Para cuantos no hemos hipotecado nuestra capacidad de asombro, ni somos consumidores acríticos de la información difundida por las empresas de comunicación, nos ofende que estas empresas nos vendan informaciones falsas o incompletas sobre los hechos que ocurren en la cotidianidad. Ofende a la inteligencia y al sentido común la abierta manipulación que la gran […]
Para cuantos no hemos hipotecado nuestra capacidad de asombro, ni somos consumidores acríticos de la información difundida por las empresas de comunicación, nos ofende que estas empresas nos vendan informaciones falsas o incompletas sobre los hechos que ocurren en la cotidianidad.
Ofende a la inteligencia y al sentido común la abierta manipulación que la gran mayoría de las empresas de información española realizan sobre los delicados sucesos en Bolivia. Lo más preocupantes es que esta manipulación genera una opinión pública lejana a la realidad en una sociedad deficitaria de sentido crítico.
Titulares sensacionalistas como: ‘Evo Morales coloca a Bolivia al borde de la guerra civil’, ‘El totalitarismo de Morales ahuyenta la inversión extranjera’, ‘La Bolivia indígena de Morales se enfrenta a las cinco regiones autonomistas’, etc., se repiten en los últimos tiempos casi mecánicamente en la prensa escrita y televisiva. Lo cierto es que la confrontación nunca fue, ni es entre Occidente y Oriente boliviano, sino entre ricos y empobrecidos. Los terratenientes y los patrones masacran a los campesinos porque éstos han despertado y ya no aceptan seguir siendo los peones de siempre.
El periódico La Vanguardia, el día de ayer, 17 de septiembre, pone como titular en su primera página ‘Morales vuelve a la ofensiva’, y en su contenido realiza una defensa cerrada a favor del ex prefecto de Pando, Leopoldo Fernández, imputado como principal autor intelectual de la vergonzante masacre última de los 30 campesinos en el mismo Departamento en días pasados, y, ahora, detenido en el marco del absoluto respeto del orden constitucional.
El periódico La Razón, de la misma fecha, dedica un espacio grande para hablar de la ‘supuesta masacre’ en Bolivia, siempre en defensa de los terratenientes autonomistas.
El periódico El País, que no pierde oportunidad para cargar tinta en contra de Morales y desprestigiar a los movimientos sociales bolivianos desde los espacios de sus columnistas, nunca publica en su verdadera magnitud hechos históricos como el consenso y contundente apoyo que UNASUR brindó al democrático proceso boliviano el pasado lunes en Santiago de Chile.
Estos medios nunca mencionan que Bolivia es el segundo país del mundo en el que sus más altos representantes electos se someten al voto popular para que el pueblo los ratifique o los revoque. Nunca publican que Evo Morales en menos de 2 años y medio derrotó a sus opositores en las urnas con más del 50% del respaldo popular. Aquí, ningún periódico publicó el histórico 67% de votos con el que el Presidente Morales fue ratificado en el último plebiscito del pasado 10 de agosto.
¿Por qué será que los escribanos de estos medios son complacientes y permisivos con los independentistas violentos en Bolivia e implacables y agresivos con los movimientos políticos independentistas en España?
¿Por qué será que en éstos periódicos los etarras (miembros del ETA) son sancionados y descalificados, mientras los terroristas terratenientes que asesinan a mansalva a los campesinos en Bolivia son defendidos por los corresponsales de los mismos periódicos?
¿Por qué será que la recuperación de la propiedad de los hidrocarburos y la injerencia del Estado en la economía boliviana es vista como una obra maléfica y retrógrada, mientras en los mismos espacios de información se aplaude y se difunde, como actos heroicos, las nacionalizaciones de los bancos en los países del norte?
Comprendemos que en el teatro de los medios de ‘comunicación’ de los países del sur ángeles y demonios intercambian roles, pero en una sociedad como la española que dice ser ‘altamente civilizada y desarrollada’ ¿será permisible semejante subdesarrollo moral?
Comprendemos también que los sueldos de los gerentes y directores de redacción de estas empresas dependen de las utilidades de REPSOL, ENDESA, TELEFONICA, etc. cuyas exacerbadas ganancias económicas han sido retenidas, en algunos casos, por pueblos como Bolivia. Pero, ¿el histórico patrimonio intelectual y moral de medios tan importantes se puede dilapidar por un plato de lentejas?
Ante una dura dictadura mediática de alcance global urge, pues, el ejercicio pleno y responsable de nuestra ciudadanía social y cultural. No es posible que los supuestos ‘profetas de la verdad’ nos vendan, como verdades, mentiras fabricadas en las salas de redacción a la medida de los intereses de los amos del planeta.
Ahora es nuestro tiempo. Tenemos la poderosa arma para contrarrestar a cuantos nos mientan. Y esa arma es nuestra voluntad de decidir qué periódicos comprar y cómo utilizar lo que compramos. Ahora es tiempo de la comunicación alternativa para democratizar nuestro derecho a la palabra y a la información.