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Capitalismo educativo y balotaje

Fuentes: Contrahegemoníaweb / Tramas

Recuperar los conceptos de educación común, pública, gratuita y científica es imprescindible para poder hablar de derechos efectivos y no en el terreno de algunos enunciados vacíos a la hora de los discursos de campaña.

En esta nota intentamos poner en foco algunas conceptualizaciones que parecen pasar desapercibidas no sólo en el ruido del debate presidencial, sino, decididamente ausentes en los pliegues de la trama de desposesión educativa propuesta por la reforma, a la que todos los oficialismos adhirieron en los términos de la macropolítica de la educación.

En tiempos de extrema fragmentación social y elevados índices de pobreza la importancia de la educación común, se hace vital a la hora de retomar la posibilidad de nacionalizar un sistema no solo atomizado en 24 subsistemas que se corresponden a las 24 jurisdicciones (23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), con el agregado de la acción privada a través del proceso de endoprivatización creciente, direccionado por los intereses empresariales.

La excusa para mantener y encubrir la desnacionalización del sistema educativo, que comienza durante la dictadura genocida con la transferencia de las escuelas primarias a las provincias en 1979 y continúa como parte del programa privatizador y de desguace de Carlos Menem en la década de 90 del siglo pasado con el traspaso de las escuelas secundarias y los institutos terciarios, mientras las universidades nacionales mantienen su autonomía (relativa, puesto que quedan presas de la todavía vigente Ley de Educación Superior) se realiza en función de un dudoso federalismo, que paradójicamente, nacionaliza la actividad privada de fundaciones y ong en los asuntos públicos.

La máscara de ese federalismo encubre que el desaguisado educativo es producto de los mandatos reformistas, que incluyen el debilitamiento sindical como parte del paquete de “modernización” del Estado, eufemismo utilizado en el proceso de privatización y tercerización de lo que debía ser estatal.

Desde el peronismo menemista pasando por el pastiche de la Alianza que deriva en la pueblada de 2001 y luego del intervalo complementario de Eduardo Duhalde, llegan los 12 años de kirchnerismo, que con otros paquetes de leyes (Educación; Financiamiento; Técnica y Formación Profesional) no se revierte el tema de la desnacionalización del sistema y sí se profundiza el carácter instrumental de la educación, el sesgo mercantilista y el enfoque en la performatividad económica de la formación.

Se mantienen las solicitudes de créditos y el endeudamiento educativo con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entidades generadoras del creciente mercado educativo y promotoras junto a la UNESCO y la OCDE de la participación privada en la educación como asunto público.

En ese marco de políticas macro en las relaciones con los organismos internacionales, no hay diferencias con los 4 años de profundización de los procesos de endoprivatización que se llevaron a cabo en el período de Mauricio Macri (2015-2019) hasta la actualidad con el ministro/candidato, Sergio Massa, que celebra los créditos recientemente contraídos con el Banco Mundial para el “mejoramiento de la educación por resultados”, de manera que los lineamientos del Banco son los adoptados acríticamente desde una pedagogía no sólo instrumental, sino de sometimiento, como lo venimos remarcando desde hace muchos años.

Cuando desde el actual oficialismo, el ministro/candidato, Sergio Massa, insta al Congreso a aprobar el proyecto por la Nueva Ley de Financiamiento Educativo, lo hace desde los parámetros antes descriptos, en completa alineación (por no decir dependencia) con las macropolíticas educativas formuladas por los organismos internacionales, al igual que sucede con el reconocimiento de la (estafa) deuda con el FMI. En ese sentido nada ha cambiado, ni nada se transforma.

Pero del proyecto sobre el nuevo financiamiento educativo ya hemos hecho nuestra mirada crítica sobre conceptualizaciones que aparecen en el articulado que lejos de clarificar, oscurecen los propios conceptos que dicen defender, como lo dejamos expuesto en Financiamiento educativo, el déjà vu.

Este martes, Sergio Massa, asistió a la inauguración de una nueva escuela técnica de Formación Profesional en San Miguel, provincia de Buenos Aires. Esa actividad le dio el marco ideal para acentuar sus diferencias con su (todavía) competidor en el balotaje, Javier Milei, de acuerdo con el resultado de la elección del domingo pasado.

En su caudal discursivo, aprovechó, el ministro/candidato para instalar el campo semántico del “Estado presente y eficiente”; “la educación pública, gratuita, inclusiva y de calidad”; en ese espacio discursivo afirma: “Defendemos la Argentina de la educación pública, gratuita, de calidad, inclusiva como línea de largada en igualdad de oportunidades. Que un pibe de cualquier barrio de San Miguel pueda salir a pelear la vida con las mismas herramientas”.

