Hagamos memoria. A fines del 2013, luego de un turbulento período en que la cota más alta de conflictividad se alcanzó en may0 con la huelga general convocada por la dirigencia sindical, estaba terminando de cuajar el reencuentro de la Central Obrera Boliviana (COB) con el gobierno de Evo Morales. Este reencuentro permitió fortalecer a […]
Hagamos memoria. A fines del 2013, luego de un turbulento período en que la cota más alta de conflictividad se alcanzó en may0 con la huelga general convocada por la dirigencia sindical, estaba terminando de cuajar el reencuentro de la Central Obrera Boliviana (COB) con el gobierno de Evo Morales. Este reencuentro permitió fortalecer a la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM), en la que convergen organizaciones campesinas, indígenas, obreras y populares. Con esto se dio un paso fundamental para la rearticulación del Bloque Social Revolucionario, fracturado y debilitado desde el 2011.
Con el reencuentro la CONALCAM -donde participa en pie de igualdad el MAS- comienza a consolidarse como el espacio de conducción política del proceso, capaz de tomar iniciativas como la convocatoria al «Encuentro Antiimperialista» de junio de 2014. Ese evento reunió en la ciudad de Cochabamba a más de 1.200 delegados de todos los sindicatos afiliados a la COB, de las organizaciones campesinas, indígenas y originarias, así como de las juntas vecinales urbanas y de otros sectores (transportistas, gremialistas, microempresarios, cooperativistas). Su resultado más importante fue la aprobación de una Tesis Política cuya idea-fuerza es «profundizar el proceso de cambio desde los movimientos sociales».
Profundizar es asumir que las políticas de nacionalización de los sectores estratégicos de la economía no han concluido y que hay que avanzar hacia nuevas nacionalizaciones. Profundizar es destinar mayores recursos de inversión pública al potenciamiento del sector social comunitario de la economía, abandonando las cada vez más preocupantes concesiones programáticas a la burguesía agraria y financiera. Profundizar es construir el poder popular-comunitario al mismo tiempo que se implementan la impostergable reforma del sistema de salud, la nueva ley educativa y las políticas de vivienda social. Profundizar es aplicar verdaderas políticas ambientales que lleven del discurso a la práctica la defensa de los derechos de la Madre Tierra, una materia pendiente en la gestión de gobierno. Profundizar es definir la continuidad de este proceso desde el paradigma del Vivir Bien, manteniendo los principios anticolonialistas, anticapitalistas y antiimperialistas, así como el objetivo estratégico de la construcción del socialismo comunitario, sin diluirlos en un insípido progresismo en el fondo conservador del capitalismo. Es indudable que la Tesis encendió el debate al interior del proceso de cambio.
Vinieron luego las elecciones de octubre y el triunfo del MAS por la conjunción de tres factores: 1) liderazgo de Evo, 2) bloque social revolucionario reunificado, y 3) construcción participativa del programa de gobierno. El respaldo del 61% de votos a nivel nacional trajo avances estratégicos como el inédito triunfo de la izquierda en el departamento de Santa Cruz, pero también mostró señales de desgaste del proyecto gubernamental, expresados en la pérdida de importante cantidad de votos en el occidente andino.
La victoria de octubre nos ha dado un tiempo adicional de cinco años para consolidar el proceso de cambio en Bolivia luchando por su profundización, pero en circunstancias económicas más difíciles.
Entramos a un nuevo escenario
El agravamiento de la crisis mundial del capitalismo, que se inició en Norteamérica, se irradió luego hacia Europa y alcanzó a los países asiáticos, impacta ahora en América Latina. Esto se agudiza con la «guerra económica petrolera» desatada por Estados Unidos contra Rusia y otros países. En el caso boliviano, cuya economía sigue respondiendo a un patrón de acumulación primario exportador, la caída de los precios de varios minerales, de la soya y del gas (derivado del descenso del petróleo), por supuesto que afectará nuestros ingresos nacionales.
Es cierto que en períodos en que se combinan buenos niveles de crecimiento económico con bajas tasas de desempleo como las observadas en nuestro país los últimos años, la demanda interna tiende a crecer y se convierte en un factor que impulsa a su vez el crecimiento. Pero en una economía de escala limitada, todavía dependiente de los términos del intercambio internacional, pensar que la demanda interna será suficiente para soportar la embestida puede hacernos caer en el error.
Las circunstancias que se vienen serán más duras y como dijo Evo: «ahora se verá si somos proceso, si somos revolución». Y no se puede afrontar una situación complicada sin audacia, por lo que hay que abrir un nuevo ciclo nacionalizador que permita generar un shock de ingresos para el país como sucedió con la nacionalización de los hidrocarburos del 2006. Esta vez y junto al pueblo se debe nacionalizar el excedente minero originado en la explotación de los yacimientos más ricos (San Cristóbal, San Vicente, San Bartolomé) que siguen bajo control de empresas transnacionales.
Frente a esta propuesta ya se escuchan voces que argumentan que el Estado sólo nacionaliza en momentos de expansión económica o cuando los precios de los minerales están altos, no cuando se ingresa a una contracción económica, o que el país no está para afrontar nuevos litigios internacionales que podrían llevar al pago de indemnizaciones por lo nacionalizado. En cuanto al primer argumento digamos que la histórica nacionalización de las minas efectuada en 1952 se la hizo en momentos de deterioro de la economía boliviana con elevados niveles de inflación, es más, aquella nacionalización fue posible precisamente por eso. En cuanto al argumento de precios, si fueran tan poco rentables serían las propias transnacionales que estarían devolviendo sus concesiones al Estado, no lo hacen justamente porque las tasas de ganancia en esos yacimientos son extraordinariamente altas. Y finalmente, sobre los litigios, el país ha demostrado que tiene capacidad para defenderse en estrados internacionales y que el beneficio para el país hasta acá siempre ha sido mucho mayor al perjuicio.
De lo expuesto se colige que en la nueva coyuntura el debate económico tendrá cada vez más importancia, lo que no significa que se descuide lo político. Y en esto habrá que decir que el triunfo en las elecciones nacionales puede verse comprometido en las elecciones municipales y departamentales de marzo de 2015. La derecha está aprovechando las fisuras en el bloque social revolucionario (caso Chuquisaca), así como algunos errores en la selección de candidaturas (caso El Alto). Se trata de una derecha remozada, que combinando viejos y nuevos rostros pretende una nueva acumulación política nacional a partir de algunos triunfos regionales. En la nueva contienda electoral, las fuerzas transformadoras deben preservar su unidad, llevando candidaturas representativas de los movimientos sociales (como la mujer indígena Felipa Huanca en La Paz o el dirigente obrero Rolando Borda en Santa Cruz) y con un programa que apuntale desde lo local las transformaciones revolucionarias a nivel nacional.
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