Analistas políticos y periodistas ya hace algún tiempo que esbozan críticas a los integrantes de la coalición Juntos por el Cambio (JxC) por su comportamiento errático en tiempos preelectorales.
Una situación de choques permanentes, cada vez más duros, cada vez más públicos, motivan la inquietud aun de los más allegados a esa alianza.
Sin desconocer enfrentamientos menos centrales, el núcleo de las divergencias tiene como eje a la interna de PRO. Las aspiraciones presidenciales han quedado circunscriptas a Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. Eso después de la renuncia de Mauricio Macri a cualquier postulación, la declinación de María Eugenia Vidal, y la evidencia de que los postulantes por fuera de PRO no tienen posibilidades en una interna abierta. A partir de esa decantación, no hizo más que escalar el antagonismo entre el actual jefe de gobierno y la exministra de Seguridad.
Los senderos del enfrentamiento.
Se mezclan en sus discrepancias diversos niveles: La estrategia de mediano alcance, el planteo político con miras a la elección y el tacticismo de coyuntura.
Parece mantenerse la coincidencia entre Larreta y Bullrich en cuanto a los objetivos de política económica: “Imperio del orden” con énfasis en la represión, y ataque sobre las condiciones de vida, de trabajo y las posibilidades de organización y movilización de las clases explotadas. Las finalidades estratégicas no están entonces en el núcleo de la disputa. En particular porque no se esboza un proyecto de país más allá de una “ortodoxia” económica de manual y un amplio alineamiento con “el mundo”, por cierto con EE.UU a la cabeza.
En cuanto al planteo político-electoral general allí se inician los desencuentros serios. El jefe de gobierno apuesta a una alianza amplia, que puede incorporar fuerzas hacia la derecha pero sobre todo cosechar en el “centro” del espectro político.
El cálculo es que será el electorado “moderado” el que puede volcar la elección a favor de Juntos por el Cambio, toda vez que las posiciones extremas han encontrado su candidato natural a través de Javier Milei. Para ello se necesita mostrar espíritu de equilibrio, racionalidad, vocación consensualista.
Por su lado Bullrich apuesta al mantenimiento del caudal propio de JxC, de modo de evitar la fuga de sufragios hacia la opción de extrema derecha. La precandidata se propone unir lo útil a lo agradable: Sostiene sus íntimas inclinaciones hacia la derecha radical y por medio de ellas espera contribuir al triunfo de la coalición que integra.
En el tercer plano, el del tacticismo de coyuntura, con miras a la interna de la coalición, Bullrich parece haber obtenido réditos con su discurso de “orden” a como dé lugar. Y de ruptura con todo lo que define como “lacras” de la sociedad argentina, incluidos el grueso del sindicalismo y las organizaciones sociales “culpables” de los piquetes. La exministra se cuenta entre quienes creen que las ideas liberales ya han ganado la “batalla cultural” y se trata sobre todo de recoger en el plano de la interna partidaria una voz que ya viene definida desde la sociedad civil.
Larreta parece sentirse acorralado por su rival. Los observadores consideran que toda la coalición está perdiendo votos. Y que con miras a la interna, el jefe de gobierno disminuye su caudal frente a su rival.
En esas circunstancias aciagas, el precandidato intenta fortalecer sus vínculos con las otras fuerzas de la alianza, es decir con parte del liderazgo de la Unión Cívica Radical (otro sector se ha decantado por Bullrich), con la Coalición Cívica y otros aliados menores.
Teme cada vez más que no le alcance y entonces ha salido a la apurada caza de un sector del peronismo antikirchnerista, el que encabeza el gobernador de Córdoba Juan Schiaretti.
Si bien esa búsqueda está acorde con su aspiración de ampliar las alianzas, está impregnada de las urgencias de una interna que parece no favorecerlo.
Ha argumentado sobre este tema: “Juntos por el Cambio necesita seguir sumando y es lo que venimos haciendo desde hace muchos años: sumar para ganarle al kirchnerismo. Pero además, ganarle con el mayor margen posible, para tener presencia en el Congreso. No es solo ganar la presidencia”.
El jefe de gobierno trata de cubrir con gesto de estadista lo que toma apariencia de una maniobra electoral de apuro, que quienes lo enfrentan no quieren dejar pasar.
Mauricio con Patricia.
En las circunstancias que describimos, Macri, en lugar de convertirse en factor de equilibrio como “padre fundador” ha seguido sus inclinaciones ideológicas y temperamentales más profundas. Se ha alineado a pleno con Bullrich, y se manifestó una y otra vez cercano a Javier Milei. De paso desató hostilidades repetidas contra Rodríguez Larreta.
El martes 6 de junio el fundador de PRO declaró en Córdoba que le parecía “saludable” un posible balotaje entre JxC y La Libertad Avanza, dado que sería entre dos corrientes que buscan el “cambio” y la “libertad”.
Al fundador de PRO sólo le falta que si la segunda vuelta lleva en efecto esas opciones se declare neutral entre las dos fuerzas. O incluso llame a votar al economista si el candidato de la coalición que contribuyó a fundar es Larreta y la pelea entre ambos se profundiza.
En todo caso no busca disimular que tiene mayores simpatías por el economista “libertario” que por buena parte de quienes integran JxC. Ya sabemos que los posibles éxitos de Milei lo llenan de esperanza, como sus propias palabras han expresado.
