Faltaba en Bolivia un libro que aborde específicamente el periodo de Manuel Isidoro Belzu, sin duda un visionario -en muchos sentidos- de lo que vendría después. La historia de Belzu es fascinante, y su relato está plagado de referencias más o menos mistificadas al socialismo utópico, al punto que alguien le atribuyó haber repetido la […]
Faltaba en Bolivia un libro que aborde específicamente el periodo de Manuel Isidoro Belzu, sin duda un visionario -en muchos sentidos- de lo que vendría después. La historia de Belzu es fascinante, y su relato está plagado de referencias más o menos mistificadas al socialismo utópico, al punto que alguien le atribuyó haber repetido la frase proudhoniana de que «toda propiedad es robo». «Unos vieron en Belzu al más sombrío gobernante de la historia boliviana del siglo XIX, otros lo convirtieron en ídolo, símbolo de justicia popular. Belzu ha sido caracterizado como un voraz caudillo, un bárbaro que se mantuvo en el poder apoyándose en el ejército, e inclusive, como un comunista y populista», dice el historiador ruso Andrey Schelchkov -estudioso de las izquierdas en el Cono Sur- en La utopía social conservadora en Bolivia: el gobierno de Manuel Isidoro Belzu (1848-1855). De hecho, el nacionalismo revolucionario y Carlos Montenegro vieron en Belzu al gran precursos de los sucesivos ciclos nacionalistas.
Este como otros buenos libros de historia logra algo siempre difícil: combinar archivos y datos «duros» con pluma literaria; recrear las facetas atrapantes de los personajes sin caer en su apología, más propia del ensayo histórico político escrito simplemente para intervenir en el presente. El libro había sido publicado en 2007 en Moscú por la Academia de las Ciencias -un recuerdo de que algo de las viejas épocas pervive en Rusia- y recientemente fue publicado en Bolivia por Plural, llenando el hueco que mencionábamos al comienzo.
La riqueza del periodo belcista quedó escrita en periódicos como La verdad desnuda, La Época, El porvenir, El cometa, La voz de la razón, entre otros, que son insumos que dan vida y realismo al relato de Schelchkov. Motines e intentos de golpes contra Belzu fueron aplastado por la plebe. El representante de EE.UU. en Bolivia, John Appleto escribió el 28 de junio de 1849 al secretario de estado Clayton: «La gente noble, los oficiales y soldados quieren el regreso del general Ballivián. El movimiento a su favor fracasó por causa de un valiente apoyo al gobierno por parte de los cholos e indios. Esta parte de la población en cierta medida estaba subyugada durante el gobierno de Ballivián. Aunque Oruro, La Paz y Cochabamba fueron fácilmente tomadas por los militares rebeldes apoyados por la gente rica y decente, los revolucionarios fueron inmediatamente barridos por el pueblo». La frase resume con claridad lo que estaba en juego.
El libro revisa también las medidas tomadas por el «Tata» Belzu, sus políticas económicas, la reforma constitucional, la lucha de librecambistas vs. proteccionistas y en una de las partes más interesantes y menos exploradas, la ideología del belcismo (capítulo 4). Muchos de los problemas -ingobernabilidad, debilidades institucionales, falta de Estado, corrupción- no se superaron hasta hoy pero sin duda eran más acuciantes a poco más de dos décadas de la independencia.
Sin duda uno de los discursos más contundentes y visionarios de Belzu fue uno de 1848 en el que predica a la multitud: «Hasta ahora no habéis sido sino el ludibrio de las demás clases, su propiedad, sus esclavos, sujetos en todo a las cargas pero nunca a las recompensas… Voy, pues, a emanciparos de tan vergonzosa tutela, y restituiros vuestra dignidad de hombres y vuestros derechos tanto tiempo usurpados por la vieja aristocracia, y por esa oligarquía que creyó neciamente perpetuarse en el mando de la República… seréis lo que se llama pueblo soberano, seréis lo que ellos han sido, es decir, prefectos de departamento, gobernadores de provincia, jefes de cuerpo, obispos, magistrados, ministros de justicia, coroneles, generales; seréis, en fin, los dueños y señores de la República».
En otro discurso, en 1855, habló de un problema que nos sigue hasta el presente: «la empleomanía deprava todo corazón, corroe toda moralidad, mina todo orden social. Aunque las rentas del Estado se invirtieran solamente en pagar empleados, imposible sería crear tantas plazas cuantos son los pretendientes». No se si ya existía la palabra pega , pero…
Schelchkov describe bien la mezcla entre catolicismo e igualitarismo que daba forma a la por momentos difusa ideología belcista, una suerte de socialismo cristiano inspirado en el francés Lamennais, cuyos textos, como El libro del pueblo, circularon en Chile y Bolivia. No es casual que Casimiro Olañeta estuviera entre sus más furibundos detractores, que ya llamaban a Belzu comunista.
Belzu terminó decepcionado su paso por el poder. Pronunció en 1855: «manifiesto solemnemente que ninguna consideración me obligará a continuar desempeñando un cargo que me es ya insoportable, desde todo punto de vista insoportable, sí, mil veces insoportable!!!». A lo que agregó su famosa frase: «Bolivia se ha hecho incapaz de todo gobierno», una expresión que siguió retornando al calor de las revueltas, golpes, revoluciones y restauraciones que marcaron la posterior historia boliviana.