¿Existe el Nuevo Orden Mundial (NOM)? Es obvio que representantes de las corporaciones y empresas más poderosas del planeta coordinen sus influencias a fin defenderse y prolongar su dominio en forma indefinida. Si bien esos consorcios no funcionan sin turbulencias, como se demostró en las dos grandes guerras mundiales, lo anterior no impide advertir que, […]
¿Existe el Nuevo Orden Mundial (NOM)? Es obvio que representantes de las corporaciones y empresas más poderosas del planeta coordinen sus influencias a fin defenderse y prolongar su dominio en forma indefinida. Si bien esos consorcios no funcionan sin turbulencias, como se demostró en las dos grandes guerras mundiales, lo anterior no impide advertir que, luego de curar sus heridas, persisten en su objetivo central: El dominio de los países coloniales y semi coloniales. Las pugnas inter imperialistas son una realidad cotidiana en el seno, por ejemplo, de la Organización Mundial de Comercio (OMC), aún cuando el denominado G-7 coordine sus intereses de modo mucho más eficaz que aquellas tribunas en las que periodistas desorientados creen encontrar agresiones irreconciliables. El Siglo XXI se caracterizará por tratar de controlar aún más la mente y la conducta humanas. El implante generalizado de microchips es una tentación para los servicios de inteligencia. El reemplazo de papel moneda por dinero plástico fiscalizará mejor a los respondones al orden establecido. Si ya existen aviones a control remoto, especializados en lanzar bombas «inteligentes», que casi siempre caen en escuelas y hospitales, ¿por qué las potencias mundiales no replegarán a sus soldados y mercenarios para sustituirlos por robots, que nunca serán objetores de conciencia?
El NOM practica la mentira global. Dice defender la democracia, pero la elimina apenas amenaza sus intereses, como en el Chile de Allende. Habla de derechos humanos y eleva a rango de ley la inmersión en agua de prisioneros. Predica la transparencia y deja que los paraísos fiscales regulen una economía cada vez más manipulada por narcotraficantes, fabricantes de armas y transnacionales. Llama dirigismo a la intervención del Estado en la Economía y libre mercado al manejo económico de las transnacionales. EEUU pontifica sobre la ecología, pero no firma los acuerdos que la defienden. Dice respaldar la libertad de prensa, pero impone el virtual control informativo, a través de CNN y sus asociados.
Cerrar los ojos ante la sólida conexión entre Bancos, petroleras, paraísos fiscales, transnacionales, narcos, gobiernos de países imperialistas y grandes ONG en negarse a ver la luz a media día, aunque, como dice Walter Graziani, es muy difícil que una persona entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda. Para que el NOM pueda pervivir en un mundo en el que se agotan los combustibles fósiles, la necesidad de liquidar los Estados nacionales de los países semi coloniales se torna imperiosa. El fraccionamiento de la ex URSS y los Balcanes simboliza la acción despiadada de las potencias, las que creen que escrúpulos es una palabra griega.
Algunos se preguntan ¿cuándo EEUU ganará la guerra de Irak?, sin saber que el Pentágono no desea ganar esa guerra, sino prolongarla hasta que se agoten las reservas de petróleo en el Golfo Pérsico. Si la lucha liberadora avanza demasiado, sus estrategas enfrentarán a chiítas y sunitas, a fin tornarlo más vulnerables. No es casual, en consecuencia, que en la Venezuela de Chavez se busque el desmembramiento del Estado de Zulia, en el Ecuador de Correa, la separación de Guayaquil, y en la Bolivia de Evo Morales, la escisión de Tarija y Santa Cruz, además de Beni y Pando, zonas con petróleo e importante biodiversidad. Lo concreto es que los Estados nacionales son el obstáculo principal que el NOM encuentra para acabar de someter a los pueblos latinoamericanos, árabes y africanos. Dividirlos significa atomizar también a las fuerzas populares de cada semicolonia, sin cuyo concurso activo es imposible defender los recursos naturales frente al NOM, que es la alianza entre los países imperialistas, sus transnacionales y sus organismos financieros.
