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Aspectos políticos en Carlos Montemayor

Fuentes: Rebelión

I Carlos Montemayor es sin duda uno de los más destacados intelectuales de México en las últimas décadas. Desarrolló una variedad de campos del pensamiento: fue historiador, ensayista, poeta, cuentista, traductor, y estudioso de las lenguas naturales como lo constata el trabajo que realizó en las comunidades mayas de nuestro Estado. En las siguientes líneas […]

I

Carlos Montemayor es sin duda uno de los más destacados intelectuales de México en las últimas décadas. Desarrolló una variedad de campos del pensamiento: fue historiador, ensayista, poeta, cuentista, traductor, y estudioso de las lenguas naturales como lo constata el trabajo que realizó en las comunidades mayas de nuestro Estado.

En las siguientes líneas buscamos presentar un sencillo acercamiento a algunos aspectos de la actividad y pensamiento político de Carlos Montemayor, realizando una breve mirada a su militancia y a su ejercicio intelectual, como parte de los homenajes que se realizan en su memoria.

II

El origen familiar acomodado de Carlos Montemayor no fue un impedimento para que se vinculara con campesinos e indígenas desde su juventud. E n su natal Chihuahua, vivió de cerca el desarrollo de movimientos campesinos que se extendían por todo el estado y que abarcaban algunas zonas de Durango y Sonora. La mayor parte de los líderes campesinos eran de la sierra; algunos, profesores normalistas rurales que trabajaban muy activamente en la gestión ante las autoridades de la Reforma Agraria, recordaría años después Montemayor.

«A principios de los años 70 algunas compañías privadas dieron inicio a una serie de despojos de tierras que provocó la reacción inmediata de los campesinos y paulatinamente la conformación de una fuerza organizada. El mayor contingente formó parte de la Unión General Obrero Campesina de México» relató Montemayor a la periodista Mónica Mateos Vega (La Jornada, 1 de marzo de 2010). 

Desde 1959, l as movilizaciones en defensa de predios y contra las invasiones de tierras, crearon un ambiente de tensión social muy importante en Chihuahua, que influyó en la forma de ver la sociedad del joven Carlos Montemayor. Los primeros momentos de estos acontecimientos populares los describe Montemayor en su novela Las armas del alba, sobre todo los que se desarrollan cerca de Ciudad Madera.

Al ingresar a la Universidad de Chihuahua, entró en contacto con cuadros políticos y frentes campesinos, mediante los cuales conoció más de cerca estos procesos sociales de lucha. Su relación con jóvenes socialistas de Chihuahua que militaban en el Partido Popular Socialista, El Partido Comunista y el Movimiento de Liberación Nacional, le abrió la puerta para contactar a las diversas corrientes campesinas y magisteriales, como las que encabezaba Arturo Gámiz, quien fuera figura central del asalto al Cuartel Madera del 23 de septiembre de 1965, en Chihuahua. Tema principal de su novela ya referida Las Armas del Alba, la cual basa su contenido histórico en los testimonios de los sobrevivientes de esta guerrilla.

Al recordar estos hechos Montemayor menciona: «Ellos constituyeron el primer movimiento guerrillero en México después de la revolución cubana. Desarrollaron varias acciones. La acción armada más notable de ellos ocurrió el 23 de septiembre 1965; esa mañana intentaron tomar por asalto el cuartel militar de Ciudad Madera» ( La Jornada , 1 de marzo de 2010) .

Todavía muy joven, Montemayor comenzó a publicar en el periódico Acción, gracias a la invitación de la compositora Judith Reyes quien se desempeñaba como editora. En este rotativo vieron la luz sus primeros artículos en los que manifestaba su afinidad con Arturo Gámiz.

Al lado de las juventudes socialistas participó en la fundación de la Universidad Obrera en la ciudad de Chihuahua siendo preparatoriano, junto a su amigo Óscar González Eguiarte, quién años después encabezaría la segunda fase de la guerrilla chihuahuense.

Al iniciarse una serie de protestas en el internado de la Escuela de Artes y Oficios de Chihuahua, por las malas condiciones en que se encontraban los hijos de campesinos y obreros que allá estudiaban, Montemayor participó decidido, ese fue su primer movimiento estudiantil.

En 1963 colaboró con el profesor Antonio Becerra en la formación de la Liga de la Defensa de las Garantías Individuales y Sociales, organización que apoyó de manera importante a los movimientos campesinos de Chihuahua. El movimiento del 68 lo vivió como estudiante de la Facultad de Derecho de la UNAM. Sin duda, este movimiento transformó para el resto de su vida su actividad intelectual.

