Arrancaron las campañas electorales propiamente dichas y ahora sí los aspirantes a un cargo de elección popular ocuparán la atención y/o desatención de las audiencias hasta la media noche del 4 de junio en que deberá cesar el bombardeo de denuncias, promesas, verdades a medias, la demagogia en que están empeñadas las dirigencias de los […]
Arrancaron las campañas electorales propiamente dichas y ahora sí los aspirantes a un cargo de elección popular ocuparán la atención y/o desatención de las audiencias hasta la media noche del 4 de junio en que deberá cesar el bombardeo de denuncias, promesas, verdades a medias, la demagogia en que están empeñadas las dirigencias de los partidos en una subestimación del electorado que raya en lo obsceno. Por ejemplo con el anuncio de Acción Nacional en el que exige que los del partido tricolor «Devuelvan lo robado». ¿Sólo ellos? Y los hermanos Bribiesca Sahagún. Y la muy enriquecida «pareja presidencial». Y los negociantes de la «guerra contra el narcotráfico». Y los diputados que exigen moches a los alcaldes panistas para gestionarles recursos. Y los involucrados en los 207 millones de dólares del «Coopelas o cuello», denunciado por Zhenli Ye Gon, y que ahora cobran en la nómina del Senado. Y…
Campañas en pleno que encuentran al titular del Ejecutivo federal con muy baja aceptación ciudadana, acaso como no sucedía hace un cuarto de siglo, que es decir siempre, porque las mediciones demoscópicas no existían antes de que Carlos Salinas tomara Los Pinos por asalto, al decir de Cuauhtémoc Cárdenas y los suyos después del 6 de julio de 1988, entre ellos Porfirio Muñoz Ledo quien bautizó al doctor en economía por Harvard como homúnculo criminoide.
El 37 por ciento (Ulises Beltrán-Excélsior) de aceptación no le preocupa a Enrique Peña Nieto porque para su fortuna aún no se refleja en la intención de voto pronosticado (32 por ciento, según Reforma) por las encuestadoras que, esperemos, no vendan una vez más las perlas de la virgen como lo hicieron sin recato en julio de 2012, cuando pronosticaron un «triunfo arrollador» de su cliente. Televisa, Tv Azteca y el oligopolio radiofónico, con excepciones, lo recitaron a una sola voz.
«No trabajo ni me dedico al empeño de colocarme medallitas ni a tener logros personales, son logros que quiero tenga toda la nación, y a eso estoy dedicado», fue a declarar a Chiautempan, Tlaxcala, la víspera de la semana santa, el marido de Angélica Rivera, la propietaria de la Casa Blanca de las Lomas y, además, a la que le compran decenas de costosísimas páginas en la mexicano-española revista Hola para que, supuestamente, supere la depresión que le causó la exclusiva de Carmen Aristegui y su brillante equipo reporteril.
También auguró Enrique Peña que con el tiempo habrá de someterse al juicio de la gente. Acaso se equivoca, el tiempo llegó y es el 7 de junio. Tanto si la abstención es más alta de la acostumbrada para comicios intermedios, como si el voto nulo llega a ganar más adeptos que en 2009 o tiene cierto éxito la convocatoria al boicot para, en cambio, designar alcaldes por usos y costumbres, como lo exige la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero y la Sección 22 de Oaxaca, ambas de la Coordinadora Nacional, parapetadas en los padres de familia de Los 43 de Iguala.
Lo novedoso del juicio presidencial es que asume su sexenio en su verdadera dimensión: «(…) contribuir y poner mi granito de arena, desde la gestión de mi gobierno, a que tengamos una mejor nación». Claro que después de usar frases tan grandilocuentes como desgastadas a fuerza de tanto abuso y su falta de correspondencia con una economía que crece por debajo de la media de los últimos 33 años, un país seriamente endeudado en 29 meses, un peso vapuleado y muy precarias condiciones de vida y de trabajo para millones de asalariados y «propineros», gracias a la reforma de la Ley Federal del Trabajo de Felipe Calderón y Peña.
Fuente original: www.forumenlinea.com