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Ayotzinapa, la negación del Estado

Fuentes: Rebelión

Las crisis estructurales tienen un amplio potencial de enseñanza-aprendizaje y es necesario profundizar nuestra crisis para rediseñar las estructuras del Estado y de la sociedad mexicana. Desde hace ya casi medio siglo, las cosas fundamentales para una vida digna como nación nos salen mal y nos vienen hundiendo. Esperamos que Ayotzinapa, si es la gota […]

Las crisis estructurales tienen un amplio potencial de enseñanza-aprendizaje y es necesario profundizar nuestra crisis para rediseñar las estructuras del Estado y de la sociedad mexicana. Desde hace ya casi medio siglo, las cosas fundamentales para una vida digna como nación nos salen mal y nos vienen hundiendo. Esperamos que Ayotzinapa, si es la gota que derramó al vaso, también sea el fondo que nos haga resurgir.

Apostamos a la alternancia y nos fue peor que en la continuidad; apostamos a la vuelta al pasado y, a dos años, nos va peor que en el pasado.

Lo profundamente grave del caso, es que se pudo prevenir y haber evitado. Desde que esta administración asumió el poder tuvo en sus manos un diagnóstico del crimen organizado en el Estado de Guerrero y los vínculos con autoridades y policías municipales, al igual que todo mundo, medianamente informado, conocemos y padecemos el mismo perfil de crímenes en nuestras propias regiones.

Lo más grave de un mal es no reconocerlo ni aceptarlo y creer que pueden salir de la crisis contándonos, otra vez, el cuento de Paulette.

Zaffaroni plantea que la indiferencia de las condiciones previas, implica la omisión y aceptación de la situaciones que llevan a un crimen de lesa humanidad, definido como el crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto.

De acuerdo al Estatuto de Roma, los   crímenes de lesa humanidad   son aquellas conductas, acciones, tipificadas como: asesinato, deportación, exterminio, tortura, violación, prostitución forzada, esterilización forzada, persecución con motivos políticos, religiosos, raciales, étnicos, ideológicos, secuestro, desaparición forzada o cualquier otro acto carente de humanidad y que cause severos daños tanto psíquica como físicamente y que además sean cometidos como parte de un ataque integral o sistemático contra una comunidad.

Las racionalizaciones de EPN y su gabinete para deslindarse de los crímenes de Iguala y responsabilizar a los gobiernos locales del municipio y del estado de Guerrero, son solo justificaciones, típicas de un crimen de Estado, como atinadamente se denunció en el zócalo capitalino y como lo afirma la indiferencia moral previa, la negación póstuma y el pretendido liderazgo moral del ejecutivo, en su discurso de condena y rasgado de vestiduras. En síntesis: la negación de responsabilidad como jefe de Estado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.