El compromiso de Montemayor de contrastar las versiones oficiales con la realidad social y humana, tanto como analista político en artículos publicados en diversos medios -en los años recientes en La Jornada y en el semanario Proceso-, y como investigador e historiador con sus diversos libros, se consolidó cuando conoció a través de la prensa el desenlace de muchos de sus amigos de juventud en Chihuahua: «Desde hacía más de un año yo radicaba en la ciudad de México, por lo que desconocía que ellos habían entrado en la clandestinidad. Cuando me enteré del ataque -al cuartel Madera- y vi las fotos de algunos cadáveres de mis compañeros me sacudí, pero sobre todo, me estremeció el tipo de información oficial sobre ellos: los trataron de gavilleros, de delincuentes, de pistoleros, de roba vacas». «Eso fue lo que más me afectó, porque a mí me constaba su honestidad, su limpieza, su integridad, su militancia, su generosidad. Esta impresión de cómo una versión oficial puede destruir tan brutalmente la verdad de la vida humana me marcó para siempre» ( La Jornada , 1 de marzo de 2010) .

Como activista político jugó un papel relevante. Su más reciente participación fue como integrante de la extinta Comisión de Mediación entre el gobierno federal y el Ejército Popular Revolucionario, para investigar el paradero de dos desaparecidos políticos militantes del EPR desde hace ya varios años.

III

La obra intelectual de Carlos Montemayor es basta y muy reveladora. Sus novelas, crónicas y ensayos acerca de diversos movimientos sociales son referentes para analizar el contexto y la actualidad en torno a fenómenos como las guerrillas y los levantamientos indígenas. Sus libros: Chiapas, la rebelión indígena de México (1998); La guerrilla recurrente (1999); y Rehacer la historia (2000) son fundamentales.

Montemayor logró sistematizar y dejar constancia de los movimientos armados socialistas de los sesenta y setenta que no figuran en la historia oficial. Su obra más renombrada, Guerra en el paraíso (1991), aporta mucho al conocimiento público sobre la Guerra Sucia mexicana. En esta novela recreó la represión militar contra la guerrilla de Lucio Cabañas en Guerrero durante los años setenta.

También otras partes de su literatura reflejan su compromiso con la verdad, en cuentos como Las llaves de Urgell (1971), Premiá (1983), Diana (1990), y en ensayos como Los dioses perdidos (1979) y El oficio literario (1985), aborda de manera puntual la vida y problemáticas indígenas.

En su más reciente libro La violencia de Estado en México. Antes y después de 1968, utiliza la perspectiva histórica para examinar las causas de los movimientos armados y propone varias hipótesis cardinales. Violencia de Estado en México es un estudio revelador. El libro es continuador en buena medida de los análisis que ya había realizado y publicado en el 2000 bajo el nombre de Rehacer la historia, escrito que se basa en los documentos personales del general Marcelino García Barragán, uno de los principales actores de la masacre de 1968. La inclusión de otras fuentes, sobre todo informes desclasificados por el gobierno de Estados Unidos, permite a Montemayor abrir nuevas rutas de interpretación referentes a la «supuesta» vinculación orgánica entre el movimiento estudiantil del 68 y la guerrilla posterior a él, lo cual, logra desmentir en su mayoría. En su análisis sigue la ruta de la conjura comunista internacional que el gobierno mexicano encabezado por Gustavo Días Ordaz convirtió en la explicación oficial del surgimiento del movimiento del 68, y por tanto, la utilizó como justificante de la actuación genocida de su gobierno el 2 de octubre en la plaza de Tlatelolco. Los documentos permiten a Montemayor demostrar que ni siquiera la CIA confiaba en la versión de la conjura internacional de Cuba y la URRS sobre México.

De igual forma, parte del contenido de Violencia de Estado se ha presentado a la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos en el 2009, y utilizado por la Comisión de Mediación entre el EPR y el gobierno federal, disuelta el 21 de abril de 2009 por la negativa del ejecutivo de resolver el caso de los desaparecidos eperristas.

El libro plantea que la violencia de Estado no es sólo tortura, masacres y desaparición forzada, sino un entramado de complejos mecanismos como la impunidad en la procuración e impartición de la justicia, la legislación que criminaliza a activistas sociales y la negación de la pobreza. En otras palabras, la violencia de estado también es la permanencia del analfabetismo, de la carencia de servicios de salud, del desempleo, de la falta de vivienda, y de la desnutrición, todas estas son formas de violencia legal, institucionalizada.

Carlos Montemayor puntualiza que estas situaciones se recrudecen cuando el escenario son las poblaciones indígenas, debido al rezago histórico que presentan desde la conquista. Por ello hizo hincapié en la legitimidad de la lucha del EZLN tanto en sus artículos de La Jornada como en su libro Chiapas, la rebelión indígena (1997). Con su trabajo denostó la calificación de «terroristas» que la derecha endilgó tanto a zapatistas como a militantes de otras guerrillas, como los del EPR. Al demostrar que su organización y aparición en la vida política-social de nuestro país, responde a la necesidad de sobrevivir y no a actos criminales.

Su agudo análisis lo lleva a otra hipótesis: la violencia institucionalizada provoca violencia popular. Esta es la razón de la recurrencia de la guerrilla como fenómeno de lucha en el país desde al menos 45 años atrás. La llamó «guerrilla recurrente» porque no ha dejado de estar presente durante todo este tiempo. Siempre alegó que la violencia del pueblo manifestada en rebeliones es precedida de una violencia originada por el Estado, por graves insuficiencias sociales y políticas, de tal manera, que nunca dejó de recomendar que estos estallidos deban ser analizados como movimientos sociales y no como meros asuntos policiacos o militares. Es decir, sino se toman en cuenta las causas sociales que generan estos movimientos, nunca se podrán solucionar, y por tanto la guerrilla seguirá siendo recurrente. Es necesario comprender que la guerrilla es siempre un fenómeno social.

