«Ahí viene Osvaldo con su maletallena de historias para contar,llena de huellas, llena de sueñosy de un olvido marca oficial»(Arbolito) Alrededor de las 17 Chavela Bar rebalsaba de gente. Una mesa, cuatro sillas vacías, algunas wiphalas y banderas mapuches le daban color al «escenario», preparado para los representantes de algunos de los pueblos originarios que […]
llena de historias para contar,
llena de huellas,
llena de sueños
y de un olvido marca oficial»
(Arbolito)
Alrededor de las 17 Chavela Bar rebalsaba de gente. Una mesa, cuatro sillas vacías, algunas wiphalas y banderas mapuches le daban color al «escenario», preparado para los representantes de algunos de los pueblos originarios que residen en la ciudad y para el Maestro Osvaldo Bayer que, llegado hace muy poco de Alemania, no para de caminar.
Cuando Osvaldo aparece por la puerta del bar empiezan a sonar las trutrukas de los mapuche de la comunidad de Rosario, Inay Leufv Xavn (Encuentro Cerca del Río), para recibirlo con cariño y respeto. Como lo merece por su incansable lucha.
«Don Osvaldo Bayer es de esas personas que nos han marcado el camino. Además tenemos la suerte de que no nos marcó un camino y nos dijo tiempo atrás: ‘Cuento esta historia, rescato esto, les doy estas palabras, fijensé por dónde hay que ir’. Sino que a todos los argentinos no nos suelta la mano», así comenzó Amalia, una de las organizadoras para dar inicio al encuentro y le pasó el micrófono a la primer oradora. Amanda Colihueque, de la comunidad mapuche, saludó en mapuzungun, su idioma ancestral, e hizo un recorrido por la lucha de Osvaldo junto a su pueblo desde hace cinco décadas.
Isidora Céspedes representa a la comunidad guaraní que reside en Rosario. Ella también saludó en su lengua y tradujo sus palabras al idioma del conquistador. Céspedes es un apellido español, según contó, que le fue impuesto por herencia. Tras un repaso por la historia de su vida, desde que nació en Paraguay, hasta su llegada a la ciudad, recordó que sus ancestros le enseñaron a «no tener vergüenza por su cultura» y es por eso que aún hoy habla su idioma y lo enseña. Griselda, una joven jujeña que reemplazó a Cristina Choque, de la comunidad kolla, contó cómo cambió su vida cuando llegó a la ciudad para estudiar: «Me encontré con una cotidianidad bastante acelerada y distinta a la que vivía».
Luego tomó el micrófono Don Osvaldo, rango que le fue dado por quienes lo respetan y lo siguen en su lucha, que empezó recordando cuando doce años atrás se paraba bajo el monumento más grande que tiene la ciudad de Buenos Aires que es «nada más ni nada menos que al racista Julio Argentino Roca». «Me acuerdo que empecé para sacar ese monumento, que para mí es una vergüenza, y poner allí a quien lo merece: la Mujer de los Pueblos Originarios. ¡Cómo sufrió esa mujer! Empecé a dar clases de historia, con verdaderos documentos sobre Roca. Éramos 3 personas. Al siguiente jueves ¬fueron 5, después 10, cada jueves iba aumentando, hasta que logramos cortar el tránsito de la diagonal sur, que por supuesto, se llama Julio A. Roca. A 90 metros del Cabildo tan extraordinario que nos dio la libertad», contó el escritor, historiador y periodista.
