos se oye la voz del narrador. Y son ladrillos que al romper cabezas hace penetrar conceptos, datos irrebatibles, ideas.

Este libro se integra con nueve capítulos que no dan respiro. No dan ni piden tregua. Son textos implacables con pruebas contundentes en los dichos. Dichos y hechos que demuestran que la canalla no resiste a un buen archivo utilizado con inteligencia, como hace este dignísimo seguidor de periodistas de la talla de Rodolfo Walsh, que enseñó la necesidad del entrecruzamiento de información para que la investigación fuera irrebatible. Pero además, Sarlengo sabe jugar con la ironía, otro aspecto del periodismo que ayuda a desenmascarar al sistema en forma inflexible (…) Esta selección de editoriales de Contrapuntos correspondientes a los años 2005 al 2007, vienen con una amplia bibliografía citada y con textos documentados como corresponde a un periodista ético, serio y responsable, dispuesto a cumplir con el precepto acuñado por Jorge Ricardo Masetti: “Nosotros somos objetivos, pero no imparciales. Consideramos que es una cobardía ser imparcial, porque no se puede ser imparcial entre el bien y el mal”. O en palabras del uruguayo Raúl Zibecchi del periódico Brecha: “Tenemos el deber moral de elegir: de qué lado estamos, y luego, si como espero elegimos estar del lado de la sociedad civil contra la sociedad del poder (como la bautizó el subcomandante Marcos), podemos debatir cómo vamos a estar, qué pasos vamos a dar”.

Es un debate que nos debemos dar en lo que suele llamarse “campo popular”. Que la canalla de los Mitre, Magneto, Hadad, Eliaschev, Fontevecchia, Lanata, Grondona, Morales Solá, los gerentes de la tvé basura y las Magdalenas sigan jugando a la “libertad de prensa” tan beneficiosa para sus intereses de clase y de la Sociedad Internacional de Prensa, la afamada SIP, nacida al amparo de la guerra fría y los dinerillos de la CIA norteamericana”. Diciembre de 2007.

Salud compañero Ricardo. Y como a Blackie (que conocí por tus trabajos) también te extrañamos. Pero no un extrañar tomado por la nostalgia sino por el pasaje de la creatividad, el aliento, las aspiraciones, los aprendizajes para ser mejores personas, periodistas y promotores de otro tipo de sociedad. Aquella donde al encender la radio y escucharla podamos conocer más y enriquecernos de cultura, de poesía radiofónica, de ternura musical, de preguntas que abran a la curiosidad. Una radio que de aire a las luchas por venir y las presentes. Un “Vamos… ¡ánimo!” que no todo, siempre, siempre, va ser de la misma manera.

¡Ánimo! Ladrillos, palabras, radio: y manos a la obra.

PD: foto de la radio que está en el Museo Casa del Che en Alta Gracia,  Córdoba.

Notas:

1) Los medios en la neocolonización. La trama secreta de la radiodifusión secreta II. Ricardo Horvath. editorial rescate. Julio 1991.
2) Colección Todo es Historia. 1983.
3) Qué hacer con la radio? Ricardo Horvath. Editorial Letra Buena. 1994.
4) Ciudadanos mediáticos. La construcción de lo público en la radio. Gedisa editorial. Barcelona. 2002.
5) Fondo de Cultura Económica.
6) Topia Editorial. 2010.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.