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Ayotzinapa es la gota

Fuentes: Rebelión

El secuestro de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa ha detonado movilizaciones de protesta que se han levantado en todo México, así como una amplia respuesta de solidaridad internacional. A raíz de estos hechos, conversamos desde Valencia con Olar Zapata de Regeneración Radio en México D.F., los profesores de la UAM de Azcapozolco Jorge Ortiz […]

El secuestro de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa ha detonado movilizaciones de protesta que se han levantado en todo México, así como una amplia respuesta de solidaridad internacional. A raíz de estos hechos, conversamos desde Valencia con Olar Zapata de Regeneración Radio en México D.F., los profesores de la UAM de Azcapozolco Jorge Ortiz Leroux, Verónica Arroyo, Jorge Mercado y César Martínez, con Carlos Cruz representante de la asamblea de estudiantes y con dos de los estudiantes normalistas que sobrevivieron al asalto donde desaparecieron 43 de sus compañeros.

Como repetirán a lo largo de este encuentro virtual entre universidades de uno y otro lado del charco, Ayotzinapa es la gota que ha colmado el vaso del aguante en un país cansado de los horrores cometidos por sus élites de poder.

El país

«Somos un país al que se nos ha secuestrado la dignidad, un país al que nos han robado la cordura», así comienza su intervención el profesor de la UAM César Martínez. Desde que en 2006 comenzara la llamada guerra contra el narco bajo el gobierno de Felipe Calderón, en México han desaparecido cerca de 30 mil personas. Estos datos se aproximan a las desapariciones sufridas bajo las dictaduras de Argentina (1976-1980) y Chile (1973-1990). Un clima de impunidad y la omnipresencia del narco caracterizan este dramático contexto. «La guerra contra el narco comenzó con el gobierno de Vicente Fox que relevaba al PRI después de 70 años en el poder. Le sucedió Calderón también del Partido Acción Nacional y la violencia creció exponencialmente. Buscaban un espectáculo mediático a partir del uso del ejército en lucha contra el crimen organizado,» apunta Olar. Fue una forma de encubrir a grupos de poder que habían aupado al propio gobierno y que éste apoyaba. Así, todo desembocó en una guerra interna entre grupos de narcos que acabó repercutiendo en la población civil. Esta situación continúa a día de hoy. «La guerra contra el narco ha provocado el desplazamiento de 1,5 millones de personas de los cuales al menos el 30% son indígenas. Hay 60 millones de indígenas en México en situación de pobreza y son ellos los que reciben los mayores golpes por parte del estado», abunda el profesor Jorge Ortiz Leroux.

Hay muchos casos de periodistas y estudiantes que hablan de forma crítica contra el gobierno y desaparecen. «Los más golpeados son los más indefensos, los pobres que no tienen recursos legales ni materiales para defenderse de la represión del estado. Hablamos de millones de personas que viven en riesgo constante, aunque actualmente nos puede pasar a cualquiera de quienes vivimos en México.»

La llegada al poder de Peña Nieto prometió una política distinta que iba a conseguir descender el número de muertes y desapariciones. No ha sido así, se sigue utilizando la violencia y la fuerza del ejército para mantener a la población aterrorizada. Según Jorge Mercado, «vivimos una presidencia impuesta por los medios de comunicación que enaltecieron a Peña Nieto. El sistema de partidos está totalmente desacreditado. La desinformación fomentada por el gobierno de las élites ha secuestrado nuestra cultura y nuestro pensamiento.» Por su parte, César destaca que «el caso de Ayotzinapa ha generado una respuesta masiva a nivel nacional e internacional, nuestra conciencia colectiva ha pasado del reclamo Vivos los queremos, a la denuncia Fue el Estado».

Las escuelas normales rurales

Antes de recoger los testimonios sobre los hechos ocurridos en Iguala, Guerrero, escuchamos la explicación de uno de los estudiantes de la escuela normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, sobre la historia y el trabajo que se realiza en estas escuelas.

