El 6 de abril de 2013 quedará inscrito en la historia de Ciudad Juárez y El Paso como el día en que ciudadanos de ambas ciudades declararon a la compañía Asarco Monumento a la Deshumanización y a la Barbarie. Según su declaratoria, los ciudadanos fronterizos asentaron que este execrable título era también para todas aquellas […]
El 6 de abril de 2013 quedará inscrito en la historia de Ciudad Juárez y El Paso como el día en que ciudadanos de ambas ciudades declararon a la compañía Asarco Monumento a la Deshumanización y a la Barbarie. Según su declaratoria, los ciudadanos fronterizos asentaron que este execrable título era también para todas aquellas empresas transnacionales que como Asarco contaminan el medio ambiente y ponen en peligro la vida y la felicidad de las personas en el mundo.
Como se esperaba, la prensa local no registró la médula del acto y aunque varios medios juarenses cubrieron el evento, sólo una televisora paseña, el canal 26, dio un minuto para referirse al contenido de la Declaratoria de la Casa de Adobe.
El posicionamiento de los habitantes transfronterizos, pertenecientes a una micro región compuesta por las ciudades de Juárez, México y El Paso, Texas, nació a raíz del sorpresivo anuncio de la compañía Asarco relativo a la demolición de dos viejas y gigantescas chimeneas industriales, en su tiempo las más altas del mundo, que la empresa mantuvo funcionado durante casi cincuenta años a menos de 300 metros de territorio mexicano. La preocupación de los activistas creció al saber que Asarco destruiría sus chimeneas, como finalmente lo hizo el sábado 13 de abril, sin presentar de manera transparente un estudio de impacto ambiental que validara la demolición y sin prestar atención a las voces ciudadanas que se oponían a la misma.
Agrupados en el Colectivo en contra de la Demolición de las Chimeneas de Asarco y en El Paso AWARE, juarenses y paseños, respectivamente, aprovecharon el anuncio de la compañía, propiedad de la familia Larrea, dueña del Grupo México, para exhibir los daños al medio ambiente y a la salud humana que esa empresa produjo en la región fronteriza durante los últimos cien años y hasta antes de cerrar sus operaciones en 1999.
Amparados en estudios de las universidades de Missouri, Texas y Colorado, los activistas señalaron a Asarco como responsable de las altas concentraciones de plomo, zinc y arsénico en el suelo y agua de esta frontera.
Además, ambos colectivos sacaron a relucir un estudio de la Procuraduría Federal de Protección del Medio ambiente, instancia allegada a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales de México, que prefiguró en 2003 un cuadro de salud pública crítico entre habitantes de las colonias Felipe Ángeles, Ladrillera y Anapra. Según el estudio, moradores de esa colonia, sobre todo niños, presentaron plomo en la sangre por arriba de los niveles permitidos.
Ubicadas en el poniente de la ciudad, las tres colonias a las que se refiere el muestreo son de extracción obrera. Su aparición en el mapa fronterizo creció con el boom de la industria maquiladora en los años setenta y su ubicación en esa zona, una de las más deprimidas de Ciudad Juárez, se debe a la exclusión territorial de la mano de obra barata en la frontera. Los asentamientos Felipe Ángeles, Ladrillera y Anapra aumentaron exponencialmente su población en las últimas décadas al lado de Asarco, una empresa que en años de su máxima capacidad extractiva produjo hasta 120 mil toneladas anuales de cobre y 300 mil de ácido Sulfúrico.
Propiedad de los mismos dueños de la trágicamente celebre mina Pasta de Conchos, ubicada en el estado norteño de Coahuila, en la que 63 mineros murieron sepultados, el 19 de febrero de 2006, Asarco cerró sus instalaciones en El Paso, Texas en 1999, pero dejó erguidas sus chimeneas, después de verse envuelta en una serie de escándalos y demandas de carácter ambiental, interpuestas en su contra no sólo por antiguos trabajadores suyos sino por el propio Estado de Texas.