¿Qué nos pasó a los argentinos? Eso se pregunta Don Osvaldo. Hace referencia a los revolucionarios documentos de Mayo, a Moreno, Castelli y Belgrano con su reivindicación de los Pueblos Originarios: «Cuando Belgrano llega al Paraguay le da la libertad a todos los pueblos originarios de la zona, les devuelve las tierras comunitarias que tuvieron durante siglos y que fueron quitadas por los españoles, y termina todas las formas de esclavitud a la que fueron sometidos los pueblos por los europeos. Esos documentos de Castelli cuando llega al Alto Perú y también les da los mismos derechos que a nosotros, los hijos de europeos. Ese Mariano Moreno con su tesis que dice todo lo que tenemos que aprender de los pueblos». En Argentina se abolió la esclavitud en la Asamblea del Año XIII, en Estados Unidos en 1863 y en Brasil recién en 1871. «Ese Himno Nacional donde cantamos, año tras año, y no nos damos cuenta lo que decimos: ‘Ved en trono a la noble igualdad’. ¡La noble igualdad! 1813, se da la libertad a los esclavos ¿Para qué? Trece años después Bernardino Rivadavia decreta que se contrata al coronel europeo Federico Rauch para exterminar a los indios ranqueles, punto. No se tomó ni siquiera el trabajo de explicar por qué. Y así va a seguir la política en el país», contó Bayer, que no deja escapar los grandes hechos de la historia que son ocultados y forzados al olvido.
Después de la citada llegada de Rauch, Juan Manuel de Rosas hizo la primer «campaña al desierto», se quedó con tierras de los originarios y llevó a los varones para trabajar en sus estancias. «Eso hay que decirlo también, los historiadores racistas no tocan ese aspecto de Rosas», reclamó Bayer y continuó: «Después viene Roca y señala que hay que seguir el ejemplo de EEUU con el Remington de diez tiros seguidos. Dice en su pedido al presidente Avellaneda, ‘tenemos que exterminar para siempre a los salvajes, a los bárbaros, como hizo EEUU que eliminó a los Sioux y a los Pieles Rojas’. Y le pide diez mil remingtons, que los importe, para exterminar a los pueblos originarios. Y el presidente lo hace. Con el saludo de Mitre y de Sarmiento, eso nunca lo dicen. Sarmiento fue un enorme racista, está en sus escritos, a pesar que él tenía sangre huarpe, sanjuanina, a través de su madre. Y entonces va a empezar esa historia que nos denigra y que nunca nos fue enseñada: el exterminio de los pueblos originarios«.
«Lo peor de Roca es que restablece la esclavitud en 1879, lo pueden leer en el Archivo General de la Nación», siguió Bayer, buscando una respuesta hacia esa incógnita sobre qué pasó después de las proclamas de aquellos revolucionarios. Osvaldo siempre cuenta con documentos para comprobar todo lo que dice. Es como su casita de Belgrano, bautizada «El Tugurio» por Osvaldo Soriano, llena de libros, papeles, historia. «Hoy entrega de indios. A toda familia de bien que lo requiera se le entregará un indio varón como peón, una china como sirvienta y un chinito como mandadero», cita el Maestro, ya de memoria de tantas veces que ha repasado semejantes documentos firmados por el presidente Avellaneda y el ministro de Guerra, Julio A. Roca en los avisos oficiales de 1879. Luego leyó otra crónica desgarradora de uno de los diarios de la época, El Nacional, en la que se describe la «entrega de indios» en las plazas y advirtió que estos documentos son sólo algunos de los cientos que demuestran lo que se hizo con las comunidades en el país.
«Era el denominado liberalismo positivista, aprendíamos de Europa, nuestro ejemplo era Estados Unidos. Lo escribía Sarmiento, por eso trajo las maestras norteamericanas, para que nos enseñaran cómo hicieron ese ‘progreso’. Esto es algo que tenemos que revisar, con documentos científicamente comprobables, están todos en el Archivo General de la Nación. Y aprender de lo que hicimos los argentinos: reimplantamos la esclavitud que había sido terminada en 1813», continuó revisitando Osvaldo, que podría dar interminables seminarios con la «otra historia».
