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Bolivia: Procesos en marcha

Fuentes: Rebelión

«El socialismo no ha muerto, los funerales se equivocaron de difunto» señalo Eduardo Galeano a mediados de 1992, después de la caída del muro de Berlín en 1989 y el derrumbe del socialismo en diciembre de 1991. Sin duda, el capitalismo en su versión neoliberal sintió que su victoria era eterna sobre las aspiraciones más […]

«El socialismo no ha muerto, los funerales se equivocaron de difunto» señalo Eduardo Galeano a mediados de 1992, después de la caída del muro de Berlín en 1989 y el derrumbe del socialismo en diciembre de 1991.

Sin duda, el capitalismo en su versión neoliberal sintió que su victoria era eterna sobre las aspiraciones más nobles de la humanidad: libertad, igualdad, fraternidad y solidaridad.

Han pasado mas de quince años desde ese tiempo, y la humanidad se encuentra otra vez en la disyuntiva de construir su propia esperanza para las generaciones que vienen por delante, dejando atrás la edad media del neoliberalismo y capitalismo salvajes.

Bolivia en ese contexto tiene mucho que decir, la nacionalización de los hidrocarburos, la minería, la tierra, la educación y la salud, son procesos clave en un momento emancipatorio continental que hoy vemos en clave de descolonización.

Así pues, Bolivia esta viviendo en carne propia, aquellos grandes debates realizados en la academia y sostenidos en la resistencia política de los pueblos indígenas y movimientos populares.

Sin embargo, las contradicciones no podían faltar y es motivo de este articulo abordarlas desde una mirada comprometida con los logros pero también cuestionadora de los momentos de adormecimiento y deslumbramiento que acaban en inaniciones profundamente peligrosas para el despegue de un país que la ha perdido el miedo a la historia de dominaciones propias y ajenas.

Primero: Huanuni, es con mucho, la expresión más cruda del neoliberalismo, de las formas en que el capitalismo salvaje se desarrolla sobre la sangre de los pobres, es la muestra de lo que el capital puede hacer cuando se ve asediada por otra forma de pensamiento y practicas económicas, Huanuni representa una lección histórica para el gobierno, pero también es su mayor desafío para construir un proletariado que ayude al proceso de liberación nacional, al fin y al cabo, la forma histórica de confrontación contra el capital en Bolivia, lo constituye el proletariado minero.

Segundo: la administración del poder es un asunto cuya complejidad no se abordó desde la resistencia política, pues los hechos nos convocaban a la acción callejera, el bloqueo, la huelga o la marcha por las carreteras, así pues escasas fueron las veces donde se abordo con seriedad la cuestión de cómo se hace ejercicio de la administración pública, y es que en verdad, existe una enorme carga de normas, disposiciones administrativas, decretos y leyes, que amarran al funcionario a un esquema ideológico jurídico neoliberal. Todo ello impide la construcción de políticas publicas coherentes con el programa descolonizador en clave de nacionalización del presidente Morales, como el mismo gabinete lo dice en los pasillos: el Presidente va en Avión los ministros en Tren

Tercero: El Poder Legislativo ha mostrado -hasta ahora al menos-, poca preocupación por el proceso político que el Ejecutivo esta desarrollando, pues su carga de proyección legislativa sigue un esquema cansino y pesado y que por lo general no acompaña el ritmo que el presidente le imprime al proceso nacionalizador.

Cuarto: No se comprende -en muchos lugares- el enorme significado político que tienen la descolonización y la nacionalización, siendo que estos conceptos aluden a dos procesos en marcha complementarios e inevitables en sociedades que, como la boliviana, provienen de una historia marcada por la colonización, no solo política sino también en los saberes que hacen a la construcción de las subjetividades y su forma poder. En ello la academia Boliviana todavía esta en pañales, esto hace que varios de los documentos en discusión y proyección del Poder Ejecutivo estén llenos de palabras y conceptos que tratan de ser usadas adecuadamente pero que acaban siendo convertidas en clichés o remedos de la idea original, y que convierten la descolonización en un folclorismo burdo y espantoso, restándole al mismo tiempo, el potencial político a la nacionalización.

Quinto: La institucionalidad neoliberal fue consecuencia directa del modelo económico dominante, en este tramo el Poder Judicial sufrió una severa reforma en su estructura institucional, su ejercicio jurisdiccional y soportes normativos. Enfrentar este hecho solo es posible dotándole de un modelo de independencia que responda a las necesidades del país en general y del pueblo boliviano en particular, esta sería la forma más explícita de enfrentar la sociedad de privilegios, de nacionalizar la justicia.

Sexto: la enseñanza universitaria ha privilegiado el saber liberal en detrimento de la realidad nacional, en un derecho elaborado sin la realidad contra la realidad, la descolonización del saber jurídico es a su vez la reconstitución del saber propio, el vigente en la realidad, aquel que no necesita volver al pasado -por fuerza-, sino construir el futuro a mano y sin permiso -por legitimidad de sus creadores-, esto es lo que se llama descolonización del saber jurídico. Séptimo: La descolonización de los saberes y sus prácticas estatales es en realidad un proceso político que ha comenzado a caminar su propio sendero local en clave de nacionalización.

Finalmente, recuperando las palabras de Galeano, «(…) los funerales se equivocaron de difunto», el socialismo no es una receta de cocina, es un proceso en marcha, es algo que se construye a mano y sin permiso, que adquiere su configuración en la realidad donde tiene que realizarse, habida cuenta que Bolivia ha tenido que soportar 180 años de soledad y caminamos el año UNO de la solidaridad.

* autor del libro «Justicia Indígena: los temas pendientes» Azul Editores, La Paz, 2006.