Bolivia es una bomba de tiempo. Cuatro prefectos (gobernadores de Departamentos), separatistas de cualquier modo, proponen referendos autonómicos para sus regiones, de modo que la dirigencia local posea la potestad de decidir la concesión de explotación de sus recursos naturales a empresas nacionales o extranjeras sin supeditación ni consulta con el poder central, el Estado […]
Bolivia es una bomba de tiempo. Cuatro prefectos (gobernadores de Departamentos), separatistas de cualquier modo, proponen referendos autonómicos para sus regiones, de modo que la dirigencia local posea la potestad de decidir la concesión de explotación de sus recursos naturales a empresas nacionales o extranjeras sin supeditación ni consulta con el poder central, el Estado boliviano. Grave asunto, porque lo que plantea, como quiera que se disfrace con el discurso, es una desmembración política de Bolivia como concepto republicano.
La autonomía
Casualmente los departamentos promotores del separatismo político-administrativo (¿cómo llamarlo de otro modo?), concentran la riqueza en recursos naturales del país. Santa Cruz, el primero de la saga autonómica (tiene su consulta pautada para el 4 de mayo), concentra los yacimientos de petróleo y gas del país, y sus mejores tierras están en manos de grandes terratenientes. En su región operan «empresas transnacionales como TRNSREDES, controlada por el consorcio ENRON – SHELL, REPSOL y otras» (1).
Los otros complotados contra la unidad republicana (¿cómo llamarlos de otro modo?) son los departamentos de Beni y Pando, cuyas consultas tienen previstas para el 21 de junio. Tarija, con el 85% de las reservas de gas, lo intentará un día después. Como si dijéramos, transliterando el caso a Venezuela, que los estados Zulia, Bolívar y Anzoátegui, con sus riquezas petrolíferas y grandes y diversos yacimientos minerales, un mal día deciden proclamar su independencia del gran «tirano» de Venezuela, Hugo Chávez, presidente de no gran aceptación por las minoritarias élites económicas, acostumbras a dispensarse el país y sus riquezas a su antojo.
En Bolivia, como si se tratara de una guerra de independencia contra el «indio de mierda», como llaman al presidente Evo Morales, potentados y selectos grupos de la derecha conservadora plantean sustraerse en sus departamentos del efecto central y rector del Poder Ejecutivo, apoyados por trasnacionales extranjeras y financiamiento desestabilizador del gobierno estadounidense a través de organizaciones como la Agencia del Desarrollo Internacional de EEUU (USAID), entre otras (2). El propósito final es evadirse de la política nacionalista y nacionalizadora del gobierno de Evo Morales, a efectos de no perder su capacidad personalista y decisoria respecto del manejo y arbitrio de las riquezas naturales y la posibilidad comercial de Bolivia, servida al interés penetrador de corporaciones extranjeras.
Para muestra un botón. Véase, por ejemplo, el estatuto propuesto por la oligarquía de Santa Cruz, el principal promotor de la secesión en el país:
«Serán de dominio originario del Departamento, la región o la nación que le corresponda, todos los recursos naturales que contenga el suelo y el subsuelo. Toda la concesión de los mismos a empresas nacionales o extranjeras, deberá ser aprobado, previamente, por las instancias legislativas y ejecutivas a nivel Departamental o regional» (3). En sus declaraciones a los medios de comunicación, a sabiendas de la gran irresponsabilidad comportada en sus propósitos, no encuentran sus artífices el modo retórico para sortear el carácter secesionista de las consultas autonómicas. Se han decidido por el callejón de la violencia y la confrontación, penetrados por la ambición personal y los mecanismo de dominación extranjeros, de fundamentalismo imperial que juega a la fragmentación de las nacionalidades, cual rompecabezas, para ejercer el dominio a comodidad.
Pero lo realmente consternante, más allá de una situación específica de felonía nacional, de pura interés mercantilista y trasnacional, es la evidencia triunfal del trabajo de zapa desvalorizador que la transculturación ha operado en la psiques local. Se desprecia a rabiar lo autóctono, sea paisajístico o histórico; se tiene en menos la sangre nativa que mana por las venas de la república a la hora de aludir a la ascendencia europea que campea en nuestras tierras. No se concibe el mestizaje ni siquiera como una medida biológica de fortalecimiento de la raza humana, sino como una afrenta que se le hace al etnocéntrico modelo cultural europeo. De modo que el sueño final es la concepción de una Bolivia sumida en dos repúblicas, separadas cuidadosamente en su componente indio y europeo.