En 1866 se fundó la Sociedad Rural Argentina, entre sus pilares fundacionales se encontraba José Alfredo Martínez de Hoz. Este grupo fue uno de los que co-financió la «Campaña del Desierto». «Esto tampoco se nos enseñó: la SRA le va a decir al presidente Avellaneda que los indios son ladrones y le roban las vacas y que hay que terminar con ellos, y ofrecen dinero para exterminarlos», relató Bayer y siguió: «Los indios no eran ladrones, lo dice ya muy bien el sabio alemán Alexander von Humboldt, en su libro de viajes por América, en el año 1790, donde señala que él como europeo aprende mucho de los pueblos originarios, primero porque no tienen sentido de la propiedad, para ellos todo es comunitario. ‘El respeto que tienen de la naturaleza, no producen más de lo que necesitan para vivir, piensan en las próximas generaciones’. Uno lee ese libro escrito en 1790 y realmente se pregunta qué hicieron. Los europeos no aprendieron nada de estos pueblos, al contrario, los explotaron, y se llevaron todo el oro y la plata».
La tierra a quienes la trabajan
Es tiempo de hacer justicia, la lucha es larga y paciente. Para Don Osvaldo es necesario terminar de una buena vez con el latifundio y defender las tierras comunitarias de los pueblos originarios. La historia de la comunidad de Santa Rosa Leleque es conocida y es un claro ejemplo de la injusticia a la que son sometidos los verdaderos merecedores de la tierra: el empresario italiano Luciano Benetton compró 900 mil hectáreas en la Patagonia, en la provincia de Chubut, de las cuales 300 pertenecían a familias mapuche que cultivaban esas tierras desde siglos. «Un señor que nunca vino a la Patagonia les quitó las 300 hectáreas que tenían las familias, y la justicia de primera instancia le dio la razón y le quitó las tierras a los mapuches. Lo primero que hizo Benetton fue pasar los arados sobre las tierras donde cosechaban frutillas. Cuando hicimos una gran protesta en repudio a lo sucedido, una señora me dijo ‘quisieron destruir todo, pero fíjese lo sabia que es la naturaleza’: habían dejado sin destruir diez plantas de frutillas y esas dieron frutos del doble de tamaño. Como enseñándole a ese señor que no se puede destrozar la naturaleza», contó Bayer.
Cuarenta millones de hectáreas fueron repartidas entre 1800 estancieros, miembros de la Sociedad Rural, después del genocidio de Roca en el sur. A los Martínez de Hoz se le «otorgaron» dos millones 500 mil hectáreas. Sí, todo eso que parece un mundo. Esa es una cuenta pendiente y urgente de los argentinos. «Hay que luchar por una verdadera reforma agraria, dar la tierra a quienes la trabajan», puntualizó Osvaldo.
Terminar con el símbolo
Osvaldo Bayer empezó hace doce años con la campaña para «desmonumentar» a Roca. «A San Martín lo enviamos a Retiro, en una estatua tapada por la torre de los ingleses, nada menos. Pero a Roca lo hemos puesto en el centro a 90 metros del Cabildo, mirando la Casa de Gobierno como diciendo ‘ojo que yo estoy aquí, mirando'», dijo en un tono irónico y agregó, siguiendo la forma, entre risas: «Lo pusimos en un caballo, cuando sabemos que, por los diarios que han escrito los oficiales, Roca nunca montó, lo hizo todo en carroza, porque tenía una enfermedad anal y no podía subir al caballo».
Allí se va a levantar el monumento a quien lo merece. El Monumento a la Mujer Originaria que se está haciendo en un galpón de la ESMA, gracias al aporte de la gente que dona las llaves de bronce en desuso y al trabajo de Andrés Zerneri, quien fue el creador del primer monumento al Che que se realizó de la misma forma. «¡Como sufrió cuando le quitaron sus niños! Y en su cuerpo se originó el criollo, que fue el soldado de nuestra independencia. Ella lo merece y lo estamos haciendo. Y no queremos que el gobierno nos ponga nada de dinero, ni tampoco fundaciones extranjeras», contó orgulloso el iniciador de esta campaña que recolecta bronce por todo el país, y dejó en claro: «No solucionamos el problema cambiando el monumento, pero sí terminamos con el símbolo de la discriminación y del crimen que fue la Campaña del Desierto».