En principio, no se trata de defender la educación pública, se trata de construir lo público en educación, puesto que esa categoría está siendo progresivamente diezmada, sustituida por una concepción de espacio que se opone a lo privado, donde lo privado puede actuar e incluso diluir lo público de acuerdo con sus propios intereses y con las legalidades que le ofrece el “Estado eficiente”, de ahí que surge la urgente necesidad de debatir lo público, en relación con lo común,concepto del que hablamos al principio de esta nota.

Otro de los problemas de la argumentación de campaña respecto de los calificativos de la educación es la “gratuidad”, puesta en discusión por Javier Milei, “porque nada es gratis y alguien lo tiene que pagar” y que, también, como Sergio Massa, nos habla del “Estado eficiente” y en resguardo de esa “eficiencia”, propone la voucherización educativa (de lo que hablaremos en unos cuantos renglones más).

Cabe la pregunta: ¿Qué es la eficiencia? En términos pedestres es “más con menos”, es decir, la capacidad de lograr mucho con pocos recursos.

Una de las consecuencias de la aplicación de ese principio está a la vista, según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) dada a conocer el 27 de septiembre, el Informe muestra que en la franja etaria de 0 a 5 años el 51,6% sean pobres; también están en esa condición el 58,6% de la franja de 6 a 11 años y el 59,4% que va de los 12 a los 17 años.

Mientras que el concepto ideológico en el imaginario de la reforma educativa enmarcada en la llamada “modernización” del Estado propone la “eficiencia” asociada a la “calidad” de la gestión; la realidad demuestra que el resultado es la precarización de la vida en todas sus instancias.

El concepto de inclusión, se debe hacer extensivo para oponer a la “sociedad de la exclusión” que se construye con la “eficiencia del Estado”.

La “calidad”, los “resultados”, la “gestión” son conceptos coloniales, formantes del campo semántico de la “eficiencia”. Pero, lejos de la pretendida “mejora” que el eficientísimo ofrece, lo que se logró fue una puesta en crisis fenomenal del sistema (los sistemas) educativo(s).

Breve digresión

El latiguillo sobre la “igualdad de oportunidades”, en este contexto de extrema pobreza de más del 50% de la población en edad escolar, producto de las políticas del gobierno, no es más que otro de los velos que la ideología dominante utiliza para enmascarar la realidad de la precarización social y sus impactos en el desarrollo cognitivo, para no abundar en otros asuntos. Fin de la digresión.

Retomemos. Decía el ministro en ese mismo enunciado: “Que un pibe de cualquier barrio de San Miguel pueda salir a pelear la vida con las mismas herramientas”.

No sólo está reconociendo (tipificando) como pobre al “pibe (…) de San Miguel”, también está marcando su destino, “pelear la vida”. Pregunta: ¿Con las mismas herramientas que quién? Y podríamos dejar abierta la posibilidad de poner el significante; la idea de que la vida se “pelea”, contra “algo”, contra “alguien”; tal como usted, señor ministro, está haciendo este pólemos discursivo contra Javier Milei como destinatario, aún sin nombrarlo: “el derecho a estudiar no se arregla ni con un voucher, ni con el mercado”, aunque, en el acto puntual, los receptores fueran quienes lo rodeaban en la inauguración de la escuela, los medios que reproducían su discurso lo vehiculizaban al verdadero destinatario.

Lo cierto es que el “pibe de San Miguel”, sí va a tener que “pelear la vida”, contra (para sintetizar) el capitalismo que usted, señor ministro y su (eventual) contrincante representan, aunque las versiones aparezcan como distintas; para poner los significantes de “algo” y “alguien”, como pelean la vida millones de trabajadorxs, precarizadxs y excluidxs.

Del otro lado, en el balotaje, del mismo capitalismo en general y educativo en particular, no mucho se puede decir de la propuesta puntual y mal formulada por el propio Javier Milei sobre la voucherización de la educación. Milei puso como ejemplo a Chile y si bien es cierto que el país trasandino durante la dictadura de Augusto Pinochet implementó ese sistema de monetización de la educación, el voucher fue el instrumento para generar la competencia entre escuelas, pero lo que subvencionaba era la oferta y no la demanda como dice Milei que va a implementar acá en caso de ser gobierno.

Subvencionar la oferta (Chile) es otorgar el voucher a las escuelas en función de su matrícula de manera de ponerlas a competir todas contra todas, por lo cual las escuelas públicas también compiten entre sí y con las privadas. En esa falsa competencia como estrategia de mercado las escuelas que pierdan matrícula de manera progresiva cierran sus puertas. Lxs docentes, también, entran en el juego de la competencia para ver si son los “mejores” y así mantener sus trabajos, cualquier lazo de solidaridad desaparece en esos sistemas.

Pero el instrumento voucher va más más allá de las lógicas del mercado, desde su nacimiento se crea como un bono para mantener la segregación racial y hoy ampliada a la segregación por condiciones socio-económicas.

Breve reseña

En 1896 en los Estados Unidos se decretaba la segregación racial en las escuelas públicas con la doctrina “separados pero iguales”, cuestión que no funcionó en los términos de “igualdad”, los afrodescendientes no recibían la misma educación que la población blanca.