PENSAR EN LATINOAMERICANO
Gustavo Cangiano, en su libro «El Pensamiento Vivo de Arturo Jauretche» , relata el entusiasmo con que se recibió, en 1970, el folleto «Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado», del francés Louis Althusser, quien destaca el papel que desempeñan la escuela, la familia, la iglesia, la prensa y otras instituciones como productoras de ideología, es decir de un sistema de creencias funcional al mantenimiento del statu quo. Al desmentir la pretendida asepsia política del campo cultural y sus aparatos, el trabajo de Althusser fue calurosamente saludado por la nueva izquierda, que lo convirtió en uno de los paradigmas del pensamiento contemporáneo. Lo anterior sería poco novedoso si, en 1957 (13 años antes del trabajo de Althusser), el argentino Arturo Jauretche, en su libro «Los Profetas del Odio», no hubiera desnudado los mecanismos de la colonización pedagógica, en cuyo tema también trabajó el boliviano Franz Tamayo, en 1910, en su obra «Creación de la Pedagogía Nacional».
Jauretche se pregunta ¿cómo los latinoamericanos asimilamos las ciencias sociales generadas en Europa? ¿Por qué oscilamos siempre entre el apriorismo deductivista euro céntrico y el empirismo inductivista también euro céntrico? Cangliano explica que, para Jauretche, ni las teorías, ni los valores, ni la terminología tienen carácter universal, cuando se trata de sociología, literatura, filosofía o historia. Jauretche advierte, con notable claridad, que los valores supuestamente universales surgen del poder de expansión de los centros metropolitanos, porque corresponden a un momento histórico determinado y un lugar geográfico preciso. Sin embargo, si partimos del dato concreto, encontramos que los datos que utilizamos son proporcionados por los centros de poder mundial. Si arrancamos de conceptos generales, estos son también amasados por las metrópolis. En ambos casos adoptamos respuestas equivocadas, debido a nuestra incapacidad de elaborar nuestras propias síntesis.
Luego recuerda que, en la segunda mitad del Siglo XIX, Sarmiento acuñó la expresión civilización o barbarie, a raíz de la cual concluye que todo lo que proviene de Europa es «civilización» y todo lo que genera Latinoamérica es «barbarie». Así actuamos al revés de los griegos, para quienes la civilización eran «ellos» y lo «bárbaro» lo que venía de fuera. La genialidad de Jauretche reside en mostrar que la clasificación «derecha» e «izquierda», corresponde a la civilización europea, ya que en el viejo continente la social democracia es ahora la única izquierda posible, por lo que se ha vuelto parte de su vida civilizada. Por todo lo anterior, la sucesión derecha – izquierda – derecha no incomoda a nadie. Que en España, por ejemplo, Zapatero suceda a Aznar es tan natural como que Aznar, o alguien de su partido, suceda después a Zapatero.
Como Perón, Villarroel, Getulio Vargas, Ovando, Velasco Alvarado o Hugo Chavez no se adecuan a la clasificación europea, son parte de la barbarie, a la que se debe destruir, ya que no puede haber una sucesión civilización – barbarie – civilización. El premio Nóbel de La Paz, 1986, Elie Wiesel, afirma que «se debe ser intolerante con la intolerancia», de donde se deduce que los «civilizadores» no son tolerantes. La supuesta barbarie plantea que en nuestros países la contradicción fundamental, como enseñó Lenin, se da entre naciones opresoras y naciones oprimidas, en tanto que las contradicciones internas, burguesía – proletariado o mestizos – indígenas, se subordinan a la contradicción principal. Lo anterior nos lleva a preguntarnos si el indigenismo a ultranza, predicado por la OIT y las Naciones Unidas, no es parte de la civilización que conviene al eurocentrismo.
