La denuncia realizada recientemente por la colectiva Sororidad Anáhuac sobre la existencia de un grupo de Telegram, a través del cual estudiantes (hombres) de esa universidad y otras como la Uady se “comparten” fotografías y demás contenido íntimo de diversas mujeres sin el más mínimo consentimiento, vuelve a sacar a la luz el comportamiento generalizado y normalizado de un sector de la población masculina que violenta consuetudinariamente los derechos y la integridad física y moral de las mujeres, o dicho de manera más clara, la revelación de esa red delictiva ejemplificó una de las formas más socorridas del patriarcado para “hegemonizar” su poder: la desvalorización y cosificación de la mujer con la finalidad de su utilización como mero objeto por parte de los hombres.
La voz de exigencia de justicia por parte de las mujeres violentadas y de todas aquellas que se suman para hacer suyo el reclamo, debe encontrar eco también entre los hombres, pues no podemos seguir guardando silencio, ya que al enmudecer nos volvemos cómplices de este tipo de violencia, así como de muchas otras formas de agresión normalizadas por el machismo; los hombres deberíamos ser los primeros en practicar la cero tolerancia hacia la violencia contra la mujer en cualquiera de sus formas.
No debemos tampoco desvalorizar esta denuncia o cualquier otra efectuada por una o miles de mujeres, es nuestro deber moral y ético, si deseamos un mundo justo y más humano, levantar la voz para romper el pacto patriarcal. Todo aquel que se mofa, critica o agrade a las mujeres que denuncian la violencia que sufren, se convierte de manera inmediata en cómplice del agresor o agresores y, quiéralo o no, reproduce el añejo pacto patriarcal, cuyo simiente es ese: la complicidad entre hombres que agreden o permiten se efectúe una forma de violencia contra una o más mujeres.
No soy hipócrita ni santo, en algún momento recibí por parte de una persona que consideré “amigo” alguna imagen que otro hombre le envió, y es verdad que en aquel momento no levanté la voz, pero también soy consciente de que justamente de eso se trata la deconstrucción de la masculinidad, de ese reconocimiento de los errores y complicidades machistas que llegamos a realizar, y que ahora en un ejercicio de autocrítica, vamos cuestionando y erradicando paso a paso (no sin error). La ruptura con el pacto patriarcal y la cero tolerancia a la violencia contra la mujer, son dos elementos fundamentales para poder hablar, ya no solo de una nueva “masculinidad”, sino sobre todo, de una nueva humanidad.
Las reacciones de muchos hombres a raíz de la denuncia y revelación de la existencia de esa red universitaria delictiva (no merece otro nombre), son muestra de lo anterior, el desprecio machista por los derechos de las mujeres es una de las formas más visibles de autodefensa del patriarcado, algo que ya ha señalado en diversas ocasiones la investigadora Georgina Rosado Rosado. Frente a esas reacciones viscerales y absolutamente equivocadas, debemos ejercer el derecho a la intolerancia, esto, en el sentido claro de rechazo y denuncia de cualquier forma de violencia contra la mujer.
Rompamos el pacto y seamos verdaderamente más humanos, apliquemos la cero tolerancia a la violencia machista.
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