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Bichitos de luz

Fuentes: Rebelión

Las grandes obras de las instituciones las sueñan los santos locos, las realizan los luchadores natos, las aprovechan los felices cuerdos y las critican los inútiles crónicos.Kioto (Poeta japonés) No creo aportar nada nuevo en torno a la discusión que, afortunadamente, se ha establecido en torno a la independencia del periodismo. En Argentina es patética […]

Las grandes obras de las instituciones las sueñan los santos locos, las realizan los luchadores natos, las aprovechan los felices cuerdos y las critican los inútiles crónicos.
Kioto (Poeta japonés)

No creo aportar nada nuevo en torno a la discusión que, afortunadamente, se ha establecido en torno a la independencia del periodismo. En Argentina es patética la actitud  adoptada por los profesionales de la comunicación;  reproducen el lenguaje del amo (léase dueño del medio) y peor aún lo hacen propio. Digo peor aún porque tras una pátina de independencia y pluralidad critican a colegas que se han enrolado abiertamente en una postura política, que es mucho más honesto, y hacen de su dependencia económica un postulado de libertad de expresión.

Hay, desgraciadamente, cientos de muestras, elijo una con escasa objetividad, ya que estoy comprometido con este modelo y desde ese lugar lo hago.  La cobertura que se ha hecho de los dichos de Vargas Llosa padre y su hijo, el portador de apellido y de una estupidez supina es increíble. Los «asalariados informantes» se han regodeado con lo expresado por el Nóbel de Literatura que opina de economía y dejan de lado lo que un Nóbel de Economía (2001) opina sobre lo que sabe, justamente economía, me refiero a Joseph Stiglitz, que dijo entre otras palabras «la tasa de pobreza de la Argentina se ha reducido en unas tres cuartas partes en relación con el momento peor de su crisis y este país capeó la crisis financiera mundial mucho mejor que los EE.UU.».

Claro, deben negar cualquier apreciación positiva sobre nuestro país y emporcarla todo lo que se pueda. Los dueños de los diarios saben por ejemplo que el señor o la señora que compra el diario los días domingo para ver las ofertas de supermercados es un lector/cliente que se debe aprovechar.

En un artículo brillante el periodista Gideon Lichfield hace una serie de apreciaciones por demás interesantes sobre el periodismo. Por ejemplo cita a otro periodista, Abbott Joseph Liebling, cronista norteamericano, que en 1960, dijo,  «la libertad de prensa se garantiza solamente a quienes tienen una prensa».  Esta afirmación, hoy,  lentamente va cambiando, con la aparición de Internet y la posibilidad de publicar en blog´s, en sitios realmente libres de expresión y de hasta tener su propia página en donde volcar las ideas hace que la noticia parezca generarse en la época del comunismo en donde los medios de información pertenecían al pueblo.

En su escrito Lichfield observa que muchos personajes ricos tratan de influir en el poder político mediante el uso y abuso de la prensa escrita. El por que de la influencia de diarios como Clarín o La Nación en la opinión de los argentinos está maravillosamente explicada en el artículo: «El modelo comercial del periódico moderno, que apareció en los siglos XIX y XX, fue una solución ingeniosa al problema de cómo vender algo cuyos costos de producción rebasaban, y por mucho, el precio que los clientes estaban dispuestos a pagar. Un papel que miles de personas leían a diario resultó ser la manera más efectiva para hacer que ciertos mensajes comerciales llegaran a esas mismas personas. Así que en lugar de simplemente vender periódicos a sus lectores, los dueños de las casas editoriales empezaron a vender sus lectores a los anunciantes. En la mayoría de los casos, la publicidad llegó a ser su principal fuente de ingresos». 

¿Creen que un diario que factura miles de dólares en publicidad a un Laboratorio que fabrica un producto de uso agropecuario y que además ese Laboratorio coincide ideológicamente con los del dueño del diario va a emitir una opinión objetiva sobre la angurrienta postura de los dueños ricos de la tierra?  Obviamente en un «país grande» como la Argentina es muy difícil establecer, en el relato popular, un mensaje hegemónico y absoluto de esa realidad geográfica nace la aparición de los monopolios de la información.

En la década del noventa se incrementó la concentración de medios en manos de unos pocos que distribuyeron el mensaje privatizador como el salvador de nuestros terribles problemas. Todo coincidía, por supuesto con sus intereses, se adueñaron de los ahorros de los jubilados, se transformaron en accionistas de empresas que antes eran públicas, mutaron su razón de ser, dejaron de ser editoriales y pasaron a ser polirubros, ¿la información, la objetividad?, bien!!! 

Los políticos que de alguna manera fueron cómplices de ese sistema expropiador hoy son tapas de sus medios, zócalos de sus televisores, voces de sus radios, son estrellas de su acotado firmamento. La multiplicidad de voces les está aguando la fiesta. Estos señores saben, porque no son burros, que para ver las estrellas hace falta la oscuridad. Gracias al esfuerzo de muchos se «construyó» una ley de medios de la democracia, hoy el sol parece que empieza a brillar por más tiempo en el cielo de la Argentina, pero además han vuelto después de mucho tiempo a brillar las luciérnagas, todas las voces nuevas le aportan un brillo propio a la palabra.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.