La desesperación de los civilizados (la derecha respaldada por la Embajada norteamericana y la izquierda apadrinada por el stalinismo) los llevó a sostener que Villarroel (1943-1946) era nazi – nipo – fascista. ¿Cómo podía ser nazi si Hitler creía que las naciones oprimidas valen poco desde el punto de vista racial? ¿Cómo podía ser «nipo», si en los primeros años del Siglo XX, el imperio japonés invadió Corea, donde cometió uno de los genocidios más crueles de la historia? ¿Cómo podía ser fascista, si Mussolini fue pionero en el uso de gases venenosos en su invasión a Etiopía? Hilferding, del que Lenin tomó varios conceptos, puntualizó que el fascismo es la ideología de los imperialismos insatisfechos. Villarroel, en cambio, fue el Presidente de una débil semicolonia que trataba de atenuar la succión de los capitales financieros. Otra cosa distinta es que las sanguinarias dictaduras militares que impuso EEUU, como medida preventiva frente al riesgo de expansión de la Revolución Cubana, usó métodos fascistas para aniquilar a los opositores. Antes y después de Jauretche, Martí, Ugarte, Ramos, Mariátegui y Montenegro, entre otros, insistieron en la necesidad de que los latinoamericanos pensemos con cabeza propia, a fin de usar lo que nos conviene y rechazar lo que no sirve a nuestros pueblos.
LA SEMI COLONIA BOLIVIA
Bolivia, fundada sobre el territorio de la Audiencia de Charcas, en el Alto Perú, sufrió las peores consecuencias de la balcanización de América Latina. Nacida de la insurrección del caudillo aymara, Tupak Katari, y de los combatientes y mártires de la guerra de la independencia (1809 – 1825), fue capturada por los herederos de la casta encomendera, que continuaron cobrando el tributo indigenal, vale decir el impuesto que pagaban los aborígenes (la gran mayoría de la población) por el supuesto privilegio de haber sido colonizados por España. De los 102 líderes guerrilleros que lucharon contra el colonialismo, apenas nueve vieron la alborada de la libertad. Los 93 restantes murieron en patíbulos e incesantes combates.
El pueblo indomestizo, al carecer de ciudadanía, desató insurrecciones y motines, que, salvo excepciones, no dieron estabilidad a gobierno alguno. En el siglo XIX, la oligarquía minero-feudal impidió a los indígenas vestir el uniforme militar, con el justificado temor de que los fusiles sirvieran para rescatar sus tierras, asaltadas también en las primeras décadas del Siglo XX. La Bolivia indefensa fue presa de la oligarquía chilena, aliada al capitalismo inglés, en la guerra del Pacífico (1879), que la privó de su costa marítima, y de la geofagia brasileña, en la Guerra del Acre (1901 y 1904). La situación cambio en la fratricida guerra del Chaco (1932-1935), provocada por el enfrentamiento entre la Shell y la Standard, años en los que contingentes indomestizos de todo el país mezclaron su sangre en las trincheras sin haberse estrechado las manos en forma previa. La derrota bélica sirvió, de manera paradójica, para el conocimiento de seres humanos que pertenecían al mismo país sin tener noticias el uno del otro.
La revolución del 9 de abril de 1952, al poner en vigencia el voto universal, nacionalizar las minas de manos de los Barones del estaño, abolir el pongüeaje (la servidumbre de la gleba) y terminar la carretera entre el centro del país (Cochabamba) y Santa Cruz de la Sierra, en el oriente boliviano, colocó por fin, pese a ser traicionada, los cimientos de una nación. Sus consecuencias continúan hasta el presente, ya que, sin el voto universal, Evo Morales no hubiera triunfado en las elecciones del 18 de diciembre de 2005.