«Somos herederos de la revolución mexicana de principios del siglo pasado. La primera escuela normal rural de América Latina se crea en Michoacán el 22 de mayo de 1922.» Con la presidencia de Lázaro Cárdenas en los años 30 comienza una política favorable a la creación de este tipo de escuelas por todo el país. El dos de octubre de 1968 un hecho terrible golpea a la comunidad estudiantil mexicana. La matanza de estudiantes en la plaza de las tres culturas en Tlatelolco da comienzo a un periodo, que bajo el gobierno de Díaz Ordaz caracterizado por un constante ataque sistemático a las escuelas normales rurales, consigue reducir su número considerablemente. A día de hoy de las 240 escuelas que existían por todo el país quedan unas 100. «No es la primera vez que nos atacan y no sólo gente del crimen organizado sino también policías federales o municipales, como los de Iguala. Ya asesinaron a compañeros nuestros en 2009 y en 2011. Ante un encierro en protesta por el rechazo a incluir el inglés en la enseñanza, 1500 federales intervinieron para desalojar la escuela. Muchos no hablan ni el castellano sino su lengua materna, ¿por qué tiene que imponer el inglés?»

«Los requisitos para entrar es ser pobre, campesino, hijo de campesinos. Son escuelas del pueblo y hay mucha demanda para entrar. Nosotros trabajamos del día a la noche para ganarnos la vida, si logramos comer una vez al día ya nos damos por satisfechos. Nuestro único delito es ser estudiantes y buscar una educación para todos, una educación pública que sirva a los hijos de los campesinos.»

En estas escuelas se forman profesores para la gente del campo, en un contexto rural y campesino. En ellas se enseña un pensamiento crítico, generando otro tipo de educación, hay una crítica al modelo educativo de las ciudades y del capital donde los valores son el individualismo y la competitividad. Las escuelas rurales están vinculadas al mundo del campo donde sobreviven valores indígenas como lo comunitario y el respeto a la naturaleza.

«A ningún gobierno en México le interesa que los campesinos tengan una educación, conozcan sus derechos y defiendan su forma de vida. Somos hijos de campesinos y de gente pobre. Nos tachan de vándalos, los ayotzinapos nos dicen, no nos ven como estudiantes sino como malhechores. Nosotros pedimos de manera humilde algo que debería ser público. Estas son las luchas que estamos impulsando y recibimos balas y asesinatos.»

El asalto

La noche del 26 de septiembre del 2014 , los estudiantes de la escuela Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa viajaban en autobuses hacia la ciudad de Iguala. Su destino era llegar a Ciudad de México el 2 de octubre para asistir a la conmemoración por la matanza de Tlatelolco. Por el camino hacen paradas en varios pueblos cumpliendo su habitual tarea de pedir colaboración para mantener las escuelas.

«Antes de llegar a Iguala la policía municipal empieza a perseguirnos por la carretera. Decidimos no detenernos porque ya sabemos de qué son capaces y comenzamos a atravesar la ciudad que no conocemos, hasta que finalmente salimos a la carretera en dirección a Chilpancingo. Es entonces cuando una patrulla municipal se nos atraviesa en la carretera y nos cierra el paso. Nos vemos acorralados. Algunos compañeros deciden bajar del autobús para dialogar con la policía pero estos sin escuchar empiezan a disparar, no al cielo ni al suelo, sino a matar. Los que bajan son golpeados, detenidos y llevados en las patrulleras. Los disparos se prolongan por 30 minutos durante los que nos protegemos entre los autobuses que quedan hechos pedazos. Disparaban, volvían a cargar a los coches y disparaban de nuevo. Mientras dura el fuego llamamos a las ambulancias de Iguala pero la policía no les deja llegar a la zona. Tampoco llegó nunca la policía estatal para ver qué estaba ocurriendo.»

Cuando acaban los disparos se escucha: ¡Está bien ya terminamos, ahora ya váyanse cabrones, no les queremos aquí! «Los municipales se marchan con los compañeros detenidos y las ambulancias pueden pasar. Tratamos de comunicarnos con los compañeros y con periodistas y maestros de Iguala y algunos se acercan hasta donde estamos. Nos ponemos a hacer fotos y a recoger casquillos de bala. Aunque la policía se llevó algunos, hay cientos por el suelo. Los autobuses están llenos de sangre y hay restos de piel en los asientos. No sabemos qué hacer.»