Al declarar a Asarco como Monumento a la Deshumanización y a la Barbarie, los activistas de ambos lados de la frontera pusieron el dedo en la llaga y abrieron la discusión sobre temas que al parecer poco interesaban a los fronterizos, pero que en estos días saltaron a su mesa.
Uno de ellos fue el acto de omisión en que pudo haber incurrido la Agencia para la Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos (EPA), por sus siglas en Ingles, y la Secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales de México, (SEMARNAT), al autorizar a Asarco la demolición de sus chimeneas como si se tratara de un asunto de rutina y sin exigirle los estudios correspondientes.
Otro tema que se puso sobre el tapete fue el riesgo de ruptura de diversos acuerdos firmados entre México y Estados Unidos, referidos al cuidado ambiental de la frontera por ambos países.
Concretamente, los ambientalistas se refirieron a la falta de cumplimiento al Programa Frontera 2012 firmado entre la EPA y SEMARNAT que en sus líneas centrales compromete a ambas instancias a «desarrollar una política binacional de limpieza y restauración que resulte en el uso productivo de sitios abandonados y contaminados con materiales o residuos peligrosos a lo largo de la frontera»
En los días previos a la demolición de las chimeneas, la preocupación ciudadana recibió por parte de la EPA y la SEMARNAT puras respuestas vacuas. Ana María Contreras Vigil, directora general de Calidad del Aire de SEMARNAT dijo a una comisión del Colectivo juarense con quien se entrevistó, el 11 de abril, que la dependencia a su cargo no podía responsabilizarse sobre daños al suelo y al agua después del estallamiento de las dos torres de Asarco, pero aseguró que tal derrumbamiento no contaminaría el aire de la frontera.
El sábado 13 de abril, la declaración de la funcionaria cayó al vacío junto a las chimeneas. Ese día una espesa nube de polvo de casi 60 metros de altura se levantó sobre las colonias aledañas a Asarco y lo que los diarios locales promocionaron un día antes como un espectáculo digno de trasmitirse en tiempo real término convirtiéndose en una escena pavorosa. Cientos de curiosos que llegaron hasta el lugar para presenciar la demolición salieron en estampida para evitar ser atrapados por la nube contaminante.
Según el Diario de Juárez, el periódico de mayor circulación de esta ciudad y uno de los periódicos, que según sus propios anuncios, montó un equipo especializado para trasmitir, vía internet, los pormenores de la demolición, la densidad de la nube levantada después del derrumbe de las chimeneas, impidió la visibilidad en la Universidad de Texas, en el centro del El Paso y en el cruce Internacional Santa Fe. Los dos últimos puntos geográficos a los que aludió el rotativo se encuentran ubicados a más de 10 millas de la minera clausurada.
Sobre la nube de polvo levantada por la desaparición de las chimeneas quedaron flotando varias interrogantes que sólo el tiempo despejará. Una de ellas es la que aún se hacen vecinos aledaños a Asarco sobre si la demolición precipitada de las dos chimeneas será capaz de borrar las evidencias de muerte y ruina que para miles de juarenses y paseños significó la existencia de esa empresa en la zona.
Los habitantes de esta frontera se preguntan, además, si la comunidad no tenía el derecho de exigir otro destino para las torres de Asarco, cuyo desolador paisaje les perteneció durante casi medio siglo. Las chimeneas de Asarco constituyeron por décadas el santo y seña de un foco que contaminó la frontera. Acaso la memoria colectiva no tenía derecho de preservar la estructura de las dos chimeneas como símbolo y conciencia de lo que no debe suceder ni repetirse en cualquier comunidad del mundo. Por ello, es de vital interés simbólico la Declaratoria de la Casa de Adobe, cuyo nombre se debe al lugar donde se dio a conocer este documento, entre los límites de México y Estados Unidos. Allí los activistas al levantar su voz de indignación, construyeron con piedras una tumba y una cruz, como símbolo de dolor que significó Asarco para sus trabajadores y para los habitantes de esta franja fronteriza.
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