I Es común en estos tiempos, escuchar a personas de toda índole, afirmar que nuestra historia nacional está compuesta de mentiras arbitrarias, y no es para menos, la afirmación es cierta, la idea de nación y la identidad que pretende englobarnos a cada uno de los mexicanos, tiene su raíz en un sinfín de inexactitudes, […]
I
Es común en estos tiempos, escuchar a personas de toda índole, afirmar que nuestra historia nacional está compuesta de mentiras arbitrarias, y no es para menos, la afirmación es cierta, la idea de nación y la identidad que pretende englobarnos a cada uno de los mexicanos, tiene su raíz en un sinfín de inexactitudes, o en muchos casos, de arteras manipulaciones de los acontecimientos, muy particularmente, los que están relacionados con hechos violentos generados desde las esferas del poder. Lo que hasta hoy en día llamamos «Historia Patria», es en realidad una parte acotada y en buena media manipulada de nuestro pasado. La construcción de la nación se ha basado en una serie de mitos fundadores, que si bien, algunos tienen raíz prehispánica y son aproximación a la explicación que algunas de las culturas mesoamericanas daban a su origen, no pueden de ninguna forma ser la base de una historia cierta y aglutinante de todos los sectores que componemos el México del siglo XXI.
II
La enseñanza de la «Historia Patria» en la educación básica, media y superior, sigue contribuyendo a la conformación de un imaginario nacionalista, cuyo fin es la cohesión hegemónica en torno a la ideología del poder, base de nuestras diferencias y generadora de la marginación, exclusión y discriminación que se vive a diario en la sociedad mexicana. Es decir, la historia que hasta hoy se enseña, no responde a nuestra realidad histórica, responde al interés sesgado de fomentar una historia a modo, que contribuye a mantener el pensamiento, la conciencia y el imaginario a favor del régimen capitalista que nos gobierna. Otra sería nuestra identidad, nuestro pensamiento e imaginario sin los programas de estudio permitieran conocer de manera más acorde a la realidad nuestro pasado, y sí generaran de forma real la crítica como principio de la razón entre los estudiantes. La ruptura con la vieja enseñanza y sus contenidos, es una necesidad urgente, es la forma de contribuir a la generación de un pensamiento crítico y anti-hegemónico que ayude a desenmascarar la historia a modo que se imparte como única y absoluta explicación del México nuestro.
III
La conformación de la «Historia Patria» como historia verdadera, requiere la utilización del sistema de enseñanza básica y media superior, pero también, necesita su difusión y validación por los medios de comunicación masiva (televisión, internet, radio, prensa, etc.). La repetición y difusión masiva de forma permanente de la «Historia Patria», es una de las herramientas del Estado para su legitimación, siendo los medios de comunicación medios eficaces de generación de consenso social, necesario para la consolidación de una mentira en verdad. El Estado cuenta con un sinfín de aparatos ideológicos que contribuyen a sesgar la opinión pública o abiertamente a manipularla, esto lo hemos observado en diferentes situaciones y acontecimientos, tanto históricos como contemporáneos, ejemplos sobran; Tlatelolco, Aguas Blancas, Oaxaca, Chiapas, Atenco, o en temas como el feminicidio, la homosexualidad, el matrimonio igualitario, la democracia, violencia, pobreza y explotación entre muchos, pero muchos otros temas. Es importante no perder de vista un detalle fundamental, el hecho de que la enseñanza y los medios de comunicación contribuyan a que en el imaginario social la «Historia Patria» sea considerada como verdadera, esto no implica que esa historia sea cierta. El grado de certeza para cualquier historia que se difunda únicamente se lo otorga el análisis riguroso de sus componentes, y es ahí, donde las verdades de Estado son desenmascaradas y expuestas. La Historia Oficial no logra sobreponerse al juicio de la mirada crítica, rigurosa y fundamentada.
IV
Ayotzinapa es una herida abierta, es la muestra del desprecio a la vida, a la educación y a la diversidad en nuestro país, es en sí, la muestra sumatoria de la degeneración política y social del Estado mexicano. Los acontecimientos del 26 y 27 de septiembre de 2014, son la coyuntura más álgida de los últimos años, han demostrado la sabida inhumanidad gubernamental, y a la vez, con toda su carga trágica están contribuyendo a que muchos ojos y pensamientos se habrán, juzguen, critiquen y desmitifiquen la construcción de la historia que el Estado realiza. Ayotzinapa es la última gran falsa verdad del Estado mexicano, es la evidencia de la manipulación y cinismo con que se pretende gobernar, imponer verdades y controlar a la sociedad manteniendo la hegemonía sobe las conciencias. La responsabilidad del Estado en la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa y el asesinato de 6 personas, va quedando cada vez más aclarada. La articulación de la mentira mediante una gran campaña en los medios de comunicación ha fracasado, todos podemos ver las evidencias de los acontecimientos. Los testimonios de los sobrevivientes, de los familiares y la documentación generada por las investigaciones dan luz ante la oscuridad oficial.
La reciente publicación del «Informe Ayotzinapa» elaborado por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) designado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), para esclarecer los hechos, es una fuente fundamental para ir poco a poco dejando atrás la Historia Oficial y poder demostrar que las verdades del Estado no son verdades ciertas. De igual forma, abre la posibilidad de ir desmitificando muchas otras verdades falsas que se enseñan y difunden. Ayotzinapa es la muestra de la dignidad y resistencia, es ejemplo de la posibilidad de que a pesar del dolor, la rabia y la cerrazón oficial, es posible construir otra historia, una que tenga como base la certeza y la inclusión de quienes hasta hoy permanecen ocultos. Ayotzinapa es la esperanza ante las falsas verdades.
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