LOS PENSADORES NACIONALES
La postergación de Bolivia fue explicada por Alcides Arguedas (1879-1946) con el calificativo de «Pueblo Enfermo», al haber sido gobernada, durante décadas, por «caudillos bárbaros». Para Arguedas, el aborigen es una bestia de dos patas y el mestizo la síntesis de los defectos del indígena y el blancoide. Su inicial adversario fue Franz Tamayo (1879-1956), una curiosa simbiosis de gamonal e indigenista, que rinde culto a la raza aymara. Sin embargo, es «Nacionalismo y Coloniaje», de Carlos Montenegro (1903-1953), el libro más importante de la historia boliviana, quien descubre al pueblo como al verdadero protagonista de la historia nacional, en pugna con la anti nación, encarnada en los descendientes de los doctores de Charcas, que fundaron la República excluyente. Montenegro sostiene que el capitalismo internacional despliega continuos esfuerzos por desvalorizar y desvitalizar las raíces nativas de Bolivia. En consecuencia, reinterpreta el proceso histórico de Bolivia, ideo logizado por la historiografía oficial en beneficio de las clases dominantes.
El libro es una réplica a la concepción oligárquica de la historia y una denuncia de los efectos que esas ideas producen en la memoria y conducta colectivas. Es una impugnación a la historiografía oligárquico-liberal, definida como anti-boliviana, puesto que es un producto de la colonia, que se expresa en una sistemática negación de lo nativo y en la exaltación de lo extranjero, que termina siendo sujeto y objeto exclusivo de nuestra historia. Montenegro estima que ninguna clase social ni «masa popular» puede sublevarse sino a nombre de algo superior a la clase social, que es la nación, a través de luchas de liberación nacional, sustentadas por la alianza de las clases oprimidas. Por esta razón, el pueblo es el sujeto histórico de las revoluciones nacionales. Para el estalinismo boliviano, Montenegro y Tamayo son seguidores de Nietche, es decir del irracionalismo alemán, cuyo objetivo en Bolivia es combatir al racionalismo, a la democracia y al socialismo. Lo que el estalinismo no dice es que el más formidable pensador nacional llega a las mismas conclusiones de Lenin, quien dice que quien no defiende el nacionalismo de las naciones oprimidas acaba defendiendo el nacionalismo de las naciones opresoras.
Augusto Céspedes (1904-1996), escribió «Metal del Diablo», que es la biografía novelada del principal «Barón» del estaño, Simón I. Patiño, e interpretó, desde la óptica nacional, los procesos que acaudillaron Busch (1938-1939) en su libro «El Dictador Suicida», y Villarroel (1943-1946), en su obra «El Presidente Colgado». Respalda y amplía la visión de Montenegro al señalar que los conservadores y liberales en nuestra historia comparten la negación de la sustancia nacional, ya que sólo actuaban, por convicción propia, en el marco de la dependencia colonial. Reveló la existencia de un «pacto de caballeros», por el que diez oligarcas se comprometen a rotar entre la cancillería y las embajadas más importantes del mundo. Por eso sus descendientes no acaban de concebir que un Choquehuanca ocupe hoy en día el Ministerio de Relaciones Exteriores. Recuerda que Guillermo Lora, según él seguidor de Trotsky, coincidió con la Embajada norteamericano en el objetivo de derrotar a la Revolución de 1952 y que el stalinismo, en lugar de respaldar las protestas del proletariado minero, durante la Segunda Guerra Mundial, calculaba primero si las huelgas obreras podían perjudicar el esfuerzo bélico de la URSS.
Jauretche dijo que Raúl Scalabrini Ortiz, quien definió a la Argentina como «una inmensa mosca que está atrapada e inmovilizada en las redes de la dominación ferroviaria inglesa», fue su maestro porque le enseñó el antiimperialismo concreto. Los antiimperialistas bolivianos llamamos también a Sergio Almaraz Paz (1928-1968) nuestro maestro del antiimperialismo concreto. Para Almaraz en insuficiente lanzar gritos contra el imperialismo, si no van acompañados de los nombres, empresas, dirigentes sindicales y bufetes que sirven de intermediarios al saqueo del país. Céspedes y Almaraz son duros críticos del sindicalista Juan Lechín Oquendo, quien no respaldó la nacionalización del petróleo ni la instalación de fundiciones de minerales, de 1969, concretadas por el general Alfredo Ovando Candia, con el invalorable concurso de Marcelo Quiroga Santa Cruz.
