«La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti» (John Donne) Pasamos a octavos de final. Todo un país palpitando el gol de Palermo, la clasificación. El fútbol proporciona esas cosas, logra equiparar a ricos y pobres en un mismo grito, […]
«La muerte de cualquier hombre me disminuye
porque estoy ligado a la humanidad; por
consiguiente nunca hagas preguntar por
quién doblan las campanas: doblan por ti»
(John Donne)
Pasamos a octavos de final. Todo un país palpitando el gol de Palermo, la clasificación. El fútbol proporciona esas cosas, logra equiparar a ricos y pobres en un mismo grito, los puede unir en la alegría. Todos juntos festejando. También logra que tengamos la mirada puesta en otro lado, sabemos que pasa a miles de kilómetros en Sudáfrica, conocemos cada detalle de los entrenamientos de nuestra selección, pero como tenemos la atención tan desviada, ni nos percatamos de que Diego Bonefoi no gritó ningún gol. Diego era un chico de 15 años. Diego era un chico de apenas 15 años que vivía en Bariloche. Diego era. El cabo Sergio Colombil de la Policía de Río Negro se llevó la vida de Diego al dispararle por la espalda, en la nuca. Balas de plomo a menos de 3 metros: fusilamiento.
Otra vez una Copa del Mundo nos aleja la realidad y nos distorsiona la verdad. Claro que no es culpa del fútbol, el Mundial es sólo una excusa inmejorable para que en los medios no se le de el espacio que necesita y merece este tema. Otros dos jóvenes fueron muertos por tiros de 9 milímetros en la represión policial que se produjo en el barrio donde Diego vivía, durante la protesta frente a la comisaría 28, ubicada justo a media cuadra de su casa.
En el sur argentino se reprime y no es de ahora, a Carlos Fuentealba le destrozó la cabeza un cartucho de gas lacrimógeno en 2007, cómo si fuéramos a olvidarnos. Cómo si pudiéramos olvidarnos. Lo que pasa en Bariloche va a seguir pasando, hay muchos intereses en juego como para que no pase. Zonas que las autoridades locales y provinciales liberan a una policía salvaje y asesina para que las ‘controle’.
Ahora, no ha de asombrarnos que estos hechos de violencia ocurran en los barrios de Bariloche que presentan mayores carencias sociales. La represión es la vieja fórmula. Los chicos que fueron presos, maltratados y golpeados reclaman por estas horas, desde esos barrios sitiados, que no miremos para otro lado.Gritemos los goles, cantemos, alegrémonos con los triunfos, alentemos, pero tengamos la misma convicción y la misma fuerza para pedir justicia por ellos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.