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Austeridad fiscal: ¿para qué sirve?

Fuentes: La Jornada

El debate en el plano internacional sobre la austeridad fiscal ruge con estruendo. En Europa no hay un solo día en que no se abra una nueva fase de esta discusión. No se trata de un simple debate académico: la vida y la suerte de millones de personas depende de si se adopta esta postura […]

El debate en el plano internacional sobre la austeridad fiscal ruge con estruendo. En Europa no hay un solo día en que no se abra una nueva fase de esta discusión. No se trata de un simple debate académico: la vida y la suerte de millones de personas depende de si se adopta esta postura de política fiscal.

El gobierno mexicano, por conducto del secretario de hacienda, anunció la semana pasada un fuerte recorte fiscal para enfrentar el desplome en los ingresos petroleros. La reducción en el presupuesto de 2015 supera los 124 mil millones de pesos.

El señor Videgaray debe saber que su presentación pareció más un velorio que otra cosa y sus ademanes los de un sepulturero. Los subsecretarios cumplieron servilmente su papel de palafreneros. No sólo no vieron venir el desplome de los precios del petróleo, sino que cuando por fin se dieron por enterados lo minimizaron y subestimaron su amplitud y duración. Triste puñado de inútiles los altos funcionarios del gobierno federal.

El recorte de 3 por ciento del gasto público tendrá un efecto de contracción en la maltrecha economía mexicana. El gobierno y las grandes paraestatales, CFE y Pemex, frenarán fuertemente sus inversiones. La economía mexicana a duras penas podrá alcanzar un crecimiento de 2 por ciento. Las cicatrices de este mediocre desempeño serán más desempleo, más pobreza y más desigualdad. A corto plazo esto afecta también la recaudación fiscal y conducirá a una espiral descendente. Es decir, la medicina agrava la enfermedad.

Los economistas neoliberales sostienen que las finanzas públicas en equilibrio constituyen uno de los fundamentos de cualquier economía. Para lograr dicho balance recomiendan siempre recortar el gasto. A veces también aconsejan aumentar los impuestos indirectos, como el IVA, que son regresivos. Nunca sugieren incrementar el impuesto sobre la renta para los estratos más ricos o sobre los ingresos y transacciones del sector financiero.

Si las inversiones se determinan por la demanda agregada, el recorte del gasto para alcanzar algo que se parezca a un equilibrio fiscal es un contrasentido. El gasto público es un componente clave de la demanda agregada. La inversión privada está en el piso, por lo que contraer la inversión pública es un acto irresponsable que destruye lo que queda de la economía real (el sector no financiero). Es por eso que la pregunta es pertinente: ¿a quién beneficia la austeridad fiscal?

El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, ha proporcionado la respuesta. El día del anuncio del recorte fiscal señaló que esta medida era la indicada y que permitirá mantener estable el tipo de cambio. Pero, ¿por qué se preocupa Carstens, si el Banco de México cuenta con aproximadamente 198 mil millones de dólares de reservas? Pues se preocupa porque sabe que de esas famosas reservas, cerca de 133 mil millones de dólares son prestadas (corresponden en buena medida a deuda del gobierno federal). Y sí, ya lo hemos comentado muchas veces, ni a usted ni a mí se nos ocurriría bautizar con el nombre de reserva a una deuda que sabemos hay que reembolsar. Pero para los genios del Fondo Monetario Internacional y sus colegas en el banco central eso no es problema. Recuerdan a Humpty Dumpty cuando dijo (en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí), cuando uso una palabra, significa lo que yo quiero que signifique.

Para los tenedores de la deuda pública, o si usted prefiere, nuestras reservas, el déficit del gobierno es obviamente inquietante. No sólo indica que la capacidad de pago en el futuro está comprometida. También revela que la crisis en las finanzas públicas anuncia mayor endeudamiento a futuro, pues nadie en sus cinco sentidos piensa que la recaudación podrá recuperarse en el corto plazo. Por eso, los tenedores de títulos que conforman nuestras reservas nunca pierden de vista el camino a la puerta de salida.

Al menor indicio de que el gobierno podría tener problemas para solventar el servicio de la deuda, saldrán en estampida y el comportamiento de manada llevará a una salida masiva de capitales. Y eso conducirá a una fuerte depreciación del peso mexicano, hasta ahora sobrevaluado por la entrada de capitales. La macrodevaluación que seguiría traería sería el tiro de gracia para esa entelequia que es la economía mexicana, permanentemente semi-estancada y sin poder generar ni empleo, ni salarios decentes.

La austeridad fiscal, el brutal recorte del presupuesto, tiene por objeto principal calmar las inquietudes de los dueños de las reservas. Los fondos de inversión saben que la capacidad de mantener las apariencias tiene un límite.

La retórica de que el gobierno es como cualquier familia y no puede vivir por arriba de sus recursos es falsa. Ninguna familia tiene la capacidad de recaudar ingresos tributarios. En el fondo, la austeridad fiscal sacrifica la economía real y sólo sirve para que la economía mexicana siga manteniendo su función de espacio de servidumbre financiera.

Twitter: @anadaloficial

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/02/04/index.php?section=opinion&article=026a1eco