Para el paradigmático esquema de la cultura triunfal, esa que llega, penetra, se acultura y luego liquida los valores y nacionalidades locales, preparando el terreno para lejanas hegemonías, importa poco el legado histórico, el proceso de formación de los pueblos, de las repúblicas fundadas en la sangre de tantos mártires durante las guerras de independencia. La caída de Bolivia, país homenaje del Libertador Simón Bolívar, sea ya sumida en el caos de las guerras civiles o en la desmembración política de sus regiones, plantearía el desmoronamiento simbólico de otro paradigma, integracionista e independentista, de regionalismo soberano: el bolivarianismo. Y en Bolivia el trabajo interno de la «silenciosa cultura» parece estar hecho, esperando la vuelta de tuerca de la factoría externa, concretada en ruidosas acciones que son su consecuencia, como el rollo presente de su división en repúblicas. Así, sencillamente, la ahistórica, desvalorizada y desnacionalizada oligarquía local plantea la conformación de la República de Santa Cruz, por mencionar uno de los cuatro estados que se pretenden fundar en breve.
Lo aparente
En el espacio del discurso se maneja la supuesta intransigencia que esgrime un también supuesto Jefe de Estado que no es representativo de los componentes ciudadanos de la nación boliviana. Evo Morales es acusado de déspota, sectario, personaje de impositivas ideas que no comportan el carácter democrático, a pesar de haber sido elegido por la mayoría de los bolivianos. Su constituyente, su constitución, su condición india, sus reformas, sus nacionalizaciones, su identificación política con Hugo Chávez, sus mandato de ser corresponsable con la mayoría que lo eligió, mayoría, por cierto, empobrecida y sumida en el olvido de las política gubernamentales; es todo metido en el saco de un llamado autoritarismo que rinde para argumentar desacato.
En concreto plantearon desde un principio que la Asamblea Constituyente no debía tomar decisiones con los dos tercios de sus votos, amenazando a la vez con ir a las consultas secesionistas si el «indio» persistía en su juego de imponer sus locuras con el argumento de la democracia y el representativismo supuesto del hecho de ser presidente electo.
Las siguientes declaraciones del prefecto de Santa Cruz esbozan los señalamientos anteriores, mismos que parecen ser suficientes razones para licenciarse en acciones de rebelión: «Nosotros no reconocemos el texto constitucional (del oficialismo [cualquier parecido con Venezuela no es coincidencia]) que ha sido forzado, impuesto, que tiene una cadena de violaciones a la Constitución y que está manchado con la sangre de los mártires chuquisaqueños’, afirmó el prefecto, en alusión a unos choques entre universitarios y policías en noviembre en la ciudad de Sucre (sureste), con saldo de tres civiles muertos.» (4)
Las razones de fondo: la maquinación norteña.
Hay evidencia del accionar de ideólogos y oficiantes separatistas y desestabilizadores al servició del gobierno de los EEUU. Se nombra en primer término a un señor de nombre Marc Falcoff (5), ideólogo de la invasión a Irak, promotor también de la invasión a Irán, quien trabaja desde el año 2.004, año del referendo, en decantar a una Bolivia dual, dividida en zonas autonómicas: la Bolivia alta para los indígenas, el altiplano de cultura cocalera, y la baja, para los habitantes de ascendencia europea, liderada por el departamento de Santa Cruz, enclave de la riqueza en recursos naturales del país. Su punto de vista es que las diferencias raciales y geográficas median un punto de incociliación en el país. Aboga por la «República de Santa Cruz» y ha declarado en Chile ser garante que las buenas relaciones que tendría como país con los chilenos, además de asegurar que su reconocimiento por Brasil obligaría al de Argentina.
El otro avieso personaje es el embajador de EEUU, Philip Goldberg, recientemente declarado «interlocutor inválido» por el gobierno que preside Evo Morales, versado en el trabajo separatista en Kosovo, gestor y canalizador de las ayudas financieras para la desestabilización interna procedentes de la USAID y la National Endowment for Democracy (NED), promotor del concepto de «autonomías federales», casualmente en las áreas de mayor riqueza boliviana. Ambos, más allá del inmediato objetivo de desmembrar a Bolivia, se afanan por balcanizar a Suramérica, introduciendo el factor de la congestión nacionalista y borrado geopolítico de las fronteras. En el esmerado plan que adelantan, haciendo corresponder la práctica con lo teórico, dan por sentado algunos supuestos: es Chile y su derecha poderosa -y no Colombia- la Israel de Suramérica, y son los indígenas latinoamericanos y su nacionalismo relativo los árabes, según transpolaciones teóricas (6).
¿Qué hacer?
Como el mismo ensimismamiento fronterizo del país, sin apertura al mar, la situación para Bolivia luce condenada a la elección de la eventualidad menos corrosiva para la integridad republicana. Confrontar a los separatistas, apertrechados en sus territorios con aparatos paramilitares, en idea esbozada por el comandante de las Fuerzas Armadas de procesar militar o civilmente a los responsables, constituiría un sencillo y redondo pisar de peine montado con propósito determinado: la provocación. Inmediatamente se encendería el país en una guerra terrible y fratricida, bandalizado y vandalizado el país con la rapidez de quien, en las sombras, ha preparado las condiciones para ello: la embajada de los EEUU, los latifundistas y los amos del valle, los que negocian directamente con el capital extranjero. La ocurrencia de esta opción constituiría una invitación de intervención directa de más operadores extranjeros en el país.