Sus planteamientos sobre los movimientos armados en México han influido en varias generaciones de investigadores y periodistas. Un claro ejemplo, es su papel clave en la elaboración del libro México armado 1942-1981 como lo ha reconocido la periodista Laura Castellanos, autora del libro, en el que se narra el proceso de radicalización de una treintena de guerrillas en los años sesenta y setenta, antecesoras de la decena de guerrillas activas en la actualidad, como el EZLN y el EPR y sus escisiones.

Las aportaciones de Montemayor también son vitales para conocer las espirales de la contrainsurgencia. En La violencia de Estado en México presenta un escenario repetido a lo largo de la historia moderna, tanto en las movilizaciones ferrocarrileras de los cincuenta, como en las estudiantiles del 68, en la irrupción de los grupos guerrilleros diversos, así como en el movimiento popular de Atenco o el de Oaxaca en el 2006. El escenario referido es que cuando un grupo social inconforme radical o no, irrumpen la esfera social y política, el discurso del Estado descalifica sus razones, niega la violencia institucionalizada, y reprime en nombre de la «paz social». Por tanto Montemayor es puntual al decir: «La inconformidad social no inicia la violencia; por el contrario, surge para que esa violencia cese».

La mirada aguda del análisis político-social de Montemayor, no quedo suscrito únicamente a nuestro país, pues también, puso a juicio las medidas tomadas por Estados Unidos después del 11 de septiembre de 2001, y su repercusión en la política de seguridad de nuestro país. La militarización y la migración mexicana a los Estados Unidos también estuvieron en sus escritos.

El 21 de agosto de 2008, al conmemorarse 68 años de la muerte de León Trotsky en la que fuera su casa, Montemayor manifestó su punto de vista sobre la situación mundial al decir: «La globalización económica es un nuevo colonialismo que esta creando un futuro ominoso para la humanidad, provocando un grave retroceso hacia la barbarie política y judicial. Estamos ante el desmantelamiento de los Estados, ante el abandono de los objetivos de bienestar de las sociedades. En este neocolonialismo el poder se concentra cada vez más en los intereses de los grandes consorcios».

Ante la desolación que tan claro juicio pudiera provocar hasta en el más solido humano, Montemayor en el mismo acto expresó el camino para superar esta etapa oscura de la humanidad. «Los procesos de sometimiento a la globalización sólo pueden modificarse a partir del despertar social, la única fuerza posible en términos políticos y sociales para cambiar las injerencias de la elite mundial». Día a día, en todos los rincones del mundo, estas palabras se materializan sin que la gran mayoría se entere, por ser excluidos los actos libertarios de los grandes consorcios comunicativos (prensa, radio, tv), Montemayor bien lo sabía y por ello se dio la tarea de recuperar una parte de ellos, para no dejarlos en el olvido de la desmemoria.

IV

Para finalizar recordemos que Montemayor nos dejó un legado que a su muerte cobra mayor significado, no sólo es relevante su obra política, sino también su trabajo sobre lenguas indígenas.

Es mucho lo que falta esclarecer de la Guerra Sucia, de la contrainsurgencia, de la guerrilla mexicana, pero las aportaciones de Montemayor harán de ese camino algo menos oscuro. El mismo Montemayor se expresó con entusiasmo en el 2002 al escribir en el prologo del libro En las profundidades del MAR de Fernando Pineda Ochoa lo siguiente: «Estamos en el momento que empieza a surgir a la luz la memoria de estos movimientos. Esa memoria debe formar parte de nuestra conciencia actual, porque su historia empieza a revelarse para decimos lo que somos, lo que a través de nuestras luchas hemos querido ser, y deseamos aún llegar a ser».

Montemayor dejó claves históricas para comprender nuestro posible futuro. Su muerte no significa el olvido de sus ideas; sino por el contrario, la consolidación de su ideario como una poderosa arma de análisis social que necesariamente respalda las mejores causas del pueblo de México.

El capitalismo le ha quitado la ética a la palabra, ha contribuido a que todo aquel que la pronuncia desde el poder quede exento compromiso. La palabra en el capitalismo perdió su cualidad de responsable de un compromiso social, el discurso se ha convertido en un conjunto de palabras vacías y mentiras perdidas en la desmemoria.

En este mundo, donde se busca ser importante antes de ser útil a la sociedad, Montemayor nos lego su ejemplo de militante de la verdad y su ética de compromiso social. Honremos a Carlos Montemayor militando en la verdad, reponiéndole a la palabra su función transformadora, y comprometiéndonos con la igualdad, la justica y la libertad.



– Ponencia presentada en la mesa panel «Montemayor, hombre de letras» el 28 de abril de 2010 en la Ciudad de Mérida Yucatán, realizada como parte del ciclo de homenaje organizado por el Instituto de Cultura de Yucatán para recordar al escritor mexicano Carlos Montemayor.