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Sin cable a tierra

Fuentes: Rebelión

En febrero de este año un joven murió electrocutado en la ciudad de Rosario, mientras intentaba apoderarse de cables del sistema eléctrico. El caso se hizo muy conocido por el emocionante recordatorio de una docente que fue su profesora. En estos días nuestro país asiste a un hecho similar en mayor escala.

En estos días fueron encontrados los cuerpos quemados de cuatro hombres jóvenes y un quinto que se hallaba con vida, también con graves quemaduras. Fue en Bahía Blanca, en una camioneta estacionada frente a un hospital.

Las quemaduras y muerte consiguiente se habrían producido mientras intentaban apoderarse de cables de cobre del tendido eléctrico.

Dio una nota tétrica la aclaración de la empresa de electricidad, EDE, que provee energía a la ciudad sureña. Se apresuraron a comunicar que no se registraron alteraciones del servicio eléctrico. Mensaje subyacente, fácil de percibir: “Tranquilos, se murieron cuatro ladronzuelos pero la ‘gente de bien’ no se quedó sin luz.”

Algo previsible, el comisario que intervino en el caso manifestó en conferencia de prensa que los fallecidos tenían antecedentes penales. Y tanto la compañía eléctrica como el jefe policial señalaron que el robo de cables es un problema serio en la zona, con más de cien denuncias al respecto.

La evocación de los hechos de febrero se hace inevitable. El hecho se reitera, claro que a mayor escala. Los afectados son jóvenes, seguramente pobres todos ellos. Integrantes de una juventud en la que los índices de desempleo superan por un margen amplísimo el nivel de desocupación promedio de la población.

Sucesos como este manifiestan que no estamos ante un mero problema policial sino frente a un padecimiento social acuciante. La pobreza, la precarización, el desempleo afectan sobre todo a les jóvenes. El cobre tiene un alto valor de reventa.

Un grupo de muchachos (el menor de 18 años, el mayor de 32) que tal vez sentían que no tienen nada que perder, se juegan la vida (y la pierden), por el puñado de pesos que podrían lograr en el mercado negro con la venta del preciado mineral.

Mientras tanto el sistema nos insinúa que nos quedemos tranquilos: Tenían antecedentes penales, eran “chorros” por lo que sus vidas importan poco o nada. El servicio eléctrico no se interrumpió. Y quien condujo la camioneta y huyó fue luego detenido.

¿Caso cerrado?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.