1. LA OLIGARQUIA ANTES DE EVO En Bolivia, la corrupción y el nepotismo de la oligarquía, permitieron establecer una escala de «valores» de discriminación, de sumisión que influenciaron sobre todo a las capas medias de las ciudades de Santa Cruz y de La Paz, bajo un encadenamiento de arribismos, prerrogativas y engaños, por medio de […]
1. LA OLIGARQUIA ANTES DE EVO
En Bolivia, la corrupción y el nepotismo de la oligarquía, permitieron establecer una escala de «valores» de discriminación, de sumisión que influenciaron sobre todo a las capas medias de las ciudades de Santa Cruz y de La Paz, bajo un encadenamiento de arribismos, prerrogativas y engaños, por medio de la distribución de «pegas» para unos cuantos y espejismos de prosperidad para los demás.
Al mismo tiempo, las elites se valieron de la demagogia para hacer tragar el anzuelo a los bolivianos. La amnesia del pasado y la ceguera del futuro, les llevaron a crear discursos sin estribos. Durante siglos, las arengas o prédicas ampulosas, fueron el pan de cada día. El pueblo las masticaba hasta el cansancio. Pensaron quizás, que así debilitarían la lucha frente a la arbitrariedad. En una mixtura de confusiones, la mentira fue la sola verdad solapada que tomó cuerpo. Se agigantó cantoneándose gracias al proselitismo patrocinado por el monopolio de la prensa reaccionaria.
En los últimos 30 años, dictaduras y «democracias» no se diferenciaron prácticamente en nada. Ambas se asentaron en idénticas premisas de privilegios, con algunas variantes de forma y de tono. Por lo demás, el continuismo fue el procedimiento rutinario más conveniente para garantizar sus intereses de casta, cuyos procesos, como se sabe, correspondieron invariablemente a la ideología de sometimiento de los dueños del mundo. Por esta razón, bajo registro de EEUU, el asalto a las empresas del Estado y la entrega del país a las transnacionales, se perpetraron en periodos «democráticos» de Paz Estensoro, del dictador Banzer, de Paz Zamora y de Sánchez de Losada. De esta forma, en nombre del «progreso y desarrollo», los modernizadores de pacotilla vendieron al país como si fuera una mercancía.
Las palabras «democracia», «libertad», «justicia», «patriotismo», «soberanía» en boca de los explotadores siempre cambiaron de sentido y a medida que se desplegaba su prédica, los atributos iniciales se diluían inexorablemente en la nada. El mensaje adoptaba un significado ambiguo, para llegar finalmente a un contenido reaccionario. Las campañas electorales fueron en todo tiempo, verdaderos enredos de incoherencias. Las elecciones municipales y presidenciales de los dos últimos años, se caracterizaron por el bombardeo de sofismas e hipocresías para atizar la discriminación, la xenofobia y el divisionismo.
2. LA CAMPAÑA ELECTORAL Y LA OLIGARQUIA
Durante las elecciones presidenciales del 18 de diciembre pasado, no fue casual que los cuarteles generales de la oligarquía se aglutinen en las ciudades de Santa Cruz, Tarija y en la embajada de EEUU en La Paz, si se tiene en cuenta que el gas, el petróleo y la conjura se localizaron precisamente en Santa Cruz, Tarija y EEUU.
A los gringos peritos en maquinaciones, siempre se los vio en las minas y en las ciudades de Potosí, Oruro y La Paz. Esta vez, se exhibieron en Santa Cruz, junto al puñado de neonazis de la mal llamada «Nación Camba» y «Unión Cruceñista», enarbolando banderas separatistas y de discriminación.
A partir de la «guerra del gas» y los hechos luctuosos de octubre del 2003, las cartas estaban echadas. Las mayorías nacionales decretaron movilizaciones masivas contra la oligarquía. Por primera vez en la historia del país, se tuvo la certeza de que algo nuevo iba a suceder y que el pueblo no iba a permitir nunca más el retroceso de su historia. A medida que pasaron los días, se advirtió que ésta convicción se hacía realidad. En el campo de los oligarcas, se produjo un sentimiento de pánico jamás visto antes, amplificado por los sondeos confidenciales que daban por vencedor a Evo Morales como presidente de los bolivianos.
Los neoconservadores empezaron a ponerle tres pies al gato al país. La deriva electoralista no se dejó esperar: echaron leña al fuego, alimentando antagonismos regionalistas para crear el caos, y sirva de pretexto para una intervención militar de los asaltantes del mundo. Quisieron anular las elecciones generales pero fue tarde. Sin embargo, maniobraron en el parlamento y exigieron más diputados y senadores para Santa Cruz, calculando un posible triunfo por lo menos en su cuartel general. Obligaron a la Corte Nacional Electoral, eliminar de las listas de votantes a casi dos millones de bolivianos, principalmente a ciudadanos con apellidos indígenas. Consiguieron incluir en la convocatoria electoral, para que se elijan paralelamente a prefectos departamentales invocando la «descentralización» del país.
El desmesurado interés por apropiarse de las riquezas naturales fue tan grande, que el contubernio que se preparó tuvo características de conspiración. Los minúsculos grupos de extrema derecha de Santa Cruz y Tarija, inflados por los medios de comunicación de la oligarquía, lanzaban gritos de guerra contra el pueblo boliviano, proclamando a los cuatro vientos «autonomía» cruceña y tarijeña que para el buen entendedor significaba, secesión del resto del país y la entrega tácita del gas y del petróleo a las transnacionales ¿Quiénes ensamblaban y financiaban esta parodia? ¿Los asesores de Mr. Bush?
