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Segunda injerencia del embajador Wayne en los asuntos internos del país

Buenos Aires plagada de funcionarios enviados por Bush

Fuentes: La Arena

El debut del diplomático en su labor de lobby para promover los negocios norteamericanos en nuestro país fue en la primera semana de estadía, en noviembre pasado. Allí, al ser recibido por el ministro Julio De Vido -que le abrió su despacho en varias otras oportunidades, lo mismo que la mayoría de los ministros del […]

El debut del diplomático en su labor de lobby para promover los negocios norteamericanos en nuestro país fue en la primera semana de estadía, en noviembre pasado. Allí, al ser recibido por el ministro Julio De Vido -que le abrió su despacho en varias otras oportunidades, lo mismo que la mayoría de los ministros del PEN-, abogó para se adoptara la tecnología ATSC para la televisión digital. Si se atendía a su petición-exigencia, que supone descartar las ofertas de la Unión Europea y Japón, prometió que Estados Unidos iría liberando transferencia tecnológica en el rubro.

En ese momento, la intromisión abierta y pública del embajador, denunciada por este medio en solitario, no provocó ninguna respuesta del gobierno de Néstor Kirchner. Mejor dicho, ninguna respuesta de tono crítico. Sí abundaron en De Vido los elogios porque Wayne le prometió que en dos años las inversiones estadounidenses serían de 3.000 o 4.000 millones de dólares en las áreas petroleras, gasíferas y de electricidad.

O sea que en primera instancia la administración Kirchner vio con buenos ojos que el flamante diplomático se lanzara a la pesca de buenos contratos y negocios para sus corporaciones.

Ahora, en cambio, llegó el momento del reproche. El presidente de la Nación se quejó públicamente de que el suyo es «un gobierno cristalino y va a tomar la decisión que tiene que tomar con toda la soberanía nacional. A nosotros no nos apura nadie, menos estos fondos de inversión que muchas veces nadie sabe cómo funcionan, de quién son o a quiénes pertenecen».

Esas palabras destempladas tuvieron un destinatario preciso, por más que el orador no hizo en la Casa Rosada nombres y apellidos. Es que se había publicado que Wayne envió una carta al ministro De Vido quejándose de que el fondo de inversión Eton Park, estadounidense, tenía trabas para ganar la mayoría accionaria de Citilec, consorcio que controla la principal empresa de transmisión eléctrica de alta tensión, Transener. Eton había abrochado la compra a Petrobras pero el ente regular de la energía, ENRE, aparentemente le daba largas al visado. La nota norteamericana dejaba traslucir su sospecha de que el gobierno prefiere que ese lugar en Transener lo ocupe una alianza entre la mixta Enarsa y la privada Electroingeniería con sede en Córdoba. Esta última viene ganando importantes licitaciones organizadas por Planificación Federal.

En buena hora que las autoridades argentinas pongan límites al accionar de lobbista del representante de Washington. Pero su defensa de lo nacional no es creíble, atento a la permeabilidad que han mostrado ante sus actividades.

Cabeza de playa

Wayne desembarcó en la Capital Federal el 5 de noviembre último. En sus tres meses de estadía ha sido recibido en seis oportunidades por Jorge Taiana, contando la última de la serie. Ayer llegó al Palacio San Martín acompañando al número 3 del Departamento de Estado, Nicholas Burns, y al secretario de Estado adjunto para asuntos americanos, Tom Shannon. La vez anterior, hace pocos días, fue en compañía del vice representante comercial externo, John Veroneau, quien llegó desde Montevideo luego de firmar allí un Acuerdo General de Comercio e Inversiones como primer paso hacia un Tratado de Libre Comercio.

Esa gestión en Uruguay fue una bomba de tiempo contra el Mercosur pero Wayne y Veroneau subieron hasta el piso 13 de nuestra cancillería donde mora Taiana como si fueran los enviados del mejor aliado de Argentina y el bloque del sur.

Burns y Shannon vinieron a hablar de política y de la política exterior de nuestro país, luego de pasar por Brasilia. Fueron recibidos en la Casa Rosada por el Jefe de Gabinete Alberto Fernández, por cuya oficina pasó el propio Kirchner para saludarlos en un gesto político nada casual. Era la combinación de una dosis de crítica por el affaire Eton Park con la búsqueda de la unidad con la Casa Blanca manifestada desde el 21 de setiembre último, cuando el santacruceño tocó la campanita de la Bolsa de Wall Street.

