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Carta abierta a Joaquin Sabina

Fuentes: Rebelión

Con fama de crápula de las noches madrileñas, compositor de la calle y del currito que se desahoga el fin de semana en largas noches de exceso, solo podía ser un rebelde y por tanto luchar por una sociedad más justa.   Hace años, justo cuando Julio Anguita sufrió su primer infarto y con ello […]

Con fama de crápula de las noches madrileñas, compositor de la calle y del currito que se desahoga el fin de semana en largas noches de exceso, solo podía ser un rebelde y por tanto luchar por una sociedad más justa.

 

Hace años, justo cuando Julio Anguita sufrió su primer infarto y con ello Izquierda Unida comenzó a tambalearse, Joaquin Sabina cogió el micrófono y pidió el voto mientras el Califa Rojo de Cordoba permanecía en la UCI.

 

Entonces, a sus canciones de protesta, poco le importaban el todopoderoso régimen de Felipe Gonzalez. Él seguía apoyando a la izquierda real, y eran sus méritos, sus ventas de discos, las que le daban de comer, y le pagaban sus noches de juerga.

 

Sabina no podría nunca comulgar con la derecha que denunciaba en su «adivina, adivinanza» (maravillosa descripción del entierro de Franco) o en su de «Grana y oro» con toda la tristeza de la posguerra.

 

Pero, también él te hablaba de un Madrid donde las niñas no querían ser princesa y no le importaba cantar en La Mandragora junto al Javier Krahe que denunciaba el engaño de la entrada en la OTAN de Felipe González o describirte con cariño la isla de Cuba.

 

Eso terminó, igual que bajaron sus ventas y su independencia económica. Pensé que el apoyo a Zapatero era pasajero, debido a la Guerra de Irak, que luego retornaría a la izquierda real, pero cuando lo he visto cuatro años después encerrando sus ojos bajo el símbolo de Zapatero perdí todas las esperanzas.

 

La evolución de Joaquin Sabina, es definitiva, asegurando su jubilación no se da cuenta que a la vez defiende la intervención en Afganistan, Haití o Libano, que olvida las 35 horas que pedía Anguita, el empleo de calidad, las protección social, la sanidad y educación públicas y la redistribución la riqueza y que reniega de su querida Cuba.

 

Solo es comprensible su «defensa de la alegría» en la Plataforma de Apoyo a Zapatero, por asegurarse la pensión y las caras y largas noches madrileñas cuando se acerque a la edad de Mike Jagger. Te comprendo Sabina. ¿Pero de verdad vale la pena tirar por la borda toda tu trayectoria, renegando de tu rebeldía y de tus ideas?