Algunos compañeros dicen, con razón, que el clivaje izquierda-derecha no da cuenta de la realidad boliviana. El problema es que los que ellos proponen como alternativa, por ejemplo, modernidad/decolonizalidad, tampoco pueden aprehender las complejidades de las identidades populares en juego ni de los programas de transformación social. Lo mismo ocurre con el antagonismo nación/imperialismo. En […]
Algunos compañeros dicen, con razón, que el clivaje izquierda-derecha no da cuenta de la realidad boliviana. El problema es que los que ellos proponen como alternativa, por ejemplo, modernidad/decolonizalidad, tampoco pueden aprehender las complejidades de las identidades populares en juego ni de los programas de transformación social. Lo mismo ocurre con el antagonismo nación/imperialismo. En todo caso no se trata de que la izquierda tenga un privilegio ontológico como la organizadora del Gran Clivaje, como se pensaba antes. Sino de pensar si la izquierda -más como corriente de opinión, en este caso, que como «el partido»- puede aportar al proceso de lucha por la democratización radical de la sociedad. Yo creo que sí.
En este sentido, una propuesta no pretenciosa para el debate sobre cómo una izquierda libertaria podría posicionarse:
1. Abrir el debate donde las estrategias binarias (oficialistas y opositoras) quieren cerrarlo. Las visiones polarizadoras pueden acabar con el debate de ideas y la autonomía del pensamiento y conducir la política a una suma de clichés huecos.
2. Apoyar críticamente los procesos de cambio social. Pero críticamente es críticamente: a menudo el llamado «apoyo crítico» es simple apoyo. Para ello es bueno desterrar frases que comiencen con «Más allá de todas las contradicciones, creo que…» o «Ya sabemos que esto no es socialismo… entonces», porque estas precauciones cancelan completamente la discusión crítica. ¿Para que vamos a perder tiempo criticando lo que «ya sabemos»?
3. Salir de la estadolatría: articular un Estado fuerte con una sociedad fuerte.
4. Pensar más allá y más acá de la geopolítica: no apoyar a dictaduras dizque «nacionalistas» o de «izquierda» por consideraciones que solo ven el juego de las supuestas relaciones de fuerzas internacionales sin reparar en las necesidades, demandas y padecimientos de los propios pueblos. Es decir, salir de la concepción de la guerra fría (y ahí está la discusión a propósito del caso libio), manteniendo la premisa de «no confiar en el imperialismo ni un poquito así…».
5. No hacer el juego al «antipopulismo». Ni Chávez, ni Evo ni Correa son dictaduras, eso debe quedar claro. Si caemos en críticas hiperbólicas perdemos la posibilidad de criticar las carencias democráticas reales.
6. Reponer el debate económico donde el culturalismo se apropió completamente de la escena. Ello implica problematizar posibles nuevas articulaciones Estado/mercado que muchos cosmovisionistas «resuelven» apelando a la trivialización del concepto de complementariedad y los nacionalistas con lecturas sobre empresarios patriotas o antipatrias o meras «ilusiones desarrollistas». Es necesario salir de un pseudo clivaje entre ilusiones comunitaristas vs. ilusiones desarrollistas.
7. No idealizar a los «subalternos». La idea de excepcionalidad boliviana a menudo no aporta luces sobre el proceso de cambio ni la realidad nacional. Entender a los indígenas realmente existentes y luchar por su empoderamiento contribuye más a la lucha por la igualdad y la descolonización que exotizarlos y transformarlos en el Gran Otro; que es tan otro que mejor se quede en el campo defendiendo a la naturaleza y manteniendo su «vida comunitaria» mientras «otros» -que no tienen nada de «otredad»- hacen el trabajo para el que se requiere competencias modernas, aprendidos en la escuela y en las universidades «etnocéntricas».
8. No dejar fuera los valores: un proyecto emancipador, sin ningún romanticismo, implica una reforma moral e intelectual de la política.
9. Propiciar una agenda anticonservadora en el terreno ético/moral: lucha por los derechos reproductivos, al aborto incluido, y por la igualdad para las llamadas minorías sexuales y de género.
10. Discutir desde la izquierda la cuestión de la democracia: a menudo con la excusa de acabar con la democracia «burguesa» se ha tirado el agua y el niño por la ventana. Y ya conocemos los resultados. Evitar la idea de que ellos tienen «otra democracia» porque tienen «otra cultura», lo que en general no es más que manipulación culturalista de autócratas bien «modernos», desde Ceaucescu hasta Kadafi, pasando por el «modelo cubano».