El presidente Evo Morales ha lanzado una convocatoria para celebrar la primera reunión, a finales de octubre (26,27,28 en Sucre, Bolivia) de este año en curso, de los movimientos de base de América Latina, en lo que se ha llamado el Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), con el fin de darle sustancia a los […]
El presidente Evo Morales ha lanzado una convocatoria para celebrar la primera reunión, a finales de octubre (26,27,28 en Sucre, Bolivia) de este año en curso, de los movimientos de base de América Latina, en lo que se ha llamado el Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), con el fin de darle sustancia a los cambios que vive la región, sobre todo en materia económica y social, y con ello revitalizar las luchas que se vienen desarrollando en el lienzo social del continente.
Nacido de un movimiento indígena y campesino, el mandatario boliviano encuentra en su horizonte, como líder moral de un movimiento, nodos de organización regional en Sudamérica, Centroamérica e incluso en Norteamérica, para levantar un andamiaje de plataformas, experiencias y compromisos con el fin de profundizar y darle viabilidad a otra América con igualdad y justicia, pero significativamente con sostenibilidad hacia un proyecto de transición democrática, con autodeterminación y libertad política geoestratégica para la Patria Grande.
Las temáticas abordadas en serán: 1) El movimiento indígena, 2) Movimiento Campesino, 3) Movimiento Obrero, 4) Intelectuales y modelo económico de la Patria Grande, 5) Derecho a la vida 6) Soberanía de la Patria Grande y defensa militar, 7) Defensa ecológica de la Pacha Mama, 7) Presupuesto participativo, autogobierno, democracia directa, poder local, 9) Alianza entre los Estados y el poder Popular en la Liberación Social, nacional y regional.
Este programa de actividades refleja la composición de los de abajo, sectores marginados, clasistas, antiimperialistas. Es un proyecto nacido en el seno de los pueblos que han venido ensayando sus modos de construcción popular con una gran influencia de las tradiciones de las izquierdas latinoamericanas y sociales, los movimientos obreros y campesinos, urbanos y rurales, ahora unidos en un crisol de resistencias, un multicolor tapete de luchas que se pinta desde las tierras de los inmigrantes en el norte (Canadá y Estados Unidos) hasta la rebelde Patagonia al Sur.
La idea proviene de amplios movimientos sociales que dieron vida a la organización política del Movimiento al Socialismo (MAS) como destacamento fundamentalmente de los indígenas, campesinos y otras organizaciones populares en una nación que vivió la opresión creciente de una casta de terratenientes y apoderados agroexportadores, ahora potenciales y prácticos conspiradores del gobierno de Evo.
Desde las movilizaciones de los cocaleros, la defensa de los mantos acuíferos en Cochabamba y las luchas sindicales de la Central Obrera Boliviana (COB), fue permeando la idea de «enlazar al pueblo» no solo boliviano, sino también latinoamericano, en la defensa resuelta de su vida humana, política y cultural.
Tuvieron la influencia, sin duda, de la hermana revolución bolivariana que trasciende en Venezuela con el presidente Hugo Chávez a la cabeza y los llamados círculos bolivarianos, la lucha de las organizaciones barriales piqueteras en Argentina y los movimientos en defensa de la Madre tierra como los zapatistas en México (EZLN) y Sin Tierra en Brasil (MST).
La hora de los de abajo apunta a la media noche. Se trata de un salto cualitativo de hermanar esfuerzos políticos de base y mantener a flote «Estados progresistas» que han declarado una resulta política internacional de independencia, coyuntura que permite la fusión de las masas en un contexto de integración regional del capitalismo mundial con la clara repartición del poder global en tres polos: Norteamérica, la Unión Europea y la Asiática. El objetivo: la construcción desde abajo, desde los pilares, que se oponga a las hegemonías de las superpotencias que aprisionan a nuestros pueblos para que, en una segunda etapa, orientemos los esfuerzos para sacudirnos la carga histórica de ser colonias y neocolonias desde hace más de 500 años.
Ante tal etapa, las luchas de nuestra América brincan hacia la posibilidad ya no sólo de conocerse y reconocerse como antaño se trató de hacer entre los grupos progresistas y de izquierda hermanos, sino de dibujar un proyecto regional que se oponga, en principio, de manera contundente, al neoliberalismo que tanto ha lastimado a nuestros pueblos y, en segundo lugar, permita florecer los proyectos políticos de humanidad solidaria en verdaderos proyectos políticos de poder popular con una clara idea de hacia donde construir nuestro futuro.
De allí saldrán acuerdos, pero sobre todo la voluntad colectiva de esfuerzos nacionales y locales que atizarán el fuego para impedir la integración-subordinación de los países a los intereses de Estados Unidos y Europa proimperialistas y de los hombres del poder local, sus socios menores.
Los actuales países de Cuba, Venezuela y Bolivia se han convertido en la referencia obligada de los movimientos sociales actuales y sin mirar sus aportes, influencia y determinación, fundamentalmente en el quehacer de sus luchas cotidianas y decididas para defender el patrimonio energético, la tenencia colectiva de la tierras y la educación para todos, todo movimiento quedaría limitado a mediano plazo.
La etapa de recambio se ha abierto y es la hora de la ascendencia histórica, de más y mejores movimientos sociales que empujen a construir gobiernos legítimos y tendientes a garantizar los derechos de todos, que manden obedeciendo y gobiernen por y para el pueblo.
¿Y la región Mesoamericana?
Los movimientos sociales que aparecen recientemente en la región mesoamericana, México y Centroamérica, van nutriendo un bloque de poder de base que poco reconocimiento tiene de sí mismo, pero las luchas locales y nacionales en la cintura del continente se van acercando cada vez más porque comparten niveles de organización, prácticas y programas de demandas nacionales similares, y en la estructura económica también la expoliación y la integración-subordinación a la órbita de los Estados Unidos.
De tal forma que los movimientos críticos de las dirigencias verticalistas y las prácticas clientelares, suponen una base activa y decidida para actuar, movilizarse y esforzarse por dejar sentado una nueva forma de hacer política sin aislarse de los procesos políticos que viven los países respectivos donde viven, se mueven y sueñan.
El Consejo de Organizaciones Indígenas y Populares de Honduras (Copinh), movimientos de base en El Salvador, los Consejos Populares de Resistencia en Guatemala, los zapatistas de México, la recién insubordinación política del pueblo de Oaxaca en el mismo México, nucleados en torno a la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, que ha declarado 300 municipios autónomos y en resistencia, el movimiento social ciudadano en defensa del voto en el mismo país, el movimiento de renovación del sandinismo en Nicaragua, la Plataforma Antiimperialista en Panamá y los intelectuales del movimiento contra el TLC centroamericano en Costa Rica, son ejemplos de los muchos que están forjando la historia desde la cotidianeidad en la ardua tarea de germinar una nueva vida para el pequeño género humano mesoamericano.
En esta región será necesario acortar las distancias de los que nada tienen, como no sea su propio futuro, una buena propuesta para ello es la convocatoria para el encuentro en Bolivia que de allí saldrán de las cenizas, el fuego.