«Decidimos dar una rueda de prensa allí mismo pasada ya la medianoche. Es entonces cuando llega una camioneta roja y otros coches particulares escoltados por la policía municipal. De ellos bajan varios hombres armados vestidos de paisano que comienzan a disparar contra nosotros sin importar que también hubiera allí médicos, periodistas y maestros de Iguala. Nos vemos en la necesidad de huir. Todo sucede en cuestión de segundos; uno siente la impotencia, vas corriendo y tu compañero corre detrás. Cuando volteas la cabeza de nuevo ya no está porque lo alcanzaron las balas y cayó asesinado. Corres por temor a que te ocurra lo mismo y parece milagroso que algunos saliéramos ilesos. Nos escondemos. El ataque dura 45 minutos en los que somos cazados como animales.»

«Finalmente nos volvemos a reunir. De entre los supervivientes hay quien ha perdido la mano, a otro le quedó el brazo destrozado, a otro le alcanzaron en la cara y ya no puede hablar, ahora escribe con una libreta. Hay 60 desaparecidos y vamos a buscarlos a Iguala. Preguntamos en los hospitales, en las cárceles pero no tenemos respuesta. Alguien llega con una foto que le han hecho llegar a un periodista. Es una imagen que no podemos borrar de nuestra mente. En ella aparece quien conocemos como el Chilango, al que le han sacado los ojos y no tiene piel en la cara. Se lo han hecho estando todavía con vida.»

Hubo 7 muertos, más de una veintena de heridos y 43 desaparecidos.

La respuesta

El compañero Olar rememora las sensaciones del último mes y medio. «Al principio nadie se enteró. Hubo una semana entera de total desinformación. Fue entonces cuando encontraron unas fosas cerca del lugar de los hechos y comenzó a especularse con que los desaparecidos podrían estar allí enterrados. Los medios no pudieron entonces contener una noticia que se hizo viral y masiva. El hecho de que los estudiantes fueran pobres, hijos de campesinos de mayoría indígena, en un país donde casi el 70% de la población es gente joven, siendo la generación con más estudiantes de la historia, provocó una empatía y una indignación enormes. La gente comenzó a indignarse como hacía muchísimo tiempo que no ocurría en México.»

Los motivos del asalto dan para especular. Al principio el gobierno trató de vincular a los estudiantes con un clan rival del narco que los atacó. La indignación fue tal que el gobierno se vio obligado a rectificar rápidamente. También se especuló con la idea de que la intención era evitar que los estudiantes llegaran a boicotear un acto público del gobernador Abarca. Las minas que existen cerca de la zona de las escuelas normales, también sirven para conjeturar que debido a su amplio contenido de oro y hierro, la intención es sacar de allí a los estudiantes.

El gobernador de Iguala José Luis Abarca y su mujer Mª Ángeles Piñedo son reconocidos como presuntos líderes de la organización criminal Guerreros Unidos antes de su ascenso político. Fueron detenidos y están presos , pero se especula que no serán juzgados correctamente debido a la gran corrupción que existe. «Esta situación nos lleva a mirar a esferas más altas, hacia el gobierno federal, de esto no hay pruebas pero todo el mundo lo cree así.» El gobierno respondió con su habitual política ficción. «Se trata de montar un espectáculo televisivo en el que aparecen grandes operativos de búsqueda en todos los noticieros de la noche, donde el ejército busca a los desaparecidos por tierra, mar y aire. Repiten que hacen todo lo posible pero la gente no se lo creé» apunta Olar. Los padres y madres de los desaparecidos con ayuda de peritos forenses argentinos, han desmentido cada una de las veces que se ha insinuado con que los 43 han aparecido muertos.

Ha habido movilizaciones por todo el país; marchas, protestas, representaciones artísticas, desmentidos de información. También hay quienes han hecho cortes en carreteras y gasolineras o han tomado ayuntamientos y aeropuertos como protesta. Los profesores Ortiz y Mercado analizan la situación: «El gobierno federal está involucrado y no ha habido respuestas ante las preguntas por estos hechos. Se persigue que el presidente Enrique Peña Nieto renuncie y aprovechar ese momento para iniciar un proceso constituyente y regenerar la forma en que se gobierna este país. La lucha la está comandando el movimiento estudiantil, las escuelas se organizan, las universidades han tenido un papel fundamental para articular la protesta en todo México. En lo cotidiano, estamos viendo marchas de solidaridad y denuncia que no se habían visto nunca.» En las Olimpiadas Centroamericanas de Veracruz los manifestantes lograron apagar la llama olímpica al grito de ¡No queremos Juegos, queremos Justicia! Olar también ve un cambio: «Se podría esperar que la gente se quedara atemorizada en sus casas pero estamos viendo las movilizaciones más grandes que han ocurrido acá en años. Pasa en todos lados, no sólo en D.F., hay mucha gente que está esperando que pase algo para darlo todo.»