Se debe también considerar la previsión de algunos analistas, más allá de la desestabilización misma del país y de una eventual balcanización de la región, quienes sitúan a Bolivia como el cordero a sacrificar para dar al traste con el proyecto de integración latinoamericano, esbozados por los presidentes de Venezuela y Brasil. Más específicamente habría que aventurar que Bolivia es el ataque a América Latina que no se le pudo asestar en la figura de Hugo Chávez y su proyecto continentalista desde la esfera imperialista. Sin embargo, se debe concienciar que la figura de Evo Morales, el secesionismo de su país, el intervencionismo norteamericano, es un ataque expreso a la figura de un aliado, tesis que manejan los ideólogos que sueñan con llegar a implicar al Hugo Chávez en un conflicto que desguarnezca a Venezuela.
La otra opción es dejar que ocurran los referendos y confiar luego en su desvirtuación por obra y fuerza de su ilegalidad. Pero ello comporta el riesgo de la conceptualización del derecho a la autonomía y soberanía, figuras de peligroso uso en el panorama internacional, donde la historia la escribe el más fuerte.
Bolívar, en tiempos de gran urgencia republicana, tuvo que tomar la decisión terrible de la Guerra Muerte, emblemático ejemplo de que a grandes problemas, grandes soluciones. En Bolivia, donde necesariamente hay que tomar una resolución, siempre comportante de traumáticos efectos, el problema parece cada vez irse delineando hacia el ámbito militar, extraordinariamente pasivo desde un principio, significativamente responsable de la situación presente creada. Su falta de presencia, su silencio ante el delito de lesa patria que tomaba forma delante de sus propias narices, hizo siempre sospechar que entre sus filas cundía la inconformidad con el gobierno constitucional de Evo Morales. Las declaraciones de la dirigencia militar, pequeños balbuceos siempre, le hicieron el juego al alud opositor y oligárquico que tomaba forma desde las alturas, hasta el punto que parece forzado hoy decir lo que ellos parecieran haber querido oír desde hace un buen rato: la solución está en sus manos, señores militares, den un golpe militar para salvar la unidad del país, la opción total de borrado constitucionalista.
Hay, sin duda, una terrible tramoya montada en nuestra querida Bolivia, donde el militar simula constitucionalismo, calla y apoya las felonías opositoras, esperando su turno al bate; el oposicionista le hace juego ideológico a la estructura imperial para desbancar los brotes integracionistas y nacionalista en América Latina, aun a costa del sacrificio de su propio terruño y el presidente constitucional, Evo Morales, es objeto centrado de ingentes presiones -internas y externas- para que claudique en la presidencia.
Es la Bolivia nuestra de hoy, el Chile pretérito de Allende: otro momento de crisis política para el continente, donde la guerra cultural e ideológica escenifica su choque de bayonetas para derrotar la posibilidad presente de cohesión bolivariana. Según crean hábitos las relaciones entre los países, el trabajo de zapa de la inteligencia imperial, de la educación transculturante, cada cierto tiempo parece hacer implosionar a los países suramericanos, generándoles crisis de valores y nacionalismo que se pagan con años de derramamiento de sangre y sujeción a la explotación extranjera.
NOTAS
(1) Ramiro Vinueza: «Bolivia: separatismo oligárquico» en Voltairenet.org [en línea]. 12 feb 2.005. Págs.: 4 pantallas. – http://www.voltairenet.org/article123802.html. – (Consulta: 9 abr 2.008)
(2) Eva Golinger: «Bolivia frente al imperio» en Aporrea.org [en línea]. 16 mar 2.008. Págs.: 5 pantallas. – http://www.aporrea.org/internacionales/a53224.html. – (Consulta: 9 abr 2.008)
(3) Vinueza: Loc. cit.
(4) «Santa irá a referendo autonómico pese a veto de Morales» en La Jornada [en línea] 24 feb 2.008. Págs.: 3 pantallas. – http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2008/02/24/bolivia-santa-cruz-ira-a-referendo-autonomico-pese-a-veto-de-morales. – (Consulta: 9 abr 2.008)
(5) Wilson García Mesa: «Separatismo que sufre Bolivia comenzó en 2.004, con Carlos Mesa» en Bol Press [en línea]. 26 ene 2.007. Págs.: 3 pantallas. – http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2007012610. – (Consulta: 9 abr 2.008).
(6)Loc. cit.
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