El objetivo de la dupla estadounidense es atraer al gobierno argentino a una relación de mutua comprensión y apoyos recíprocos, aún cuando ésta no alcance la dimensión «carnal» que tuvo durante el menemismo. El Departamento de Estado quiere meter una cuña entre Kirchner y el demonizado presidente de Venezuela. El martes de esta semana, en una comparencia ante el Congreso, Condoleezza Rice volvió a atacar a Hugo Chávez como si éste significara un cáncer para su país y la región en su conjunto.

Burns y Shannon piensan que si logran algún tipo de acuerdo en Buenos Aires, pueden contener la influencia del bolivariano en Bolivia y Ecuador, que -bajo la dirección de Evo Morales y Rafael Correa-, no van por los carriles deseados.

Los dos enviados del Norte expusieron en dos de los ámbitos donde mejor se sintoniza la onda estadounidense: el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y las representaciones israelitas de AMIA y DAIA. Con éstas no los une ningún amor sino la necesidad de seguir pegando en los flancos de Irán, luego que la justicia local pidiera la detención de ocho funcionarios iraníes, entre ellos el ex presidente Alí Rafsanjani, acusados sin pruebas como responsables de la voladura de la mutual judía en 1994.

Las intromisiones políticas

Wayne ha llevado a los ministros del Ejecutivo propuestas lesivas al interés nacional, como reiniciar ejercicios militares conjuntos y participar de la «guerra contra el terrorismo» a nivel mundial.

Ese mismo tipo de sugerencias acercó a los oídos de los ministros de Justicia y de Interior, el secretario de Justicia estadounidense Alberto Gonzales, también presentado por el flamante embajador. La breve estadía del fiscal general provocó la ira de los organismos de derechos humanos más cercanos al oficialismo, como Madres de Plaza de Mayo y Madres Línea Fundadora.

Quien dio consejos a Alberto Iribarne y Aníbal Fernández -debieron llegarse hasta la embajada en Palermo, jugando de visitantes- no puede hablar de justicia y ley. El funcionario de Bush ideó la figura del «combatiente enemigo» para burlar las convenciones de Ginebra sobre el trato a los prisioneros de guerra de Afganistán e Irak. Fue sindicado como el responsable de las violaciones a los derechos humanos cometidos por las tropas norteamericanas en las cárceles de Abu Ghraib en Irak y Guantánamo en la parte oriental de Cuba usurpada desde 1901. «El caballero de la tortura» también bajó línea en Buenos Aires; que se lo recibiera ya es un escándalo.

Wayne se ha plantado como un diligente defensor de Monsanto, Exxon, Bell South, Citibank, Eton Park, Wal Mart y Lockheed Martin, cuya planta de Córdoba visitó la semana pasada, luego de cenar con el gobernador José Manuel de la Sota y almorzar con el intendente Luis Juez.

Y en simultáneo, hace de cabeza de playa para el desembarco de las misiones políticas imperiales que llegan para «ablandar» las posiciones del gobierno. Kirchner, tras el episodio de Wall Street y el pago de toda la deuda con el FMI, está en una tónica de reamigamiento con Washington. De allí que sume su granito de arena a la ofensiva contra Irán, vía causa AMIA.

En cambio es menos previsible que el patagónico capitule y se convierta en un operador de Bush. En esa dudosa categoría no está y por eso el anuncio de la gira de aquél por esta parte del mundo no incluyó Buenos Aires. En marzo el texano andará por Uruguay, Brasil, México, Guatemala y Colombia, a cuyos gobiernos considera como más afines a su política.

Kirchner por su parte llegará a Caracas dentro de diez días y, sin arrepentirse de su giro amigable con la Casa Blanca, tratará de que Chávez compre otros 2.000 millones de dólares de títulos públicos argentinos y le abra a Enarsa un área de explotación del crudo de la Faja del Orinoco. Así es la política de tironeos, zigzags, idas y venidas que caracteriza al presidente argentino, que no aciertan a descifrar sus críticos que lo igualan con Alvaro Uribe Vélez (Colombia) y Felipe Calderón (México); ni sus admiradores, que fantasean con que es un antiimperialista igual a Chávez, Evo Morales y Fidel Castro.