La defensa de los recursos naturales estratégicos, el petróleo y los minerales condujo a Almaraz a posiciones nacionales, en las que demostró la profundidad de su pensamiento, después de su repliegue del stalinismo, donde inició su vida política. El autor de «Petróleo en Bolivia», «El Poder y la Caída» y «Réquiem para una República» avanzó del nacionalismo hacia la Izquierda Nacional (que no es una variante de la izquierda tradicional, sino el ala izquierda de la nación oprimida). La Izquierda Nacional advierte que el nacionalismo está destinado a estancarse si no postula el socialismo latinoamericano, ya que los nacionalistas terminan por no ser nacionales. La defensa de COMIBOL y YPFB hizo que Almaraz defendiera el capitalismo de Estado, después que el MNR se corrompió en su intento de crear una burguesía nacional, incapaz de conducir el proceso liberador.
René Zavaleta Mercado (1936-1984), a la inversa de Almaraz, tiene su origen en el nacionalismo y termina en el stalinismo. En su etapa nacionalista escribió «La Formación de la Conciencia Nacional», en el que advierte que «Bolivia, como semicolonia, es una semicolonia más desgraciada que las demás», para añadir que «es una nación históricamente en situación de peligro». Puntualiza que la nación es una realidad histórica y no institución eterna e inmutable (razón demás para cuidarla todos los días), para luego recordar que es también una fuerza productora por excelencia. La Nación, insiste, «es el yo colectivo: Es el nosotros». En los últimos años de su vida se inscribió al Partido Comunista, después de haber escrito que para el estalinismo la nación boliviana no existe, ya que considera que sólo existen naciones indígenas. De ahí concluye, en su primer libro, que «los comunistas son agentes extranjeros».
LA BOLIVIANIDAD
Ha llegado la hora de saber si la in constituida nación boliviana, construida, a pesar de exclusiones, saqueos y continuas y sangrientas confrontaciones internas y guerras internacionales, seguirá existiendo. Cuenta para su pervivencia con hechos históricos heroicos, como la Rebelión de Tupak Katari, la guerra de la independencia, la Revolución de 1952 y la insurrección popular del 17 de octubre de 2003, que provocó la fuga del neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada, así como con la presencia histórica de gobernantes patriotas como Andrés de Santa Cruz, Belzu, Toro, Busch y Villarrel, lo que abre un espacio a la esperanza. Así mismo, tiene en su haber a pensadores como Tamayo, Montenegro, Céspedes, Almaraz y al primer Zavaleta, así como a Marcelo Quiroga Santa Cruz, que contribuyeron a pergeñar una Bolivia que sea parte de la Confederación de Estados Unidos de América Latina. Este anhelo está basado en el original pensamiento de Jorge Abelardo Ramos, para quien la autodeterminación en Latinoamérica es el derecho que tienen los pueblos a unirse en la Patria Grande, que será una confederación de naciones. Importantes pensadores latinoamericanos alimentaron esta corriente desde sus propias latitudes.
La bolivianidad está amenazada por un indigenismo fundamentalista y foráneo, que pretende congelar la historia, a fin de rescatar realidades de hace 500 años, sin tener en cuenta que lo indomestizo y lo intercultural han generado realidades dinámicas. Por esta razón dividir a Bolivia en 36 naciones, con 3 banderas, dos justicias y territorios étnicos es servir al NOM, al que se dice combatir, y dejar a su arbitrio recursos naturales estratégicos. Más aún cuando en el nuevo texto constitucional del MAS las Fuerzas Armadas de la República son reemplazas por las Fuerzas Armadas del Estado plurinacional. La otra amenaza procede del separatismo, encubierto de autonomismo, a cuya vanguardia se hallan los terratenientes de Santa Cruz, respaldos por las petroleras. Bolivia es un país diferente en el mundo por sus culturas indígenas, de cuyo rescate pleno, y en esto existen rasgos positivos en la Constitución Política del oficialismo, dependerá la consolidación del Estado nacional, que, hasta hoy, el imperialismo y sus agentes internos impidieron construir.