Cuenta pendiente
Tras varios años de trabajo e investigación, Bayer y un gran equipo de trabajo concretaron el film Awka Liwen (Rebelde Amanecer), que cuenta la historia de la tenencia y posesión de la tierra a partir del despojo al que han sido sometidos los pueblos originarios y el gaucho. «Awka Liwen la hicimos sin ayuda de nadie, porque el gobierno nacional no nos aportó ni 5 centavos, a pesar que el INCAA da grandes cantidades de dinero para otras películas. Me puso muy triste eso», expresó afligido. Hasta ahora se ha hecho muy poco por los pueblos originarios, «por lo menos, éste gobierno tiene que reconocer las tierras comunitarias».
Bayer recordó la lucha de la comunidad Qom, Potae Napocna Navogoh, de Formosa y la disputa por sus tierras: «Gracias a que tienen a ese cacique, Félix Díaz, que es una noble figura que ha estado en Capital Federal, en una huelga de hambre y así se logró reconocer su problemática. Por eso este gobierno que ha hecho mucho por los derechos humanos, tiene que también decidirse y hacer una legislación sobre los pueblos originarios».
«Debemos aprender de los pueblos originarios esa sabiduría de la tierra, defender sus derechos, enseñar lo que fue nuestra historia, terminar con el racismo. Más todavía con los últimos estudios que señalan que el 61 por ciento de los argentinos tienen sangre de los pueblos originarios, sobre todo a través del criollo. Tenemos ese deber para cumplir con aquellos principios de Mayo», finalizó el libertario de 85 años, que mantiene intacta su juventud.
A modo de agradecimiento por la defensa de la causa mapuche, Amanda Colihueque, le dedicó el kona tayiel, el canto de los valientes, y recordó: «Ya desde el 82 que nos ayudaba en ese monumento que está en el Centro Cívico de Bariloche, las veces que ha ido a la Patagonia, a comunidades perdidas en el medio de la cordillera, por eso este pequeño canto».
A partir del carácter abierto de la charla, y previo a su participación en la proyección de Awka Liwen, Bayer contestó algunas preguntas de los presentes. Acerca de lo ocurrido recientemente con el militante del Mocase asesinado por un sicario, dejó en claro su admiración por la gente del movimiento de Santiago del Estero: «Los conozco, son defensores de la tierra, la poca que tienen, trabajadores de la tierra. En Santiago del Estero y toda esa zona hay una especie de mafia de la tierra. ¡Y qué valentía que tienen! He estado en asambleas, auténticamente democráticas, todos tienen la palabra. Mujeres que nunca hablaron en asambleas se largan a hablar. Tienen un gran coraje civil, pero siempre está la mafia gubernamental o no, o de la Sociedad Rural o de alguien que les paga para que cometan esos crímenes». Además agregó que «ahora salen en los diarios, antes no se decían, ni siquiera se denunciaba eso». También criticó el accionar de las gobernaciones que son cómplices y hasta a veces las mismas que cometen los delitos, como el caso de Formosa.
Bayer tiene el don de dejar preguntas para quien lo escucha. Y eso ocurrió sobre el final de su charla, cuando se preguntó: «¿Vale el voto popular? ¿Es democracia poner el papelito en las urnas cada dos años? Cuando un partido político tiene millones para hacer propaganda y otros no tienen casi nada. ¿Es democracia eso o lo son las asambleas? ¿De qué igualdad hablamos cuando cantamos la noble igualdad? ¿Del Barrio Norte de Buenos Aires y que a diez cuadras está la villa miseria 31?».
«Hay que ir a verla, para ver la extrema pobreza de esa gente», relató con un tono aún más indignado el anarquista que se autodefine «pacifista a ultranza». Siempre coherente y fiel a sus convicciones se despidió con un mensaje que repite hasta el hartazgo: «Siempre sostengo y lo voy a repetir más, en mis charlas y conferencias siempre termino diciendo que mientras haya villas miseria no hay una verdadera democracia».
Blog del autor: http://llamaralascosasporsunombre.blogspot.com.ar/
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