Desde el punto de vista político-militar, la frontera sur de Cuba y de Venezuela pasa por Bolivia. Y la frontera norte de la crisis político-militar en Argentina también está en las llanuras chaqueñas de Santa Cruz, Pando, el Beni y Cochabamba, donde los terratenientes ganaderos y soyeros llevan adelante un intento para liquidar al gobierno […]
Desde el punto de vista político-militar, la frontera sur de Cuba y de Venezuela pasa por Bolivia. Y la frontera norte de la crisis político-militar en Argentina también está en las llanuras chaqueñas de Santa Cruz, Pando, el Beni y Cochabamba, donde los terratenientes ganaderos y soyeros llevan adelante un intento para liquidar al gobierno de Evo Morales y al Movimiento al Socialismo y -en los hechos- la construcción de un poder local racista y secesionista.
Ni en Bolivia, ni en Venezuela, ni en Argentina los estrategas de la derecha proimperialista pueden aceptar la vía de la lucha legal (porque son irremediablemente minoritarios y, además, están divididos) y no les queda otra solución que embarcarse, con la ayuda del imperialismo, por el resbaloso camino de la conspiración y la desestabilización. En Bolivia, por ejemplo, los líderes de los departamentos (estados) sureños, dominados por la oligarquía terrateniente, mueven y arman sus bases racistas, llaman a desconocer las leyes nacionales y al gobierno, tratan de hundir la Asamblea Constituyente donde éste y sus bases sociales son mayoritarios, y se apoyan en la acción pública y descarada del embajador de Estados Unidos y en la actitud desinformadora y facciosa de la prensa (La Razón, por ejemplo, pertenece al grupo que edita el diario español El País, feroz enemigo de Chávez y defensor del «¿por qué no te callas?» borbónico).
En Venezuela, simultáneamente, el pronunciamiento del ex ministro de Defensa, general Roberto Baduel, desplaza hacia el terreno del golpe de Estado el rechazo a la Constitución que no podrá ser obtenido por vías referendarias. Y en Argentina, por último, tras el «ciclón K» del 28 de octubre, la derecha y sus medios de (des)información tratan de sondear el ánimo de las fuerzas armadas (encuesta de La Nación entre los oficiales de las tres armas) mientras el gobierno ha debido pasar a retiro al responsable de los Servicios de Inteligencia de las fuerzas armadas (general Moyano) y a otros generales por conspirar contra la ministro de Defensa.
Bolivia es, pues, el eslabón más débil de una relación de fuerzas a nivel de toda América del Sur que, si el imperialismo no consigue modificar a tiempo, se agravará aún más para la derecha tras la torpe respuesta del gobierno de Álvaro Uribe a la mediación de Chávez (y del derechista Nicolas Sarkozy) con las FARC para el intercambio de rehenes.
No estamos, pues, ante una mera suma de acontecimientos locales sino ante un combate único con diversos frentes. Por eso es ridículo querer contraponer «la sensatez» del gobierno ecuatoriano de Rafael Correa y el éxito de su Constituyente con lo que pasa en Bolivia, debido al supuesto «extremismo» del MAS y de Evo Morales. En primer lugar, porque la historia de Bolivia es muy diferente a la de Ecuador, es distinta en ambos países la influencia del racismo antindígena y del localismo, así como difieren las características de la construcción de los respectivos estados. En segundo lugar porque en Bolivia existió una revolución (la de 1952) que enseñó a armarse a obreros y campesinos, cambió el país y desarrolló en las clases dominantes (blancas) un gran temor racista y social. En tercer lugar, porque el conflicto en la Constituyente boliviana es un enfrentamiento de clases que no tiene solución legal alguna, pues la derecha no aceptará ninguna concesión y siempre pedirá más, ya que lo que disputa es el poder.
Lo que hay que discutir, por consiguiente, es cómo movilizar y organizar a los explotados y oprimidos para hacer cumplir las leyes y funcionar la Asamblea Constituyente. Y es cómo y con qué reprimir los intentos ilegales y subversivos de la derecha de secesión y de construcción de fuerzas armadas propias. Sao Paulo, el estado más rico de Brasil, se levantó en los años 1930 contra el resto de la Federación y debió ser aplastado por las armas de ésta, que salvaron la unidad del país. Hay momentos en los que se cierran los espacios para la negociación y lo importante es templar la voluntad de los trabajadores y de los soldados y oficiales con visión nacional y democrática.