La desesperación les llevó inclusive a tergiversar la realidad histórica de Santa Cruz. No era el pueblo «camba» o cruceño que se exteriorizaba, sino los representantes de la oligarquía que ponían el paño al púlpito en nombre del pueblo. Se atribuyeron el denominativo de «cambas», quizás para lastimar la sensibilidad de la conciencia colectiva o para aguijonear mejor la arremetida de desdén contra los «collas», porque con aquel nombre no podían camuflarse, pero eso sí, se guardaron cuidadosamente mencionar quiénes eran ellos y de dónde provenían.
Las campañas de denigración nacional, se condensaron en el discurso regionalista, en el mensaje del individualismo social, sobre todo, en la negación del compuesto cultural indomestizo de los bolivianos. Presentaron, como si Santa Cruz fuera un planeta lejano, distinto del resto de país, separado por infinitos kilómetros de distancia y, que por algún accidente confuso e indefinido, se descubría de repente encadenado. Sin tomar en cuenta lo elemental: que el territorio boliviano como cualquier otro territorio, estaba nomás, solidamente estratificado por centenares de millones de años de fusión geológica. Por esta razón, salvo catástrofe planetaria, Santa Cruz y el altiplano estarán siempre unidos. Que los habitantes de los andes y amazonas tienen un pasado común de miles de años de convivencia pacífica, ni siquiera el colonialismo pudo desagregarlos. Que los lazos y mestizajes culturales de sus pobladores, establecieron múltiples formas de armonía social, originando particularismos o si se quiere, localismos heterogéneos, producto de la riqueza cultural y la diversidad geográfica del país, que nada tienen que ver con regionalismos u otras formas de divisionismos alimentados por la oligarquía e incompatible igualmente, de la ideología de la uniformización de las sociedades para manipular, domesticar y oprimir a los pueblos y naciones.
La oligarquía y su secular desdeño por la cultura patrimonial de los bolivianos, puede interpretarse como un sentimiento irracional, o como un inexplicable oscurantismo de tinieblas. Viven en el país pero desprecian a Bolivia. Amasan fortunas explotando a los bolivianos pero se burlan de la miseria. Dicen acatar a las leyes pero no respetan la Constitución. Hablan de desarrollo económico pero quieren venderlo al país. Se consideran patriotas pero conspiran para que desaparezca Bolivia.
En cuestiones de intereses y sometimiento, sin embargo, nada es fortuito. La hegemonía, las fortunas de unos cuantos, el racismo, la xenofobia no vienen así nomás. Las grandes fortunas se amasan explotando, engañando y matando. Tampoco, nadie es discriminador de nacimiento, ni viene como una maldición del más allá o como una iluminación satánica para convertirse de la noche a la mañana en enemigo de su prójimo. Antes que nada, la opresión al igual que el miedo, es ideológico, está planificada para desencadenar el despelote. Recordemos solamente a Irak, como muestra tangible de lo que está pasando en el mundo.
3. SACUDIDA DEMOCRÁTICA
El triunfo del MAS, fue un reverendo warak’azo en plena figura del neoliberalismo y la oligarquía. Valió para reivindicar la cultura patrimonial, unir al pueblo, frenar la aculturación de los habitantes urbanos, detener el peligro de la división del país, sirvió para imposibilitar el saqueo de las recursos naturales y las reservas del gas, además, señalar a los traidores que entregaron los hidrocarburos, a los que vendieron las empresas y bienes del Estado a las multinacionales provocando la ruina económica del país.
Los aprestos separatistas de los grupos de poder de Santa Cruz y la intromisión de EEUU en los asuntos internos del país, fueron la gota de agua que rebalsó el baso, provocó un estallido de indignación nacional traducido en el sufragio, desmantelando la confabulación.
El proselitismo de chantaje, el contubernio organizado contra la soberanía de Bolivia no funcionó ni podía prolongarse por más tiempo. Durante la campaña electoral, se utilizaron millones de dólares para mantener a flote la propaganda del «globo inflado» cuya finalidad era confundir, dividir a las regiones y a sus pobladores, de ésta manera llevar a Bolivia sobre aguas turbulentas para que de una vez desaparezca. Fue suficiente un pinchazo para que se desintegren las mentiras y aborten los aprestos entreguistas. La conciencia política, la resistencia civil y cultural de las mayorías nacionales, ésta vez, fueron factores determinantes en la victoria sobre los neoconservadores.
La gran trompada democrática propinada por los bolivianos al imperialismo, sobrepasó fronteras latinoamericanas, repercutió en el mundo entero. Ni siquiera la afonía y el mutismo mediático controlado por las multinacionales impidieron su expansión. El silencio cómplice, paradójicamente se convirtió en caja de resonancia, se transmutó en eco de wankara y p’ututu para que se propaguen las reivindicaciones de todos los desheredados del mundo. Sin duda, dentro de poco la marejada de contagio alcanzará proporciones continentales, en el ascenso incontenible de la izquierda latinoamericana.
Esta manera de concebir a Bolivia como propiedad privada de unos cuantos, se acabó con la victoria del pueblo boliviano. Como dijo el presidente Evo Morales, «el triunfo del pueblo no fue regalo de nadie». Fue la sangre que derramaron miles de bolivianos en diferentes épocas. Esta vez, el pueblo no permitirá la entrega de sus riquezas a las multinacionales. Los oligarcas deben saber que los 50 mil indígenas bolivianos que murieron en la guerra del Chaco defendiendo el petróleo, no fue en vano ni tampoco será en vano. Servirá para construir un país más justo, donde haya respeto por el prójimo y por la naturaleza.