Las demandas

Como los compañeros repiten en más de una ocasión los hechos sucedidos con los compañeros de Ayotzinapa, no son excepcionales y tampoco son los más graves que vienen sucediendo en México desde tiempo atrás. Olar señala que «los métodos para aterrorizar a la población son cada vez más sanguinarios porque la gente aquí tiene mucho aguante. La prueba es la cantidad de pueblos indígenas que siguen resistiendo desde hace siglos y a los que a pesar de que se les ha tratado de exterminar en varias épocas, siguen vistiendo sus ropas, celebrando sus fiestas y comiendo sus tamales.» Además hay también mucha gente que se está organizando desde hace muchos años y luchando y denunciando los horrores del capitalismo. «Porque en México no sólo existen los intereses del narco sino también los del gran mercado del consumo que es Estados Unidos y del que nuestro país es puente para la llegada de mano de obra, prostitución o drogas.»

Por todo ello, los compañeros que hemos tenido la oportunidad de entrevistar hacen sus llamados y denuncias a la comunidad internacional.

La profesora Verónica Arroyo habla de la circunstancia femenina. «Las muertes de Juárez y las desapariciones continuas de mujeres en éste y otros lugares exigen una respuesta a la cuestión femenina que este país todavía no ha articulado. Ahí queda el contraste entre el modelo de mujer que representa la esposa de Peña Nieto, una modelo y actriz de telenovelas, con la de las madres que son agredidas por las autoridades cuando van preguntar dónde están sus hijas.»

Como representante de la Asamblea estudiantil de la UAM, Carlos Cruz lanza un comunicado de denuncia: «Hay movilizaciones en todo el país y los estudiantes estamos siendo criminalizados. El gobierno está intimidado ante la fuerza de su pueblo y el presidente Peña Nieto se dedica a utilizar la fuerza para mantener el orden, sin dar respuestas a las demandas de la población.»

El 15 de noviembre la policía judicial trató de intimidar a varios compañeros en el Auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía de la UNAM. Ante la resistencia de los estudiantes a que tomaran fotos y grabaran, la policía respondió disparando, hiriendo a uno de los compañeros en la pierna y matando a un perro. Más tarde 200 granaderos entraron nuevamente en el recinto universitario con la excusa de recuperar el coche que los policías judiciales habían abandonado. El estudiante de música Brian Reyes y su pareja fueron asaltados por la policía federal al salir de la universidad. Les golpearon y les detuvieron acusándolos de intento de robo a la autoridad. El compañero Cruz prosigue:

«Los estudiantes nos estamos organizando junto con sindicatos, campesinos y compañeros de otras luchas contra el gobierno corrupto de Peña Nieto. No sólo desde el gobierno nos llega la criminalización, los medios incitan a la represión contra los estudiantes. Afortunadamente los medios libres y comunitarios están haciendo una gran labor informativa en un país donde la profesión de periodista es todo un riesgo.» Son muchos los que estos días han apagado sus televisores para informarse a través de los medios alternativos.

El profesor Jorge Ortiz destaca la importancia de la solidaridad internacional. «La respuesta de la sociedad civil y la comunidad estudiantil internacional es fundamental para nosotros. Les pedimos que estén pendientes porque nos van a venir a reprimir. Actualmente los correos electrónicos que se envían hacia acá con la palabra Ayotzinapa están siendo retenidos y examinados. Necesitamos su colaboración, que se manifiesten en sus universidades y frente a los consulados de México en sus países.»

El compañero Olar Zapata explica que «el gran reto es que Ayotzinapa no se convierta en un tema de los grandes medios de comunicación que están intentando solidarizarse con el movimiento para llevárselo a su terreno. El peligro es que esto se convierta en una moda. Debe continuar y crecer la idea de que se debe cambiar al gobierno de raíz.»

Por último uno de los compañeros de la escuela normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, lanza su mensaje: «no somos delincuentes, nuestro único delito es ser estudiantes y ser pobres. Les pedimos la difusión de todo esto que hemos contado hoy aquí.»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.