En la entrada del Astillero Río Santiago (ARS), el delegado José Montes conversa con un compañero. La charla por momentos se convierte en discusión, pero los dos saben que sus respuestas son las mismas. ARS fue creado en 1953 y se encuentra ubicado sobre el margen sur del Río de la Plata. Es un ente […]
En la entrada del Astillero Río Santiago (ARS), el delegado José Montes conversa con un compañero. La charla por momentos se convierte en discusión, pero los dos saben que sus respuestas son las mismas.
ARS fue creado en 1953 y se encuentra ubicado sobre el margen sur del Río de la Plata. Es un ente autárquico que depende del Estado de la provincia de Buenos Aires. Mientras caminamos por las calles, José Montes explica: «Antes de la dictadura, acá trabajaban cinco mil personas más tres mil contratados. En la década del noventa quedamos mil doscientos».
Mientras el cielo de la ciudad de Ensenada, a pocos kilómetros de La Plata, comienza a cerrase y oscurecer, los delegados por sección del astillero se preparan para una reunión con los directivos. La razón es simple: la promesa de pasar a efectivos a 500 trabajadores contratados, ahora parece no cumplirse. El gobernador Felipe Solá firmó un decreto que, según el diario El Día, «asegura que (…) se harán excepciones para pasar a la planta permanente a cientos de empleados precarizados». Al cierre de esta edición, de los 500 trabajadores contratados, 198 mantendrían el contrato por tiempo indefinido y el lunes 8 de noviembre se reunirían en el Ministerio de Trabajo para definir la continuidad de los demás.
Dentro de uno de los talleres que abarcan el astillero, se encuentra el cuerpo de delegados. Al ingresar, un grupo de trabajadores lleva adelante una discusión acalorada. Al finalizar, las sonrisas y bromas vuelven a tierra. «Esto antes no pasaba», comentan algunos. El último 15 de julio, y luego de un mes de asambleas por secciones, los trabajadores pudieron elegir a sus delegados. El triunfo que ellos resaltan es haber terminado con las listas sábanas, método donde se elegían representantes a dedo y conveniencia. Luis Gauna es delegado y explica: «Fue desde la última elección cuando se eligió la nueva junta interna, para acabar un poco con el tema de la lista sábana que era algo que no queríamos. Ya veníamos sufriendo eso y no había cambios. Al no haber cambios resurgió el tema de los delegados por sector, elegido por el sector y que represente a los trabajadores y sus inquietudes más mínimas. Es un cambio que se está haciendo poco a poco, paulatinamente. Esto recién comienza».
En julio de 2004, el gobierno bonaerense intervino la conducción de ARS y ordenó «una auditoría que incluye una investigación contable y la revisión de contrataciones». También se dispuso el cese de funciones del gerente del astillero, Miguel Álvarez. Según El Día, Álvarez es un funcionario de carrera ligado al partido Justicialista. Rafael Magnanini, entonces ministro de gobierno de la provincia de Buenos Aires, fue designado «presidente ad honorem» en la conducción del astillero por el gobernador Solá. A su vez, Magnanini designó en la conducción del astillero al licenciado Claudio Fernández, al ingeniero naval Roberto Alonso y al subsecretario de Asuntos Municipales, Hugo Bilbao. Al poco tiempo, Bilbao fue declarado presidente de ARS.
Para Luis Gauna, los cambios todavía no han dado los resultados esperados: «Fue un cambio de figuritas, porque seguimos con el problema de los insumos, que es constante. Nosotros creemos que los insumos son lo primordial para toda fábrica, principalmente con el tema de seguridad e higiene. Pero acá, lo más preponderante es la fuerza de voluntad de la gente, que en las buenas o en las malas siempre está. No tendría que ser así, pero gracias a eso todavía está abierto».
El 9 de septiembre, el gobierno de la provincia y representantes de la Armada y de empresas estatales de Venezuela firmaron el contrato por el cual ARS reparará un buque de aquel país. A su vez, mediante tres cartas de intenciones, ambas partes acordaron la realización de estudios técnicos y económicos para establecer la factibilidad de que ARS pueda construir buques tanques tipo Panamax y encarar la reparación de varios buques.
Para Eduardo Silvero, de la lista Marrón, los contratos con Venezuela son «una fuente de trabajo, es lo mejor que nos puede ocurrir en el astillero. Esto es cuestión de decisión política y hoy a nosotros nos vienen a plantear cero ingresos».
«El 6 de noviembre entra el Luisa Cáceres para unas reparaciones que son de cincuenta días porque lo quieren hacer de buque petrolero a factero -explica Luis Gauna-. Esto genera puestos de trabajo porque nosotros luchamos. Sería primordial el tema de construir buques que son de gran escala, petroleros de gran envergadura, así se necesitaría un poco más de mano de obra y sería más enriquecedor para la región».
Los containers de Menem
Hace un rato la lluvia ha comenzado a caer y en los talleres del astillero el silencio de las máquinas y los trabajadores ha cesado. El almuerzo atraviesa la tarde, los trabajadores se agrupan para disfrutar un sándwich de milanesa y una gaseosa. Caminamos con Luis Gauna y un buque carguero color azul se levanta sobre el cielo gris. Entramos. «Todo esto se hace a mano -me dice Luis- En este buque están trabajando mil personas». Recorremos los rincones, subimos escaleras y al salir a cubierta lo que rodea al buque se ve pequeño, minúsculo.
Ahora caminamos hacia la Fragata Libertad que hace poco tiempo entró en reparación. El trabajo durará dos años. Mientras Luis explica las reparaciones, nos topamos con un alambrado. «Esta es la zona franca de la época de Menem». Durante la presidencia de Carlos Saúl Menem, en el astillero se implementó una zona franca que permitía a los buques ingresar libres de impuestos y casi sin controles. «Acá decían que iba a venir un buque solo y a la noche veías que venían como veinte y empezaban a descargar containers. Nadie los controlaba». Esta zona franca le ha hecho perder al astillero varios galpones que se utilizaban para almacenar planchas de hierro y, además, el comedor que utilizaban los trabajadores.
Pero esto no fue lo único que dejó la década del noventa: mil doscientos trabajadores fueron despedidos con la excusa de los «retiros laborales». ARS, con el tiempo se ha convertido en una de las fábricas que mejor resistió los intentos de privatización del menemismo. «En esa época era un astillero pobre -recuerda Luis-. Venía de una lucha muy aguerrida cuando lo quisieron privatizar, inclusive todavía hay leyes que quieren privatizarlo, que están vigentes y que estamos luchando para que sean derogadas y no estén dando vueltas por el senado. Porque en cualquier momentito las reavivan, las sacan y se empieza correr el riesgo».
Por esta razón, el cuerpo de delegados de ARS está trabajando sobre un proyecto de ley que defina como «sociedad del Estado» al astillero. Según ellos, es una forma para que cualquier intento de privatización sea detenido. Las experiencias que han tenido durante los largos años noventa, ahora los encuentran mucho más fortalecidos, pero también atentos a cualquier propuesta: «Antes de los acuerdos con Venezuela, vinieron con aire de privatizar y se empezó a buscar y salió esta oportunidad de la sociedad del estado para correr el tema de las privatizaciones. Kirchner venía con la idea de asociarse a Venezuela, con Dianca y PDVSA y después que terminen los trabajos de los buques todo quedaba privatizado».
Nota publicada en el Periódico de la Asociación Madres de Plaza de Mayo Nº 16 – Noviembre 2004