La política argentina es una sistemática proveedora de curiosidades. La última la produjo la sesión de la Cámara de Diputados que dio media sanción al 82 por ciento móvil para los jubilados. Una vieja reivindicación popular que ya figuraba en todos los pliegos de la protesta sindical de la década del sesenta acaba de ser […]
La política argentina es una sistemática proveedora de curiosidades. La última la produjo la sesión de la Cámara de Diputados que dio media sanción al 82 por ciento móvil para los jubilados. Una vieja reivindicación popular que ya figuraba en todos los pliegos de la protesta sindical de la década del sesenta acaba de ser arrancada al oficialismo por una coalición políticamente variopinta, pero claramente hegemonizada por la derecha.
Entre las manos que se levantaron entusiastas a favor del sí a la iniciativa, figuran las de varios ex funcionarios del gobierno que, en julio de 2001, decretó la poda del 13 por ciento de las jubilaciones y los salarios de los empleados estatales. Más cerca en el tiempo, militan a favor de la medida las bancadas parlamentarias de la UCR, el PRO y la Coalición Cívica, que, en 2008, votaron en contra de la estatización de las jubilaciones y hoy fundamentan su posición argumentando que «la ANSES tiene plata».
Todo el tiempo, la política es campaña electoral, dicen los especialistas en marketing político. La frase explica la circunstancia. Coordinadas estratégicamente por el estado mayor mediático, las fuerzas de la oposición saben que las tendencias preelectorales no las favorecen y tratan de utilizar al Congreso como arena del ataque contra el Gobierno. Perfectamente saben que no están trabajando para ningún porcentaje de aumento a los jubilados sino para que la Presidenta pague el costo de vetar una ley de aparente contenido popular. La congruencia argumentativa no los desvela: sus economistas fatigan pantallas y micrófonos alertando contra las presiones inflacionarias, obviamente desatadas por el «irresponsable gasto público».
Los hemos escuchado y leído hasta el hartazgo, profetizar que las negociaciones salariales de este año serían el disparador de la inflación y sostener que el impulso del Gobierno a los reclamos sindicales en esa materia constituía un peligro para la estabilidad económica. Mañana, con la misma energía con que defendieron que «hay plata» para el 82 por ciento móvil, fundamentarán la necesidad de suprimir retenciones a las exportaciones con el propósito de no ahogar a la Argentina productiva para seguir sosteniendo subsidios y otras acciones de «demagogia electoral».
Llama la atención del bloque que dirige Pino Solanas. Sostuvo hasta el final que el proyecto de mejora de las jubilaciones tenía que estar sustentado en su fuente de financiamiento. Sin demasiadas precisiones numéricas, sus diputados apelaron a la restitución de cargas patronales para las grandes empresas como la solución del problema, que el resto de la oposición ni siquiera consideraba como tal. Sin embargo, a la hora decisiva, Proyecto Sur votó con la derecha. Se dirá que no, que mantuvo su disidencia «en particular». Pero está claro que, ya desde la facilitación del quórum parlamentario, el bloque solanista fue enteramente funcional a la puesta en escena armada por el Grupo A.
Le está yendo bien a Solanas. Las encuestas son alentadoras en cuanto a su perspectiva electoral de 2011. Los grandes medios lo tratan con una cortesía y una amabilidad llamativa, tratándose de un hombre que defiende causas populares y molestas para el establishment económico, como la defensa de los recursos naturales y el medio ambiente. El cineasta tiene un diagnóstico y una estrategia: su crecimiento es inseparable de la rabia antikirchnerista de los sectores medios; entonces, hay que darle un fundamento progresista a los prejuicios gorilas. El espacio se ha abierto mucho más con los sucesivos derrapes de Elisa Carrió, con su obsesión por ser la vedette política de los grandes grupos económicos y con el visible retroceso de sus apoyos políticos. Por eso, la estrategia de Solanas es más cuidadosa y prudente (no es mucho esfuerzo ser más cuidadoso y prudente que Carrió).
El líder de Proyecto Sur esquiva las fotos incómodas con representantes de los poderes fácticos y evita cualquier pronunciamiento a su favor. Ha resuelto no intervenir en el nudo central de la batalla política que, claramente es el dilema autonomía democrática o sujeción sistemática de la política a los intereses de los grupos económicos concentrados, articulados por los grandes medios de comunicación. Solanas sigue con su retórica nacional-ambientalista aunque choquen los planetas. Apoyó la ley de medios a último momento, cuando su bloque ya se había inclinado a favor de la iniciativa; entre los blancos de sus diatribas contra los poderosos no figuran los oligopolios multimediáticos.
Tiene en la fuerza que dirige Martín Sabbatella a un adversario importante en el espacio de la llamada «centroizquierda». Al respecto, su táctica es «pegar» al ex intendente de Morón con el kirchnerismo, en el que nunca militó y al que sí pertenecieron durante varios años muchos de los referentes de Proyecto Sur.
El Grupo A ganó una justificada tapa en los diarios con el 82 por ciento móvil. No tienen que preocuparse por lo que harán al respecto si llegan a ganar las elecciones presidenciales. Primero porque falta la siempre incierta votación del Senado. Si allí fracasa, se vuelve a la página anterior del manual de instrucciones: se denuncia la compra de voluntades por parte del Gobierno, hablan escandalizados Felipe Solá y la senadora formoseña y sobre eso estaremos discutiendo un par de semanas. Si se aprueba hay otra tapa y el tema pasa a ser el veto presidencial al que habrá que subirle los costos de cualquier manera. Pero en el medio está la batalla de los poderes delegados y las retenciones. Es decir habrá ruido garantizado hasta fin de año. Claro que habrá otros detalles políticos en los días próximos.
Por ejemplo, ese capítulo de extraordinaria importancia para explicar la dictadura y su «bloque histórico» que es la investigación sobre la «venta» de Papel Prensa en los años de plomo, que está en la base del poderío de las más grandes empresas mediáticas del país. ¿Habrá sectores que se resistan a la revelación de esta verdad histórica?
No hay que escandalizarse porque la olla se destape en el contexto de «la guerra entre los medios y el Gobierno» (Magnetto dixit). La verdad, decía Nietzche, es la chispa que brota del choque entre dos espadas. A pesar de los cultores de la democracia deliberativa, no hay procesos de construcción colectiva de verdad al margen del conflicto político; si la dictadura no se hubiera retirado humillada después de la desastrosa cruzada en Malvinas y si después de dos décadas no hubieran sido derogadas (como parte también de la lucha política) las desdichadas leyes de punto final y obediencia debida, hoy no estaríamos viendo desfilar tantas caras repugnantes por los estrados judiciales del país.
Combates parlamentarios pour la galerie, operaciones decisivas en el frente de batalla empresario mediático, danzas y contradanzas en las candidaturas y agrupamientos en uno y otro campo, así se insinúa la agenda de los próximos meses en la Argentina, antesala de las grandes definiciones.
Fuente original: http://www.revistadebate.com.ar/2010/08/20/3151.php