En 1954 queda sin efecto la doctrina, pero hay resistencia de sectores blancos, el economista libertario James Buchanan (teoría de la libre elección) consideró que la decisión afectaba a las escuelas públicas y nace la idea de proporcionar “subvenciones” a los padres para que pudieran enviar a sus hijxs a escuelas privadas para blancos.

La cuestión continúa en debate con idas y venidas en Estados Unidos, pero lo que tuvo mayor aceptación fue la charterización de las escuelas públicas, que son gerenciadas por organizaciones privadas, fundaciones, ong, en muchos casos disfrazadas de asociaciones de padres, como las experiencias en San Luis y Ushuaia, aquí en Argentina.

Problemas similares de segregación socioeconómica por la implementación de los vauchers se manifiestan en Suecia. En Noruega, fue la socialdemocracia la facilitadora de la adopción de políticas pro-privatizadoras que alimentan la segregación étnica sobre los inmigrantes. España, Bélgica y Países Bajos son los países de la OCDE con mayor número de matrícula privada en primario y secundario. También rigen las Asociaciones Público Privadas (APP). Fin de la reseña.

Como vemos, nada de lo que propone el libertario (filo-fascista) Javier Milei es novedoso, más bien atrasa, reproduce la teoría elección de James Buchanan. Todas estas estrategias son de privatización además de ser organizadoras de la segregación. Por supuesto que la OCDE y los otros organismos internacionales promocionan estos formatos en relación directa con la noción de “Estados eficientes”.

Y aquí vale la reflexión: ambos candidatos, Massa y Milei y sus respectivos espacios políticos, Unión por la Patria y La Libertad Avanza, además del implosionado Juntos x el Cambio o el que representa Juan Schiaretti abrevan en el abanico de la gramática reformista que les imponen los mismos y obsoletos organismos internacionales que aparentan tener es la misteriosa y mágica clave del conocimiento y el trabajo del siglo XXI, aunque lo que realmente tienen es mucho más terrenal: es el candado que les asegura la colonialidad educativa de acuerdo a los requerimientos de los intereses empresariales y el formateo ontológico para ejercer el control disciplinar.

No se trata de educar a lxs estudiantes para la emancipación, sino de instruirlos en un conjunto determinado ya no de saberes/conocimientos para el desarrollo de su formación intelectual y científica, capaz de interpelar y de interpelarse; sino de aprendizajes que serán obsoletos en poco tiempo como producto de la vertiginosidad del cambio, según el canon neoliberal, por eso el principio de adaptación rige como una de las habilidades blandas más importantes, de ahí la solicitud del ministro/candidato de la implementación de las carreras cortas.

Porque lo relevante en la pedagogía instrumental no es formar para la autonomía del sujeto desde la soberanía educativa, en función de la transformación social, política, económica y ambiental de un mundo en descomposición; sino de todo lo contrario, adaptar el “capital humano” en la carrera de lo que llamaron “economía del conocimiento”, nicho relativamente nuevo en un capitalismo al que los “mercados” se le agotan o se le pudren, o queman o archicontaminan, por el saqueo y la desposesión.

Un Estado eficiente no va a mejorar la situación de las mayorías vulneradas, estafadas, defraudadas, engañadas; va a mejorar sólo la relación costo-beneficio en términos de los “gastos” del propio Estado.

El paquete del capitalismo educativo incluye cambios ontológicos y epistemológicos con efectos palmarios en la formación en la performatividad económica de lo que llaman el futuro “capital humano”, antes estudiantes y las “tecnologías del aprendizaje”, sustitución tecno-digital de la enseñanza, del docente y la didáctica a través de las empresas EdTech.

Para finalizar, por supuesto que es indiscutible que “los chicos lleven en la mochila una computadora y no un arma”, como dice el ministro/candidato en su argumento de campaña, frente al delirio mileiniano de la libre circulación de armas. Lo que es discutible es para qué llevan la computadora en el contexto del aprendizaje por competencias que no ofrece la formación intelectual para el desarrollo del pensamiento crítico para discernir en una experiencia robótica, por ejemplo, si lo que está diseñando es una licuadora inteligente o una ojiva nuclear.

¿Acaso no son ambas importantes para el mercado?

Recuperar los conceptos de educación común, pública, gratuita y científica es imprescindible, tal como, también, propone el Frente de Izquierda, para poder hablar de derechos efectivos y no en el terreno de algunos enunciados vacíos a la hora de los discursos de campaña solo favorables a engrosar el capitalismo educativo como formador del capital humano para el enriquecimiento de las minorías que traman nuestros destinos.

Es importante la realización de un congreso pedagógico ante la avanzada reformista para poner en debate toda esta temática, pero a la luz de la pedagogía crítica.

Fuente: https://tramas.ar/2023/10/26/capitalismo-educativo-y-balotaje/

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