Patricia Bullrich se suma a los ataques contra el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. “Hay un cambio de fondo, que represento, y un cambio que baja la intensidad y que no tiene verdadero sentido de cambio, que expresa lo que está haciendo Larreta al querer meter nuevos actores.” La expresidenta de PRO no quiere que le arrebaten lo que evalúa y desea como un más que probable triunfo. Y quiere quedarse sin discusión como la representante “pura y dura” del partido de derecha, sin contemplaciones ni “gradualismos”.
En otro orden, las críticas a que se incorpore al gobernador cordobés van más allá de la denuncia de la “trampa” que puede entrañar a la hora de volcar los resultados de la interna y al atentado que entrañan contra las posibilidades “cambiemitas” en la inminente elección en esa provincia.
Un ángulo no desdeñable del cuestionamiento, al ingreso de Schiaretti, lanzado por el fundador de PRO, es que en varias oportunidades sus diputados votaron junto al kirchnerismo leyes a las que JxC se oponía.
Otro, más grave, es el armado del tándem con José Luis de la Sota que les permitía turnarse sin límites en la gobernación de Córdoba. Sólo la muerte de este último frustró la “eternidad” de ese mecanismo. Esa conducta llevaría al gobernador cerca de los mandatarios provinciales “feudales” que Macri y su aliada gustan de menospreciar.
No sólo interesan los votos, sino el sostén de parte de la identidad que construyeron desde 2007.
¿Cuesta abajo?
En lo que coinciden encuestadores, analistas políticos y periodistas es que se halla en curso un descenso del potencial de votos y el nivel de popularidad de JxC, que afecta en particular a PRO.
El escenario de discusiones ásperas en el ámbito público y de falta de funcionamiento interno y de acuerdos torna inverosímil cualquier vínculo de la coalición de derecha con la “nueva política”, la que pretende representar desde su fundación. Tanto el antagonismo con el kirchnerismo como la vocación “republicana” quedan desleídos a la luz de la centralidad de la batalla interna.
Las aseveraciones acerca de la pérdida de votos potenciales ya salen del interior mismo de la coalición. El presidente de la UCR, Gerardo Morales, manifestó su hartazgo con la situación y aseguró que “Juntos por el Cambio está hace tres meses en una meseta, en caída, por culpa de la interna del PRO”.
El “republicanismo” que constituye una divisa prioritaria de la alianza opositora, se difumina poco a poco. Las brutalidades que pronuncian sus líderes con frecuencia creciente se suma a la tendencia a prometer “sangre, sudor y lágrimas”, un presagio de mayoritarios padecimientos que parece ajeno a una táctica electoral sensata.
Se han confiado en exceso en que han ganado la mencionada “batalla cultural”, que habría resultado en aceptación masiva de reformas privatizadoras y excluyentes y tirria generalizada a cualquier manifestación estatal. Y ahora proponen un ajuste implacable, cuando no la “caza del pobre” por parte de un aparato estatal despreocupado de costos políticos e inquietudes sociales.
En todo caso esa versión sin recatos de antiestatismo y liberalismo extremos bien la representa Milei, que gana voluntades para sí sin demasiados sacrificios. Y tampoco él disimula sus preferencias. Ha afirmado: «Llamaría a Bullrich para una alianza de gobierno, porque a todos aquellos que están de acuerdo con la libertad, nosotros le abrimos las puertas».
La propuesta del libertario no es electoral sino gubernamental, pero igual vale como evidencia de la creciente comunidad de ideas e intereses entre un ala de PRO y la ultraderecha.
Lo concreto es que los ultraliberales han arrastrado la agenda pública para el lado de sus propuestas, delirantes o no. Y han contribuido a la “ultraderechización” de líderes del partido fundado por Macri. Lo que más que una evolución ideológica puede atribuirse a que ahora se atreven a explicitar en público su verdadero pensamiento, que antes mantenían en reserva.
Larreta ha quedado un tanto descolocado, con empeño en romper con su antiguo jefe, sin poder delinear una alternativa clara. Su “centrismo” se vuelve poco creíble. Baila al compás de encuestadores y asesores varios. En un momento la voz de orden fue disfrazarse de “halcón” y competir con Bullrich y Macri en ese terreno.
Durante tal giro fue que afirmó que no iba a tener 100 días sino 100 horas para emprender las grandes reformas. Cuando se convenció de que ese rol no lo beneficiaba intentó volver a la “moderación” y la “sensatez”, ya algo desdibujado.
Hoy los caminos de entendimiento se estrechan, la puja se profundiza. Y hasta algunos de sus protagonistas parecen estar muy a gusto con ese estado de cosas.
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Visto este panorama desde abajo, queda claro que la coalición que nos ocupa no ofrece respuesta a los problemas cada vez más acuciantes. Sus dirigentes están mucho más atareados en sus disputas que en dirigirse de alguna manera al conjunto de la ciudadanía. Admiten de palabra que el “internismo” es perjudicial y los aleja de “la gente”. Sólo para seguir empeñados en las continuas reyertas en el interior de su propia fuerza. Mientras, se les notan las ansias de emprender una revancha de clase en toda la línea.
Cabe señalar que el Frente de Todos tampoco tiene definiciones sustanciosas. Inflación, pérdida de poder adquisitivo, trabajadores en la pobreza, siguen allí, mientras la dirigencia política en conjunto abusa sin parar de la paciencia colectiva ¿Hasta cuándo?
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